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Post by Sven Velfast on Dec 17, 2017 20:35:02 GMT
―Y el reflejo de Hel habla como si tuviese la victoria entre sus dedos― masculló el hombre, aún con aquella sensación de óxido y frío en sus labios que fueron otorgados por los ajenos. Aunque la rigidez y mortandad de su cuerpo le hubiese abandonado bajo la dirección de aquel ángel caído de gloria, muy a pesar de que lo que deseaba no se hubiese perpetrado, la sonrisa se mantuvo ahí, ahora teñida en morbo y escupiendo versos crípticos que invitaban a la reflexión. ―Hel, dulce Hel... ya conozco tus juegos, tus actos― aún sobre el frío piso de piedra, con su cabeza encorvada hacia atrás y el peso de la mujer sobre su cuerpo, presionando lo suficiente para acortarle el aliento. ―Pero mis preguntas no van dirigidas a la vileza que reside entre dichas plumas divinas, oh no...― continuó, sin levantar la mirada para conectarla con la de la alada.
―Pero ya me dio la respuesta sin dar palabra alguna.― escupió con seriedad, mientras su mano danzaba en las líneas rojizas y carnosas que adornaban el rostro ajeno, acariciando suavemente como si se tratase de lo más delicado, tal cual pétalos de una rosa plagada de espinas ―No está preparada para partir con sus miedos― su mano se abrió repentinamente y tomó el rostro de la mujer en totalidad, con rudeza y hastío ―Quizás sea un acto cobarde, pero acaso no es una dulce alternativa?― levantó la cabeza de vuelta y la acercó a la ajena, siendo separada únicamente por la palma que se interponía ―La magia perversa con la que quiere apagar la llama de mi vida, inspiradas por el sulfuro de lo que no deseaba escuchar. Escapar de una verdad, para ocultar otra― musitó, enseñando los caninos en una torcida sonrisa, conforme dejaba que su mano resbalara de aquel rostro, y se escondiera en la nuca de la mujer ―Yo vivo con mi peso, con mi miseria, con mi tortura. Lo acepto, lo abrazo, lo consumo― dijo ácidamente, conforme la mano en aquella nuca se tensaba y atrapaba un puñado de cabello en sus alargados dedos, conforme levantaba el torso poco a poco hasta sentarse ―¿Y usted como vive? ¿Acepta sus tormentos, lucha contra ellos... o se esconde de los mismos?― tiró del cabello de la mujer, para forzar su cabeza hacia atrás conforme el cuerpo femenino se posaba en su regazo, con la otra mano forzándolo en contacto con el suyo.
―Yo solo veo una pequeña paloma con alas rotas, revoloteando por el cielo suprimido por las cadenas de sus pies, diciéndose a sí misma que es libre― Sven pasó la lengua por sus propios labios, y los acercó al oído de la contraria ―"Libre, libre..." tan libre como un prisionero enjaulado en barrotes de oro, dictaminados por el peso de la impotencia, la ignorancia, el temor.― había una pasión que nacía del sopor de las sensaciones fuertes, viles, embriagantes, danzando paralelamente con esas de asco y sosiego. Una tormenta, donde la debilidad y la locura compartían el mismo aliento y se enlazaban en el mismo abrazo, conforme ambos cuerpos se ataban por el cinismo y poderío que deseaban fervientemente instalar sobre el otro.
―Zaniah... zaniah― repitió como un oscuro eco al oído de la contraria, descendiendo lentamente con sus labios apenas rozando tentadoramente la línea de su quijada, lo esbelto de su cuello marcado, y la finura de la clavícula adornada en pecas ―Si no me ofrece el fin a la comedia de Hel, ni mucho menos está preparada para liberarse...― clavó un beso en la comisura que se formaba entre el hueso y el hombro, conforme apretaba por última vez la cabellera ajena en su puño ―Tome sus cosas y desaparezca de este cuarto. Somos dos depredadores encerrados en la misma celda, buscando desollar al otro vivo.― dejó escabar las hebras de entre sus dedos, retirando sus manos del cuerpo ajeno ―Indistintos, intransigentes. Vacíos.― denotó con un peso que también le quemaba la lengua.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 17, 2017 22:15:38 GMT
Un pútrido silencio se enmarcó en los labios de la arconte, mientras miraba desde arriba al hombre en su deteriorado lecho de muerte, escuchó sus palabras, el nombre nuevo que entraba en ella como un gélido viento, al igual que el mundo de los caídos que se refería el fénix, con el lado podrido de su alma y el lado hermoso que mostraba al mundo.
Tuvo el impulso de abalanzarse hacia atrás cuando los dedos se enmarcaron a su rostro, estrujándolo, tomó con fuerza el brazo del hombre, mientras que, con la otra mano, aquella que aún se postraba en su pecho, encajaba sus uñas en los pequeños surcos que había dejado la herida del cuchillo, una abertura entre dedo y dedo del fénix dejaba ver la pupila azulada observando fijamente al mayordomo. Cuando la mano decayó a su cuerpo, la mujer aguantó la respiración, mirando con la misma intensidad al mayordomo, su pecho se apretujaba contra ella, carcomiendo su piel, su corazón y su alma, su mandíbula se ciñó cuando sintió aquella punzada de dolor cuando los dedos se enredaron en su cabello y la obligaron a mirar hacia arriba, dejando el cuello expuesto, tembloroso y mortal.
Sus manos seguían tanteando el pecho de Sven, con el deseo de atravesar su corazón, mientras los ojos húmedos de la mujer miraban hacia el techo que se perdía en las penumbras conforme el brillo de las marcas poco a poco se iba apagando. La cercana voz del hombre contra su oído resonó fuerte y claro en su cabeza como un martillazo, mientras la mujer miraba con los ojos muy abiertos hacia ninguna parte, bajó sus manos de su pecho, dejando un camino carmesí hasta que las manos ya apagadas se recargaron en los muslos del fénix, fue como si le hubiesen quitado el alma y la hubieran apretujado entre dos garras sin retorno. Se llevó sus propias manos al rostro, sintiendo una piel diferente, como si no le perteneciera, y como si su cuerpo ya no pudiera resistirlo más, las alas desaparecieron, volviendo a formar dos orejas comunes y corrientes, pues estaba demasiado débil para mantener el par de orejas emplumadas, volvió a bajar las manos, dejándolas caer como un muñeco sin hilos, y después de mirar por tanto tiempo a la nada, su mirada bicolor se fijó en los ojos del hombre, los cuales brillaban como dos zafiros en la oscuridad.
―Si es tan cierto lo que me dice… ―La voz de la mujer volvía a ser apagada, mientras las ojeras y la palidez de su cuerpo se hicieron presentes, respiró un poco antes de seguir hablando ―Si cargas tu dolor, tu martirio, tu pasado, lo aceptas, lo abrazas… ¿Qué tan insoportable debe ser para que prefieras caer a manos de la muerte que seguir viviendo con ello? ―La mujer levantó poco a poco sus manos temblorosas, y acomodándolas a cada lado del rostro del fénix, acarició con suma delicadeza con el pulgar la piel aún endurecida por el hechizo, pero viva.
Zaniah se acercó, juntando la frente con el hombre, perdiéndose en sus propios pensamientos como un alma que había regresado del inframundo ―Quizás no esté preparada para liberarme, quizás las cadenas que atan mi cuerpo aún estén atadas al pasado, pero cada vez están más y más livianas… ―Zaniah apretujó los dedos contra la piel ajena ―No necesito la muerte para ser libre. ―La mujer bajó el rostro hasta posarse a escasos centímetros de los labios cálidos. ―Lo que yo veo es un ave, mirando tan solo entre los barrotes, llenos de picotazos, mordidas, arañazos y golpes, como un intento de escapar… ―Levantó el rostro, mirando a los ojos al arcano ―…pero ambos sabemos que eso no ha funcionado, y así, con la cabeza aplastada por el dolor, suplicando entre murmullos de su propia alma que alguien venga y termine con el suplicio de simplemente seguir viviendo.
La mujer recargó la frente en el hombro ajeno, dejando caer las manos al suelo, a cada lado del cuerpo hasta que se golpearon contra la fría roca, y cerrando los ojos, su cuerpo se sintió más pesado contra el de Sven, la magia oscura tenía consecuencias, energía gastada por el odio desaparecía como un pesado malestar en el cuerpo que consumía toda la vida por unos momentos. Zaniah cerró los ojos, sintiendo la cálida piel contra la suya, muy a pesar de que no podía hundirse en el exquisito sueño de la inconciencia, se quedó allí, siendo incapaz de cargar con su propia alma mancillada.
―Si no tengo razón entonces solo vuélvame a atar y continúe con su trabajo ―Siseó la mujer susurrando, manteniendo los ojos cerrados dentro de su propia oscuridad.
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Post by Sven Velfast on Dec 21, 2017 4:29:32 GMT
Desvanecida, débil y expuesta, era el semblante que cargaba la arcana que ahora desfallecía por el cansancio excesivo a raíz de la magia prohibida. Aquello que había pronunciado profundizaba en un razonamiento que apuñalaba certezas y verdades en la historia del ave. Conforme la mujercilla yacía ahí, rendida sobre su hombro y con un lenguaje corporal pesado y exhausto, la acidez que estaba atrapada en la boca del estómago del hombre parecía agitarse conforme pensamientos oscuros cruzaban aquí y allá, siendo suprimidos por la escena tan delicada que se desenvolvía en su regazo.
Aquella arcana, vestida en plumas blancas mas con pies sucios, quién había atentado contra su vida como una burla a sus deseos, la cual se atrevió a inspeccionar en rincones de su alma, y lo vistió con marcas eternas en su carne, se encontraba ahí; pendiendo del abrazo de morfeo, completamente vulnerable, entregándose a que él acabara con su faena. Pero no podía, no por empatía o ética, si no por que en el voluble estado en que se encontraba era peligroso perder los estribos. Justo en aquella cercanía, donde la piel desnuda se tocaba y la serie de emociones adrenalínicas que acababan de sufrir continuaban dando ecos en sus fibras, provocaban que las manos de Sven se tensaran con ideas y deseos oscuros.
Las palabras de la arconte caída de gloria lo habían acorralado de cierta forma, por lo que los lugares más recónditos de sus impulsos se plagaban con ansias retorcidas. ¿Qué tal si en ese momento simplemente combustionaba en llamas? con sus manos plácidamente atrapándole en su mortal abrazo y en aquel estado no habría escapatoria. O simplemente, el llevar sus manos a aquel esbelto cuello, y presionar, presionar hasta que la vida escapara de sus labios. No podía saber del todo si aún seguía bajo el dominio de aquel encanto mórbido, o si los efectos colaterales de hacer algo de la índole lo llevarían a sufrir un final similar. Pero eso poco le importaba.
Llevó una mano al dorso de la cabeza de rojiza y apretó. Suprimió con espectacular auto control los anhelos de cordura rota que amenazan en exponer, y divagó en las palabras que aún danzaban en el aire y su subconsciente "¿Qué tan insoportable debe ser para que prefieras caer a manos de la muerte que seguir viviendo con ello?" respiró hondo, conforme la otra mano bajaba a los muslos de la mujer y se daba la faena de levantarlos sobre su brazo, con el propósito de apartarla del suelo mientras se ponía en pie.
Sosteniendo la cabeza de la mujer contra el hueco que se formada entre su cuello y hombro, y con su otro brazo sosteniéndola en un ovillo contra su cuerpo, murmuró ―Cuando el dolor y el martirio son constantes, y la vida revela las peores cartas que tiene que ofrecer, en un delirante teatro de desgracias y desfortuna, el corazón se entumece y el alma se corroe― aquello lo mencionó como un pensaje en voz alta, más que una dedicatoria o comentario dirigido hacia la otra ―La aceptación brinda sanidad, y la espera un tétrico alivio― dijo en un tono más ligero, dando pasos precisos en dirección a la única salida de aquel recinto.
Con cuidado abrió el seguro de la puerta y dio un paso afuera, poco importándole aquello que dejaba atrás. Ni siquiera volteó a cerrar, si no que continuó firme su paso, entre aquellas celdas cuyos inquilinos mantenían un silencio absoluto, algunos escondiéndose al fondo de sus celdas y otros observando tímidamente al hombre que cargaba una mujer entre sus brazos. Sven permaneció en un silencio absoluto, tomando rutas que evitarían el contacto indeseado con otros sirvientes, hasta finalmente llegar al umbral de la habitación de la alada. Con delicadeza, abrió aquella puerta que dejaría salir un rechine molesto, pero no lo suficiente para llamar la atención ajena. Al ubicar la cama de la joven, se acercó y se dedicó a colocarle sobre la misma. Le dedicó unos segundos, observando todo aquello que había perpetrado sobre su piel. Llevó una mano al rostro de la pelirroja, apartando hebras que opacaban aquel rostro desgastado y ojérico.
―Rompa sus cadenas antes de que la consuman― comentó con sinceridad.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 21, 2017 5:22:31 GMT
No le temía a la muerte.
Aquella solo era una historia que paseaba entre boca y boca entre los arcanos y muchos humanos, susurrando palabras de un futuro incierto, diciendo leyendas sobre algo de lo que jamás se había visto, inventando un camino que se hacía oscuro por cada paso que daba la humanidad, el temor a la muerte era mucho más terrorífico que la muerte misma, e incluso la espera a ella era más dolorosa. Por eso no le temía. Ya la había esperado, ya había podido rascar el principio del camino y luego regresar entre gritos de desesperación, después de que la mano gélida acariciaba un alma podrida, ya nadie podía volverla a tocar.
Por eso, se quedó contra él, sintiendo en su cuerpo amenazante los deseos que serpenteaban entre las penumbras del pensamiento del arcano. Sintió la mano apretar su cabeza, pero no hizo movimiento alguno, tan solo observó con ojos entrecerrados la nada. Estaba tan cansada si quiera para imaginarse qué es lo que haría con ella. Escuchó con tanta atención las palabras del ave sin decir una sola palabra, que ni siquiera notó cuando estuvo en sus brazos hasta que el rechinido del metal se escurrió por sus orejas, Zaniah miró un poco por el rabillo del ojo las criaturas que los rodeaban, le sorprendía que muy a pesar del proceso de desgastación del alma de las criaturas, mantuvieran un semblante tranquilo y sumiso, ¿Sería por la imponencia del ave? ¿O sus impulsos salvajes que ahora los controlaban no olían más que dos almas oscuras, que eran parte del tétrico escenario que los abrazaba?
Las luces del castillo nunca habían sido tan fuertes para sus ojos, la arconte se sumió en la profunda oscuridad mientras fruncía el ceño, escondiendo de a poco su rostro tras los cabellos negros que de vez en cuando acariciaban sus mejillas debido al mismo movimiento del caminar del mayordomo, cuando entraron a su habitación, la esencia que la arconte había hecho en ese espacio se hizo sumamente familiar y a la vez lejana en la nariz de la mujer, el olor a libros viejos, a los perfumes que la mujer utilizaba a menudo, y a los miles de artefactos que había acomodado alrededor, como materiales como cinturones, botas, botellas de líquidos de diferentes colores, capas, una alfombra envuelta con cuidado y uno que otra reliquia de distintos metales que contrastaban con el lugar, dando a entender que no pertenecían allí. El suave tacto del colchón contra su mancillado cuerpo sumergió a la mujer en un suspiro de alivio, el cual atoró de nuevo en su garganta, dejando ver total neutralidad frente a los ojos de Ulgriff.
Abrió los ojos cuando las luces tranquilas que adornaban su habitación calmaron su vista. Afuera, las nubes aún cubrían el cielo, pero la lluvia ya había bajado a una llovizna. Zaniah sonrió mientras soltaba una risa que pareció más una tos ronca.
―Si tuviera una pluma de fénix cada vez que he escuchado esas palabras con diferentes tonalidades, tuviera unas cinco ―Zaniah estiró una mano hacia una pluma de pavoreal que descansaba en su cama.
“Solo podré ser capaz de romper las cadenas cuando la fuerza que posea rebase los miedos” Pensó para sí misma, mirando la pluma de colores azulados con verdes y rojos, arrancó una de las pequeñísimas partes de la pluma que acompañaban el manto de colores, la puso entre sus dedos de la mano izquierda. Miró a Sven fijamente, pero ahora sus ojos ya no demostraban oscuridad más que la de su cuerpo normal, incluso chispeando ligeramente con ese fuego que jamás se apagaba en el pecho de la arconte, la mujer chasqueó los dedos, lanzando el pedacito de pluma, el cual se estrelló contra el rostro de Sven, justo en la mejilla, donde la piedra aún podía ser presente, se acomodó sobre la cama, frotando el dedo índice contra el pulgar un par de veces, y pronto el fénix sintió un pellizco en su mejilla, así cuando un mosquito te llegaba a picar, Zaniah sonrió al ver el semblante del fénix, mientras la piedra poco a poco desaparecía de la mejilla, mas no de una parte de la oreja.
―Se quitará dentro de dos días ―Dijo la mujer mientras dejaba la pluma en su lugar, acurrucándose un poco en la cama, sintiendo electrizantes pulsaciones en su cuerpo debido a las quemaduras y algunas agrietaduras en sus pies debido al toque del frío con la carne deshecha.
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Post by Sven Velfast on Dec 22, 2017 3:19:58 GMT
―Entonces, ha de ser demasiado tarde― fue la respuesta del hombre ante el primer comentario. Poco a poco las emociones y sed de violencia dentro suyo mermaban, llevándolo a un estado de entumecimiento psicológico. Intentaba no debatir ni incursionar demasiado en lo que había sucedido, aunque aquello martillara en su subconsciente de manera constante. Fue sacudido al presente al sentir ese punzón en su mejilla, provocado por la acción de la arcana. Inmediatamente se llevó la mano al rostro, tanteando como aquel hechizo le regresaba la suavidad de la piel, o al menos en su mayoría. Sólo tendría que esperar dos días y quedar con las secuelas del encuentro adornando su carne por el resto de sus días.
Observó de vuelta a Zaniah, esta vez acercándose a tomar las sábanas de la misma y cubrirla en totalidad- como si la desnudez que había pasado por alto hasta el momento ahora le molestara. Con aquel acto se alejó de la cama, dando un vistazo a las cercanías y encontrando muchas cosas que capturaban su ojo. Quizás no había podido conocer a detalle aventuras de aquella mujer, pero aquel entorno proporcionaba suficientes indicativos para alimentar la curiosidad que lo carcomía anteriormente.
Habían libros y notas desperdigadas, lo que parecía estratégicamente, por doquier. Se acercó a un escritorio amplio y se sentó en la modesta silla cerca de este, llevando sus manos a tomar el primer papel sobre la mesa. Habían una cantidad de notas en el mismo, identificando descripciones sobre objetos mágicos entre otras cosas. Pudo también reconocer algunos de los libros sobre el escritorio, ya que pertenecían a la librería del Lord. Ojeó a través de los papeles, despertando de su pesado letargo emotivo hacia un estado de interés, conforme lograba capturar símbolos y nombres relevantes en aquellos escritos.
Era algo obvio, que siendo aprendiz de Velfast le dedicara tiempo a sus estudios, pero paradójicamente gastaba mucho de su tiempo de aventura en aventura. Se llenaba de experiencias y conocimiento, sin duda, convirtiéndola así en un foco de interés particular. ―¿Por qué aprendería algo de dicha naturaleza?― musitó con cierto cansancio en su tono, refiriéndose al tema de la magia prohibida. Conforme danzaba su mirada a través de la información que cargaba entre sus manos, sintió el ardor en su pecho a raíz de la herida previamente causada, junto a una frialdad y molestia producto de su oreja calcificada. Aún así, no fue suficiente para partir su atención.
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Zaniah Neshmet
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 27, 2017 5:22:26 GMT
El cuarto, los objetos, la magia que se sentía en el aire alrededor podían hablarle y susurrarle muchas más cosas de lo que Zaniah estaría dispuesta a contar esa noche. Hablar sobre las aventuras, sobre las cosas y de los infortunios de los viajes no le molestaba en absoluto, y tal vez, en otra ocasión, en otro estado… en otra… perspectiva, la arconte pudiese hablar toda la noche sobre cada cosa en la habitación, su función y cómo lo había conseguido. Pero, para desgracia de aquel furor que hervía la sangre de la mujer y el fuego que brillaba en su interior, en esos momentos no tenía las fuerzas ni la apatía para concederle aquel deseo al fénix. Tan solo lo siguió con la mirada de manera tranquila, pues las cosas demasiado importantes jamás estaban a la vista.
La mujer se quedó en completo silencio por varios minutos debido a la pregunta del ave, tan solo mirando al techo de la habitación, y sintiendo la tibiedad de las sábanas contra su cuerpo frío, llevó su mano al rostro, el cual parecía al fin notar el golpe que se había metido contra la piedra al ser soltada de sus ataduras, su cuerpo de pronto bajó al umbral del dolor, aquel, el cual se metía cuando la adrenalina había pasado, eso y en conjunto con la simpatía, y la magia negra.
―La magia normal ya era aburrida ―Mintió la mujer mientras sonreía a pesar del entumecimiento que poco a poco comenzaba a sentir en la cara ―Aunque siempre voy a preferir los objetos ―Aquello fue lo único sincero que salió de su boca, mirando hacia la dirección del arcano, tosió un par de veces, tapándose la boca con la sábana, dejándola manchada de puntitos rojos mientras volvía a recostarse con lentitud.
Tomó aire, frunciendo en ceño, después de pensar por un momento.
―¿Por qué ese deseo por saber? ―Preguntó la mujer mientras se volteaba con sumo cuidado y lentitud para tomar una posición más tibia que cómoda, miró de reojo al fénix, soltando aquellas palabras más por pura curiosidad que por otra cosa, refiriéndose no solo por la magia negra, si no, de todo en general, el hecho de querer adentrarse a las preguntas para sacar las respuestas… Zaniah hundió la cabeza contra la almohada, esperando a que la plática en un ambiente más cálido aminorara el dolor del cuerpo.
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Post by Sven Velfast on Jan 6, 2018 19:02:44 GMT
Sven escuchó atento, a pesar que su vista paseaba curiosa entre todos aquellos pergaminos, libros y anotaciones que se encontraban a la vista. La pesadez en la voz ajena era evidente, pero ese característico cinismo nunca se desvestía, por más agotamiento que existiese de por medio. No obstante, el ave frunció el ceño, y tomó un libro de la mesa, colocando algunos de los pergaminos entre sus hojas. Aquel libro pertenecía a la librería de Velfast, pero estaba plagado de indicativos de ser estudiado fervientemente.
Al escuchar la pregunta consecuente el ruido en su cabeza volvió, aunque con una intensidad menor a como horas antes. Analizó la situación en silencio y tomó una decisión. Se levantó del asiento, cargando aquel libro en una de sus manos y dio unos pasos hacia un modesto ventanal que se encontraba en un extremo de la habitación.
―Quién sabe― fue todo lo que el hombre respondió, mientras recargaba su vista en el bosque que se avistaba a la distancia. El ardor de sus propias heridas comenzó a hacerse más evidente y molesto, además de que el frío que se filtraba entre las hendijas y aberturas de dicha ventana, acariciando de forma incómoda su cuerpo descubierto. Dio un último vistazo hacia la mujercilla, que se encontraba envuelta entre sábanas, luchando contra el abrazo de Morfeo. Retiró la vista rápidamente y se propagó de más molestia, idéntica a la de hacia unos momentos previos a dicho momento de paz.
Asco... asco...
Pensó a sus adentros. Era difícil de describir, ya que era atado por la curiosidad y el hambre de conocer más, de empaparse de lo desconocido. Pero ese sentimiento arraigado de desprecio, asco e incomodidad nacían al momento de pensar, o siquiera mirarle. Pasó su mano libre sobre sus labios de manera fugaz, inquisitivo sobre sus propias sensaciones.
Finalmente se alejó de la ventana, anunciando su partida ―Adiós, Neshmet.― fue todo lo que se atrevió a decir. No deseaba volver a verla ni mucho menos, extenderle sentimientos falsos, por lo que aquella frase era la más apropiada para retirarse. Abandonó con pasos pesados la habitación, golpeando la puerta detrás suyo.
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Zaniah Neshmet
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Post by Zaniah Neshmet on Jan 6, 2018 22:33:14 GMT
Los cortos comentarios de Sven eran como un silbido entre los atronadores dolores de su cuerpo que sucumbían su mente y piel. Zaniah tan solo se limitó a asentir todo lo que el hombre decía sin escuchar atentamente, sus ojos miraban hacia un punto en específico sin ser consciente de lo que veía, todo se volvía lentamente en penumbras.
No recordó la última vez que se había sentido tan cansada.
Tan cansada que no se dio cuenta de que el hombre se llevaba algo entre sus manos de sus pertenencias. Observó al ave de reojo alejarse de su habitación.
―Hasta luego ―Contestó en un dejo de voz. Cuando el cuarto se escondió entre el silencio de las paredes y el simple silbido del aire intentando entrar por la ventana, después de largos minutos de que el hombre cerrara la puerta tras de sí, Zaniah se removió en la cama. Recargó la mejilla en la almohada, sacando la mano hecha puño de entre las sábanas, al acomodarla en frente de ella con sumo cuidado, la abrió hasta dejar ver un mechón de cabello de color negro opaco.
―Decir adiós significa que pasará un largo tiempo antes de que nos veamos de nuevo ―Susurró Zaniah mientras observaba el hilo de cabello que anteriormente poseía el fénix, como si pudiera susurrarle a él mismo lo que pensaba. ―Pero ambos sabemos que eso no va a suceder ―Zaniah se levantó un poco de la cama frunciendo el ceño apretando la mandíbula, por cada movimiento que hacía, sentía que absolutamente todos sus huesos tronaban entre sí, incluyendo los astillados de sus dedos, estiró su brazo tembloroso hasta el buró al lado de la cama, de donde sacó una cajita de color negro, al abrirla, una brújula se movía de un lado a otro buscando el norte. La mujer acomodó el mechón de cabello dentro, y cerrándolo con un sonido hueco que hizo eco en toda la habitación, volvió a meter la cajita al buró.
Se acostó en la cama, cubriéndose totalmente con la cálida sábana, sintiendo la pesadez y el roce de la tela contra la piel herida, observando los símbolos brillando en sus manos, y solo cuando el cansancio pudo con ella, los tatuajes se apagaron también.
Afuera, la lluvia había cesado, pero las calles oscuras aún sentían el recelo de la tormenta.
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