Shiqun (Privado)

—Estoy seguro, pequeña, que puedo manejar algo mejor, incluso tus muslos son más gruesos que esa rama y me las arregle para manejaros.—Eerie se quejo tomando el palo entre los dedos con aire desdeñoso, observando alrededor. Aquel espacio muerto avivaba su mente y la llenaba de ideas, susurrantes, como el bosque.
Pensó en la mariposa y su prueba de afecto, en la doncella que bajaba al inframundo para salvar su amor.
—Nunca había entrado al bosque...pero he escuchado por ahí de los infortunios que arrastra.

La gota de aceite el sinónimo de su traición. Sus ojos escurrieron hacia las ortigas y los arboles secos. Su cigarrillo, hecho de verbena y canela, hierbas purificadoras mantenían a raya las malas energías en sintonía con el anillo que llevaba en los bolsillos que seguramente ahora estaría tan oscuro como sus ojos.

Dándole una palmadita significativa por encima de la prenda, apretó el palo entre sus dedos y lo balanceo, tenía una breve noción en cuanto al bastón, el Bo era bueno para mantenerse a raya y poder escapar, sin embargo en algunos casos a veces no quedaba otra opción que algo más ofensivo, una espada era mejor a sus breves defensas. De todos modos no esperaba herir a nadie, no estaba en su naturaleza, y antes prefería dejarse matar a tomar la vida de otro ser. Ese era el lado más fuerte de su naturaleza.

—Entonces, primero la teoría, luego la practica, así puedo buscar el árbol, deseo la clase de árbol donde el baital se para. Uno que grite una historia.

Una ceja negro cuervo se alzó al escucha, e imitándola el unicornio dejo la oscura capa aun lado sin cuidado en el tramo con "menos" polvo que pudo juzgar.—Eso es querida mía, porque tu tienes el doble de energía y disposición que yo.

Agregó en respuesta a las palabras animadas. Pero sin resistirse, uno debe adecuarse al maestre y tomar lo mejor de la lección. Dando un paso más cerca el cigarrillo bailo entre sus dedos antes de pasar una vez más por sus labios, siguiéndola, decidió concentrarse en la figurilla elfica a entornar los ojos a la oscuridad que se estiraba hacia ellos y parecía golpear sobre sus cuerpos apenas la descuidabas.

Esperando, con el pecho fuera y las manos cruzadas tras la espalda como si de un buen niño se tratase. Sus ojos estaban atentos al balanceo de la rama, sus oídos a los alrededores.

El humo se volvía anillos translucidos que morían sobre sus cabezas.—No mucha distancia, ni muchas oportunidades tampoco.—Asintió de acuerdo. Él siempre llevaba uno de aquellos "cañones" en la cintura, el frío metal disfrazado bajo el penetrante olor de las eses de antílope. Sin uso bajo la lluvia y contra el tiempo...

Sacudió la cabeza atendió de nuevo. Ahora era tiempo de vivir este día, pero al escucharla no pudo evitar resoplar, fingiendo rodar los ojos miro arriba y volvió con una sonrisa ladina.—Entonces, sea pues un esfuerzo inútil, en mi vida no existe el equilibrio.—Se dejo hacer moviéndose como ella quería mirándose los pies y luego el palo, acomodándose.

Frunciendo el ceño ladeo la cabeza como un gran perro. —No me interesa mucho desprender de sus valiosas extremidades a otros...de ser posible.

Eerie no dijo nada, solo la miro fijamente como si reconociera en ella el daño en los años vividos y secretos. Componiendo una sonrisa suave.
No estaba de acuerdo pero eso era en su propio mundo, donde una cosa estaba, absolutamente atada a algo más por más pequeño que existiera, dentro. No era bélico, su naturaleza no concebía el derramamiento de sangre y aunque lo que se formaba a partir de ello estaba podrido, no estaba seguro de blandir el arma más allá de la defensa.

Poniendo atención imito la postura de la pelirroja y acomodo en sus manos la bizarra arma, intentando creerse aquello y no sentirse como un niño que jugaba a ratos, debía poner la misma seriedad que ella o corría el riesgo de ofenderla, aunque prefería convertir aquel triste y lúgubre viaje en un juego.

El sonido del trozo de rama partiendo el aire viajo entre las sombras del bosque muerto, arrancando una oleada de susurros y gimoteos propios del lugar.

—Entiendo.—Agregó balanceando de distintos modos aquello que ella quería convertir en una extensión de si mismo. —Pero debo advertirte que no puedo sentir ningún apego a un objeto como este que para el día a día no resulta para mi, relevante.

Un movimiento más y espero a la siguiente instrucción.—Pero creo que el ambiente y el lugar ayudan a que tengas a un estudiante un poco más que dispuesto.

—También aprendes rápido, aunque no sea lo mejor hacerlo de mi.—Arrullo cestrechando los ojos ante la frase que solía usar con malicia el unicornio, tirar palabras al viento era una cosa peligrosa sin duda. Acomodando el cabello que se había deslizado sobre su frente, pensó en liberar aunque sea el cuerno considerando el lugar sin embargo, al final las calamidades llegan sobre aquellos que se protegen de estas con demasiado ahínco.

Gruniendo internamente se concentro en complacer a la pequeña guerrera pelirroja, moviendose como esperaba se cuadro, y clavo los pies cuidando el equilibrio.
—¡Por Epona encarnada, mujer!— Agregó sonando más a un ladrido oscuro que a una queja en general, divertido sus dedos balancearon el trozo de madera hasta estar firmemente sujeto, una vez más. —Soy un amante, no un guerrero.

Le sonrío abiertamente, una sonrisa de niño mientras arremetía, copiando el angulo, el balance del codo y el florín que terminaba en la muñeca. —Deberás entender que en estos terrenos me resistiré a demostrar mis habilidades.

En una esquina olvidado el Jezabel rodó hacia el suelo y quedo sentado sobre la tierra como un espectador silencioso y tetrico atento.

La madera mordisqueo su piel dejando un par de astillas invisibles que se clavaron de manera superficial, obligandolo a sacudir la mano para amortiguar el golpe una vez que ella se hubo alejado para protegerse de su estocada.

—Y lo haré, seré un Buquinistas... venderé libros a las orillas del río.—Contesto enarcando las cejas sin mentir, el trabajo de detective era demasiado peligroso para apostar por él y le faltaba ese grado de maldad que su propia raza le impedía alimentar.

Moviendo los pies espero irguiéndose por completo, levantando el mentón con una chispa en la mirada en actitud retadora, divertido.

Era un baile, suave con movimientos fluidos que terminaban con el eco de los choques, midiéndose daba tanto como recibía.—Mis ojos no reflejan nada, querida Roja.—Argumento con la voz ronca por el esfuerzo y la carcajada de la diversión y el cinismo en la garganta.

Golpeando al sentir que el palo perdía impulso contra su propia arma golpeando una vez más imitándola, familiarizándose con el combate y sus ritos y el humor acido de ella. Disfrutaba de observarla viva, incluso aunque fuese por esa sensación apenas realista de empoderamiento.

El golpe araño sus costillas con un golpe seco, como la punta de un látigo, y pronto la tierra vino a su cara demasiado pronto. El unicornio tuvo que clavar una rodilla en el suelo antes de llevar un brazo a abrazarse el área herida. Tosiendo con furia intento recuperar el aliento y el habla. —No todos expresamos a gritos, algunos sólo sentimos, Roja...
Sonrío.

Le tomo por sorpresa el acto del cuidador, pero permitió que le tocara. Pensando que era demasiado para una herida tan superficial. Estrechando los ojos dejo caer el palo entendiendo que con ello algo de la clase había terminado. Limpiándose las palmas con un par de golpes. —No gastes eso, Roja... eres demasiado descuidada, los vínculos no se usan a placer, acabarás mal si tu pensamiento se irgue sobre esos conceptos.

Tomando su mano se levanto con una sonrisa satisfecha. No esperaba ser un espadachín, ni siquiera esperaba tener la oportunidad de usar la espada que pronto existiría. Masajeandose los hombros para quitar un poco de tensión sintiendo el cuerpo ligero. —No soy torpe, sólo es la falta de costumbre.

Calló al ver a donde miraba, siguiendo el rastro hasta el Jezabel, se hundió de hombros y le revolvió el cabello pelirrojo con tosquedad. —Come tu algo de azúcar, repón lo que sea que gastaste en el vinculo.

Fue más que una sugerencia una orden, y girandose fue hacia el Jezabel para tomarlo entre los dedos.
—Tu querías saber...

—Me temía que dijeras eso—Agregó el unicornio sereno mientras echaba una mirada al bosque. No le temía al Jezabel que para él era un viejo conocido, así que no lo vigilaba tanto como la pelirroja en su lugar escuchaba el bosque susurrante. Repasando el cabello con una mano de forma desdeñosa se relamió los labios buscando su propia recompensa: un pitillo que deslizo a su boca.

—No me siento dispuesto a enseñarte más, no eres una buena alumna igual que yo.—Le sonrió mirándola a los ojos. —La forma de usarlo es para conseguir información por medio de preguntas que será del gusto del propio Jezabel si desea responde o no.

Compartió el final de su regalo mientras caminaba alrededor, buscando una gruesa rama o un tronco recién caído que aún conservaba su interior intacto. Era eso lo que necesitaba para elaborar su arma, algo delgado y tosco, no necesariamente bonito. —¿por que deseas tanto?, ¿de donde viene toda esa necesidad?...no tienes que responder, es sólo que mis conclusiones dicen mucho de un pasado trágico y un presente que no te deja bien parada.