|
Post by Agatha Bloodspell on Jul 23, 2017 0:56:14 GMT
Días... semanas... el tiempo había transcurrido más lento que de costumbre. Había un peso terrible que colgaba de su alma, arrastrándola a la rutina del día a día con tremenda desolación. Sentía una culpa tan ácida que parecía en cualquier instante comenzaría a carcomer su interior pero no... aún seguía viva, anclada a las memorias de aquél día en que la oscuridad de su ser la había envuelto en pecado. El día en que la dignidad de un ser tan elevado, tan puro y tan inalcanzable se había quebrado por el descontrol de su cordura. Deseaba aislarse, pasar sus noches azotándose la espalda, abriéndose la carne, suplicando por un merecido castigo. Su compasión... no era merecedora de su compasión. Pero no... era imposible; aún había un propósito más grande y oscuro que la mantenía atada y sobre la corriente de la vida. Debía seguir sobreviviendo. Sin muchos ánimos, después de un ajetreado viaje llegó a la ciudadela, con un pequeño puesto móvil en donde sus hermosas flores descansaban. Llevaba en una de sus manos una correa con la que llevaba atada a su pequeña cabra negra, Catalina. El animal balaba a todo el que pasara, ingenúa y alegre, reaccionando con emoción ante el entorno tan estimulante. Agatha deseaba poseer la simpleza de su compañera; existir por reaccionar, por comer, por descansar... existir sin sentir culpas ni responsabilidades. Instaló el negocio al fin, siendo proveedora de las pasiones de los mirovianos. El Festival del Cortejo... tan tentador, tan difícil de enfrentar... pero esta vez su apetito no insistía con hacerla quebrar su compostura, no... Esta vez sentía una calma en el cuerpo que la mantendría a raya e incapaz de cometer una imprudencia. Removió las cortinas de madera que protegieron a las plantas del viaje y en seguida enormes ramilletes de flores pudieron verse ante todos. Gardenias, tulipanes, suculentas, rosas, jazmines... un sin fin de flores que soltaban sus perfumes y atraían a cualquiera que pasara. No tardó en recibir clientes, cada uno eligiendo un arreglo distinto para sus enamorados. Algunos ya felices, tomados del brazo mientras que otros se acercaban con temor, con duda, apenas armándose de valor para confesar sus más preciados sentimientos sin saber aún si serían correspondidos. A cada uno de ellos, Agatha les entregó sus flores y una sonrisa vacía que no poseía ni una pizca de alegría pero debía aparentar, como había hecho toda su vida.
|
|
Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
Posts: 94
|
Post by Asthur on Jul 23, 2017 21:28:46 GMT
El soberano había pasado los días demasiado ocupado. Trabajando sin descanso, sin distracción, había logrado solucionar cientos de peticiones y conflictos dentro y fuera de su templo. Sus sirvientes le veían levantar antes de que el sol saliera, pero no acostarse cuando el sol se ocultaba. Fatigado e inmerso en sus deberes, no se permitió ni un respiro o descanso, y seguiría así hasta que el trabajo se convirtiera en un lento veneno para su sistema. Ésta sería su penitencia de por vida, y si moría, que fuera sirviendo a Mirova.
¿Y todo por qué? Bueno, existían dos razones que mantenían un peso monumental sobre sus hombros. La primera, era culpa. Su comportamiento hacía unas semanas, no había hecho más que dejar en evidencia la poca lealtad que tenía hacía sus cortesanos, la poca moralidad que poseía y su voluntad tan endeble. Era un ser desventurado que no merecía el regalo que los Dioses le habían otorgado. No merecía nada. Y segundo, imposibilitar que los recuerdos lo agredieran día y noche.
Ese día sabía que el Festival daría inicio y su presencia aunque la sintiese irrelevante, era requerida. El deteriorado soberano asistiría, así al menos podría seguir ocupando su mente en otras cosas. Encontrarse con sus hermanos o una charla con Amalthea o el joven Kaira no le caería nada mal. Había prometido incluso bailar con ellos y ser su maestro. Debía al menos cumplir con promesas sencillas, para lograr comprometerse seriamente con Mirovia. Despejaría su mente de los agobios del pasado, aunque fuese por unas horas.
Su llegada a la ciudadela fue presenciada por muchos, él sujetando la delicada mano de la joven Amalthea y ella luciendo un hermoso y esplendoroso vestido. Estuvieron conversando por unos momentos con algunos rostros conocidos en la plaza, pero pronto sus cuerpos fueron separados cuando la joven observaba embelesada la esmerada decoración. Asthur perdió de vista a la unicornio y no tuvo otra opción más que ir en su búsqueda.
Caminó entre el gentío, recibiendo reverencias de muchos y sonrisas apenadas de algunas señoritas. Estaba seguro que Amalthea se había escabullido en busca de flores para regalar o para su propia apreciación. Así que se detuvo en cada puesto donde los olores y colores resaltaban por sobre los otros. Se detuvo entonces en uno, observando la variedad de colores y formas, todas tan diferentes pero igual de efímeras. Sonriendo débilmente, llevó un narciso cerca de su nariz, percibiendo aquel suave aroma. Tan familiar. Sus ojos se ensombrecieron de a poco, sintiendo una inmensa nube de remordimiento, sin embargo su mirada no se despegó de aquellas hermosas y perfectas flores, sumido en el cansancio y la pesadez de sus parpados que amenazaban con cerrarse en algún descuido, ignorando por completo a la joven que yacía del otro lado de la carreta.
Fue cuando tres jovensitas arcanas llegaron al mismo puesto, instalándose a lado del soberano, emocionadas por presentarse ante él oficialmente. Asthur sonrió con educación, un gesto perfectamente entrenado para guardar las apariencias, inclinando la cabeza al escuchar cada uno de sus nombres. Una de ellas preguntando si compraría flores para una dama especial, siendo amonestada por las otras dos por su aparente impertinencia, pero también interesadas por la respuesta al fin y al cabo. El soberano negó con sencillez y cortesía. - No hay alguien cómo tal, señoritas.- La respuesta fue breve, pero cargando una tortuosa verdad detrás. Su vista volvió entonces al puesto, y por primera vez el hombre reparó en la encargada de este pequeño pero bien establecido negocio.
Su quijada no pudo más que caer y sus ojos se despejaron de aquel aletargado cansancio. El tiempo pareció regresar a la primera vez que se vieron y eso le provocó un terrible escalofrío. Era obvio que ella se encontraría aquí, había sido un mal calculo por su parte, pero estando frente a todos le era imposible tocar aquel tema o mostrarse agresivo o si quiera resentido con ella. No daría pruebas para que se les relacionara de ningún modo, no haría nada que lo dejara en evidencia. - Buenas noches.- Sus palabras estaban cargadas de una cínica naturalidad, que si bien para terceros resultarían normales, para Agatha serían poco más que dagas envenenadas.
|
|
|
Post by Agatha Bloodspell on Jul 24, 2017 3:54:55 GMT
Por momentos Agatha no notó la llegada del Soberano a su negocio, se encontraba agachada mojando unas flores para que no se secaran y al mismo tiempo alimentando a su cabra Catalina con los pedazos que desprendía de ellas para mantenerlas siempre con un aspecto refrescante y rebosante de belleza y perfección. No era extraño que fueran más las jovencitas las que se detuvieran en el puesto a admirar la variedad de flores que había, finalmente, Agatha creía que la flor y la mujer eran hermanas del alma. Sus manos tocaban el agua, que servía no sólo de alivio para sus plantas pero también para ella. Su piel se encontraba dañada por los raspones que se hacía al remover las espinas.
De pronto esa voz... el hielo... sentía que su corazón se iba a detener en cualquier momento. No podía ser. ¿Había decidido entonces reclamar su vida? No... No... eso no podía ser. Dejó escapar aire antes de girar para dar frente al dueño de aquellas palabras. Sólo era una coincidencia; un juego del destino que pretendía recordarle de sus malas acciones, de los pecados que había cometido. Sostuvo las flores entre sus manos con fuerza, sin querer pinchándose los dedos. Una pequeña gota de sangre cayó al suelo pero el dolor se perdió entre la impresión y vergüenza de ver aquél rostro de nuevo.
Sus ojos se mantuvieron abiertos, más alertas de lo que habían estado en horas... pero sólo por segundos. En seguida respondió con la misma sonrisa que se obligaba a darle a todo el que pusiera pie ante sus flores. Finalmente, podía ser un cliente y sobretodo era un Soberano. Aún con las plantas recargadas en su pecho, realizó una pequeña reverencia. Su cabello recogido se mantuvo en posición a excepción de unos cuántos mechones que comenzaron a invadir su rostro al momento en que volvía a su postura erguida. -Soberano, buenas noches. Bienvenido- respondió. Sentía el susurro de su corazón, fuerte y acelerado. La oscuridad de su ser aún quieta sólo haciéndose presente en el constante malestar que sentía en el cuerpo por aquél hechizo que mantenía a todos a raya.
No separó su mirada de la de él, ni siquiera al escuchar las voces de las jovencitas riendo emocionadas al imaginarse montones de escenarios en los que se le declararían a sus enamorados. Dichosas ellas, tan puras e ingenuas que no conservaban en su pecho un secreto que estaba comiéndosela desde adentro. ¿Qué decir?... Estaba segura que había llegado hasta ahí por accidente y no por voluntad, por deseos de verle, por querer revivir lo ocurrido... "Basta". Bajó la mirada y caminó lentamente pasándole por un lado para acercarse al grupo de jóvenes. Las miraba sintiendo envidia de poder ver en ellas algo que parecía brillar... ¿sería esperanza? ¿inocencia? -Las rosas... las rosas nunca fallan...- al escucharla el grupo de jóvenes calló. -Los secretos del corazón... la amistad... incluso el perdón... Las rosas nunca fallan- al decir esto último por breves instantes sus ojos miraron a Asthur, robándose por momentos la belleza de aquél rostro. -¿Usted qué opina, Soberano?- preguntó una de las señoritas, evidentemente en un tono coqueto que podría convencer a cualquiera de caer en semejante juego. ¿Así era como ella era vista ante él?
|
|
Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
Posts: 94
|
Post by Asthur on Jul 24, 2017 20:56:09 GMT
El coraje que burbujeaba en la boca de su estomago no era nada comparada con el dolor que su corazón pasaba. Miraba a Agatha con recelo, completamente ajeno a lo que pasaba por la mente de la mujer, cuestionándose por qué se encontraron de esa manera tan tonta. Cómo si inconscientemente se buscaran sintiendo que se pertenecían, cómo si sus almas aún estuviesen enredadas y los guiaran a través del tiempo y la distancia para estar juntos de nuevo. Pero eso no sería posible, no lo iba a permitir.
Sin embargo, nada lo dejaba exento de sus propias ideas, ¿Qué pensaría de él? ¿Lo odiaría por despreciar lo sucedido? Porque si lo hacía, estaba fingiendo demasiado bien y eso en cierta forma molestaba al soberano. Las jovensitas no hacían nada más que reír y codearse entre ellas, siendo que Asthur las ignoraba deliberadamente por observar de soslayo a Agatha. Sus movimientos delicados, su cabello recogido aunque con pequeños mechones intentando escapar, el vuelo de su vestido. Negarlo ante el mundo era fácil, pero mentirse a sí mismo era imposible, lucía hermosa.
Sintió una extraña presión cuando la vio acercarse, por lo que retrocedió un diminuto paso, ¿Con miedo? Si, miedo de no poner contenerse nuevamente, de provocarla a ella y caer también. Estuvo a punto de objetar, pero se dio cuenta de su propia paranoia, cuando Agatha pasó de largo para atender a las muchachitas, que insistían en quedarse preguntando cualquier cosa que se les ocurriera. Asthur exhaló despacio, serenando su mente que quedaba en blanco cada vez que tenían contacto visual. Entonces, cuando la sucubo dio una breve explicación de lo que significarían las rosas como presente, pasando su mirada rápidamente sobre él, Asthur apretó los labios indignado. ¿A eso iba a jugar? ¿Indirectas?.
Estuvo apunto de reprenderle con la mirada, pero escuchó la pregunta de una de las jovensitas, pidiendo su pronta opinión. Asthur viró su cuerpo al grupo de arcanas que esperaban expectantes, por lo que sonrió aparentando ecuanimidad. - No son mis favoritas a elegir.- Aunque las rosas le parecían hermosas, había algo en ellas que no llenaba sus expectativas. Tal vez por ser tan comunes, serían una elección fácil para declarar su amor...O disculparse.- No sé si podría creer en su significado.- Decretó con cierta seriedad, más de lo que quisiera haber expresado.
|
|
|
Post by Agatha Bloodspell on Jul 24, 2017 22:18:41 GMT
Agatha bajó la mirada al momento en que el Soberano se disponía a responder las preguntas de las jovencitas. Dejó las flores que llevaba entre sus brazos para acomodarlas en su carreta, cuidando de no manchar los pétalos con la sangre que escurría de su dedo. Tomó un listón blanco el cual usaba para amarrar los arreglos florales y envolverlo con cuidado sobre la herida. Aquél movimiento envolvente, opuesto al del día en que descubrió las heridas de Asthur, desnudando su privacidad a voluntad de ambos, le traía imágenes de vuelta. "Olvídalo". Nunca debió de haber pasado.
Sonreía aún con la mirada gacha mientras las arcanas escuchaban con seriedad al hombre que de manera tan clara manifestaba sus pensamientos. Creer... Por supuesto, dudar de su arrepentimiento era natural, se sabía culpable y un ser considerado despreciable ante él. -¿Qué tipo de flores son sus favoritas entonces?- preguntó otra de las muchachas quienes lo rodeaban ahora, actuando como una barrera que le haría difícil al Soberano marcharse.
La sucubo levantó un poco la mirada, lo suficiente para observar aquella escena. Sus manos aún atendiendo la herida la cual dejaba mostrar un poco de sangre que atravesaba el blanco del listón. "Ninguna de las que se encuentran aquí" pensó, sabiendo que cualquier cosa que viniera de ella debía ser desagradable, ruín, totalmente indeseable. Bajó sus manos. Se encontraba frente a las espaldas de aquellas jóvenes y dándole frente sólo esa figura que ahora le parecía tan distante a pesar de encontrarse sólo a unos cuántos pasos. -Las palabras...- dijo mirándole directamente a los ojos, a ese dorado que brillaba aún más con la luz del atardecer; como si en sus ojos se encontrara capturado el mismísimo Sol. -Son las palabras lo que hay que creer...-. Volteó hacia un lado para dar su frente a las flores que parecían esperar por sus caricias.
|
|
Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
Posts: 94
|
Post by Asthur on Jul 25, 2017 0:02:16 GMT
No supo en qué momento las arcanas lo habían rodeado, disimulando con sonrisas su nueva prisión. Asthur no podía más que contestar cortés a cada una de sus cuestiones, pues en su naturaleza estaba atender a los arcanos más jovenes. - ¿Mi flor favorita?- Miró con disimulo el carro que rebosaba en florería. Hasta ahora se daba cuenta que en toda su vida, no había reparado en un detalle tan insignificante como ese, ¿Qué flor era su preferida por sobre la belleza de todas las demás?, o tal vez se lo estaba tomando con demasiada seriedad, pero aquel cuestionamiento de verdad llenó su mente. Por más que sus ojos buscaron, por más que intentaron encontrarla, no pudieron dar con alguna que...Entonces sus visiones se toparon, de frente a él, encarandolo directamente. Su cuerpo se tensó, pero su mirada terminó clavándose con la ajena inevitablemente. ¿Cómo podía si quiera atreverse a mirarlo así?.
Entonces reparó por primera vez en aquella herida de su mano. Cubriéndola con un listón blanco, que ahora se llenaba con carmín. Un precioso carmín como el de sus labios. Apretó los puños, reteniendo sus impulsos de compasión. - Me temo que no tengo una flor...- Su garganta dolía, más por las palabras que intentaba ahogar que por la resequedad en la misma. - Que me haga amar todo de ella.- Las jovensitas exclamaron un "oh" bastante largo y con ligeros tintes de decepción. Y por un momento se creyó libre de retirarse, pero ahora eran las suaves palabras de Agatha, las que lo anclaron de nuevo al suelo, ¿Creer? ¿Creer en ella? ¿En el amor?, nunca más. Asthur se sabía paciente, pero en una situación así no podía conservarse calmado. ¿Y si en algún momento ella delataba algo?.
- Siendo así, ¿Qué flor sería la indicada para él, señorita? - Otra pregunta se había lanzado, pero ahora hacía Agatha que permanecía en silencio a sus espaldas.
|
|
|
Post by Agatha Bloodspell on Jul 25, 2017 0:51:56 GMT
Las arcanas, ignorantes que dos conversaciones estaban dándose frente ellas en aquél momento, esperaban atentas a su respuesta. Aún dándoles la espalda, Agatha posó sus ojos sobre las flores que la llenaban de su perfume. "Orquídeas... clavel... lilas..." repasaba en su cabeza todos aquellos significados que había en ellas... ¿Qué podría decir? Se dio la vuelta lentamente sonriéndoles a las jóvenes. La miraban con expectación como si lo que ella tuviese que decir fuera una verdad absoluta. Hubo un silencio entre ellos, por un momento sólo los sonidos del Festival podían escucharse; la música refugiándose en los rincones de las casas y establecimientos, las risas, las suelas de los zapatos chocando contra el suelo... Felicidad... así era como sonaba la felicidad.
-Sospecho que no hay flor indicada para el Soberano... Y asumir que hay una sería un atrevimiento imperdonable de mi parte ya que mencionar una sería como decir que conozco su corazón- contestó con una sonrisa mas podía vérsele algo de consternación en la mirada. Las jovencitas movieron sus cabezas afirmando lo que la mujer decía mas comenzaron a notar la tensión tan marcada entre ellos; era notable en la manera en que de pronto volvió a crearse un silencio y las miradas de las señoritas se intercambiaban para mirarlos a ambos. Pero fue poco lo que duró el momento incómodo puesto que una de las jóvenes empujó con los pies la cubeta de agua; el movimiento asustó a Catalina, quien comenzó a balar por el susto. La sucubo se agachó para calmar al animal quien tenía los ojos sumamente abiertos y de su boca salían los sonidos de de lamento y terror. Acarició su cabeza y orejas; era una cabra sumamente sensible a veces. Tomó la cubeta y la colocó sobre el suelo; debía ir al pozo a llenarla de nuevo pero no podía dejar el puesto sin supervisión... Ya lo haría después.
Se puso de pie, rondando el carretón sólo para asegurarse de que nada más se hubiera caído. Todo parecía estar en orden... al menos todo lo que se encontraba al alcance de sus dedos. -Todo está en orden, no se preocupe señorita...-. Agatha intentó calmar la angustia de la arcana; suficiente era ya con el secreto que tanto ella como el Soberano intentaban mantener oculto. -Pero estoy segura que habrá alguien que goce del privilegio de poder atreverse a otorgarle una... Alguien de buen corazón... puro-. Tomó unas cuantas rosas blancas y se las entregó a las jovencitas. -Un obsequio-.
|
|
Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
Posts: 94
|
Post by Asthur on Jul 27, 2017 1:31:48 GMT
Agatha sonreía, ¿Cómo lograba aquello con él presente?. "De la misma forma que tú". Asthur sin ser consciente escuchó con indudable atención, tanta cómo hacía mucho tiempo no vertía en algo. ¿Entonces eso creía? ¿Que no habría nadie...?, se detuvo de inmediato, sintiéndose severamente confundido por el doble significado de la conversación, que tal vez ya no alcanzaba a comprender. "Está hablando de flores ¿Cierto?"
Se quedó en silencio, sin quitar la vista de la arcana frente a él, en espera de algún error en sus palabras, de algún traspié en sus movimientos o miradas. Algo que justificara descargar en ella toda la rabia que sentía por dentro. Cólera que por tantos años acumuló a causa de sus sentimientos por Alyn. Tan atento al comportamiento ajeno estaba, que no sintió la ausencia de charla, pero su ensimismamiento se interrumpió cuando el pequeño animal comenzó a alebrestarse por tan repentino susto.
Asthur miró entonces a las jovensitas, apenadas por el desorden que habían causando y a Agatha, restando importancia al problema, incluso dándole ánimos. Los ánimos que posiblemente a ella también le faltaban, ¿Por qué le tocaba intentar odiar a un ser tan compasivo?. La vida se burlaba de él con tremendo cinismo. De pronto la joven arcana abrió sus ojos al ver el bello presente en manos de Agatha, y aunque dudó al inicio, al final la tomó tímidamente. Una vez habiéndose resulto el problema, las muchachas decidieron marcharse con un poco de vergüenza en sus expresiones, no sin antes despedirse apropiadamente con una reverencia.
Respiró profundamente, como si la partida de aquellas señoritas significara su liberación a esa incomoda situación. Posó entonces sus ojos una vez más en la mujer. Sintiendo nuevamente ese burbujeo en su estomago, esa rigidez en la mandíbula y el constante palpitar. Ese maldito palpitar que no lo dejaba escuchar sus pensamientos. - Su silencio...- Habló dirigiéndose directamente a Agatha, cuadrando los hombros y alzando el mentón con levedad. Como si con ello le diera por entendido su lugar en Mirovia. - Será lo único que aceptaré de usted.- A pesar de que el mensaje en sus ojos no cambiaba, pues ellos gritaban "Aléjate", su cuerpo comenzó a caminar hacía ella, quedando con el costado rozando el suyo, para que su mensaje no pudiera escucharlo nadie más. - No hay nada que me moleste más que haberla encontrado aquí, pero tomaré la responsabilidad como mía. Por esta vez.- Puntualizó sus palabras estrechando la mirada que ni si quiera se molestó en girar hacía ella.
|
|
|
Post by Agatha Bloodspell on Jul 27, 2017 2:20:23 GMT
Siguió con la mirada la partida de las jovencitas, refugiándose en las siluetas que iban haciéndose más y más pequeñas conforme avanzaban más distancia. Ahora sola, teniendo al Soberano a pocos pasos de ella. Solos por primera vez después de esa ocasión en la que su hambre quebró su espíritu y seguramente el de él también. Se viró para encararlo encontrándose con esa mirada, tan severa, tan llena de desprecio. No había mas que ver la forma en que su mandíbula se encontraba tensa, como si debiera contener las palabras ante ella. Se merecía eso y más; los insultos, el desprecio, incluso la indiferencia. A pesar de eso, no podía despegar la mirada; parecería un acto desafiante de su parte pero había algo en la rabia del otro que no podía arrancarse de sus pensamientos. "...Sentir su desprecio en la carne" pensó pero inmediatamente sus monólogos internos acallaron al romperse el silencio con el tono frío del Soberano.
No deseaba escuchar lo que viniera de ella; estaba en lo correcto. Se lo merecía. -No hay nada que moleste más a esta mujer que agravar los sentimientos del Soberano- respondió con la mirada al frente como si aquellas palabras fueran para el viento nada más. Sentía el perfume de las flores acariciar su nariz, como un ligero recordatorio de que la vida estaba ahí, que ahí permanecería; separó los labios, dejando escapar un suspiro que estaba a punto de convertirse en frases. Pensamientos materializados en sonidos hacia él pero ¿qué decirle? ¿que lo sentía? ¿que la culpa no había sido totalmente suya? ¿que aún no controlaba su naturaleza? Cuales fueran sus palabras sentía que no habría forma de que se derrumbara la pared impenetrable que ya se había elevado entre ellos; ¿eso quería, derrumbarla? -...Los cuales jamás quise herir; cuyo cuerpo jamás quise amar-. Se les escapaban las ideas por la boca pero las manos le temblaban de impotencia, el estómago le ardía por el sometimiento de su ser. Deseaba poder gritarle, explicarle pero sabía sus límites, sabía lo que era él y lo que ella era; una mujer vagando un camino oscuro, pisando terrenos prohíbidos y él, la encarnación de lo opuesto.
Sabía perfectamente que lo que sus labios acababan de pronunciar era inapropiado y aún más para la naturaleza del evento en el que se encontraban pero tal vez... era el único momento en el que podría decirle algo así. No había forma de que sus pies fueran a volver a tocar el suelo helado del Templo, ni que su voz fuera acariciar sus oídos en la soledad y con la privacidad que ahora se le tenía prohíbida. Era ahí, el momento justo para decírselo, en medio de la gente, entre todo el alboroto; en un momento en el que debiera mantener su temple, su compostura intacta como si su espíritu fuera inamovible. Levantó el rostro para mirar el del Soberano quien se negaba a mirarla... a clavar el ámbar de sus ojos con el azul que habitaba en los de ella. -Que sepa él que cumpliré mi promesa hasta el día en que el último aliento en mi cuerpo se haga uno con el viento- susurró dejándole saber esas palabras sólo a él. -Mis labios no han vuelto a pronunciar su nombre... ni siquiera en mis más oscuros sueños me atrevo a escuchar las sílabas que lo entonan...- Esa cercanía, esa piel que estaba expuesta ante sus ojos; la piel cuya suavidad había conocido através de las yemas de sus labios. Miró al suelo sin mover su rostro. "Olvídalo; borra los recuerdos; desaprende los caminos de su cuerpo... desaprende el sonido de su voz".
|
|
Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
Posts: 94
|
Post by Asthur on Jul 27, 2017 3:57:17 GMT
¿Qué quería ganar diciendo aquello? ¿Su aprecio por el favor? Ridículo, no había nada que él le debiera. Sin embargo y aunque le pesara admitirlo, las palabras de Agatha atravesaron su mente, su arrepentimiento no se veía para nada falso. Pero, el constante burbujeo que no paraba de herirle las entrañas le hacía reaccionar de una formas poco predecibles. Con una mueca molesta giró su rostro para encararla, sin dejar de mirarle como si la mujer careciera de decencia. "¿Cuan hipócrita puedes llegar a ser?". Pero no podía evitar sentirse así, querer demostrar algo de lo que no estaba seguro desear sentir. Debía odiarla pero, ¿Podría?.
Tomó la delgada muñeca de la mujer con firmeza y en sólo cuestión de segundos ya la había arrastrado hasta el estrecho callejón de a un lado. Por fortuna para él, la ciudadela estaba llena de ellos y sólo así su acalorada charla pasaría inadvertida para cualquier fisgón. La dejó recargar su espalda en la pared, soltando su mano con vertiginosa ansiedad, simulando que su tacto ya no era deseable para él. Su gran cuerpo proyectó sombra sobre ella, mientras sus ojos que resaltaban resplandecientes como pequeños soles la miraban con rencor, pero también una indudable angustia. ¿Por qué no podía irse sin más? ¿Por qué tenía la ferviente necesidad de quedarse con la ultima palabra?.
Lo único que los salvaba de cometer una locura, eran los cientos de ojos que allá afuera los vigilaban sin ser conscientes, y aunque ahora estaban siendo resguardados dentro de esas paredes, sabía que su incauto corazón se encontraba frío, congelado. Marchito e incapaz. - No sabe el gran odio que le profeso a su persona.- Habló con voz adolecida, deseando incrustar cada palabra en su propia piel para poder creerlas. - ¿Y usted me dice que será suficiente no mencionar mi nombre? - Dejó que su pregunta retorica llenara el ambiente de silencio. Un largo silencio que después él mismo rompió. - El lastimado corazón que antes vio no es nada comparado con el que tengo ahora.- Esta vez le dio la espalda, alejándose un poco del cuerpo de la mujer, no pudiendo concebir estar hablando con ella de nuevo, estar manteniendo una charla para nada casual y quizá completamente innecesaria. Pero Asthur se quedó quieto, respirando despacio, percibiendo sin ser consciente el aroma que ella desprendía. "Lo recuerdas bien ¿Cierto?". Cerró los ojos apretando los parpados. - Alyn me traicionó...- ¿Por qué deseaba tanto que ella entendiera su dolor? ¿Para no sentirse culpable por odiarla? ¿Qué sentido tenía aquello? Si la iba a odiar no debía importarle lo que ella pensara.- Me entregó a mi y a mi pueblo...- Su voz vacilaba en momentos. Teniendo pequeñas fluctuaciones en su gravedad. - Pero la amé...Amo.- Se corrigió, sintiendo una terrible herida abrirse nuevamente en su memoria. -El silencio que usted me presta, sólo protege mi dignidad. Es todo lo que tengo.- Terminó hablando en débiles susurros, con la mirada perdida en el suelo, perdida en el pasado, en sus recuerdos más oscuros.
|
|
|
Post by Agatha Bloodspell on Jul 27, 2017 4:52:14 GMT
En instantes su cuerpo se vio arrastrado a otro sitio sintiendo en la base de su vientre la adrenalina de aquella sorpresa al encontrarse en ese callejón oscuro; un lugar que simulaba la situación en la que se hallaban. Envueltos los dos en un oscuro secreto, refugiándose de aquellos que podrían verse afectados por la debilidad de su voluntad. Sintió el dolor al recargarse sobre las piedras de la pared y en silencio se quedó de pie observando los movimientos bruscos del Soberano quien por segundos sólo la miró. Podía sentir su desprecio, sentir esa manera en la que su cuerpo lo repelía por completo; ignorando totalmente la dificultad por la que atravesaba el Soberano.
Le creía, le creía esas palabras. Sus ojos se mantuvieron en los de él por cuanto pudo; lo escuchaba atenta, con ambas manos recargadas sobre la pared tan fría y ligeramente húmeda. Era la única forma de mantener su cuerpo completamente alejado del otro, manteniendo esa distancia que era tan necesaria y deseada por él. No... no era suficiente con someter su lengua de pronunciar el nombre que no merecía salir de su boca pero era más que eso... Era ignorar por completo su atrevimiento, hacerlo un incidente que existiera sólo en su mente, como si jamás hubiera existido. Lo observó alejarse en la penumbra, apenas percibiendo su figura entre los relieves que resaltaban con las luces provenientes de afuera, alejadas de ese callejón oscuro que los abrazaba en las sombras.
Alyn... la mujer cuyo lugar había hurtado. Se separó ligeramente de la pared, dando apenas un paso hacia adelante. Sorprendida de que dijera algo más, de que no se alejara y se marchara dejando detrás aquella declaración de odio... se quedó. Lo dejó hablar, que dijera cuanto quisiera; era lo menos que podía hacer después de que sin piedad le arrancó la dicha de saberse amante de otra mujer; de saberse engañado... De nueva cuenta... le creía, había sentido aquellos sentimientos quemándole la piel aquél día. Lo sabía, lo había sentido... Estuvo tentada a tocarle, a intentar acallar ese dolor que apenas y podía escuchar en los tintes de su voz. Se quedó con la mano en el aire, con aquél listón blanco, atado a su dedo, vacilando con el viento. No podía... no debía. Él hablaba de una traición que ella desconocía... el contexto de esas palabras... Debió haber sido algo que ocurrió hace mucho pero mucho tiempo, muchísimo antes de que sus ojos vieran por primera vez la luz del sol. Se supo indigna de saber aún más; de tener más información de la que ya mantenía guardada en su mente. -Jamás me atrevería a mancharlo con mi indiscreción-. Sus ojos seguían clavados en esa espalda; sus yemas le quemaban al recordar la sensación de su piel debajo de ellas. Volvió a sentirse mareada como había pasado antes, sabiendo que un ser como ella sufría de tener pensamientos impuros bajo el hechizo protector del Festival.
-No pretendo que crea en mis palabras... Sé que me he ganado su eterno desprecio y desconfianza... Pero le deseo felicidad; le deseo un amor puro como el que sé que es capaz de transmitir através de la piel...- Tragó saliva. Se sentía peor pero debía decirlo sólo así el pesar de sus actos dejaría de ser tan difícil de cargar. -...através de sus palabras. Mi silencio no es prestado; mi silencio es suyo y le pertenecerá hasta que el palpitar de mi corazón decida detenerse-. Sin darse cuenta había dado ya más pasos, estando tan cerca de él que sus cuerpos casi podían rozar el uno con el otro pero en esa distancia se mantuvo, sabiendo que debía existir siempre esa lejanía. De su parte el tacto y las palabras quedarían reprimidas para sí, sólo saliendo de manera prudente... nunca más dejándose llevar por una necesidad o un capricho de su naturaleza.
|
|
Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
Posts: 94
|
Post by Asthur on Jul 28, 2017 7:13:57 GMT
Permitió que el viento se escuchase por sobre sus lentas inhalaciones, que el bullicio de afuera los envolviera como neblina y que la noche se convirtiera en una mascara para ambos. Su posición era críptica, pero su presencia había perdido mucha de su magnificencia al sentirse vulnerable. Él ya no lucía como un soberano, ahora era aquel hombre que en algún momento de su vida vivió y en algún momento de su vida murió, era el hombre que perdido entre el pasado y el presente, no podía concebirse un futuro, pues eso añadiría más años a su condena.
Las palabras de Agatha se estrellaran como cristal, incapaces de ahondar con verdadera profundidad dentro de Asthur, ¿Qué diferencia hacía si se arrepentía o no?, ¿Qué importaba si se creía todo lo que le había dicho?, eso no revertía el daño, él no podría arrancar esos recuerdos nunca y viviría con todos esas falsas memorias en las que tocaba su piel, besaba sus labios y confesaba que no pudo hacer nada más que amarla en secreto todo este tiempo. Algo sumamente humillante.
De pronto se giró hacía ella y sujetó la mano que casi osaba tocarle sin permiso, dejando en evidencia que su cercanía no le sorprendía, pues pudo sentirla claramente en todo momento. La miró con dureza, y creyendo que no caería dos veces en el mismo truco, la apartó mientras hablaba.- La felicidad y yo no coincidiremos de nuevo mientras esté con vida. - Las palabras salieron con tremenda procacidad, pues no titubeó ni desvió su mirada de la de ella, pero esa verdad era innegable para él, puesto que mientras siguiera existiendo como Asthur el Soberano, su destino era ser poco más que un desdichado. - Se lo digo con certeza pues en doscientos años nada ha cambiado, ni si quiera estos nefastos sentimientos que destruyen mi cordura.-Sin duda Asthur era conocido por ser el más sensato de los soberanos, se ganaba el titulo del más ecuánime y quizá como el más apto para ser un estratega. Pero no tenían ni idea de la demencia que cargaba por dentro, de la enorme inestabilidad que existía en su mente a la cual sólo lograba someter por considerables periodos de tiempo, pero sabía que nunca desaparecería. No mientras tuviese memoria.
Su tolerancia se estaba terminando, sentía que cada segundo junto a ella su juicio se perdía en un enorme pozo sin fondo. Sin embargo, una cuestión afloró en su mente, y fue algo que de cierta forma le heló la sangre. - ¿Lo planeó todo? - Ésta vez sus pupilas se afilaron peligrosas, cómo si de su respuesta dependiera el curso de su vida, pero no era así, él no podría lastimarla. ¿O sí?.
|
|
|
Post by Agatha Bloodspell on Jul 28, 2017 7:45:25 GMT
El tacto del Soberano en su mano le tomó por sorpresa y aún más al sentir ardor de tener sus heridas sometidas por esa presión tan repentina. Sintió la brusquedad de sus movimientos al ser rechazada de su presencia, sin embargo, persistía un ligero cosquilleo en aquella parte donde los dedos del hombre la habían tocado. ¿Tan desesperada estaba por su perdón que su cuerpo se aferraba a lo poco que había de respuesta en él? Sus palabras chocaban contra sus oídos, escuchando de nuevo esa tristeza en el tono de esa voz ronca y profunda que bastaba con susurrar para erizarle la piel. Lo observaba sin decir nada, con esos ojos azules siendo apenas visibles entre la penumbra del callejón, brillando débilmente ante la poca luz que los alcanzaba en su escondite. Cuánta belleza había en esa miseria... en esos ojos que cansados parecían querer cerrarse para dejar de ver tanta desgracia. Si tan sólo pudiera tocarlos, cerrarle los párpados para que dejara de sufrir. Sus ojos se enfocaron más en los de él ante su cuestionamiento y acusación. ¿Planearlo? Agatha se sabía una mujer de moral cuestionable, una mujer que cometía delitos graves en pos de mantener su lealtad a un ser oscuro pero siempre eligiendo depositar aquella violencia en quienes lo merecían y él... él no lo merecía. Se mantuvo frente a él con el gesto confundido por primera vez desviando la mirada hacia otro lado. -No- contestó de nueva cuenta mirándolo más determinada. -No he intentado excusarme puesto que aunque lo haga sé que mis acciones merecen ser reprobadas e incluso castigadas... sin embargo, y no espero que me crea, lo que ocurrió fue... un accidente-. Esos ojos afilados no se despegaban del ámbar que parecían tener luz propia entre aquella oscuridad. Le apenaba no controlarse, le había apenado darse tanto crédito... de haberse atrevido a estar en su presencia sintiendo el hambre tan peligrosa en su interior. -...Intenté decirle, advertirle pero...-. Se detuvo. Sonaba a que lo estaba culpando y esa no era su intención. Llevó sus manos a los costados de su cuerpo, apretándolas en puños lo cual causó que la herida en sus dedos se abriera, dejando salir gotas carmesí que chocaron contra el suelo. -La culpa fue mía; asumo esa responsabilidad... No suelo cuidar de mi cuerpo como alguien de mi naturaleza debiera hacerlo y usted fue víctima de esa decisión... Lo lamento, realmente lo lamento y sé que no hay forma de enmendar mi grave error ni tampoco de curar las heridas que causé en su corazón-. Tensó la mandíbula; estaba molesta mas no con él. Sentía una rabia inmensa hacia sí misma. ¿Por qué simplemente no se marchó? ¿Por qué se dejó llevar por esa chispa de atracción? ¿Por qué se encendió esa chispa con alguien intocable e inalcanzable? -Viviré tratando de demostrarle que al menos mi silencio no tiene precio y que no planeo volver a faltarle al respeto a su existencia. Jamás lo buscaré; jamás hablaré de usted como si lo conociera. Lo que pasó... no puedo hacerlo mío... nunca fue mío...- esto último lo dijo en un susurro. "Ese amor nunca fue mío". -No voy a insultar la memoria de un ser amado ni la suya al traicionar de nuevo su privacidad-. Su respiración se encontraba tranquila mas su corazón se encontraba agitado, como si deseara arrancarse a sí mismo, desaparecer... lejos y así dejar de sentir la culpa.
|
|
Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
Posts: 94
|
Post by Asthur on Jul 29, 2017 23:51:45 GMT
En un estado taciturno, callado pero con su mente centrada como una flecha en ella, veía la sangre que derramaba la mano de Agatha. "Está herida", pensó inquieto, pero no se movió de su lugar, no se mostraría condescendiente. Sin embargo, la monstruosa guerra que llevaba por dentro, desencadenada nuevamente por esa mujer, le marcaba las claras incongruencias de sus decisiones, de su posición, ¿Todo se reducía a un accidente y no a un elaborado plan?. Aquella desgracia, causada por un simple descuido. Incluso le sorprendió enterarse que ella asumía toda la responsabilidad y no buscaba recargar sobre él la parte de culpa que le correspondía, pues sabía perfectamente que el acto realizado semanas atrás requería de dos involucrados.
"Jamás, jamás, jamás" ¿Por qué su corazón se encogía en cada silaba pronunciada con tanta devoción? ¿No era eso lo que tanto le estaba demandando?. "No volverás a ver a Alyn." El pensamiento momentáneo de aquella realidad le dejó consternado, se había atrapado así mismo en una situación complicada, más por seguir sintiendo el deseo de repetirlo, que por el hecho de seguir amando a esa mujer. "¿De verdad quieres alejarla?". Prestó más atención a los detalles en su rostro, inconscientemente buscando a alguien más que no se encontraba entre ellos, pero lo único que distinguió con tan poca luz, fue el cansancio, ella ya no tenía la fuerza para mantenerse en aquella discusión, para seguir intentando transmitirle su más profundo arrepentimiento sin llegar a tener éxito. Era demasiado pronto para él, era un paso que no podía dar aun. Sin embargo, la diminuta presión en su vientre bajo decía todo lo contrario.
Asthur alzó la mirada al cielo, respirando el aíre fresco que sintió no era lo suficientemente fresco, rememorando con sumo cuidado todos los hechos, pero no encontrando nada para debatir o cuestionarle, pues lo único por lo que la mantenía alejada, era su tremenda desconfianza y... Un gran temor.- ¿Es doloroso, no cree?...Desear cambiar sucesos pasados, cuando sólo podemos tratar de enmendarlos...- Musitó, bajando poco a poco su vista hasta la joven arcana, recordando inevitablemente su error más grande.- Y aprender a vivir con ellos, porque somos incapaces de olvidar.- Aseguró con la certeza de quién vio a la muerte ir tras sus seres amados por sus faltas. Se dio la vuelta y caminó hacía la salida de aquel callejón, con paso lento y pausado, resonando la suela de sus botas contra el adoquin. - Pero no confío en usted...- Se detuvo entonces, con la espalda completamente erguida, girando levemente su mentón hacía su hombro.- Incluso ahora mismo puede verlo ¿No es así? - De pronto y cómo si el cansancio hubiese quedado desterrado de sus ojos, crepitó el distinguido fuego que sólo ella había logrado encender aunque fuese por accidente "Deseo, desenfreno, ardor, locura, pasión, ansia" . - Lamentablemente, son sentimientos que nacieron de nuevo para morir.- Dicho esto comenzó a andar hasta lograr perderse de su vista y de la vista de todos en Mirovia. Para siempre.
|
|
|
Post by Agatha Bloodspell on Aug 2, 2017 0:48:51 GMT
No le sorprendía su desconfianza sin embargo había una duda que se albergaba en los rincones de su consciencia; ¿por qué seguía hablándole? ¿Por qué seguía depositando su frustración en ella? Lo escuchaba en silencio, contestando en su mente a aquella pregunta. "Me duele... profundamente" pensó. Comprendía el sufrimiento, el cargar con el peso de los actos cometidos, de haber fracturado un espíritu en luto, un espíritu ya frágil y vulnerable. "Lo he roto...". Observaba su figura conforme se alejaba, depositando su admiración en la silueta que comenzaba a alumbrarse en sus bordes por las luces del Festival.
Seguramente no volvería a verlo, seguramente que esas serían las últimas palabras que escucharía de él. Ese sería su castigo, vivir con el dolor que sus acciones habían traído. Ahogada en las frases que se quedaban ansiosas por escapar, permaneció un poco más rodeada de la oscuridad del callejón, ahora sola, oculta de las miradas de los Mirovianos. Se permitió dejar correr las lágrimas que inmediatamente limpió con su mano, la mano que se encontraba sana, ajena a la mancha de su sangre.
Su vida aunque miserable era un regalo, una oportunidad dada por aquél ser que se había llevado lo más horrendo y despreciable que manchaba su existencia. Le debía todo... debía seguir de pie, consciente, con ganas de andar a pesar de los errores, del dolor y del constante agobio de tener que despertar.
|
|