Entrenamiento Fantasma (1/1)

Una ninfa muy sabia y amigable le dijo que una manera de deshacerse de pensamientos negativos era caminar, tal como su padre se lo había dicho a ella. Ondine nunca había sido tanto de caminar, sobre todo porque era una sirenita inexperta en la superficie, pero si su amiga le decía que aquella era una buena idea, no perdía nada con intentarlo. 

Bueno, quizá si podría perder algo... A ella misma por ejemplo. 

Árbol tras árbol, liana tras liana... ¡Todo era igual! ¿Cómo se supone que iba a encontrar la playa si todo era igual por donde quiera que iba? A decir verdad no era la primera vez que se perdía en el Shangri Lax, pero eso no la tranquilizaba ni un poquito, sino que más bien la alarmaba más, pues ya sabía a lo que podía enfrentarse: Ranas venenosas, serpientes, cocodrilos... Goblins salvajes. ¡Prrr! Tan solo pensarlo le ponía la piel de gallina. 

Afortunadamente para ella, pudo escuchar algunos ruidos que parecían pertenecer a un arcano a una distancia corta, por lo que se apresuró a aquel lugar en busca de un poquito de ayuda para poder llegar a su hogar antes del amanecer... Al menos ese era su plan. - ¿H-HOLA? - Saludo nerviosamente a aquel pelirrojo que se encontraba en medio de la selva, acercándose cautelosamente por detrás de su espalda. - N-No quiero importunar su jornada, pero... ¿Sabe hacia donde se encuentra la playa? - Preguntó, parando su caminar a una distancia pertinente del hombre para no incomodarlo.

Al escuchar su respuesta y al ver las cicatrices en sus ojos, Ondine solo pudo hacer un gesto sorprendido y cubrir su boca con una de sus manos, sintiendo como un pequeño nudo de culpabilidad se formaba en su estómago. - O-Oh... Bueno... Yo sólo me perdí y lo escuché, así que vine hacia acá. - Respondió tímidamente con aquel tono dulce que la caracterizaba para luego bajar su mano (La cual aún tenia posada sobre su mejilla al momento de responder), buscando las palabras adecuadas para no parecer grosera con respecto a la situación del desconocido. - Seguramente le encantaría. El mar de Mirovia e-es muy bonito. - 

Al ver que el alto hombre se sentaba, decidió hacer lo mismo en su lugar, todo con la intención de hacerle sentir que era alguien amigable. - Mi nombre es Ondine, boticaria de Aqualia y exploradora por accidente. - Contestó animadamente, sonriendo al hacerlo. - Y yo... ¿Puedo saber su nombre? -

Al notar aquel gesto pensativo y como abría sus ojos, la pequeña no pudo evitar quedarse mirándolo, poniendo atención a cada rasgo de su rostro, en especial a sus ojos, los cuales le recordaban de cierto modo a la manera en que los ojos de las sirenas solían lucir bajo el agua, sin brillo, pero no intimidantes del todo. Junto con aquel pensamiento, no pudieron evitar formularse preguntas que Ondine regularmente no haría a la ligera: ¿Qué le ocurrió? ¿Por qué en su estado se atrevía a permanecer en un lugar como ese? ¿Por qué estaba solo?

Quizá mas preguntas estaban por nacer, pero al escuchar como el ahora conocido guardia comenzó a decir cosas sobre ella y hechos del pasado, la sirena inmediatamente recordó aquellos días de charla en la tableta. - ¡Oh, es usted! Sí, sí ¡Soy esa sirena! - Mencionó de manera alegre y a pesar de ser alguien que era muy timido con respecto al contacto físico, se dispuso a levantarse y abrazarlo tal y como el pelirojo estaba dando a entender cuando se acercaba a ella con los brazos abiertos, pero oh cruel destino, la falta de vista le dio una mala jugada y el guardia término abrazando a un árbol que estaba al lado de ella. 

La sirena no pudo evitar reír debido a ello y sin preocuparse demasiado debido a que estaba en su forma sellada y no podría envenenarlo de ninguna manera, abrazó al alto hombre desde su costado, dejándole notar por medio de su tacto que era muy pequeñita a comparación de él. - ¡Por aquí! - Aclaró la joven mientras aun lo abrazaba, sintiéndose feliz de poder por fin conocer al noble y amable guardia que tan agradables charlas le brindaba. - Debería tener cuidado con lo que abraza, señor Cátanamo, por éstos lugares hay ranas venenosas en cualquier tronco... Por cierto, no quiero incomodarlo ni nada, pero... ¿Qué hace en un lugar tan peligroso como éste usted solito? ¿También se perdió? -

Mientras aquel gesto triste se mostró en el rostro del guardia, la sirena no pudo evitar mirar hacia arriba y hacer un gesto de pena, sintiéndose algo mal por no estar al tanto de las situaciones de la tableta desde hace mucho tiempo y no comprender del todo la situación. Sin embargo, aquel malestar se vio borrado cuando el hombre sonrió nuevamente hacia ella, lo cual automáticamente la hizo sonreírle también y estrujar un poquito más aquel abrazo. Aquel comentario sobre su calidez y la ternura la tomó por sorpresa, pero sin duda la hizo feliz e incluso llegó a apenarla levemente.

- Ya veo... Al parecer me perdí a mi misma pero lo encontré a usted, jiji, también es un gusto conocerlo por fin. - Respondió mientras separaba lentamente uno de sus brazos de él y con su manita tomaba una de las manos del pelirrojo, la cual llevó a su rostro y puso sobre su mejilla para que la sintiera. - Por favor recuerde éste rostro como el rostro de una amiga. - Dijo en un tono dulce mientras le miraba fijamente, percatándose gracias a ello de que una gran serpiente estaba bajando justo por el árbol que había abrazado el hombre hace no mucho.

Los nervios de la sirena no se hicieron esperar, los cuales fueron revelados por un gesto horrorizado en su rostro y por la forma en la que había comenzado a temblar. Oh no... ¿Y si los atacaba por estar en su territorio? Pensando aquello, se apartó completamente del abrazo del guardia y lo haló hacia atrás, caminando lejos del árbol de forma lenta para no alarmar al animal y que los fuera a detectar como una amenaza. - ¿E-Está seguro de querer entrenar aquí? - Preguntó la sirena de manera nerviosa mientras seguía tomando sus manos y observaba de reojo a la serpiente.

El ver como la cabeza de la serpiente ahora se encontraba en el suelo y al notar lo relajado que estaba el guardia con ello, la pequeña Ondine se sorprendió demasiado y como no, también se asustó. - W-Wow... Usted es muy rápido y fuerte. - Mencionó a forma de halago, observando ésta vez al árbol, donde el resto de la serpiente ya comenzaba a soltarse lentamente y de un instante a otro, cayó. - Creo que a mi ya me hubiese mordido... - Musitó mirando hacia el suelo casi de manera hipnotica.

La pequeña sacudió un poco la cabeza para deshacerse de los malos pensamientos y recordó el asunto de la máscara, por lo cual instintivamente volteó hacia arriba y miró nuevamente el rostro de su acompañante. - Al parecer ya no necesita ninguna máscara... Siento haberle prometido algo que no pude cumplir. - Expresó en un tono arrepentido mientras bajaba la mirada, mas luego recordó algo que la hizo retomar la compostura para así poder acomodarse el morralito que tenía con ella y con ello poder buscar algo en su interior. - Quizá ésto pueda servir a modo de disculpa. - Dijo mientras sacaba un collar que tenía por pendiente una pequeña perlita protegida por algunas pequeñas algas, el cual puso en la mano del hombre al verse incapaz de llegar a su cuello sin ayuda de un banquito. - Espero que le de suerte, ¡Lo hice yo misma! -

- Entonces le haré la máscara más bonita de todas. - Contestó Ondine, viendo como el pelirrojo se ponía a explorar cada detalle del collar que le había dado, todo con tal de poder "verlo" mejor. Después, observó como se arrodillaba y extendía nuevamente el collar hacia ella, haciendo la escena lucir como si ella fuera una reina a punto de nombrar a alguien con honores, por lo cual se sonrojó. Aquel gesto había sido muy tierno y la petición muy inocente, razón por la que la joven no demoró demasiado en tomar el collar y extender sus brazos para así poder ponérselo al guardia en el cuello, sonriendo al hacerlo.

- "Es un honor para mi entregarle éste collar, Sir Cátanamo. Que la luz de la perla azulada os guíe en vuestro camino con justicia y con bien". - Dijo en un tono "elegante" al momento de haberle acomodado el collar, dando una risita después. - Lo siento...¡Siempre había querido hacer eso! - Expresó con algo de pena mientras le miraba, notando que su cabello estaba algo desordenado debido a que le había puesto el collar sin fijarse mucho. - Oh... Yo lo arreglo. - Murmuró casi para si misma, acercando sus manos a aquel hermoso cabello al cual posteriormente acarició y peinó con delicadeza, dejándolo perfecto nuevamente. - Así está mejor. -

La inocente felicidad del momento de pronto se vio convertida en sorpresa gracias las acciones del guardia, el cual de un momento a otro término por ir a por su lanza y hacer un juramento hacia ella. En ese momento no supo que responder. ¿Será que le estaba siguiendo el juego, o iba en serio? Fuera la razón que fuera, aquel era un gesto muy noble que Ondine nunca se atrevería a rechazar, pero tampoco a aceptar a la ligera. 

-Sir Cátanamo. - Citó nuevamente en aquel tono fino de antes, mientras tomaba la mano del guardia entre sus dos manos. - Es un gesto humilde y muy noble de su parte el querer protegerme y estar a mi lado... ¿Pero quién lo protegería a usted? Propongo que ésto no sea un juramento de caballero a damisela, sino una promesa, una donde los dos veremos el uno por el otro en caso de peligro. - Dijo  utilizando ésta vez su dulce tono de voz normal al mismo tiempo que bajaba su mano con delicadeza y se acercaba a darle un abrazo, rodeando su cuello con sus brazos aprovechando que se encontraba agachado. - Eso hacen los amigos... ¿No? - 

Y diciendo eso, lo estrujó con cariño.