Changing Tides. ( Autoconclusivo )
Jul 27, 2017 22:55:27 GMT
Beltaine Waters, Kaira Voll, and 5 more like this
Post by Atlas on Jul 27, 2017 22:55:27 GMT
Comenzó a dudar que la pócima que Sabrina le había dado no tendría efectos secundarios.
Esa noche no lo pensó demasiado. Sabrina fué muy insistente con sugerirle que fuese al festival, que conociera el mundo fuera de Aqualia. Ya se había negado tantas veces que pensaba, su voluntad no se doblegaría. Pero ante la mención de que a veces habían cosas que se tenían que hacer por los amigos, la opinión del titán de Aqualia se vió levemente volteada.
¿Pero cómo ir hasta allá en una sola pieza y con tan tremendo tamaño? Era imposible. Lógicamente, factualmente, cientificamente, sensatamente imposible.
- Y tampoco puedo adoptar una forma sellada, Sabrina. Simplemente no.-
- Quizá por tu propia cuenta no puedas, pero eso no significa que no existan alternativas. -
Y con esas palabras, aquella brillante y algo distraida sirena se dió a la ardua tarea de realizar un brebaje que obligara al cuerpo de Atlas a encogerse y así, poseer aquella forma sellada que jamás en toda su vida había podido experimentar.
- No debería tener efectos secundarios. La preparé minuciosamente. -
Pero que equivocada estaba… Quizá había sido la emoción del momento, el poder ayudar a un amigo que jamás había salido del agua a ver la vida fuera de ella que le hizo olvidar por completo que… lo que con la pócima obligaba a hacer era completamente antinatural para Atlas.
Sin embargo.. ¿Qué había que perder?
Al tomarse esa poción, azul como el mar mismo, lo primero que sintió era que ya no podía respirar del mismo modo que siempre lo hacía. Era como si unos pulmones nuevos se hubiesen echo espacio dentro de el. El agua se hizo completamente ajena a el y, curiosamente, pudo saborear metal en su lengua. ¿Sangre? Si. El brutal encogimiento de titánico cuerpo de 40 metros reduciéndose a tan solo 2.60 había tronado una variedad de cosas en su interior. Curiosamente, no dolía tanto como creyó. Luego de eso… piernas. ¿Cómo se supone que debía usarlas? Nisiquiera juntándolas y creando la misma moción de su anterior cola de pez le ayudaron a moverse en el agua. Por suerte, varias de las mantarrayas que se le pegaban en la espalda fueron lo suficientemente consideradas para ayudarlo a salir a la playa.
Equipado y listo, Atlas trazó la ruta que más sencilla le sería cruzar para llegar a la ciudadela. Cruzar la jungla no era opción. No tenía las medicinas necesarias para atenderse si algo lo mordía, lo cual era sumamente problable pues lo unico que llevaba para cubrir sus pies eran vendas. Tomar el cana acuático tampoco parecía ser una opción. No como el ser humanizado que era ahora. Además, tendría que acercarse a las aguas de Draconia, y de permanecer más de media hora en esas playas le garantizarían una muerte segura.
Había subestimado por completo lo peligroso que aquel lugar era. Su piel ardía como si mil aguamalas se le hubiesen pegado en la espalda. Sus labios estaban completamente secos y su cabeza daba muchas vueltas. Jamás en su vida había sentido aquellos calores. Estaba agobiado por decir poco. Sus pies estaban llenos de llagas por tanto caminar sobre la arena caliente. No sabía como seguía vivo. Había tratado de dosificar su agua de tal manera que bebía solamente la necesaria, la cual, tampoco era suficiente. Y cuando la noche caía, El frío se apoderaba de su cuerpo. Jamás había sido sometido a tan tremendo martirio. - Todo esto para un tonto festival… - Decía mientras traba de hacerse calor entre la tela de sus ropajes, - No… No es solo por eso. - Aunque su cuerpo lo estuviese sufriendo, su mente estaba aprendiendo tantas cosas de la tierra y la vida fuera del agua, y la emoción de poder ver aun más era el motor para continuar.
Esa noche no lo pensó demasiado. Sabrina fué muy insistente con sugerirle que fuese al festival, que conociera el mundo fuera de Aqualia. Ya se había negado tantas veces que pensaba, su voluntad no se doblegaría. Pero ante la mención de que a veces habían cosas que se tenían que hacer por los amigos, la opinión del titán de Aqualia se vió levemente volteada.
¿Pero cómo ir hasta allá en una sola pieza y con tan tremendo tamaño? Era imposible. Lógicamente, factualmente, cientificamente, sensatamente imposible.
- Y tampoco puedo adoptar una forma sellada, Sabrina. Simplemente no.-
- Quizá por tu propia cuenta no puedas, pero eso no significa que no existan alternativas. -
Y con esas palabras, aquella brillante y algo distraida sirena se dió a la ardua tarea de realizar un brebaje que obligara al cuerpo de Atlas a encogerse y así, poseer aquella forma sellada que jamás en toda su vida había podido experimentar.
- No debería tener efectos secundarios. La preparé minuciosamente. -
Pero que equivocada estaba… Quizá había sido la emoción del momento, el poder ayudar a un amigo que jamás había salido del agua a ver la vida fuera de ella que le hizo olvidar por completo que… lo que con la pócima obligaba a hacer era completamente antinatural para Atlas.
Sin embargo.. ¿Qué había que perder?
Al tomarse esa poción, azul como el mar mismo, lo primero que sintió era que ya no podía respirar del mismo modo que siempre lo hacía. Era como si unos pulmones nuevos se hubiesen echo espacio dentro de el. El agua se hizo completamente ajena a el y, curiosamente, pudo saborear metal en su lengua. ¿Sangre? Si. El brutal encogimiento de titánico cuerpo de 40 metros reduciéndose a tan solo 2.60 había tronado una variedad de cosas en su interior. Curiosamente, no dolía tanto como creyó. Luego de eso… piernas. ¿Cómo se supone que debía usarlas? Nisiquiera juntándolas y creando la misma moción de su anterior cola de pez le ayudaron a moverse en el agua. Por suerte, varias de las mantarrayas que se le pegaban en la espalda fueron lo suficientemente consideradas para ayudarlo a salir a la playa.
Una vez fuera, tosió toda el agua que se había metido en sus pulmones. Aún no terminaba de comprender como algo que siempre había sido parte de el le molestaba tanto ahora. Enterró sus dedos en la arena, arrastrándose y al final, logrando quedarse sentado entre las olas. Tuvo que tomar un momento para procesar que ahora, todo era más grande para el.
Después de calmarse, se convenció de que, en algún momento tenía que ponerse de pié. Dió un pequeño giro de una manera sumamente torpe, como si se tratara de un cervatillo recién nacido y terminó con las piernas cruzadas, sin poder hacer nada al respecto pero sobre todo… sintiendo algo entre sus extremidades que no se supone debería estar ahí. - Ay no… - Después de ser revolcado por las olas y humillado por su propia torpeza, apenas caía en cuenta de que se encontraba completamente desnudo. Una gran inconveniencia sin duda. ¿Genitales no retraibles? Una gran desventaja evolutiva. Se llevó las manos al rostro, tapándolo con extrema vergüenza. Sorprendentemente y gracias al destino, la capa que llevaba cuando era gigante había sido arrastrada por el mar, llevándola hacia la playa. De lujo, ahora solo tenía que… arrastrarse hasta ella.
Con el dolor de su corazón, tuvo que romperla un poco para poderse cubrir de alguna manera. Y una vez logrado esto, se dedicó toda la mañana y la tarde a aprender a caminar. La perseverancia dió sus frutos y, ayudado de una vara que encontró no muy lejos, aprendió a dar pasos y hasta trotar. Su logro hizo que en su rostro se gestara una pequeña sonrisa, complacido y orgulloso, sentimientos que en más de un siglo no se habían hecho presentes en su corazón.
Equipado y listo, Atlas trazó la ruta que más sencilla le sería cruzar para llegar a la ciudadela. Cruzar la jungla no era opción. No tenía las medicinas necesarias para atenderse si algo lo mordía, lo cual era sumamente problable pues lo unico que llevaba para cubrir sus pies eran vendas. Tomar el cana acuático tampoco parecía ser una opción. No como el ser humanizado que era ahora. Además, tendría que acercarse a las aguas de Draconia, y de permanecer más de media hora en esas playas le garantizarían una muerte segura.
La única opción que quedaba era atravesar el desierto de Mirovia. Lo cual, le pareció una locura más. Pero… ¿ Había otra alternativa? Quizá fué la emoción del momento lo que lo hizo dirigirse hacia allá. ( Oh no, ya estaba pensando como Sabrina… )
No sabía cuanto tiempo más quedaba para salir de aquel desierto. Esperaba que no fuese demasiado…
Ya llevaba 4 días en el.
…
Y de vez en cuando, aquel dolor y tos con sangre se hacía presente.
¿Efectos secundarios? Si. Si los había.