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Post by Sven Velfast on Oct 29, 2017 3:57:19 GMT
La luna brillaba en un tétrico menguante amarillento, en el punto más empinado del cielo, bañando con tintes dorados y desteñidos cada vértice y saliente de aquella magnífica y gótica arquitectura que componía la residencia del Lord de Reapergate. Las nubes que tronaban por la víspera de una tormenta no se atrevían a cubrir dicho astro, sumándose a conformar un fúnebre paraje en el cielo, poco importándole los asuntos en la tierra de dicha isleta repleta de arcanos.
No obstante, dentro de la mansión Velfast las cosas parecían inertes, estáticas, transpirando esa quietud de ultratumba donde los ecos resonaban infinitos a lo largo de sus profundos pasillos. Cualquiera que no conociese mejor, diría que el lugar estaba desértico, mas era una mortal equivocación para el incauto. Siempre habrían ojos, oídos y vigilantes en cada sombra y esquina del edificio, listos para atrapar aquello que no perteneciese a dicho lugar. Aquella noche en particular, el abisal vacío se debía a la ausencia de uno de los veteranos, y la ocupación de la mayoría de serpientes en asuntos de suma importancia.
El fénix se hallaba en los adentros del castillo, en la zona más recondita de las entrañas del mismo. El lugar donde los prisioneros y la escoria iba a parar para ser olvidada por el mundo, únicamente visitada por el hambre y la tortura. Las aullidos, quejidos y alaridos de aquellas grotescas criaturas entonaban desquiciadas notas que llevarían a muchos a la exasperación, pero que era ruido blanco para los experimentados, dedicados a lidiar constantemente con la pútrida cara de la demencia.
En una de las celdas más alejadas, encerrada por muros sólidos de piedra y no simples barrotes, donde la oscuridad era absoluta y sus interiores estaban diseñados para resguardar de que cualquier sonido entrara o saliera del mismo, era donde el mayordomo permanecía solemne, sentado en un pequeño banco, vistiendo como era usual de su persona, a la espera inevitable de la llegada de una infortunada invitada. Una nota escrita por su mano habría sido entregada a la dama por parte de alguno de los sirvientes de menor rango, convocándola con urgencia a dicho punto, siendo preciso y corto con sus letras y mensaje.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
Vive como si tu libertad dependiera de ello
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Post by Zaniah Neshmet on Oct 29, 2017 4:44:10 GMT
Zaniah separó el cerillo del precioso quinqué de hierro puro grabado, y luego agitó el pequeño pedazo de madera hasta que un hilillo de humo es lo único que pudo avistarse de la chispa, la cual, ahora prendía con suma intensidad dentro del artilugio con aceite. Aquello le dio la vista suficiente a la arconte para ver exactamente por dónde estaba caminando, sin necesidad de utilizar algún vínculo mágico que solo le restarían energías. Observó la entrada a las mazmorras con cierta inquietud, recordando los anteriores sucesos, y aunque habían sido muchos días atrás, el recuerdo seguía presente.
Al igual que las advertencias.
Acercó el pedazo de papel escrito con tinta al quinqué para poder bien con la luz, para leerlo por segunda vez. Hace un momento, uno de los sirvientes había entrado a la biblioteca donde ella se había encontrado leyendo unos libros de historia como siempre, aquello le había proporcionado cierta sorpresa y por algún motivo, inquietud. La carta era de Sven, ordenando con palabras escritas tan frías como las paredes del mismo castillo, que bajara inmediatamente a las mazmorras por un asunto de suma importancia.
¿Qué sería ese asunto? ¿Por qué una carta? ¿No pudo habérselo dicho en persona? ¿Por qué en las mazmorras? Aquellas preguntas se las hizo la arconte mientras bajaba peldaño por peldaño con sumo cuidado, intentando de que su vestido, el cual, le llegaba a las rodillas, no tocara las paredes mohosas del edificio. El olor insalubre y los gemidos de criaturas pronto se hicieron presente mientras se acercaba más y más a su objetivo.
Se detuvo en el último escalón, extendiendo el quinqué hasta el punto en el que podía ver sus propios pies. Bien había aprendido por parte de Xhime que uno no debía andar por la oscuridad sin ver sus propios pasos, cuando no notó ninguna trampa hecha por el quimera, bajó con cuidado, mientras el pasillo quedaba extendido frente a ella, y las celdas a cada lado de ella. Zaniah volteó hacia un lado, donde un arcano (o lo que quedaba de él) roía de manera feroz una piedra, el chillido de los dientes contra el material hicieron que la arconte apresurara el paso. Nunca le gustaron ese tipo de lugares, los olores y los sonidos remontaban a la arconte a lugares que prefería evitar. Conforme caminaba, el sonido de sus pasos hacía concordancia con los gruñidos y los alaridos de las criaturas, pero la mujer, erguida, aunque con los dedos ansiosos por la falta de su espada, no se detuvo.
No hasta casi el final del recorrido fue cuando notó una luz tenue de una antorcha a la entrada de lo que parecía ser una celda de piedra. El corazón de la arcana palpitó con cierta agitación, pero sin perder el paso, siguió con su camino hasta llegar a la entrada, se asomó, y al ver a Sven sentado en un banco, dejó el quinqué colgado de un clavo medianamente suelto para que la luz se intensificara en el lugar.
La mujer se quedó parada en la entrada.
―Ulgriff.
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Post by Sven Velfast on Oct 29, 2017 5:23:29 GMT
-Neshmet- replicó el veterano, siendo ese el saludo más formal y pronunciado por hábito entre ambos. El arcano se levantó de su asiento sin prisa alguna, vistiendo un lenguaje corporal sereno y en control, como el de un hombre que no tiene nada que esconder o arrepentirse en su vida. Se acercó a la dama hasta colocarse frente a esta, pronunciando esa marcada diferencia de tamaño con el contraste de su presencia. Unos minutos donde sus miradas se encontraron, severas e instigantes, se alargaron, pero finalmente se interrumpieron al momento en que el mayordomo se apartó a un costado, colocando una mano detrás de su espalda y la otra en dirección a los adentros de la habitación, a modo de invitación para que ingresara -Adelante- dictaminó a modo de orden, a pesar de que su tono se vistiera con la delicadeza de un permiso.
Mientras se mantenía estoico, a la espera de algún movimiento de la mujer, se dedicó a observarla más detenidamente, desde las ropas elegantes que vestían, hasta la forma en que su cabello se encontraba trenzado, cayendo libre en los ángulos de su espalda. Aquella imagen era un poco diferente a la que estaba acostumbrado a verle- usualmente vestía en matices y prendas más aventureras y libres, por lo que el hecho de que las telas que la cubrían en aquella noche fuesen concordantes con el estilo que se apreciaba en el interior del edificio, capturaban inevitablemente su atención.
"Una pena" retumbaba despreocupadamente el pensamiento en las esquinas de su mente, infiriendo en el destino fatídico que podrían sufrir.
La luz que había otorgado la arconte al interior de la celda apenas alcanzaba a pintar unas cuantas siluetas; aparte del banco en que reposó anteriormente el ave, había una silla de madera con respaldar y brazos, reluciente, pero con un diseño incómodo. En las cercanías parecían haber una estructura también cincelada en piedra, para servir como una mesa alargada, sobre la cual reposaban artículos escondidos de la vista por una tela carmesí y opaca. Al pie del mostrador, había unos botes con agua, conformados por un material metálico. Habían algunos anillos incrustados en diferentes puntos de la habitación, como en el techo y las paredes contiguas, y otras en el suelo. Había una humedad incómoda que se sentía en el aire, a pesar de que el lugar estuviese impecable.
La mano del fénix apuntaba en dirección a la silla de madera, paciente por la reacción de la mujer.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
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Post by Zaniah Neshmet on Oct 29, 2017 6:30:52 GMT
El duelo de miradas entre la arconte y el fénix pronto se hizo presente. Una mirada cargada de distintos sentimientos por parte de ambos, pues ya sea, inconsciente o no, uno no podía olvidarse de los arcanos con los que se compartía la terrible y abrumadora sensación de la muerte.
Cuando Zaniah cruzó el marco de la puerta, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, como si su mismo ser le indicara que algo iba mal, algo con lo que debía estar alerta. La mujer, sin embargo, se limitó a observar a su alrededor, con una mirada fría y ojos distantes. No era ninguna tonta, pues reconocía un lugar de tortura con tan solo olfatear aquel perfume del dolor y la desesperación que se impregnaba en las paredes, y no importaba cuanto ponías en esfuerzo por mantener el lugar impecable de las víctimas anteriores. El perfume y las vibraciones se aferraba a las paredes para siempre.
A pesar de que el corazón de Zaniah luchaba contra su pecho para salírsele, mantuvo la calma, manteniendo su mirada fija en el hombre de cabellos negros y mirada penetrante. Acomodó sus manos sobre su vestido al sentarse para que este no se arrugara demasiado, acomodando de cuenta nueva las manos en su regazo, alejándolas por completo de los brazos de la silla. Se irguió, y con la espalda muy derecha y la cabeza en alto, mantuvo su vista el frente, intentando ignorar los utensilios a su alrededor.
―¿Cuál es ese asunto de suma importancia del que quiere hablarme? ―La voz de la arcana era ronca, pero suave, apretando ligeramente la mandíbula. Levantó la mirada, volviendo a observar el rostro del fénix, intentando encontrar en su mirada algún indicio de lo que sería aquel asunto, pero el rostro del arcano estaba tan tranquilo, que Zaniah pensó en ese momento que las cosas inertes a su alrededor quizás le otorgarían mejores respuestas.
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Post by Sven Velfast on Oct 29, 2017 18:58:49 GMT
La única batalla que ahí se manifestaba era la de las miradas de ambos, pero las acciones de sus cuerpos permanecían tranquilas y amenas. Al momento que la arconte finalmente se adentró según le indicó el mayordomo, esperó pacientemente a que la mujer tomara asiento antes de cerrar aquella puerta de metal sólido, únicamente adornado por una ventanilla tan pequeña, que permitía únicamente el avistar de una mirada al estar lo suficientemente cerca. El gesto fue lento, haciendo rechinar las bisagras de la misma, aunque su intención distaba de otorgar una sensación escalofriante, y se centraba más en llevar cada movimiento a cabo con suma cautela y cuidado. Aquello provocó que la lúgubre orquesta que los desviados y desquiciados entonaban fuera casi totalmente mitigado, logrando que el ruido se convirtiera en un susurro distante.
No obstante, cada sensación, sonido, aroma y detalle presentes confabulaban indudablemente en demostrar un terrorífico escenario. Muy a pesar de aquello, el veterano se limitaba a contrariar el pesada aura con una tranquilidad dignas de un cadáver. Tras cerrar la puerta, caminó hasta colocarse detrás de la silla donde descansaba erguida la arcana, colocando cada mano en un extremo de dicho respaldar. Respiró profundo, antes de inundar el silencio con sus palabras. -La única manera de que nuestros caminos se cruzaran en asuntos pertinentes al Castillo, es de esta desafortunada forma, Neshmet- su voz era sobria y paciente, a pesar que algunas palabras parecían desencajar con sus verdaderos sentimientos -Es libre de odiarme, resentirme.- continuó, con un ligero tinte de nostalgia. -Realmente no marca ninguna diferencia- anunció con desapego.
Su agarre se tensó en la silla, y sus palabras continuaron -Los otros sirvientes no entienden el peso de lo que conlleva el enaltecer el nombre de nuestro Lord, por lo que permiten que circunstancias inadecuadas den lugar en el interior del mismo.- explicó pacientemente, refiriéndose a los acontecimientos de hacia ya tantas lunas -A como ellos ya han saldado cuentas, también es su turno de asumir responsabilidad- al momento que decía eso, llevaba una de sus manos a lo largo de la coleta trenzada, sacándola de detrás de su erecta espalda hacia el exterior del respaldar de la silla. No lo hizo con fuerza o forcejeo, parecía más bien como si estuviera apreciando la delicadeza de su roja cabellera entre sus enguantadas palmas. -Espero entienda el peso de las consecuencias. Por ser una aprendiz no es ausente del trato que reciben aquellos que rompen las reglas.- Su agarre se tensó en el cabello ajeno, aún sin halar o causar molestias, pero aferrado al mismo.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
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Post by Zaniah Neshmet on Oct 29, 2017 21:56:43 GMT
Zaniah observaba el exterior desaparecer poco a poco a medida que el rechinido del metal se incrementaba y los aullidos desgarradores de las criaturas desaparecían. Pronto el silencio sepulcral invadió a los arcanos, en ese lugar, ya no había un castillo Velfast, o unas mazmorras, y el cielo que tronaba con furia sobre Reapergate, ya no importaba en ese momento. Tan solo eran la arconte y el fénix.
Siguió los pasos de Sven conforme se acercaba a ella, y aun cuando se acomodó detrás del asiento, no despegó su mirada del frente. Las palabras del hombre formaban ciertas preguntas en la cabeza de Zaniah, pues no supo bien sobre qué estaba hablando hasta que llegó a las últimas palabras. Sus hombros se tensaron mientras su mirada viajaba por toda la habitación, recordó entonces su imprudencia de bajar a las mazmorras y todo el desastre que hubo por parte de los monstruos, recordó la pelea, las heridas y por supuesto, la acotación de sus acciones hacia los sirvientes.
―Yo… ―Hizo ademán de ponerse de pie, pero al sentir la tensión de la mano de Sven alrededor de la trenza, la obligó a volver a tomar asiento lentamente, apoyando sus manos contra los brazos, apretó los dedos temblorosos al filo del material. Sabía que aquellas palabras que había pronunciado frente a los arcanos serían un arma de doble filo, por una parte, la habían librado de la ira de los arcanos en ese preciso momento, y la habían dejado descansar el tiempo suficiente para que sus heridas cauterizaran y pudiera entonces limpiar el desastre, pero, por otra parte, Zaniah sabía bien que no tardarían en rendir cuentas. Verdaderas cuentas con las que pagaría su intromisión a lugares prohibidos, sin embargo, jamás pensó que quedaría a merced del arcano con el que menos se cruzaría caminos en el castillo. Sven.
Zaniah buscó alguna manera de librarse de sus manos, alguna frase, alguna excusa, pero, conociéndolo, nada de eso serviría. Pensó por un momento utilizar la simpatía del fuego dentro del quinqué, o el agua de los baldes para crear una distracción o un golpe certero para salir… pero, ¿De qué serviría? En el caso que llegara a funcionar y lograra salir corriendo del lugar, ¿Qué haría? ¿Correr fuera del castillo para jamás ser vista? Imposible. Además de que, posiblemente se perdería, pues aún no conocía todos los pasillos a la perfección, ¿Ir con Velfast? ¿Cómo le explicaría todo lo sucedido? Todas las ideas que se le ocurrían a la arconte terminaban en un abismo sin fondo. Sabía que el arcano la superaba en fuerza, y que forcejear contra él, en el caso de que no lograra alguno de sus cometidos, tan solo empeoraría la situación. Además de que estaba esa maldita promesa de su parte…
Tragó saliva, fijándose más en los artilugios a su alrededor, sintiendo el sudor frío de la espera a lo que el fénix decidiera hacer con ella.
―Y, ¿Qué va a hacer, entonces? ―A pesar de la situación en la que se encontraba, Zaniah tuvo el valor de encararlo por medio de palabras duras, para ocultar el doloroso temor que se extendía por su pecho.
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Post by Sven Velfast on Nov 1, 2017 15:48:17 GMT
Había fiereza en la voz ajena, un fuego característico de aquella personalidad y carácter que sobrevaloraba la libertad y autonomía propias sobre cualquier otra cosa. Hubiera pensado por un segundo que su valentía era sin par, de no ser por la traición del cuerpo por el intentar perder la compostura. Aún así, era admirable, y hasta cierto punto, encantador. Amarró un extremo de la cabellera rojiza alrededor de su muñeca, rodeando varias veces su mano hasta llegar a la base de donde nacía la trenza, siempre manteniendo movimientos amables que no instigaban algun dolor e incomodidad aún. El mayordomo se agachó lo suficiente para alcanzar el oido de la otra desde atrás, traspasando el espacio personal de la arcana -Darle una lección, por supuesto- murmuró de manera severa. Con la mano que la sujetaba por la cabeza, la forzó delicadamente a que se pusiera de pie, y con la mano libre deshizo los broches y nudos del lado trasero de aquellas prendas que vestía la arconte tan elegantemente. No fue una gesto rápido- mientras sometía a la aprendiz desde la nuca, sosteniendo firmemente su cabello, tal cual un felino, con la otra le desvestía desde la espalda, sus manos enguantadas en negro siendo lentas pero precisas con cada boton, broche y lazo que se interpusiera. La dedicación con la que hacía aquello sólo tensaban aún más el entorno, anticipando un escenario mórbido conforme la piel de la dama era expuesta a aquel gélido y fúnebre ambiente.
-No pienso dañar lo innecesario- acotó, en una voz reseca y pesada, paseando su palma a lo largo de la espalda y hombros ahora expuestos de Zaniah. Su tacto era cálido a pesar de estar cubierto por aquel cuero negro, pero era parte de su naturaleza generar un calor corporal mayor que el de cualquier otra criatura. Sus dedos pasearon tal como si estuviesen dando el deber de cuantificar cada peca y lunar que adornaba aquella perlada tez, con cierta admiración. Aunque las intenciones del fénix no distaban de simplemente ejecutar un castigo, sus acciones daban la sensación de que había algo más entre líneas en aquella noche. Un rayo retumbó fuerte, tal si hubiera caído a los pies de los arcanos en aquella oscura habitación. El vestido de la mujer había sido abierto por detrás, mas no removido con totalidad de su torso. La línea de la columna de la mujer se encontraba expuesta, con la amplitud de sus escapula, a lo que el ave se atrevió a danzar un dedo por la misma. En ciertos puntos presionaba con más fuerza, tanteando los huesos y carne conectados a cada vertebra. Habías cicatrices desvanecidas por el tiempo, lo cual no venía como sorpresa, pero lo daban información para preparar aquel teatro que estaba por revelar.
-Desnúdese- ordenó Ulgriff, en un tono autoritario sin ventana a reclamos. Aún se mantenía a la espalda de la pelirroja, pero habia soltado su mano de su cabeza, permitiendo su trenza caer libre por unos cuántos segundos, antes de que ambas manos del fénix se dieran la tarea de desanudar cada hebra, liberando la cabellera de fuego finalmente. -Ha de pensar, quizás, en maneras de como escapar- comentó el veterano, conforme se separaba de la alada, para acercarse al farolillo que había traído la invitada consigo -O de eliminarme, posiblemente- con un chasqueo de sus dedos eliminó aquella flama, dejando la habitación en absoluta oscuridad -pero por amor a su libertad, le sugiero el resignarse a lo que sucederá en estas cuatro paredes- sentenció con una acidez que anunciaba el umbral a una tragedia. Amor era una palabra que el hombre raramente usaba, y que nunca utilizaba a la ligera. Aquellos que cruzaban caminos con Velfast jamás veían nuevamente la luz del día- el sol, el calor de una mañana se volvía un relato de ficción, y el descanso fatídico de la muerte su único añoro.
Todo era oscuridad. Los pasos del mayordomo se escucharon ligeros y apenas perceptibles, precisos y enfocados a áreas específicas de la habitación. La sala de tortura la conocía como la palma de su mano, dónde se ubicaba cada cosa, en lugar dónde descansaba cada herramienta. Le fue fácil moverse por la zona y dar con la estructura cubierta por tela, que se ampliaba para esconder los horrores que le esparaban a aquella desafortunada alma. Desvistió una parte de aquella mesa de piedra, sólo para retirar una larga soga azabache de media pulgada de grosor, antes de colocar la tela de vuelta a su lugar. Un repentino destello azul, brilante y hasta cegador iluminó a los presentes, y todo aquello en la cercanía, siendo la fuente una llamarada azul cubriendo el torso y brazos de la serpiente. La ropa que lo cubría se había evaporado por las flamas, dejando únicamente los guantes y la cuerda intactas. En aquella forma fated, el esqueleto de Sven parecía hacerse visible, como si derepente las llamas azuladas que ardían sobre su carne hubieran debilitado su piel, a un punto de semi transparencia. Era una imagen grotesca que se reservaba exclusivamente en exhibir en aquellos escenarios. -Neshmet, tenemos la noche para nosotros.- escupió entre dientes, mirando a la mujer fijamente, tal si estuviera apreciando una escultura de fina mano artística.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
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Post by Zaniah Neshmet on Nov 1, 2017 20:14:46 GMT
El miedo era una sentimiento que Zaniah siempre intentaba hacer a un lado, pues para ella, las sensaciones que atraían el desasosiego; el pecho tan comprimido que parecía que no podías respirar, las manos sudorosas y temblorosas y aquel nudo en el estómago que llevaba los ácidos del estómago hasta la garganta, resultaban ser tan abominables y desesperantes como lo era la muerte cercana o la locura, nunca soportó sentirlo, pues aquello tan solo convertía en seres débiles ante los que podían olerlo. La arconte, había escapado de esa sensación por más de cien años; Escalado montañas, sobrevolado los cielos, sumergiéndose en las profundidades del océano, peleando con criaturas tan feroces, que no dudarían ni en un segundo en aniquilarla. El aroma de la guerra también floreció entre sus recuerdos, remontándose al pasado, evocó imágenes en su mente de lo que había sido la Gran Caza, los días nublados y oscuros, las noches intranquilas, y el sabor amargo de la sangre y la muerte pululando sus labios.
Pero nunca supo, a pesar de todo lo que había intentado por tantos años, el por qué aquello debilitaba su espíritu, fue como si Sven hubiera podido soplar aquella vela que prendía el corazón de la arconte, apagando el fuego en su interior que la llevaba a hacer cosas, que pocos arcanos se atreverían a hacer. No lo soportaba, estaba furiosa, con Ulgriff, con todos los humanos, con los arcanos, y sobre todo, con ella misma.
Se levantó de su asiento con el orgullo atorado en pecho. Los dedos cálidos sobre la piel expuesta fueron como pequeñas agujas perforando la piel de la arconte, a pesar de que se mantenía sumamente quieta y con el rostro tranquilo, por dentro apretaba la mandíbula, haciendo que su piel saltara ante el tacto del mayordomo, aguantó la respiración, sintiendo total repudio con el simple hecho de que la tocara. Ante la orden de Sven, se mantuvo quieta, dudando por largos minutos en obedecerlo, tan solo se quedó parada allí, observándolo con los ojos encendidos como dos antorchas en la oscuridad, mostrando tanto odio que sus palabras y su rostro no podían ser capaces de expresar.
Zaniah levantó el mentón aun cuando la oscuridad la envolvió, aquella oscuridad húmeda, y apretujante que jamás pensó que volvería a sentir. No lo entendía. De tantos horrores que podía aguantar, era como si ella fuera un ser transparente, y Sven pudiera leer todo lo que pensaba, lo que sentía, y lo que temía… Qué sensación tan repugnante resultaba ser el miedo.
Aún bajo la oscuridad, la arconte tomó con dedos temblorosos el cuello de su vestido, observando ciegamente por última vez hacia su derecha, donde la puerta, en algún lugar, aún estaba allí. Desabrochándolo a duras penas, prosiguió con terminar el trabajo que Ulgriff había empezado, no tardó mucho en quitarse las prendas, pues no resultaba ser un vestido demasiado ostentoso, la arconte, aprovechando la oscuridad, se desprendió de lo único que la mantenía segura y alejada del arcano en aquella habitación, quedando con la piel expuesta, fría, y abierta hacia Ulgriff. Lo único que cubría a la arcana en ese momento, eran el par de vendajes que portaba en cada una de sus manos, cubriendo así las nuevas marcas que, por parte del trato con el Jezabel, se habían formado con sus recuerdos, sus oscuros deseos y su sangre. Denotando símbolos que solo significaban oscuridad o condena, escondidos bajo la tela.
Un destello azul de pronto cegó a la arconte, obligándola a apartar su rostro del lugar de donde emanaba la luz. Parpadeó un par de veces, frunciendo el ceño, volviendo su mirada hacia el hombre, y observó con cierto asombro como es que el cuerpo del arcano parecía absorber todo el fuego, sin hacerle daño alguno, recordó entonces las llamas azules en el desierto. Pero su innata curiosidad fue vilmente revocada por lo que portaba en sus manos.
El rostro de la arconte pareció estirarse debido a la conmoción que aquello le traía, y su mirada se oscureció, pero pasados pequeños segundos, respiró hondo, levantando el rostro en señal de que aún su orgullo permanecía en alto, apretando los puños, ocultando el temblor de sus manos.
―Has todos los trucos que quieras, Ulgriff ―La arcana miró el esqueleto del fénix, con el ceño fruncido y los labios rojizos apretados, observando por unos segundos la soga que el fénix portaba en sus manos. ―No voy a darte el placer, en toda la noche, de escuchar lo que tanto deseas. ―Escupió la arconte con palabras venenosas. No iba a suplicarle, a sollozar y menos a gritar a pesar de que su cuerpo no lo soportaría. No esta vez. Al terminar de contestarle al fénix, se quedó en un mortal silencio, tan solo, esperando…
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Post by Sven Velfast on Nov 3, 2017 2:52:38 GMT
-Me alegra escuchar eso-Los ojos del fénix estaban fijos en los de la mujer, ni un sólo momento desviándose para observar con detenimiento alguna parte de su piel expuesta. Sus palabras, en medio de la pesadez de la tensión, el miedo, lo lúgubre y tenebroso, eran sinceras. La honestidad de aquella afirmación era como una gota de lluvia solitaria en un vasto desierto, contrastante y fugaz. Aunque los ojos del ave eran blanquecinos a ese punto, siendo dificil de notar algun gesto o sentimiento en los mismos, parecían estar asediados por una sensación contraria a aquello que sus manos ansiaban por llevar a cabo. En su abdomen habían dos cicatrices de tamaño considerable, una a la derecha que parecía extensa, provocada por un cuerpo punzante, y al extremo contrario un corte limpio, como el de una espalda o katana. Ambas marcas profundas y desembocando hasta la espalda. El sirviente se acercó a la arconte nuevamente, pero esta vez se agachó, apagando las llamas en sus brazos con la intención de recoger aquel vestido, doblarlo, y colocarlo sobre la superficie donde habían ciertos de artilugios de tortura escondidos de la vista. Al darle la espalda momentáneamente, se podía notar una historia no muy diferente a la de la alada- cientos de marcas desvanecidas por las décadas, algunas itnrincadas, otras simples, pero eran notas que aquellos que había experimentado horrores similares entenderían a simple vista. Retomó su compostura y lugar frente a la mujer, regulando las llamas para no quemarle, pero si con intención de compartir luz y la sofocante calidez que emanaba de su piel. Con los brazos desnudos de su habilidad, llevó la soga alrededor del cuello de Zaniah. La cuerda ardía despiadadamente, tal si fuere un carbón sacado de la hoguera, por lo que el contacto con la perlada piel ajena generó quemaduras. -No piense que me conoce- musitó en un tono bajo, un tanto espectral, conforme bailaba la soga a lo largo del cuerpo de la dama, amarrando y sujetando distinto puntos en su carne. -No hay ningún tipo de placer que alguien como usted me pueda proporcionar- remarcó, conforme ajustaba el cándido amarre alrededor de los muslos de la mujer. El amarre continuó a un paso paciente, aunque a gestos toscos, dejando a la arcana en una exhibición sumisa y sometida, excepto por sus brazos. Sus manos se encontraban recubiertas por vendas, generando algunas preguntas en la cabeza del mayordomo. No obstante, evitó los preámbulos y las retiró, develando aquel secreto que tatuaba la piel de la misma. Tomó unos cuantos segundos en observar aquello, para finalmente colocar la soga alrededor de las palmas, entrelazando cada espacio de los dedos hasta obtener un amarre firme. Una vez acabado de llevar la cuerda por cada curva y zona suave, sometiendo la carne en lo que sería una demostración de poder y humillación en antesala a su verdadera reunión, la tomó por las hombros y la llevó de vuelta a su asiento. El mayordomo tomó su banco y lo acercó lo más posible a la presencia de la mujer, para distraerse ligeramente en obtener otro artículo escondido bajo el manto negro. El ave tomó asiento en su lugar respectivo, y gracias a la cercanía en la que ahora se encontraban podía tirar de una pequeña cuerda que pendía de entre las manos de la alada, acercando las palmas ajenas sobre sus manos. -No es nueva en esto- redundó en dicha afirmación -¿Por qué razones ha sido castigada en anterioridad?- divagó sobre el pasado de su víctima de aquella noche, conforme un rayo tronaba en la distancia, provocando que toda la estructura tiritara ante el estruendo. Mientras esperaba por una respuesta, a primera vista parecía que acariciaba los dedos de la arcana, uno a uno, con delicadeza y precisión.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
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Post by Zaniah Neshmet on Nov 3, 2017 5:18:32 GMT
Zaniah se mantuvo en su lugar, observando los pasos del arcano, el cual se movía como un ave libre entre las paredes de una jaula. No negó que su mirada llegó a tocar las cicatrices del hombre, era en cierto punto reconfortante que no solo ella había llegado a sufrir la tiranía de aquellos humanos cobardes, pero poderosos, de la guerra y el pasado tenso y recóndito de cada individuo. Quizás, en otra situación, o en otros tiempos, se hubiese interesado por saber qué es lo que le había pasado, sin embargo, en ese momento, sinceramente no le daba importancia alguna.
El calor que el hombre emanaba llegó a resbalar algunas gotas de sudor por su frente hasta gotear en el filo de la barbilla, y la luz hacía que la mujer tuviera que entrecerrar los ojos para mirarlo, apartando la mirada de vez en cuando para que el brillo no le lastimara demasiado la vista. De pronto, la lamida del material ardiendo contra su piel le llegó como un rayo, el tacto fue sumamente doloroso, sintiendo como la carne de la arcana se desprendía a su contacto, y en conjunto con la cuerda, hicieran que el suplicio se mantuviera al margen, y no se alejara de ella. Zaniah pegó un brinco mientras sus ojos se abrían de par en par, frunciendo el ceño, apretando los dientes tan fuerte, que por un momento creyó que estos iban a romperse.
Cada punto helado del cuerpo de Zaniah que la cuerda tocaba con su caricia mortífera, ponían a la arcana en un trance de sufrimiento que no estaba dispuesta a demostrar, apretó la mandíbula con fuerza, y respiró rápido, haciendo que, debido al dolor y a la misma acción del cuerpo, la arcana soltara saliva mientras respiraba. El movimiento de la soga parecía ser eterno debido a la tranquilidad con la que Sven ataba su cuerpo, Zaniah lo fulminó con la mirada, sin contestar absolutamente nada de sus comentarios, pues temió que lo único que saliera en ese momento serían los hilos de voz que el dolor la obligarían a soltar.
Los símbolos le regresaron una lúgubre mirada al fénix, pues los cuatro que portaba en sus manos estaban cicatrizados de un color marrón rojizo oscuro, como si aquellos fuesen hechos con la misma tortura que Sven le estaba provocando a Zaniah. Ciertamente no era una sensación lejana, incluso los primeros símbolos que había tenido, la corte en la que permaneció los primeros años de su vida se los había implantado con una yerra hecha de metal puro al fuego vivo, la cual, según ellos, el dolor era el pacto que uno tenía con la responsabilidad y el honor. Menuda bolsa de porquería.
Al sentarse tan solo el dolor se incrementó, llevando el calor a otras partes de su cuerpo, las que incluso no estaban tocadas por la soga. Al tirar de ella, obligó a la mujer a acercarse al fénix, sintiendo demasiado cerca las lenguas de fuego que emanaban de algunas partes de su cuerpo, y la respiración del mismo. Los dedos temblaban bajo el toque, pero la mujer lo miraba a los ojos, con los labios apretados y el ceño fruncido, mientras las gotas sudor y saliva se paseaban por el cuerpo de la arcana, sucumbiendo ante el ígneo sabor de las sogas o al desaparecer en la silla.
Zaniah lo miró en un mordaz silencio por largos minutos. Llevando a su mente de manera inconsciente hacia atrás, siempre había sido así. Su ojo era prueba de ello, aunque también del único amor que creyó real por parte de sus hermanos.
―Eso… ―Jadeó la arcana, con voz ronca, temblorosa y casi inentendible, tomando fuerzas desde las partes más recónditas de su mente para contestarle ―…no es… de su incumbencia. ―Espetó la arcana con rudeza, mientras los ligamentos de su cuello se tensaban hasta resaltar sobre la piel pálida y moteada. Cerrando las puertas de la conversación estrepitosamente contra las narices de Sven, Zaniah jamás le había dicho a nadie sobre su pasado, ni a Eerie aún entre la intimidad, ni a Niwre a pesar de que hasta ahora era el ser en el que más confiaba sus pensamientos, ni siquiera a su primer maestro, quien conoció la etapa más débil de su existencia. Nadie merecía las palabras de la arconte. Nadie debía saber cómo había sido tan estúpida como para que el amor apretujara su orgullo como vidrios rotos hasta dejarla hecha pedazos en aquella celda. Mucho menos al arcano que se encontraba frente sí. Con un movimiento feroz, a pesar del dolor que aquello le producía, retiró sus manos de entre las de Sven, bajándolas hasta que las acomodó con cierta lentitud, apoyándolas sobre la silla, entre sus muslos. Manteniendo su mirada contra la del arcano, y una respiración entrecortada.
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Post by Sven Velfast on Nov 6, 2017 16:59:23 GMT
El rechazo era evidente, pero por alguna razón no lo esperaba. Había perdido el tacto social a raíz de su arraigada apatía, que cosas sumamente simples como el tocar temas susceptibles, o la ambientación correcta para abrir la puerta a una conversación se habían perdido en los rincones de su memoria. Pero aquello no importaba en aquel momento. La labor de Sven debía ser llevada a cabo indiferentemente de la cooperación, los detalles o los sentimientos propios y ajenos. Nuevamente jaló de la cuerda que ataba de las palmas a la arconte, acercándolas a las suyas, esta vez asegurándose que no tendría la capacidad de apartarlas una segunda vez. Aquel artilugio que había obtenido previamente del abrazo de la tela negra era una especie de pinza arcáica, hecha completamente de plata y curiosamente brillante, sin rastro de suciedad alguna. -Muchas cosas que se atrevió a hacer, tampoco eran de su incumbencia- le debatió, referenciando los hechos que había perpetrado la dama que ultimádamente los conllevó a dicha situación. Le miró a los ojos y llevó la pinza sobre la uña del dedo meñique de la mano derecha, sujetando aquella falange con firmeza. -Me atrevo a asumir que debió ser por alguna intromisión- continuó conversando, teniendo el descaro de suponer el porqué de las cicatricez que le adornaban aquí y allá.
Antes de que la arcana pudiese responder, el mayordomo, con una mano sosteniendo firme la cuerda y las muñecas de la alada, y con la otra sujetando la herramienta que apretaba firme uno de sus dedos, tiró con fuerza y precisión, fracturando y arrancándole la uña en un movimiento rápido. -La curiosidad es un arma de doble filo- añadió -¿Robó algo que no debía, fisgoneó dentro de algún secreto?- continuó tanteando el terreno, seguro que no obtendría una mayor respuesta, pero a pesar de ello estaba entregado a la plática unilateral -Dicen que las conversaciones hacen el tiempo volar. ¿No sería eso lo más conveniente para usted en este momento?- dejó la retórica en el aire como un breve paréntesis a su hostigación inicial, conforme apreciaba cada arruga y torsión en el rostro ajeno, por más mínimo que fuese. Aquella uña la depositó en un pequeño contenedor de cristal, ensangrentada, colocado a la orilla de aquella superficie de piedra. -Aunque, si hubiese sido un simple robo u ofensa, no creo que lo guardaría tan recelosamente- continuó, conforme colocaba el artículo en el siguiente dedo de la mano derecha: el anular. Siguió recabando en los pequeños datos que tenía a disposición, suponiendo y analizando cuanto fuese accesible.
-¿Qué es lo que los hombres y arcanos esconden por igual?- volvió a inferir, como parte de su monólogo -No son hechos, si no los sentimientos a raíz de los mismos- apretó con fuerza, esta vez desgarrando lentamente la uña perteneciente al anular derecho. -¿Y qué clase de sentimiento podría ser ese del cual se averguenza usted, Neshmet?- su mirada se afiló sobre los orbes bicolor, buscando chupar la verdad de lo profundo de su alma, conforme arrancaba completamente aquello con la pinza. Su rostro no mostraba gusto ni disgusto, se mantenía neutral, con un lenguaje corporal sereno, lo cual hacía la escena más hostil. -Si desea gritar, hágalo. No tomo gusto en dicha vulgaridad- añadió en un tono morbidamente honesto, mientras depositaba la uña removida dentro del frasco. La sangre que brotaba de sus dedos descendía de entre sus falanges como mínimas fuentes carmesí, otorgando algo de alivio a las quemaduras provocadas por las cuerdas. Sven se detuvo un momento para frotar aquel líquido que se atrevía a ensuciar sus guantes, desplazándolo a lo largo de sus yemas, antes de tomar la herramienta y, lentamente, aferrarla ahora al dedo medio.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
Vive como si tu libertad dependiera de ello
Posts: 467
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Post by Zaniah Neshmet on Nov 7, 2017 2:20:46 GMT
La mirada de disgusto de la arconte hacia el mayordomo no intentaba estar oculta, desvió el rostro ligeramente hacia otro lado, molesta de que en cierta medida, Sven tuviera algo de razón en sus palabras, pues era cierto, el estar en las mazmorras definitivamente no era un asunto suyo, ¿Y todo para qué? Para una causa desaparecida, las cuales tan solo habían sido un par de palabras en un recinto hermoso y luego... silencio...
El rostro de la arcana se deformó en una mueca de dolor, estuvo a punto de soltar un bramido, pero como había anunciado al principio, cumpliría con su palabra, al menos por ahora. Zaniah se tragó todo el grito dentro de su garganta, quedando tan solo un rostro enrojecido por el dolor y una mueca en sus labios mientras sus ojos palpitaban en conjunto con su corazón y su mano temblorosa y sangrienta se remolineaba entre los dedos del mayordomo.
Cuando la segunda uña fue arrancada con lentitud de su piel, Zaniah agachó la mirada para evitar observar el desprendimiento, los músculos de sus manos se movieron con fiereza contra los guantes del fénix, queriendo huir de aquel dolor de manera inconsciente. La arconte mantuvo su mirada hacia el suelo, mientras las lágrimas se resistían a brotar de sus ojos, respiró hondo un par de veces, sintiendo la respiración cortarse debido a las ataduras. La mujer se quedó en silencio, con los ojos cerrados y la boca abierta con el dolor pinchando su lengua, mientras que su garganta le ardía debido al calor de la soga y el dolor acumulado para que no se atreviera a salir.
―El único crimen que cometí, fue creer que el mundo de los humanos era un lugar hermoso para cualquiera... ―Una risa gutural se dejó escuchar entre los cabellos rojizos, mientras los mechones se enroscaban contra la piel sudorosa. Zaniah levantó la mirada con una pequeña sonrisa desfigurada y ojos apagados. Observó a Sven por algunos momentos a los ojos, y volvió a hacer una fina línea sobre sus labios casi pálidos por el momento. ―Era demasiado joven para saberlo ―La mujer se encogió de hombros, intentando encontrar palabras exactas para no contar demasiado, el dolor le hizo recordar con quien estaba hablando, pero al parecer, al fénix le traía mucha más satisfacción el saber, que el provocar… lo que, en cierta medida, en la parte remota más lúgubre de su mente, le hizo pensar a la arcana que, quizás no serían tan diferentes después de todo. El ardor de los dedos hizo que Zaniah interrumpiera su relato mientras fruncía el ceño. Tomó aire.
―Pero si tanto deseas saberlo… ―La mujer se encorvó, manteniendo sumamente quietas las manos entre las del fénix. La punzada de la punta contra su piel maltratada le llamaba a hablar… Zaniah lo pensó por fracciones de segundo, el conversar con Ulgriff se le hacía una herida al orgullo mucho más grande que las uñas perdidas, pero no podía darse el lujo de dejar al fénix un libre camino para hacer más inútil por días su mano con la que sostenía la espada. ―Supongo que puedo conversar contigo acerca de la primera cicatriz que se me impuso…
―Solo si decides empezar a torturarme con otra cosa. ―Dijo al final, intentando no observar demasiado el artilugio con la que el fénix la amenazaba. ―No me lo tomes a mal, pero necesitaré mi espada en caso de que el amo Velfast necesite algo de la ciudad…
La mujer observó al fénix con una frialdad impenetrable, aunque por dentro, su corazón palpitaba con desmesura, luchando contra el miedo y el dolor.
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Post by Sven Velfast on Nov 7, 2017 3:14:40 GMT
-Ingenuidad- mencionó, desviando la mirada hacia la pinza que se presionaba contra la tercera uña. -Una trágica comedia, donde la pureza de un ideal es machacado por la realidad que el positivismo ciega con su velo blanco.- comentó, con un peso evidente en aquel argumento, pero sin develar las razones por la que comprendía lo mismo. No se atrevió a divagar en la posibilidad de que podrían tener cosas en común, y se desvió en el razonamiento de que su relato era una historia común en aquellos que provenían del viejo continente. Arcanos sufriendo a manos de hombres, huyendo para evitar ser aniquilados, así como él, así como otros.
El artilugio con el que llevaba a cabo la tortura titubeó, ante la mención de más datos con respecto a la criatura de luz. Un resoplo se hizo evidente, sin ser demasiado fuerte como para transformarse en una risa ahogada, o muy débil para no ser notado. La dama, a pesar de estar en aquella posición, sin capacidad de defenderse, o contribuir de alguna manera para evitar su destino, utilizaba de cebo lo único que podría tener algún tipo de relevancia: conocimiento, información. Levantó la mirada y la clavó en la de Zaniah -Lord Velfast nos tiene a nosotros, sus sirvientes, para satisfacer todas sus necesidades- anunció, mientras presionaba fuertemente en su dedo medio, al borde de comenzar la extracción -Pero- cortó su argumento, dejando ir el dedo sin mancillar de la pelirroja -Admiro su nervio y voluntad- elogió torcidamente, favoreciendo la excusa dada para detener aquella tortura.
El mayordomo, en un son casi etéreo, entreviendo su esqueleto tras un manto azuloide que desgastaba la vista, se levantó del banco. Dio un paso más, invadiendo completamente el espacio personal de la dama, conforme una de sus rodillas se clavaba en medio de las de la arcana, y su torso descendía sobre la presencia de ella, a tal punto que sus rostros se encontraron en una cercanía invasiva. Llevó la mano libre hacia la mandíbula de la mujer, presionando fuertemente entre los dientes a través de las mejillas para abrir su boca e introducir el artilugio con sangre dentro. -A veces lo que se desea puede conllevar a un destino peor- infirió, conforme atrapaba una de las molares de la arconte con la pinza, ejerciendo presión gradualmente, conforme sus miradas se mantenían inamovibles una sobre la otra -¿Aún se considera ingenua?- preguntó, como si aquella pregunta fuera a marcar una diferencia en el acto que estaba por perpetrar.
La tortura en sí no era algo que Sven tomaba gusto en, pero la información, el coraje tras la debilidad, los pequeños vistazos a sentimientos y reacciones de las que él ahora parecía carecer, proporcionaban un distracción culposa profunda, que a pesar de colocarlo peligrosamente en el precipicio de su cordura, le llenaban de una manera difícil de explicar. Como un trago de hidromiel para el alcohólico privado por siglos de aquel brebaje etílico, o los secretos ancestrales para el explorador que dedica su vida al descubrimiento. La curiosidad realmente era algo peligroso, pero la adrenalina por saber qué más había, que palabras y sílabas se irían a formular de la lengua ajena, eran mayores a su arraigado auto control en aquel preciso momento.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
Vive como si tu libertad dependiera de ello
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Post by Zaniah Neshmet on Nov 7, 2017 4:36:26 GMT
La asertividad con la que Sven acompañaba sus palabras, hacían que la arconte pensara que no había sido la única que había quedado a tal grado de la credulidad. Zaniah observó el tanteo de la pinza contra la uña, y en ese instante supo que Ulgriff y ella ciertamente tenían una debilidad, solo que, en ella, resultaba ciertamente ser más notorio, sin embargo, no dijo nada.
Zaniah observó al fénix muy seria, sintiendo como el cálido cuerpo del mayordomo poco a poco se acercaba al tan expuesto de ella, se hizo hacia atrás hasta que su espalda tocó el respaldo de la silla, aun sintiendo la rodilla del mayor entre sus muslos. La mujer pudo sentir sobre su rostro la respiración tranquila y constante del hombre, casi como si, el fénix se encontrara en un trance de reposo eterno. ―Desear es una palabra muy fuerte, ciertamente―Recordó aquel sueño con el Jezabel ―Pero tan embriagante al mismo tiempo… ―A pesar de que las palabras que decía le eran difícil de pronunciar debido a los dedos del mayordomo, se mantuvo al margen.
Cuando el artilugio se adentró entre la lengua y la fila de dientes blancos de la arconte, aquella lo miró con cierto grado de turbación, pronto la plata talló contra el hueso, lo que provocó una sensación de ansiedad en el cuerpo de la mujer, la lengua se movía de atrás hacia adelante mientras que Zaniah intentaba respirar todo el tiempo por la nariz, para evitar cualquier arcada.
―Ya no más. ―Pronunció con un cierto grado de rencor en cada una de sus palabras, a pesar de todo lo que había sucedido, Zaniah había intentado seguir el camino de la rectitud por muchos años, pero siempre terminaba ocurriendo lo mismo. No se había dado cuenta de ello, hasta que observó sus propios errores delante de ella, pensando en que, si no hubiera tenido tanta piedad, demasiadas cosas no habrían ocurrido, demasiados inocentes no habrían perecido, y demasiada sangre no hubiera manchado sus manos… La mujer dijo aquello con sinceridad a pesar de la posición en la que se encontraba, miró al hombre a los ojos y después de aquello, se sumió en un oscuro silencio.
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Post by Sven Velfast on Nov 13, 2017 5:19:01 GMT
Sven reflexionó unos cuantos segundos la respuesta de la mujer, mirando profundamente en sus orbes bicolor, viendo el brillo de su propia esencia y saboreando la amargura de aquellas sílabas. Fue apenas un ligerísimo gesto, un salto en su párpado, el que quebró fugazmente su semblante. La pregunta había sido clara, conscisa. Un simple no o sí bastaba, pero los secretos e incertidumbres, la historia que se relataba sorda entre espacios y silencios, abrían una puerta a su propio reflejo. Algo así había vivido, el sentimiento de la ingenuidad desfigurándose. Qué sensación más terrible.. pero quizás.
No. La pinza se apretó sobre la molar más alejada del maxilar inferior de la arcana, y las torsiones comenzaron a delatar las intenciones del veterano. El rostro del fénix se arrugó con cierta solemncia, como si hubiera un debate interno queriendo exteriorizarse, pero siendo reprimido ferozmente por la compostura del varón. El agarre sobre la quijada de intensificó, provocando malestar y un trato brusco sobre la piel ajena, conforme la pinza arrancaba aquel diente perlado de su sitio. -Lástima, lástima... pero así es el mundo- murmuró con los dientes apretados, desechando cualquier recuerdo que quisiera saltar a la superficie.
Finalmente había extraído aquel diente, el cual colocó en el mismo recipiente donde las otras uñas estaban. La sangre brotaba de aquel orificio, aunque no era suficiente como para morir de, si lo suficiente para hacer presente el sabor a óxido en la lengua de la dama. Sven quitó la vista, en un extraño gesto de desagrado. Se alejó unos momentos y puso aquella pinza en su lugar, después de limpiarla con un pañuelo negro que se hallaba escondido bajo la cubierta de aquella mesa de piedra. El mayordomo respiró hondo, tratando de poner en orden sus ideas conforme sus dedos cubiertos danzaban entre distintas herramientas ahora desvestidas brevemente por el ave. Su índice se posicionó sobre un martillo de doble cara- por un costado era un objeto contundente, y por el reverso, afilado. Consigo, tomó tres agujas, pequeños hilillos metálicos finos y sólidos, para volver a tapar la vasta superficie de tortura.
-Cuénteme, Neshmet. Acerca de su primera cicatriz- pronunció la serpiente, ahora en un tono compuesto pero severo, conforme se giraba para tomar las manos de Zaniah con su mano desocupada, por la cuerda que las ataba a la muñeca. Con un pie se impulsó en el banco donde se había sentado con anterioridad, y llevó la cuerda por un anillo clavado en el techo de la habitación, obligando a la mujer el ponerse de pie, dejando sus brazos alzados completamente de manera vertical apuntando al cielo. Tiró de la cuerda lo suficiente, como para obligarla a ponerse de pie sobre las puntas de sus dedos, y finalmente amarrar la soga en posición. Al bajar del banco, pateó la silla en la que estaba sentada la criatura de la luz, apartándola del radio en donde se encontraba casi suspendida la mujer. Acto seguido, separó las piernas de la mujer, con partes de la soga atando cada pie a un anillo distinto colocado en el suelo de aquel encierro.
Estaba en una pose expuesta, humillante. Ulgriff, sin embargo, enfocaba su vista exclusivamente en la vista ajena, como si le restara importancia a la desnudez y piel en exhibición de la contraria. Fue entonces cuando decidió caminar en círculo una única vez, alrededor de ella, deteniéndose brevemente a sus espaldas para sacarse el guante que cubría su mano izquierda. Llevó la palma desnuda sobre la espalda de la mujer, tocando las pecas de la misma. Su toque no era lascivo ni vulgar, si no técnico. A primera instancia se podía pensar que había morbo en dicha invasión, pero el sentimiento quedó descartado conforme los dedos presionaban a lo largo de ciertas costillas y huesos, como si estuvieran exhumando los puntos más vulnerables.
El áve reanudó su caminata, aún con la mano izquierda sobre la piel de la arconte, y en la mano derecha cargando el martillo y agujas entre sus dedos. Su mano desnuda esta vez viajó al tórax de la pelirroja, justo en medio de los pechos, tanto unos toques con las yemas, partiendo camino hacia abajo del pecho, y perdiéndose en las curvas de las costillas inferiores más prominentes.
-¿Cara o cruz?- interrumpió, apartando finalmente su mano de la piel ajena teñida en un cielo de manchas, levantando su mano derecha y mostrando con paciencia cada lado de aquel instrumento que sostenía en la misma.
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