Denard Fantôme
Los Grises
El pasado es solo una sombra que yo mismo puedo pisotear
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Post by Denard Fantôme on Oct 27, 2017 3:24:04 GMT
Mirovia nunca había estado tan silenciosa en una noche de la Ciudadela, a esa hora, los arcanos preparaban las cosas para volver a tener un día productivo el día siguiente, o incluso algunos, malgastaban el poco dinero que habían ganado en cerveza barata de cualquier taberna de mala muerte, aquellas que abrían sus puertas hasta adentrada la madrugada, para recibir a los borrachos sin remedio, o a los que no tenían con qué llenar sus almas vacías. Pero aquellas tabernas llenas, casas apagadas y lugares meramente prendidos, fueron pasados por las placas compuestas contra las pezuñas del caballo, el cual galopaba ferozmente por las calles, el arcano sobre la montura respiraba con dificultad, mientras las gotas carmesíes caían a borbotones por la herida de su hombro, expuesta, dolorosa y profunda.
Pero debía de cumplir con su deber.
El caballo llegó hasta las puertas de su destino, haciendo que un arcano de alta estatura se diera cuenta de que uno de los sirvientes había llegado, en cuanto el caballo se detuvo y el hombre se acercó al jinete, este cayó de su montura, siendo atrapado por el segundo, el cual observó con cierta impresión la herida de su hombro, la cual, se dio cuenta de que llegaba hasta el pecho, a punto de atravesar por completo las costillas, astillando los huesos de manera peligrosa.
―¡Maldita sea! ―El arcano que cargaba al jinete se dio la media vuelta, gritando a los otros sirvientes ―¡Mensajero herido, rápido, vengan! ―El hombre corrió con todas sus fuerzas hasta atravesar las puertas de la casa ―¡Apúrense, está perdiendo mucha sangre!
El arcano entrecerró los ojos, y tomando con fuerza a su compañero del brazo, escupió algunas palabras inentendibles, pues la sangre que perforaba su lengua no le permitía conseguir palabra alguna, el hombre lo bajó hasta el suelo, pues sabía que el tiempo se agotaría más rápido mientras siguiera respirando, el arcano de cabellos grises como la luna, metió su mano a una bolsa de cuero que colgaba de su costado, y sacando una caja de madera de entre sus alforjas, la extendió hacia él. Tomó la caja de madera entre sus manos.
―Un mensaje… ―Masculló el arcano entre débiles susurros ―Para la señorita Desdemona.
Cuando soltó el último suspiro de su mensaje, resbaló sus dedos de la caja, y murieron en el suelo, quedando con la vista inerte hacia el techo. El hombre se quedó completamente inmóvil, sin entender qué es lo que sucedía… después de cerrar los ojos de su compañero, se puso de pie, ordenando a los que habían llegado que enterraran el cuerpo y limpiaran el suelo. Aquel arcano no habría de llegar en vano.
Con pasos seguros a pesar de todo, el arcano permaneció con un rostro frío, sabía que Mirovia no era un lugar sencillo para todo el mundo. Tocó la puerta un par de veces, y solo cuando estuvo seguro de que tenía permiso de pasar, llegó hasta la oficina de su ama. Desdemona Grimm.
―Señorita Grimm ―El hombre pasó con las manos sobre la caja ―Uno de nuestros mensajeros ha llegado gravemente herido. ―Se acercó hasta llegar a su escritorio ―Me ha entregado esto, no sabemos de dónde proviene, o quien la ha enviado, pues el mensajero a fallecido a la entrada de su hogar, lo... lo lamento.
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Post by Desdemona Grimm on Oct 27, 2017 4:29:43 GMT
Había escuchado el ajetreo en la planta baja de la casa pero aquello no era suficiente para hacerla que se levantara de su asiento. Inspeccionaba con cuidado montones de pergaminos repletos de símbolos y anotaciones casi indescifrables. Los viejos manuscritos de su padre por alguna razón comenzaron a hacer presencia en su memoria desde la última vez que había conversado con Denard y al llegar esa noche a su casona, los había hecho traer desde Reapergate.
Cientos de dibujos, emblemas, montones de instrucciones para traer de vuelta a los muertos, transmutación, control mental y aprisionamiento de voluntad; útil, sí, lo conocía, sí, pero por décadas no había siquiera pensado en hacer uso de aquella información. Sus ojos se hallaban cansados al igual que su mente, suspiró. Recargó su espalda sobre el sillón para extender su cuello, moviéndolo en un intento inútil de relajarse y descansar puesto que en sincronía con ello, uno de sus sirvientes entró de manera estrepitosa al estudio. Le miró con hastío, apenas, levantando una de sus cejas conforme éste masticaba las palabras. Siguió el movimiento de sus manos hasta colocar la misteriosa caja sobre el escritorio, intrigada por el objeto, la noticia del fallecimiento de su sirviente le vino como cualquier cosa. Extendió su mano, apenas pasando los dedos por encima de la madera. Emanaba un fuerte olor... agradable. Se preguntaba qué había en su interior.
-¿Alcanzó a decir de quién provenía?- preguntó mirándole con la misma expresión. -Supongo que quien prácticamente lo asesinó vendrá en busca de esto- prosiguió sin dar tiempo de que su pregunta fuera respondida. Se puso de pie, colocándose frente a su escritorio, justo al lado de su sirviente. Se le quemaban los dedos por abrir el paquete, descubrir lo que había en su interior. Volvió a suspirar, sintiendo la emoción de lo incierto acumularse en la boca de su garganta. Sonrió. -No importa. Sólo mueve el cuerpo y limpia el piso. Puedes marcharte- le indicó al sirviente, dándole la espalda para caminar hacia un gran ventanal que filtraba los rayos de la luna que se ahogaban con las luces de las velas y los candelabros. -Avísale a su familia y denle un entierro decente- se detuvo de pronto para darle una última orden. No se lamentaba por la muerte; la vida en cualquier momento acababa pero comprendía que el hombre había muerto a su servicio. No sería una ingrata y lo arrojaría a la tierra cual desecho.
Miró hacia afuera, la Ciudadela tan callada a esa hora, sólo los sonidos de algunos carruajes pasando por la calle. Vivía en una zona tranquila, aislada al peligro, algo muy ajeno a la baphomet quien vivía por el conflicto, pero era en esa casa donde lograba concentrarse debido a que habían pocas distracciones.
Esperó a que la puerta se cerrara para regresar al escritorio. La caja parecía llamarle, pidiéndole que la abriera, que develara sus secretos. Acarició la tapa antes de que sus delgados dedos removieran el broche, mostrando en su interior un pergamino sellado. Lo tomó con cuidado, volviendo a su sillón. Rompió el sello lentamente, luchando con su curiosidad, mas sabía que en instancias como esa, nunca se sabía lo que podría venir dentro de tan misterioso paquete.
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Denard Fantôme
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Post by Denard Fantôme on Oct 28, 2017 1:11:58 GMT
―Si, señora ―El sirviente agachó la cabeza con un profundo respiro entrecortado, pues tan solo aquello podría decirle ―Se lo agradezco señora ―Masculló finalmente, antes de darse la vuelta y dejar a solas a su ama, pues era mejor así que darle respuestas incongruentes cuando ni él mismo sabía qué es lo que estaba sucediendo realmente, lo único que podía proveerle, era acatar sus órdenes. Al cerrar la puerta, el silencio llevó a la oficina a un silencio estremecedor, donde tan solo Desdemona y la caja eran los principales oradores.
El papel se abrió como si aquel deseara fervientemente ser leído.
Estimada Srita. Grimm
Es un gran gusto dirigirme por palabras escritas hacia una de las detectives más famosas de Mirovia, conozco su trabajo, y he de decir, que soy un gran admirador de los casos que usted y el señor Fantome han hecho, puede sonar raro, pero las palabras entre arcano y arcano viajan demasiado rápido.
Como podrá notar, no he enviado esta carta solo para idolatrar sus talentos, si no, a advertirle y a pedirle un gran favor. Reapergate ha estado tan agitado en las noches, que ni siquiera un alma en pena saldría a visitarnos, he sabido de un grupo de arcanos que ha estado interceptando en mi hogar por varias noches seguidas, e incluso me han amenazado con asesinar a mis sirvientes. Le suplico que me ayude antes de que las cosas se pongan peor. Lamento no haber ido personalmente por su ayuda, pero las condiciones en las que me encuentro de salud me dejan vulnerable ante las calles oscuras de Reapergate.
Mi hogar es una mansión, al lado de una tienda de antigüedades y en frente de una de las plazas con una fuente de piedra, adornada con unos sabuesos del mismo material, la puerta es de madera rojiza con un pomo de León.
Espero su ayuda con ansias, pues temo que, pronto las cosas puedan empeorar.
Leon Damasco.
Dentro de la caja, una carta de naipe con el As de trébol apareció ante los ojos de Desdemona, donde, justo a un costado de la caja, una inscripción con dorado se hizo presente con un brillo peculiar, la cual decía lo siguiente:
“La muerte llama a aquellos que desean verla con sus propios ojos, aunque, incluso la muerte le teme a quien puede verla, pero no caer en sus brazos eternos.”
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Post by Desdemona Grimm on Nov 5, 2017 5:12:05 GMT
El papel parecía tener voluntad propia, abriéndose por sí solo como impaciente de no ser visto por ojos ajenos. Entre sus delicados dedos se desdoblaba mostrando el mensaje que habitaba en su interior. Leyó lentamente, palabra por palabra, sintiendo de pronto algo de sorpresa de que sus investigaciones parecían haberse estado pronunciando entre los labios desconocidos de algunos Mirovianos. Sus labios se movían, pronunciando en silencio las palabras que leía en aquél pedazo de papel el cual dejó sobre la madera, al lado de la caja, para tomar otro objeto que se encontra en su interior.
La carta que sostenía ens us manos, despedía aquél brillo tan extraño, con aquél mensaje que no despejaba duda alguna de su mente. Intentó descifrarlo pero no le brindaba ningún tipo de familiaridad. Lo guardó dentro de su escote, antes de ponerse de pie y tomar la capa que se encontraba reposando sobre el respaldo. La colocó por encima de sus hombros y salió de su despacho. Al descender la gran escalinata del recibidor, vio la mancha de sangre del mensajero que había muerto poco antes de recibir el mensaje. Su cuerpo ya había sido retirado pero el rastro de su partida permanecía sobre la madera pulida. Se detuvo por un instante, sosteniéndose del barandal, mirando por encima a los sirvientes que se esforzaban por tallar el rojo, causando que sus manos se mancharan en el intento.
Anunció su partida y salió de la casona, caminando entre los callejones oscuros de la Ciudadela. Ocultando la peculiaridad de su piel y demás características arcanas, mostraba una piel pálida ante los transeúntes, protegiéndose detrás del anonimato. No deseaba ser reconocida en aquél momento, había algo que debía atenderse de manera imperativa.
Llegó al fin a su destino, al despacho de su compañero. Suspiró antes de tocar la puerta tres veces para esperar frente a la madera, con los brazos cruzados mientras los sonidos de la ciudad le hicieron compañía
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Denard Fantôme
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Post by Denard Fantôme on Nov 15, 2017 3:38:10 GMT
La ciudad constataba un lúgubre escenario para los más curiosos, manchando ligeramente las calles con brotes plateados provenientes de la Luna, la cual, estaba acompañada por abrumadoras nubes negras, no la cubrían, por lo que transformaba la ciudadela en una noche mucho más apacible, aunque estremecedora.
Como si la puerta reconociera los dedos de la Baphomet, ésta crujió bajo su toque, abriéndose por sí sola por completo, no era sorpresa que Denard nunca abriera la primera puerta él mismo, por cuestiones de seguridad y cierta paranoia que el grifo cargaba consigo, cuando la entrada quedó a merced de Desdemona, las escaleras se mostraron ante ella, tenuemente iluminadas con pequeños quinqués de cobre y hierro, el fuego se movía de un lado a otro, llenando el estrecho pasillo con una sensación de incertidumbre, pues tan solo se podía ver con claridad por donde estabas pisando.
Al final de las escaleras la segunda puerta estaba entreabierta, dejando escapar un pequeño halo de luz amarillenta y un calmado sonido de un violín tocando una preciosa y larga melodía. Conforme avanzaba la música, el ritmo se iba acelerando tan veloz que uno pareciese sentir que las cuerdas iban a estallar en cualquier momento y luego, de pronto, bajaba a tonos más meninos, dejando la tonada en un ritmo más sofisticado. Conforme la Baphomet avanzaba, el sonido se hacía más claro, y algunas voces se escucharon tras la puerta, soltando también el olor a café, a incienso y a humo de la pipa de Denard.
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Post by Desdemona Grimm on Nov 25, 2017 20:46:58 GMT
Cada paso que daba hacía crugir la madera cual alma clamando por piedad en el purgatorio. Podía sentir el peso del material bajo las suelas de sus botas que apenas hacían un pequeño eco entre el angosto pasillo que la dirigía hacia el umbral del despacho de Denard. Los olores tan característicos que acompañaban siempre al grifo demandaban por su atención al rozar la punta de su nariz. Uno a uno manifestándose en su mente para proporcionarle una imagen mental que se materializó al momento en que sus ojos se hallaran frente al detective. Cerró la puerta tras de sí, mientras avanzaba hacia el hombre con un gesto turbio resultado de aquel misterioso mensaje que había acarreado muerte e incertidumbre en su hogar.
-Señor Denard- dijo anunciándose en el espacio que ahora compartían. Retiró la capa que cubría sus hombros, dejando la pálida piel que ocultaba su siniestro aspecto al descubierto. -Parece que el destino es caprichoso y busca juntarnos aún más- su tono fue jocoso mas eso no reducía la oscuridad que merodeaba en el origen de aquél mensaje. Esperó a que su colega reaccionara mientras tomaba su lugar en uno de los sillones del despacho. Un silencio se hizo presente por un breve instante que se vio roto por el sonido de la lluvia que comenzaba a cubrir las calles y tejados de la Ciudadela.
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Denard Fantôme
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Post by Denard Fantôme on Nov 25, 2017 21:45:28 GMT
La música provenía de un pequeño violín de madera barnizada con sumo cuidado, mientras los dedos del detective tanteaban de aquí para allá las cuerdas mientras movía el arco en conjunto con las partituras, anotadas en un cuaderno de cuero sobre un tripié de hierro. Denard masculló algo en un susurro, y luego dio la vuelta a la página, volviendo a las notas, el arcano movía con destreza el instrumento para que la música envolviera toda la oficina.
―Sea bienvenida, señorita Grimm ―Pronunció el grifo mientras tocaba en un tono mucho más agudo para no llegar a molestar a la Baphomet. ―Al parecer hoy estoy lleno de visitas agradables ―El detective estaba de buen humor, se le notaba cuando se atrevía a tocar el violín ―Mi compañero Boher ha estado aquí hace un momento ―Terminó, mientras alejaba la barbada de su cuello, observando a la Baphomet, quizás buscando algún comentario para excusar su humor.
Su sonrisa desapareció al ver el estado de la mujer, e incluso, le llamó la atención que estuviera en dicha forma, más en una noche tan oscura como aquella, Denard guardó el violín en un estuche de color negro, apretando los broches de hierro, para luego acomodarlo sobre el sillón más cercano.
―¿Sucede algo, Desdemona? ―Denard se sentó en el sillón de en frente, observando a la arcana fijamente, intentando descifrar con los rasgos de su mirada y su rostro qué es lo que exactamente estaba pasando, sabía que las visitas inesperadas podían ser las más agradables, aunque también, de vez en cuando, las más peligrosas.
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Post by Desdemona Grimm on Nov 25, 2017 22:37:25 GMT
Esperó paciente a que el hombre interrumpiera su melodía sin presionarle de ninguna manera a que la terminara. No iba a negar tampoco que el sonido era dulce y agradable en sus oídos, sin embargo, no podía disfrutar de aquellas danzantes notas teniendo una curiosidad latente en su consciencia. Le sonrió conforme observaba su figura tomar asiento frente a ella esperando a que estuviera totalmente libre para escuchar lo que tenía para compartirle. -Es justo lo que deseo saber- respondió llevando una de sus manos al borde de su escote del cual sacó aquél pedazo de papel que justo se había presentado frenta a ella desenvolviendo un mensaje el cual tenía poco sentido para ella. Lo abrió para extenderlo frente al grifo, mientras colocaba sobre su regazo la bolsa en la cual llevaba guardada la caja y el naipe que se habían revelado frente a ella. -Un mensaje dirigido hacia a mí pero que lo involucran a usted- declaró, mirándolo con seriedad mientras éste se disponía a inspeccionar lo que tenía para mostrarle.
Estiró su mano para tomar de una caja un pequeño cerillo el cual usuaría para encender uno de los cigarrillos que llevaba consigo dentro de aquella bolsa. El humo comenzó a rodearla, dándole por un instante un éxtasis que le sacó un suspiro. -No es sólo eso; el mensaje trajo consigo la muerte de uno de mis sirvientes- abrió los ojos mostrando aquella mirada llena de oscuridad y misterio. Era difícil saber si el fallecimiento del hombre le tenía acongojada o no, lo que sí era posible distinguir era la intriga que aquello le causó. -Pienso que eso era parte del mensaje-. Su declaración traía consigo un riesgo; de ser así, era posible que esto se tratara de algo más que un potencial caso para ambos... era una amenaza.
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Denard Fantôme
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Post by Denard Fantôme on Nov 25, 2017 23:45:37 GMT
Denard observaba con cierta curiosidad e intranquilidad al mismo tiempo los movimientos y comentarios de la Baphomet, extendió el brazo para tomar la nota entre sus dedos enguantados, dedicándose a leerla detenidamente, frunció el ceño, intentando encontrar algún sentido a lo que el extraño hombre en realidad quería decir con sus palabras. Conocía la mansión, pues no estaba demasiado lejos de la de su mentor, la cual, el detective utilizaba de vez en cuando para descansar o tratar asuntos personales en los cuales necesitaba de la tranquilidad que la ciudadela no podía ofrecerle del todo.
Por consiguiente, tomó la caja en la que venía el naipe, y la tomó con sumo cuidado, moviéndola de arriba abajo para captar su peso, era más ligera de lo que parecía, dando a entender al hombre que no había algo preocupante dentro más que el mensaje y el as de tréboles. Denard respiró hondo, leyendo con lentitud el mensaje y tomando el naipe entre sus manos, se acercó a la carta, cerrando los ojos para degustar el olor que emanaba: madera, un poco del perfume de Desdemona, un ligero toque a incienso de manzana y el material de la carta, un poco de pergamino forrado con una especie plástico.
El detective levantó la mirada al escuchar lo último que Desdemona había dicho, el mensaje venía de la boca de un condenado a muerte. Denard observó la carta con una seriedad absoluta, mientras sus ojos grises intentaban desfigurar la carta para absorber todos los secretos que guardaba.
―Creo que ahora encuentro algo de sentido respecto a lo que me ha sucedido en la mañana ―Comentó Denard en un tono grave mientras se ponía de pie. ―No le había tomado atención, pues creí por un momento que tan solo se trataba de una broma de mal gusto ―El hombre rodeó el sillón hasta llegar a su escritorio, abrió un cajón, el cual se deslizó con facilidad entre sus dedos, y metiendo la mano con suma lentitud, como si tratara con una bestia salvaje, sacó una carta de el cajón. Era un As de picas.
―La han deslizado por debajo del marco de la puerta de entrada.
―A diferencia de que a mi no me ha llegado ningún mensaje como el suyo, es obvio que provienen de la misma persona ―Denard se acercó al sillón, sentándose de nuevo, entregándole el naipe a Desdemona. La carta tenía un ligero corte en una esquina, como si alguien la hubiese arrancado con un objeto punzante.
―El trébol en las cartas, según algunas divinatrices simboliza la guerra, aunque también hace referencia a la suerte, o al infortunio, según describa la situación, en cambio, las picas significan la muerte, lo que puedo acentuar debido al mensaje de la caja... pocos asesinos utilizan este método para advertir a sus perseguidores, poniendo la carta sobre la palma de los cuerpos de sus víctimas. ―Denard observó la carta de trébol.
―¿Nuestro querido cacique de dichos elementos habrá utilizado este método para pasar desapercibido ante los asesinos que según esto lo persiguen? ―Denard observó la caja, pensando que, quizás uno de los culpables según el señor Leon, había descubierto el mensaje que quería enviar, o en otro caso, sea él el que quisiera mandar la advertencia, pero si así fuera, ¿Por qué pediría ayuda? ¿Una trampa? ¿Qué significaban las cartas? Quizás algún patrón qué seguir.
―Picas, Trébol, Corazón y Diamante ―Masculló Denard mientras se ponía de pie, tomando consigo el saco de color negro, cargado de su pipa, la caja con el tabaco, su daga y el pequeño mosquete que había logrado hacer que funcionara para que disparara aunque sea una ligera carga de pólvora y fuego, lo suficiente para mandar volar algún desgraciado que se acercara más de lo debido.
―Supongo que no lo sabremos hasta que vayamos a darle una visita al tal señor Leon, si es que existe realmente ―Masculló Denard, acomodándose en saco sobre los hombros. Afuera, el ulular del viento se frotó contra las paredes frescas de la ciudadela, esperando pacientemente.
Antes de cerrar la puerta de la oficina, Denard observó a Desdemona. ―¿Sabe cómo hirieron a su sirviente, señorita Grimm?
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Post by Desdemona Grimm on Nov 26, 2017 0:18:46 GMT
Puntual siguió todos y cada uno de los movimientos de Denard, tomando el naipe en sus manos para sólo encajar las piezas de un rompecabezas cuyo resultado aún le era totalmente desconocido. Dejó escapar el humo de su boca, haciéndolo chocar con la superficie plana de la carta, para después encontrarse con la mirada de su colega quien anunciaba darían una visita a un tercero. Se puso de pie, volviendo a colocar la capa sobre sus hombros, escondiendo con ella la blacura de su piel. Se adelantó al hombre, esperándolo en la boca de las escaleras mientras este le hizo una pregunta que la avergonzó por la simpleza de su descuido. -No- contestó frunciendo el ceño ante su terrible descuido. -Pero el cuerpo debe de estar fresco, enterrado en el jardín- repuso. Descendió las escaleras con cuidado, dando nuevamente una calada a su cigarro mientras los carruajes y transeúntes de la Ciudadela transitaban como de costumbre la callejuela.
Observó el naipe en sus manos mientras Denard tomaba su lugar a su lado, alistándose para dar a una locación incierta para la mujer. Guardó aquello en los bolsillos de su capa, procurando que dicha pieza de evidencia no fuera a dar a ojos extraños y más peligrosos que ella. Le resultaba curioso que la amenaza hecha ante el tal señor Damasco fuera tan poderosa como para asustarle, siendo que uno de sus propios sirvientes había muerto aquella noche. El camino empedrado recibía los pasos de ambos, anunciando su andar entre los breves silencios que eran extraños en la Ciudadela.
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Denard Fantôme
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Post by Denard Fantôme on Nov 27, 2017 2:34:50 GMT
La ciudadela nunca había estado tan fría en las noches, pues los arcanos preferían encerrarse en sus hogares, intentando estar lo suficientemente calientes para que la casa pudiera aguantar el invierno, o quizás… ellos sentían algo que los demás no. Algo que solo la gente de campo se daba cuenta debido a sus extraños rituales y premoniciones, como bien lo habían visto con las luciérnagas aquella noche. Denard cerró la gabardina, cubriendo su cuerpo por completo, las respiraciones de ambos en conjunto con el eco que sus tacones producían era lo único que se escuchaba entre los muros de la gran Ciudadela.
Denard observó a la Baphomet, extrañado de que se le pasara aquello por alto. No la culpaba, pues, a pesar de que no tuviera sentido temer, los mensajes de las cartas de naipe le habían removido la tierra bajo los pies de una manera que no comprendía del todo, simplemente lo sentía, así como los huesos al ser acariciados por el frío glaciar.
―¿Podemos echarle un vistazo? ―Comentó al final ―Nos será de ayuda saber, aunque sea un poco acerca del arma con que fue herido. ―Denard continuaba caminando, aunque miró a Desdemona mientras le comentaba la idea, desenterrar un cuerpo podía llevar a sus allegados la idea de que su alma no descansaría jamás, pero, si no tenían una idea de quien o qué lo había herido, ambos se meterían en un agujero, el cual, tan solo terminaría con cientos de kilos de tierra encima, en el patio de cualquier construcción aceptable para que no se volvieran a encontrar jamás.
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Post by Desdemona Grimm on Nov 27, 2017 2:53:54 GMT
Se echó las manos a los bolsillos de su pantalón, cubriendo todo su cuerpo bajo la capa que se ondeaba con su caminar. Asintió suavemente con la cabeza, dando total permiso para que el hombre junto con ella, se adentraran a una tumba indigna para un sirviente que había muerto haciendo su trabajo. Regresaron a la mansión, atrevezando los pasillos al ser bienvenidos por los demás sirvientes que, pegados a las paredes, daban paso al par para avanzar hasta la salida a un gran jardín.
Lúgubre y oscuro, como si se tratase de un pequeño bosque encantado entre las murallas de piedra de la casona, al fondo entre los arbustos, podía apreciarse entre el brillo de la luna, un montículo de tierra que delataba el lugar de descanso eterno del desgraciado sirviente. Desdemona se hincó al lado de la tierra, llevando sus manos entre el lodo y el césped, revueltos para proteger el cadaver que estaban por volver a sacar a la luz. No pasó mucho tiempo para que el cuerpo fuera revelándose ante a ellos; con un gesto fatigado, completamente extraído de toda vitalidad, el rostro del sirviente mostraba con un lúgubre pesar la última expresión. Cruzando por su hombro hasta su pecho, se encontraba la cicatriz que parecía haber sido la marca de fulminante ataque. Las manos de la baphomet yacían sobre el pecho frío del muerto mientras sus labios sellados ante el silencio, se entreabrieron mas no hubo palabra alguna que saliera de ellos.
Miró al grifo, buscando su opinión. La marca parecía develar un ataque cruel y calculado, pero sumamente desesperado. La intención era definitiva, arrancar la vida de la víctima. Desprendió su tacto de la cicatriz, sacudiéndose la tierra que se había adherido a sus palmas. -Demasiado sucio para tratarse de un arma- acotó. Las marcas le parecían más similares a las de un dragón o alguna bestia animal, pero deseaba escuchar la opinión de su colega quien siempre con sus observaciones lograba abrir más las puertas de su deducción.
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Denard Fantôme
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Post by Denard Fantôme on Nov 27, 2017 4:00:46 GMT
Nunca había visto con sus propios ojos tan cerca la mansión de la mujer, era ciertamente hermosa, tanto que, maldijo en sus adentros haber visitado la morada de la señorita Grimm para desenterrar un cadáver, en vez de una agradable noche con algunas tazas de té o vino tinto. Bueno, así era la vida, o la muerte, en este caso.
El jardín parecía ser un laberinto de árboles que parecían desaparecer en conjunto con la oscuridad de la noche, Denard siguió a la mujer con pasos calmados mientras se limitaba a observar a su alrededor, le gustaba el silencio que armonizaba el lugar. Al llegar a la tumba del sirviente, el detective ayudó a la Baphomet a desenterrar a la desafortunada víctima, muy a su pesar, pues a Denard nunca le ha gustado ensuciarse de lodo o tierra, era demasiado pegajoso, y muy molesto cuando llegaba a secarse, sin embargo, no se quejó en lo absoluto, y siguió excavando con sus manos, limitados de tiempo para esperar una pala o materiales.
Observó el rostro inerte, pálido e inexpresivo, qué cruel podía ser la muerte, tan tranquila de aquel lado, y tan lúgubre para los que aún seguían vivos, queriendo mostrar tonos apacibles pero tormentosos para las almas que aún seguían en la existencia. Mostrando un futuro innegable, aún para los que se pavoneaban de la supuesta inmortalidad que cargaban los arcanos.
Pasó con sumo cuidado su mano enguantada por la cicatriz, separando la carne con dos dedos para observar la profundidad, escuchando a Desdemona, dirigió sus manos a otros lados del cuerpo, para estar seguros de que no había más cicatrices, había algunas, borradas por el tiempo, indicando que el sirviente nunca había tenido la vida fácil, pero no les servían en absoluto.
―Ciertamente hay armas que pueden llegar a perforar de esta manera el cuerpo, quizás una curveada, pero si, señorita Grimm, como usted comenta, parece más como si alguna bestia lo hubiera atacado. ―Denard levantó la camisa del difunto observando la cicatriz, no notó manchas negras, por lo que podían descartar un monstruo de ceniza. Tomó la mano del hombre, observando las uñas, mantuvo la vista fija en el objetivo por unos segundos, y utilizando la poderosa vista que el grifo poseía, logró observar algunos pedazos de material entre la piel y la uña. ―Hay muestra clara de forcejeo―Denard sacó de su saco una pequeña cajita de madera, de donde extrajo unas pinzas pequeñas, la acercó al pedacito de lo que parecía ser cuero y se lo acercó a la cara ―Parece que nuestra víctima alcanzó a arañar la ropa de nuestro asesino, a menos que hubiera tenido otros inconvenientes, estos pedazos salen solo cuando el material está lo suficientemente viejo o maltratado para desprenderse, quizás de los hombros, o de los brazos, un chaleco o una gabardina ―Denard se acercó al cuerpo del hombre, observando muy de cerca la herida, moviendo los dedos de un lado a otro en la apertura de la herida.
Tanteando los dedos por el cuerpo frío, llegó hasta el abdomen ―Srita. Grimm, mire ―El hombre señaló unas cicatrices abiertas en todo el abdomen. ―Parece como si alguien lo hubiera mordido ―Un escalofrío recorrió toda la columna vertebral del detective, y tragando saliva, decidió despejar su mente del pasado con el ahora. No había tiempo para eso. Denard carraspeó, abriendo la boca morada. ―No veo señales de quemaduras por algún tipo de veneno, señal de que ha muerto debido al desangramiento de la herida, es muy profunda. ―Señaló las marcas del abdomen ―Podemos ver que luchó para zafarse de su contrincante, alguien con dientes afilados. ―Denard se alejó del cadáver, mirando a la mujer ―Lo que sea que lo haya atacado, este hombre sabía que, si no llegaba a entregar el mensaje a tiempo, nunca lo haría…
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Post by Desdemona Grimm on Nov 27, 2017 7:36:23 GMT
Conforme Desdemona escuchaba al detective dar sus conjeturas, no pudo someter la sonrisa que se dibujó en su rostro. Sus manos repasaron por encima de las profundas cicatrices mientras que su gesto se tornaba cada vez más siniestro. Sin embargo, detrás de esa inadecuada sonrisa, la mujer experimentó algo que no había sentido en mucho tiempo: orgullo. Su sirviente expresó lealtad hasta el momento en que su último aliento saliera desde su pecho para desvanecerse en el aire. -Menos mal que hizo bien su trabajo- replicó, retirando por fin su mano del cuerpo del fallecido.
Se puso de pie, mirando por encima de su hombro hacia el umbral de la puerta, donde uno de sus sirvientes se mantenía de pie a la espera de recibir órdenes de ella. Chasqueó los dedos para llamar su atención y en seguida el joven se acercó hacia ellos, cumpliendo puntual a su nueva tarea; volver a enterrar al hombre. -Podemos examinar más a fondo el hallazgo en mi despacho o...- de pronto hubo una chispa de curiosidad, una que despertaba ideas descabelladas que no le habían pasado por la mente en mucho tiempo. Tantear los rincones de la oscuridad, de un terreno en el que su propio padre se había perdido y que incluso para ella, era un extremo y un riesgo que no estaba segura deseaba correr. Se reservó proponer lo que por un segundo sintió debilidad por hacer; arrastrar a Denard en algo tan prohíbido, bueno, en aquél momento tuvo algo de decencia por lo cual no llegó a más que un simple pensamiento.
-Depende cómo será más prudente abordar al señor Damasco... pero no podemos ir con las manos vacías-. Tenía la sospecha de que el hombre no era tan inocente, que estaban por entrar a la boca del lobo, por decirlo de una manera muy burda pero realmente en su cabeza no habían respuestas para aquello. Sabía que tenía muchos enemigos, pero hasta ahora, aquello había sido lo más críptico que le había tocado atestiguar. Se cruzó de brazos mientras se deliberaba lo siguiente a ocurrir; fuese lo que fuese, su curiosidad estaba al borde de sus límites.
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Denard Fantôme
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Post by Denard Fantôme on Nov 28, 2017 1:26:19 GMT
El detective se puso de pie, sacudiendo con movimientos burdos la tierra y el lodo que no tardaría en secarse de sus pantalones y su saco, el cual ahora el café y el gris acompañaban a la tela negra. Denard se quitó sus guantes para peinar su cabello hacia atrás y observó como el sirviente se acercaba a ellos, para volver a enterrar a su compañero.
Denard observó a la mujer fijamente, y una sonrisa se dibujó en sus labios, pues a pesar de el misterio, el cierto temor que se extendía por su cuerpo y la incertidumbre, el hombre portaba de una emoción sombría en su interior, cuando el culpable intentaba jugar con la presa, como un gato con un ratón, resultaba en cierta medida divertido para el grifo, pues a veces no se daban cuenta de quienes eran los verdaderos cazadores. Además de que así, se hacían las cosas un poco más… interesantes.
Los ojos grises del hombre brillaban en contraste con la oscuridad de su alrededor, así como la Luna en el cielo nublado de Mirovia.
―¿Qué tiene en mente, señorita Grimm? ―La voz ronca del hombre daban a entender de que la curiosidad pululaba su garganta muy a pesar de querer parecer neutral, pero a veces, ciertos sentimientos eran difíciles de esconder. El hombre se hizo a un lado, esperando a lo que Desdemona tenía para ambos.
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