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Post by Rashida on Oct 20, 2017 2:21:46 GMT
Los tres días que había pasado siguiendo el camino que daba a su escondite habían sido pesados pero estaba acostumbrada a esas grandes travesías en las que se quedaba sola con su propia mente. El desierto... tan vasto y lleno de posibilidades pero al mismo tiempo engañoso, lleno de secretos y trampas capaces de jugar con la cabeza de cualquiera hasta enloquecer. De aquello Rashida poseía ya bastante; su mente era frágil pero nadie sabía si había perdido la cordura a causa del páramo o si era por eso que lograba dominarlo y conocerlo prácticamente a la perfección. El atardecer caía sobre el Desierto de Mirovia, pintando el escenario en un tono monocromático; parecía un océano teñido de rojo que se perdía vacilando en el aire. La rakshasa alzó la vista imponiendo uno de sus brazos para protegerse de la arena que comenzaba a levantarse al ser acariciada por los lamentos del viento. -Ya casi- dijo para sí misma en un tono entusiasta. Su boca comenzó a formarse en una sonrisa mientras detrás de aquél nubarrón comenzaba a manifestarse la silueta de su refugio. Un santuario oculto entre la arena, caprichoso al moverse siempre cambiando su ubicación. Rashida había tenido la suerte de domar al desierto junto a sus compañeros, de haber hallado un lugar que los protegería de seres indeseados y también del carácter tan cambiante del páramo. Entró al sitio. Debía de haber alguien puesto que había algunas antorchas encendidas. Escuchaba voces mas no lograba reconocerlas aún... se distorsionaban entre el gran espacio del santuario. Aún así se mantuvo cautelosa, dentro de sus constantes paranoias existía la posibilidad de que llegaran invasores, ladrones o simplemente forasteros perdidos. Rashida no soportaba la idea de revelar su locación a nadie y menos de compartir espacio con cualquiera por lo que siempre se mantenía en vigilia y constante alerta. Caminó de puntillas entre la oscuridad, tanteando sus pasos viendo entre los espacios negados de luz hasta vislumbrar a la distancia un espacio iluminado por una fogata. Bajó la guardia; eran ellos.
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Hoko Sodza
Los Grises
Nuestro cuerpo es solo una frágil máscara de nuestra alma
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Post by Hoko Sodza on Oct 21, 2017 4:37:23 GMT
El fuego era una de las cosas que Hoko siempre amó casi tanto como su martillo, le ayudaba a forjar las armas, a estar atenta a los lugares oscuros y a protegerse contra las bestias salvajes de la noche, aunque también, ayudaban al ambiente para las historias y los cánticos. La rakshasa se encontraba sentada en una roca afilando una espada que acababa de terminar con una piedra de agua, Hoko levantó el arma entre sus nueve dedos y la observó a lo largo, cerrando un ojo, y cuando todo parecía estar en orden, volvió a darle a la punta un par de lijadas más.
A pesar de que el taller más grande de la arcana se encontraba en su principal hogar, para Hoko, cualquier lugar que consideraba una segunda casa, le implementaba un pequeño taller para jamás alejarse de su profesión. Esta vez había decidido juntarse con los demás mientras le daba los últimos retoques al arma que portaba entre sus manos, la espada era casi del tamaño de su brazo, y el hierro se deformaba, haciendo una especie de gancho en la punta, el mango estaba hecho de cuero resistente pero suave, y en el pomo, una gema de jaspe se asomaba con vanidad entre las forjas de metal a su alrededor.
Cuando Hoko levantó la mirada, observó a la arcana que se acercaba con una gran sonrisa.
―¡Rashida! ―La gruesa voz de la rakshasa no se hizo esperar ―Que bueno que llegas antes del anochecer, estaba a punto de preparar mi famoso estofado de escorpión ―Hoko dejó la espada recargada contra la pared, sacando un cuchillo de su mandil de cuero, el cual utilizaba para trabajar, y lo movió de un lado a otro, jugueteando con el arma. ―Me encontré con uno antes de llegar
Se puso de pie, acomodando el caldero sobre el fuego para empezar a cocinar ―¿Dónde andabas? ―Preguntó curiosa mientras vertía un gran balde de agua purificada, llenando la mitad del caldero.
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Post by Rashida on Nov 7, 2017 19:41:33 GMT
Se despojó de un enorme peso al ver que sólo se trataba de su querida Hoko. Dejó caer sus cosas sin cuidado para acercarse a ella y abrazarla con ternura. El contraste de tamaños era notorio pero Rashida siempre se había sentido sumamente en confianza con sus camaradas. -¡Te extrañé! ¡Y a tu estofado de escorpión!- exclamó sin soltarla asomándose hacia el interior del caldero que apenas dejaba escapar el agua evaporada que recién había sido echada. Se separó de la gran mujer para caminar hasta sus cosas y ponerse de cuclillas frente a ella. Sacando de su bolso varios huesos, piedras preciosas, pero nada era tan imponente como una escama que justo estaba desenvolviendo de un pedazo de tela. Brillaba entre colores preciosos, difícil de determinar su verdadera tonalidad. -Me contaron sobre un mercader de piedras preciosas... se me hizo curioso porque generalmente radican en Reapergate o en la Ciudadela pero éste se estaba escondiendo por Shangri Lax-. Tomó la escama y caminó hacia Hoko, extendiéndola entre sus pequeñas manos. -Tenía algo más interesante que todas esas piedras juntas; ¿qué puedes hacer con ella?- preguntó con curiosidad sin despegar la vista de la escama. Brillaba demasiado, era imposible no mirar.
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Hoko Sodza
Los Grises
Nuestro cuerpo es solo una frágil máscara de nuestra alma
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Post by Hoko Sodza on Nov 8, 2017 0:00:01 GMT
El abrazo por parte de la pequeña rackshasa fue bien recibido por parte de la mujer, Hoko palmeó la cabeza de Rashida un par de veces mientras apretaba a la arcana entre sus brazos. Una risa ronca salió de los pulmones mientras se soltaba del abrazo poco a poco.
―¡Yo también te extrañé gran Anwar! ―Masculló ―Oh ¿De verdad? ―Hoko caminó hacia el saco donde tenía el pedazo del cuerpo del escorpión, sacándolo de su lugar, era una pieza lo bastante grande para todos, y una de las más tiernas del animal. ―Tú si sabes de verdadera comida, Rashida ―Hoko tomó su cuchillo de carnicero para quitar el poderoso acorazado del animal, quedando como un pedazo curveado liso y perfecto, lo usaría más tarde. Cortando en pequeños trozos la carne blanda, ya cocinada anteriormente con el mismo caparazón y el sol del desierto, Hoko se dispuso a escuchar a la arcana mientras trabajaba sobre una mesa de madera.
―Shangri Lax, ¿Uh? Un lugar muy pegajoso ―Comentó la rackshasa mientras se metía un pedazo de carne a la boca, al observar la escama el rostro de Hoko se iluminó al instante, tragó lo que estaba masticando, y acercándose a la mujer, no sin antes dejar la carne dentro del estofado, se limpió las manos cuidadosamente con un trapo húmedo y tomó la escama.
―Es una pieza preciosa ―Admiró Hoko mientras la acercaba a su ojo derecho y observaba el brillo, mientras la movía de un lado a otro ―Podría utilizar la coraza del escorpión para hacerte un escudo ―Hoko tocó la pieza con su dedo índice ―O si prefieres una hermosa empuñadura de tenazas, con esto de pomo… ―La mujer siguió hablando, admirando la joya que se encontraba entre sus manos y dando cientos de ideas, cuando supo que estaba hablando demasiado, agitó la cabeza, regresándole a Rashida su tesoro.
―Tu solo piensa algo que desees y lo haré para ti, querida Anwar ―Al decir aquello, se giró para seguir con la cocina, cortando algunos vegetales frescos.
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Post by Hrosskell Throst on Nov 8, 2017 1:50:43 GMT
El oni se encontraba tomando una siesta en una de las hamacas posicionadas dentro de las habitaciones, en cercanía a aquel vasto claro encerrado donde su clan solía reunirse. Eran breves los momentos en los que podía descansar la mente y el cuerpo, sin ser atormentado por aquellos horrores que su subconsciente afloraba erráticamente. Despertó después de unas cuantas horas, aún con los párpados pesados, pero agradecido por el corto receso ininterrumpido que había logrado obtener. Al mirar por una de las ventanas de dicho recinto de piedra, pudo notar que la noche se asentaba, trayendo consigo el olor de un estofado que conocía bien, a pesar de no ser muy de su agrado. Afinando un poco más la vista, notó las siluetas de Hoko y Rashida, inconfundibles por sus formas peculiares.
Se alistó, colocándose únicamente una capucha de tela verdusca que cubría hasta la pantorrilla. No deparó en cerrarla; la dejó puesta como un manto sobre su cabeza. La noche era pronta y no necesitaría cubrir su blanquecina tez del sol. Su pecho, cicatrices y tatuajes se encontraban expuestos, siendo sólo sus piernas recubiertas por prendas y la tela de la túnica escondiendo su espalda. Tomó consigo aquel enorme fémur de dragón antes de partir del cuarto, el cual utilizaba para sostenerse innecesariamente, aunque su verdadera función era de arma contundente.
Al salir de la habitación, caminó pacientemente hacia el área de reunión donde las dos arcanas compartían palabras, su figura haciéndose cada vez más obvia conforme se acercaba. Se dignó únicamente a levantar un brazo ligeramente, y extender su palma como un sutil saludo. Aunque fuese de naturaleza reservada, no significaba que fuese arisco. La Senda del Oasis se había convertido en un aspecto muy importante de su realidad, y el sentimiento protector a con sus miembros era muy marcado, a pesar de que su falta de tacto o dudosa efusividad para expresarse sobre ello se interpusieran.
Conforme se fue acercando, asintió un par de vez, una por cada ser presente -Rashida, Hoko.- saludó corto en palabras. Desvió la mirada para observar a aquella que casi le alcanzaba en altura, notando lo que había supuesto por el olor que arrastraba la brisa. La herrera tenía buena mano en la cocina, pero no podía forzar su paladar a gustar de aquello que su estómago rechazaba. A pesar de ello, no comentó al respecto. Comería si se le ofrecía, y sería agradecido con el gesto. Esta vez miró a la esfinge sin mucha dedicación, únicamente cerciorándose con la vista de que estuviera en buena salud física. Metió la mano en una bolsa que cargaba a un costado de su cintura, y sacó un mineral negro y brillante, con la figura de un felino esbelto tallado en la misma. -Aquí- musitó, conforme le entregaba la escultura a la líder. En consecuencia, se retiró otra bolsilla que llevaba a la cadera, y se lo entregó a la pelinegra de piel oscura -Cristales con afinidades elementales, pueden canalizar y sintetizar la magia de forma eficiente- explicó brevemente, depositando la bolsa en la mano de la mujer.
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Post by Salem Lensher on Nov 8, 2017 4:49:23 GMT
Volando por los cielos del desierto un águila se desplazaba a gran velocidad por los aires vigilando desde lo alto si algún arcano desconocido rondaba cerca
Él ave volaba y cada cierto tiempo cambiaba completamente de dirección, si alguien lo viera pensaría que es debido a que vio alguna presa o que anda perdido, pero solo él ave sabia él porque de sus cambios bruscos en su dirección, la respuesta?, evitar ser seguido
Luego de un tiempo el águila divisó su destino y soltó un sonido para luego juntar sus alas y descender en picada a toda velocidad como si estuviera cazando
A escasos metros del suelo él águila empezó a girar y antes de caer al suelo abrió sus alas y se transformó en un enorme tigre que empezó a correr hacia la guarida escondida por el desierto, a gran velocidad llegó y sin detenerse entró corriendo hacia donde lograba escuchar sonido, entró a la habitación con rapidez y brusquedad para soltar un gran rugido hacia los presentes para luego mostrarles los dientes como si estuviera apunto de saltar a atacarlos
Pero se detuvo y empezó a reír y caminar despacio y mientras caminaba se transformaba en un arcano musculoso de cabello pelirrojo y con unos ojos dorados brillantes, -que paso se asustaron?- la risa escapaba de su boca mientras caminaba hacia una silla al pasar por la olla puso cara de asco mientras sacaba la lengua y hacia sonidos, llegando a la silla se sentó y posó sus pies sobre la mesa, -muy buenas a todos los que sois- dijo divertido mientras alzaba la mano en forma de saludo
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Post by Farren Jawzahr on Nov 8, 2017 8:50:26 GMT
A diferencia de la llamativa aparición del recién llegado, Farren, o como lo conocían y se había presentado ante los miembros de la senda, Kasuf. Prefería moverse entre las sombras del lugar de forma sigilosa, aprovechando los huecos obscuros, que no lograban ser iluminados por las antorchas; una máscara dorada sobresalió de forma silenciosa por sobre el hombro de la líder.
Si la arcana lo había notado antes o no, su intención no era soprenderla si no más bien, poder ver bien de cerca su nueva y hermosa adquisición sin estorbar a nadie— Vaya, quien diría que en esa jungla también podrían haber cosas interesantes como estas... Tendré que explorarla más a fondo — comento el enmascarado, a la vez que se apartaba un poco y rodeaba el caldero para ver lo que se cosina en su interior. Saboreó el exótico estofado que preparaba su compañera mientras que rebuscó entre sus ropas negras una bolsita de tela, la cual contenía especias que sabía que le servirían Hoko; se la mostró y luego se la lanzó de froma que la pudiera atrapar —supuse que harías tú estofado de escorpión, así que te traje un regalito.—Luego camino pasando aún lado del grandote pelirrojo, dándole un par de palmadas en el hombro a forma de saludo, continuando su camino para sentarse en la orilla de la mesa junto Salem, cruzando sus brazos, lo saludo con un ligero gesto con la cabeza ¿Como qué te faltó un poco más de drama está ves no crees? Creo que hubiera sido más impactante ver aparecer una quimera—dijo ante su llegada dramática, soltando una pequeña risa, regresando su mirada al frente y ver hacia la entrada suspirando un poco. Estaba cansado después de todo lo que había tenido que recorrer para llegar ahí, necesitaba tomar algo de agua, pero tendría que esperar un poco más pues no quería tener que quitarse la máscara frente a ellos. Al entrar al clan, había dejado en claro que no le gustaba mostrar su rostro bajo la excusa, de que tenía terribles cicatrices de quemaduras y prefería no tener que mostrarlas, lo cual fue aceptación por la líder, sinembargo ocultaba incluso su cabello el cual se encontraba recogido bajo el truabnte negro que cubría toda su cabeza y su cuello, siendo los dedos de las manos, la única parte de su piel que se podía ver. Era extremo si, y probablemente nisiquiera viendo su rostro sabrían quién es, pero aún así Farren era muy precavido y aunque comenzaba a tenerles bastante confianza, no arriagraia sus planes a futuro. De ese modo sería mucho más fácil poder dejar todo atrás.
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Post by Rashida on Nov 25, 2017 21:45:46 GMT
En su mente comenzaron a desfilar todas las posibilidades que se le ofrecían para transformar aquella escama que brillaba frente a sus ojos. Cada una de ellas, con un potencial que comenzaba a sentirse impaciente por explorar. Recibió de vuelta el material, quedándose prendida por un instante en su brillo y colores tan hermosos, antes de que levantara la vista, decidida a un puñal. Declaró su preferencia de inmediato haciendo un profundo eco en el lugar, despreocupada de provocar un derrumbe.
Entre el murmullo de las rocas otra voz anunció su llegada, consintiendo desde el principio su caprichosa personalidad. Recibió el obsequio de Hrosskell con sumo cuidado como si tuviera entre sus manos una criatura frágil y pequeña. Mostraba su asombro antre los relieves de la escultura como si fuese esa su primera vez admirando una pieza de arte. De pronto un rugido llenó los espacios del lugar. Cada rincón se llenó del estruendo que terminó sobresaltando a la esfinge quien casi deja caer el obsequio que justo se le había entregado. Dejó escapar un agudo chillido que se agudizó al notar detrás de su espalda a otro de los miembros del clan, Kasuf.
Suspiró profundamente dejándose caer sobre el suelo para tomar asiento y no romper lo que recién se le había dado. Le lanzó una mirada rencorosa a Salem antes de amenazarle con sacarle los ojos y cortarle la lengua si volvía a asustarla y por consecuente se fuera a romper su juguete nuevo. No era extraño que la líder del clan reaccionara de maneras tan infantiles; todos debían estar ya acostumbrados a sus inofensivos desplantes. Guardó por fin la pequeña escultura en su bolsa antes de levantar la mirada para esperar a que se le sirviera un plato lleno de estofado de escorpión el cual comenzaba a oler bastante bien.
-No sé si están enterados- declaró al fin, haciendo del ambiente un poco más sombrío y menos alegre que antes. -Han habido muchos cambios allá afuera. Los Soberanos han perdido su poder... o al menos eso creo-. Recargó su espalda sobre una de las rocas mientras apoyaba sus manos sobre sus delgados muslos que se abultaban un poco al cruzarse de piernas. -Seguro que habrá un gran caos en la Capital-. La mente de la pequeña felina comenzaba a maquinar de maneras traviesas, buscando aprovecharse de la oportunidad que aquejaba a la Isla.
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Hoko Sodza
Los Grises
Nuestro cuerpo es solo una frágil máscara de nuestra alma
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Post by Hoko Sodza on Nov 25, 2017 22:57:12 GMT
La mujer metió una enorme cuchara de madera al caldero donde se cocinaban todos los ingredientes necesarios, el olor era agradable a pesar de los ingredientes tan extraños que la Racksasha optaba por agregarle a las comidas que preparaba, pero así era su trabajo, tanto en la cocina como en la herrería, se dedicaba a escoger instrumentos extraños o desconocidos y transformarlos en algo útil, hermoso o delicioso, a pesar de los caminos tan raros que podían tomar aquellas decisiones, la Racksasha se pavoneaba de vez en cuando debido a ello. Al observar al vikingo acercarse a la reunión, su sonrisa se ensanchó en una fila de dientes y colmillos blanquecinos.
―Akh ―Pronunció la arcana con una sonrisa ―Bienvenido ―Observó curiosa como es que el hombre sacaba algunos artilugios de sus bolsillos, pues cada vez que hacía aquello, el arcano mostraba cosas tan preciosas como interesantes. Cuando el arcano se acercó a ella, dejó la cuchara a un lado para extender sus manos, observando la bolsita con la mirada brillante. ―¡Hrosskell, no debiste! ―En su mente las imágenes de qué es lo que podía hacer con ellos comenzaron a confabular unas contra otras, imaginó cientos de armas, objetos, libros quizás, su cuerpo le llamaba a encerrarse en la herrería del templo y no salir hasta dentro de tres lunas… Hoko guardó la bolsita dentro de uno de sus bolsillos de los pantalones y le dedicó una sonrisa. ―Prometo que voy a utilizarlos para algo que los merezca, y tu serás el primero en tener lo que haga, Akh ―Pronunció Hoko, mientras volvía a su trabajo de menear los ingredientes.
Hoko volteó hacia el gran desorden que armaba el pelirrojo al entrar. ―Si aprietas un poco más el estómago, quizás algún día puedas llegar al verdadero sonido de un tigre ―Masculló la arcana mientras se acercaba un poco al caldero para olisquear todos los sabores, pues sentía que aún faltaba algo. La arcana tan solo puso los ojos en blanco al observar a Salem, aún con una sonrisa en el rostro. ―Buen día a ti también, Atef ―Masculló la mujer, y antes de decir algo más, un cuarto integrante se unió, levantó la mato derecha extendiendo todos sus cuatro dedos para atrapar el saquito de especias.
―Ah, sabía que no me decepcionarías, Farid ―Pronunció la arcana mientras abría el saco, degustando con la nariz las especias, era justo lo que le faltaba. Tomó con dos dedos dichos elementos y los esparció con sumo cuidado por el caldo, pronto el olor fue más armonioso, dejando a un lado la esencia de la carne de escorpión, la cual podía ser un poco más fuerte que la de res o la de cerdo.
Hoko asintió ante la respuesta de Rashida. ―Un puñal será ―Dijo la mujer mientras meneaba el estofado de un lado a otro hasta que consiguió una consistencia entre líquida y grumosa. Cuando ya estuvo lista, Hoko tomó la gran cuchara de madera, y sirviendo una porción en cada plato, comenzó a repartirlos, el estofado era de un color naranja oscuro, acompañados de la carne bien cocinada del escorpión, la cual era de un color café oscuro, asemejándose a la res, le acompañaban algunas papas cocidas, zanahorias y uno que otro guisante, todos los elementos humeaban, despegando un olor a las hierbas que Farren le había otorgado a la herrera.
―No me sorprende ―Comentó Hoko debido a la noticia de Rashida, mientras entregaba el último plato, y se disponía a servirse el suyo. ―Tantas cosas que han pasado en Mirovia, y lo único que saben hacer son fiestas, tuve que correr a varios arcanos pasados de alcohol de la herrería a escobazos ―Hoko negó con la cabeza, refiriéndose al festival del cortejo ―Intentaban esconder lo inevitable. ―La mujer se sentó al lado de la Racksasha mientras comía de su plato. ―Un caos, ¿Uh? ―La mujer sonrió ―¿Crees que ese caos nos vaya a necesitar cuando suceda? ―Dijo mientras miraba de reojo a Rashida, como si pudiera leer la mente de la líder, y estar de acuerdo con sus planes.
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Post by Hrosskell Throst on Jan 6, 2018 19:58:30 GMT
Ante las palabras de Hoko, Hrosskell se limitó a agitar la cabeza ―No tiene qué― aquel regalo era con la intención de que ella y los demás disfrutaran de sus beneficios, el no necesitaba nada a cambio por un simple obsequio. Cierto era que ni siquiera se sentía cómodo con la idea, por lo que jamás se atrevería a pedir algo de vuelta. Se distrajo con la expresión tan grata que la pequeña líder había demostrado al momento de observar la escultura que él había hecho para ella, atesorando dichas expresiones faciales en su memoria.
No obstante, la llegada de más miembros interrumpieron ese momento, uno de ellos siento más vistoso y rayando en lo molesto. El oni se limitó a fruncir el ceño y cruzarse de brazos, dando un paso adelante para imponer imagen protectora. Si bien la naturaleza de aquel clan albergaba muchas personalidades y actitudes variadas y hasta problemáticas, no podía bajar la guardia en caso de algo indeseado suceder.
Escuchó con cuidado el mensaje de Rashida y el comentario añadido de Hoko, pero se limitó en dar opinión al respecto. Respiró profundo, deseando que el caos no tuviese que existir en el mundo, pero siendo este un mal arraigado en la tierra y las criaturas en general. Él no era un hombre demasiado brillante, por lo que se limitaría a seguir el juicio de sus líderes y seres de confianza. ―Cuando necesiten de mi, háganmelo saber― fue lo que sus labios escupieron de forma seca, pero no amargada. ―Si tenemos capacidad de alterar el curso de lo que sucede, es nuestra responsabilidad interceder― fue un añadido, mencionado mayormente por la culpa que lo acompañaba durante años que se mantuvo en silencio.
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