Zaniah Neshmet
Los Invictos
Vive como si tu libertad dependiera de ello
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Post by Zaniah Neshmet on Nov 13, 2017 6:46:07 GMT
Lo único que pudo soltar la arconte fue un ligero quejido, intentando ser escondido hasta lo más profundo de sus entrañas, el dolor se extendió por toda su quijada hasta que llegó al pecho, haciendo que la arconte se sumergiera en el dolor. Las lágrimas cristalizaron sus ojos, mostrándolos con un brillo muy peculiar, pero ninguna gota se resbaló por su mejilla más que las de sudor, y los hilos carmesíes que brotaban de sus labios.
―Mierda ―Pronunció la arcana, volteando la cara a otro lado para escupir la acumulación de sangre en su boca, la mancha roja desapareció entre la oscuridad, pereciendo en alguna parte del suelo. El sabor del metal seguía paseando sus mejillas y su lengua, en conjunto con el dolor agudo que se pronunciaba en sus encías.
Ciertamente el agarre le cayó por sorpresa, pero la mujer se puso de pie sin rechistar, sintiendo el calmante alivio de las sogas atadas a sus muslos siendo levemente, aunque fuesen por escasos milímetros separadas de su piel herida. Frunció el ceño cuando sus brazos se estiraron hacia arriba, sintiendo incluso algunos músculos quejarse. Miraba a Sven en completo silencio, dejando que el fénix terminara su trabajo. Bajó la mirada para observar la mesa de instrumentos de reojo.
―Nací en una institución, la cual era manejada por una corte de seres de luz, los cuales, en ese tiempo servían a los altos mandos de arcanos y algunos humanos ―Zaniah tomó aire mientras intentaba pronunciar las palabras sin que el dolor o la hinchazón le acortara las palabras, supuso que compartir un hecho que no le causaba dolor alguno más que el del vago recuerdo, no sería demasiado molesto. ―Cuando uno llegaba a cierta edad, debía escoger qué debía ser para que se te mandara a servir a ese cubículo, mis hermanos eligieron ser soldados, maestros y mosqueteros, yo, como aún no tenía la edad correspondida se me mandaba a las torres de vigilancia.
La posición era ciertamente incómoda, haciendo que, los dedos de los pies de la arconte, en conjunto con el frío, la humedad y la postura, comenzaran a tener aquel cosquilleo, señal de inicio de entumecimiento. Sin embargo, también lo miró a los ojos, intentando ocultar el desdén que sentía al tener su propio cuerpo tan sumiso ante Ulgriff. Cuando la mano cálida volvió a tocar su espalda, aquella la arqueó ligeramente, frunciendo el ceño mientras apretaba los labios. Aguanto la respiración cuando aquel se postró en frente de ella, Zaniah miró hacia otro lado, con el rostro tan pálido como los ahora apretados dedos de sus manos, ocultando la vergüenza de que su cuerpo saltara ante el contacto del mayordomo sin su consentimiento, cuando al fin se separó de ella, la arconte volvió a respirar un poco más lento.
Observó el artilugio que Sven portaba en sus manos, y pasando por alto la pregunta, continuó con el relato.
―Las torres de vigilancia eran cuidadas por dos arcanos, no había mucha separación entre una y otra, pues en cada una habitaban los más codiciados y hermosos tesoros del mundo, forjados con los mismos materiales que se recolectaban en la corte, los cuales, obviamente eran el punto principal de piratas y bandoleros ―Zaniah escupió algo de sangre mientras volvía a retomar la compostura ―Viajaban miles de kilómetros, se asesinaban los unos a los otros hasta que solo llegaba una flotilla para robar dichos tesoros… en ese tiempo, yo tenía trece años ―Zaniah bajó la mirada, intentando hacer las imágenes en su cabeza para recordar mejor.
>>Me habían mandado a las torres de vigilancia con un maestro de alto rango, cuando terminamos de hacer el sondeo para estar seguros de que todos estaban en su posición, nos quedamos en la torre toda la noche. Adentrándose la madrugada, escuchamos un estruendo proveniente de la torre de al lado, sacudió la última muralla de piedra sólida… salí por la ventana de la torre y tan solo pude observar la torre de vigilancia en llamas, las lenguas de fuego devoraban el ornamento, destruían las estatuas y algunos pedazos de piedra se caían al vacío. Piratas. Habían logrado pasar las otras dos murallas con bolas de fuego, por lo que supimos que no se trataban de simples piratas humanos, si no, que traían arcanos con ellos. Mi maestro me indicó que cuidáramos bien las reliquias hasta que llegaran los refuerzos, pero…
Zaniah frunció el ceño.
―Dos estudiantes aún seguían en la torre. Eran un par de hermanos, de mi edad, también su primera vez en las torres de vigilancia, sabía que no podía dejarlos morir a cambio de unas cuantas bolsas de oro, así que salí por la ventana, corriendo por la muralla de piedra, derribé a algunos piratas, esquivé bolas de fuego de arcanos y cuando llegué a la torre, me di cuenta de que el hermano mayor se había desmayado, mientras que el otro intentaba buscar una salida. Con mi espada ―Zaniah hizo ademán de apretar los dedos alrededor de la empuñadura, aunque solo pudo mover algunos dedos ―Desatoré la puerta de un jalón, y ayudé a los hermanos a salir, mientras dejaba que los piratas saquearan todo, algunos murieron en el incendio, otros simplemente se llevaron algunos cofres rotos con la mitad del botín.
>>Cuando los hermanos pudieron escapar, regresé a mi torre… ―Zaniah hizo una pequeña pausa ―Mi maestro estaba herido, unos arcanos lo habían atacado, logrando darle una estocada en las costillas, cargué a mi maestro, dejando que una segunda torre fuera saqueada. Al final, los refuerzos vinieron pronto, y acabaron con todos los piratas que tuvieron la valentía de no retirarse. Había logrado salvar a dos estudiantes, pero dos torres fueron saqueadas y mi maestro estaba herido de gravedad, a pesar de que sabían que no moriría, el recuerdo estaba ahí. ―Miró a Sven a los ojos ―¿Sabes que es gracioso? Que no recibí ni un solo arañazo esa madrugada.
―A la mañana siguiente, la noticia de que una subordinada había dejado saquear dos torres de vigilancia pronto se hizo presente por la corte, pues aquello era lo único que les importaba… ―En ese momento, el rostro de la arconte comenzó a oscurecerse ―Me llamaron ante el consejo de ancianos, y ahí estaba yo, en medio de ellos, escuchando entre susurros cual era el mejor castigo que se me podía imponer por ver la vida antes de la riqueza… pero, después de todo, yo solo debía vigilar. No pude contenerme por mucho tiempo y les dije a aquellos ancianos lo que pensaba, sobre la injusticia y la manera tan burda de ver a los guerreros que protegían sus traseros de oro por sobre todas las cosas… pero para ellos, nunca fuimos más que pedazos de carne con espadas que tarde o temprano se iban a pudrir.
―”No podemos pasar por alto este tipo de descaros ante nuestra corte” ―Repitió las mismas palabras del anciano. ―Apoyó la mano sobre el lado derecho de mi rostro, y bueno… tan solo queda decir que antes yo tenía dos ojos azules―El ojo dorado brilló como su hubiera sido fundido con los mismos materiales que se habían robado de la corte.
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Post by Sven Velfast on Dec 1, 2017 22:55:30 GMT
Aquello le trajo cierta satisfacción a Sven, escuchar como el relato de la mujer se desenvolvía en el silencio, ofreciendo vistazos a un pasado interesante, el cual vestía con cicatrices sobre su piel. Conforme las palabras salían de aquellos rojos y finos labios, el fénix guardó silencio, moviéndose muy lentamente para acercar el banco que utilizaba como su propio asiento, para ponerlo frente al cuerpo casi suspendido de la mujer, sentándose sobre el mismo, de manera que la cintura de la arcana quedaba en línea con la cabeza del mayordomo. Sus ojos, sin embargo, no se despegaban ni un segundo de aquellos orbes bicolor, vívidos, ardientes, que lo cautivaban por el misterio que emitían en cada resplandor. Su expresión se serenó, y asemejaba más a la de un niño abrazado por la incertidumbre de un cuento antes de tener que dormir.
Saboreó la historia, como si estuviese postrándose como un espectador desde la misma. Cada detalle se desenvolvía realista en su cabeza, pintando imágenes tras otras, imaginando las debilidades, fortalezas e infortunios de la arconte. El rostro puro, recto, llevando a cabo lo que consideraba correcto. La tragedia, la comedia, de ser reprimida por no compartir los mismos ideales de los hombres. Al finalizar el relato, Sven cerró los ojos por una fracción de segundo y bajó el rostro, abriendo sus párpados y encontrándose con los perfectos muslos de la alada, atados por aquella cuerdas que advertían encarnarse en su piel. Brevemente, como si hubiese olvidado su deber por unos momentos, colocó de lado el martillo y las agujas que sostenía en su mano aún enguantada, respectivamente a la falda del banco en que se postraba. Se sacó el guante restante, observando la desnudez de su palma, de la cual retiró las llamas azuladas. Dobló el torso a un costado, tomándo uno de los botes de agua y acercándolo a su lado. Seguidamente, llevó ambas manos al pie derecho de Neshmet, desatándolo de aquel anillo postrado en el suelo, y retirando una parte de la soga que se amarraba en su tobillo.
Retiró la cuerda lentamente, viendo como la piel se despegaba de la carne o volvía a esta, infaliblemente quemada. Hizo aquello lentamente, a modo que la víctima pudiese apreciar de forma específica, como la piel derretida y lastimada se torcía y despegaba. Sven continúo a un paso calmado, hasta llegar al muslo. Retiró la soga y amarró el restante a una de las extensiones que la cuerda tenía a nivel de la cadera de la mujer. El áve enderezó la espalda, y con tacto suave, llevó el pie de la mujer a la orilla del banco, justo en medio de las piernas del mismo, donde sus propios muslos partían para mostrar un espacio en aquel asiento. Tras colocar el pie femenino en esa área, mojó su mano derecha en el líquido que contenía el bote, y luego frotó sus dedos a lo largo de las quemaduras, primero empezando por los tobillos.
-¿Cómo se sintió, el conocer el deseo de sus superiores?- preguntó el veterano, con una mirada hambrienta que buscaba arrastrar más verdades de la lengua ajena -Conocer la realidad, que los seres vivos no compiten con el precio del oro- mencionó en un tono suave, conforme su mano continuaba subiendo a lo largo de la extremidad ajena -La avaricia pura, inequívoca. Y su dulce, dulce inocencia... era lo que merecía- se atrevió a afirmar, llevando una mirada al ojo dorado que adornaba elegantemente la cara de la arcana. Finalmente su mano abarcó el muslo de la mujer, a lo cual la mano restante se le unió, acariciando de una forma un tanto viciosa las heridas, usando sus dedos humedecidos. -Neshmet, continúe.- instó, buscando ser ofrecido con otro relato proveniente del pasado de la pelirroja.
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Zaniah Neshmet
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 2, 2017 1:22:24 GMT
Zaniah esperó pacientemente alguna reacción por parte del fénix, con una seriedad digna de una piedra y una voluntad tan fuerte como las espadas hechas con el hierro mejor entretejido del mundo. La mujer observó sus movimientos, alcanzando a estirar sus pies y mover un poco sus dedos para sentir el dulce estiramiento de estos, fue una sensación que duró escasos segundos, pero al menos era algo, observó al ave a los ojos, con los labios apretados y secos.
Conforme los pedazos de carne se unían con la cuerda, Zaniah sintió algunas punzadas de dolor, frunció el ceño, mirando fijamente a Sven, para intentar ignorar el desprendimiento de la carne, sintió como la cuerda pellizcaba y de pronto, dejaba la herida a merced del viento, lo que causaba cierto ardor en cada uno de los caminos de músculo entretejido, algunos hilillos carmesíes resbalaron por sus muslos hasta que rozaron los dedos del mayordomo. La mujer frunció el ceño cuando el tacto húmedo rozó sus heridas, causando cierta exaltación en el cuerpo de la mujer, Zaniah siseó, observando como el arcano limpiaba de una manera lenta y mórbida las cicatrices que el fuego había dejado.
―Fue, una revelación ―Continuó la mujer, perdiéndose en las manos de Ulgriff contra las heridas, atrayendo lejanos recuerdos ―La visión que necesitaba para dejar una jaula condenada por la eternidad, muy a pesar de que entrara a otra... ―Pronto, una risa ahogada se atrevió a escaparse de entre los labios de la mujer, cortando de pronto el siguiente relato. ―La inocencia fue donde todos empezamos ―Zaniah clavó sus ojos en Sven, portando una sonrisa en sus labios rojizos ―Y que poco a poco fuimos perdiendo, ¿No es así, Ulgriff? ―La mujer lo observó ―¿Qué acaso todos nacimos siendo infelices? No, claro que no, porque no sabíamos nada del mundo real, no teníamos conocimiento de lo que nos rodeaba, pero por una parte de conocimiento acompaña un poco de dolor, pérdidas, muerte, sacrificios… ¿Qué es algo que me merecía? Si, quizás, pero creo que no soy la única que se ha merecido el dolor, a través del cambio…
El rostro de la mujer mostraba un pequeño atisbo de malicia, intentando encontrar un punto débil en el cuerpo del fénix más allá del maltrato físico.
―¿Qué hay de ti, Ulgriff? Supongo que ya has recibido tu merecido.
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Post by Sven Velfast on Dec 2, 2017 6:30:11 GMT
Aquella última pregunta, acídica y feroz, provocó que Sven quisiera reír por el nervio que se requería de reprender de vuelto con un cuestionamiento de aquella índole, tomando su posición y lo delicada de la situación. De haber un rastro emocional o empático que le permitiese el lujo de sonreír, lo hubiera hecho. En su lugar, humedeció falsamente sus labios en un trazo rápido de su lengua, danzándola innecesariamente entre las llamas como una respuesta corporal ante lo que había provocado el cinismo ajeno. Bajó la mirada de nuevo a sus manos, cuyos pulgares acariciaban amenamente la piel calcinada y cruda de dicho muslo. Sus dedos se clavaron en la carne, mas no en la herida en sí; todos sus dedos apretaron con fuerza, exceptuando por el índice de la mano izquierda, el cual vacilaba encima de la herida expuesta.
-Za..niah-
Dijo en un tono un tanto mórbido, regresando la mirada a los orbes bicolor. Quizás aquellos comentarios rebeliosos, era a raíz de tocar alguna sensibilidad en la mujer. ¿Había indagado en un tema delicado? -¿Qué cree conocer,o suponer, de mí?- El índice se clavó capsioco, incrustandose en aquella área sensible, apartando las zonas resecas de piel y carne que pobremente cerraban en el inicio de un proceso letárgico de sanación. -Hay cosas, muchas cosas, que no deben ser jamás mencionadas- murmuró conforme mordía su labio inferior, y rascaba con su dedo con tal de generar fricción y abrir la herida más que antes. El resto de su palma y otra mano abarcaban la circunferencia de aquella carnosa extremidad, apretando con suma fuerza. -La curiosidad mató al gato-. Cerró el comentario encendiendo su índice y forzando su camino en llamas dentro del músculo de la arcana. Ahora había malicia en su rostro de piedra, develando una expresión que quebrantaría la frialdad tan marcada del mismo. -Pero- se detuvo, apagando la llama de su falange pero manteniendo el dedo dentro del muslo -Podemos cambiar la dinámica, si es su placer-
Hubo silencio, permitiendo paso a un rayo de la tormenta que plagaba aquella profunda noche, el alterar el escenario con el tremor de su impacto cercano. -Puede contar algo sobre su pasado, darme más trozos de su mente- empezó a mover lentamente su mano, incomodando la herida en la que su dedo se encontraba -a raíz de aplacar parte de su castigo, el cual aún esta lejos de terminar. O por el contrario, puede asumir cosas de mi persona- arqueó el la falange en forma de gancho, jalándo con fuerza como si quisiera arrastrar la carne fuera de lugar -y de dar en un punto preciso, frenaré el dolor. Pero de llegar a equivocarse... se encontrará con algo peor.- Con aquella amenza, lo más sensato era que le diera lo que deseaba, por su propio bienestar. La otra opción era peligrosa y un riesgo innecesario, por conocer información inútil que el mismo había enterrado hacía siglos atrás.
-Qué será, qué será...- mencionó con cierta picardía, en un tono distinto -¿Mi merecido? Oh... no creo que exista manera alguna de que pueda realmente recibir algo proporcional a los crímenes que he perpetrado- acotó, descansando el dedo nuevamente en una pose relajada, sin presión, pero con un semblante fúnebre.
-Su turno, Zaniah Neshmet.-
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Zaniah Neshmet
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 3, 2017 20:14:13 GMT
De pronto el ambiente se sintió mucho más pesado, oscuro y sofocante, la línea cortante de tensión entre ambos arcanos podía acariciarse con la yema de los dedos y aún así sentir aquella sensación tan hipnotizante y sumamente peligrosa, así como, cuando un rayo amenazaba de partirte en dos en su caminata del cielo a la tierra. Cuando el fénix apretó sus dedos contra su piel Zaniah lo observó fijamente, maldiciendo dentro de su ser su lengua que jamás parecía detenerse de decir comentarios a pesar de el lugar donde se encontraba, definitivamente no era una persona que aprendía de los castigos.
Cuando el dedo se adentró a los espacios de carne expuesta, la mujer volteó hacia arriba, apretando sus puños con fuerza a pesar del roce de la soga y las heridas de sus manos, moviendo con ferocidad la soga que colgaba del techo, cada vez que Sven pasaba su dedo por la herida, el cuerpo de la arcana se sumergía en un mar de sensaciones que danzaban entre el dolor y la impotencia, apretó los dientes, tan solo logrando que la herida de su boca se resintiera. Al momento de detenerse, la mujer jadeó, agachando la mirada mientras algunas gotas de sudor resbalaban por su rostro y algo de sangre se paseaba por sus labios hasta su barbilla.
―No creo o supongo nada ―Contestó con voz resquebrajada mientras dejaba que la sangre se paseara por su lengua ―Tan solo digo lo que veo. ―Terminó de decir mientras volvía a retomar la compostura de estatua.
Las cartas sobre la mesa pusieron a Zaniah en un pequeño trance. Una apuesta peligrosa, donde las espadas se volteaban a su cuello, cual sea el camino que tomara. Zaniah se sumió en un profundo silencio, escuchando con suma atención las palabras del fénix, ya estaba totalmente segura de que lo que impulsaba al mayordomo era saber, extirpar, y guardar pedazos de pensamientos, pasado y conocimientos ajenos, ¿Valía la pena intentar indagar? La arconte lo miró con los labios sellados, era una propuesta demasiado tentadora, pues algo que los unía era la debilidad de la curiosidad, de las entradas más escondidas… intentar descubrir caminos en la mente del fénix resultaba algo sumamente embriagante, más que el mismo sabor metálico de la sangre sobre su lengua o del olor húmedo del ambiente debido a la tormenta que se cernía sobre Reapergate.
No.
Paciencia.
No había mayor poder que la paciencia.
Si intentaba descubrir todo de una vez, la mente del mayordomo lo único que hará será cerrarse en frente de sus narices para jamás volver a ser abierta. Era un individuo difícil, y conociéndolo, sabía que la amenaza iba totalmente en serio, no podía arriesgarse a dar tan poco a cambió de una paga tan grande, eso lo había aprendido del Jezabel, uno de los pocos castigos de los que podía aprender. Pero…
También estaba la otra parte, desgranar cosas de su pasado que prometió jamás comentar con nadie, ni siquiera consigo misma, intentar enterrarlos, matarlos, esconderlos… y ahora el fénix le daba la opción de parar por pocos minutos el castigo a cambio de información. Era una decisión demasiado cobarde, tanto que su cuerpo no podría soportar. Podría contarle cosas sin significado, pero sabía que lo que llamaba la atención del fénix eran aquellas cicatrices que ni el más fuerte de los ungüentos había podido quitar.
Zaniah miró al fénix por unos largos minutos, sumergiéndose en los ojos azul mar de su torturador, intentando clavar un poco del oro que portaba en su ojo derecho.
Sonrió.
Y luego la sonrisa poco a poco se transformó en pequeños quejidos y gruñidos que asemejaban a una risa ahogada y rasposa.
―Cara ―Respondió al fin, observando el martillo que descansaba a los pies del banquito donde Sven estaba sentado.―Te reto a que me enseñes si lo que puedes hacer es más fuerte que lo que quieres saber.
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Post by Sven Velfast on Dec 3, 2017 21:37:39 GMT
¿Qué era eso? ¿No eligió ninguna alternativa? Astuta, en un sentido. Pero una respuesta muy, muy pobre, dada su postura en aquella situación y quién sostenía su frágil destino en ese momento. Una sorpresasin duda alguna. Sven quizás había subestimado la inteligencia de la mujer, y la complejidad de su mente expresada en acertijos y frases inesperadas. Sin embargo, el ego del fénix difuminaba la posibilidad de que estuviese siendo manipulado de alguna forma, otorgándole la noción de estar en absoluto dominio de lo que sucedía. Y como no habría de estarlo, si a su alcance estaban los artilugios y la carne que sufriría a costas de los mismos. Incoscientemente, le daba cierto sereno regresar a la dinámica inicial, donde se comformada en su área de control, pero la dulce duda, la información atrapada, los relatos de inocencia asaltada.
Y el atrevimiento de retarle. ¿Por qué desería ser subyugada, provocarlo de tan burda manera?
-Muy bien- respondió, sacando su índice con violencia de entre la carne del muslo de la arcana, y llevando sus manos ahora al pie de dicha extremidad. Montó la pierna ahora sobre su muslo, con una mano sosteniendole por el tobillo, rodeando fuertemente, mientras que la planta de su pie se postraba firme en la pierna del ave. Con la mano libre, alcanzó un trozo de madera, de unas cuantas pulgadas de largo y ancho, y lo colocó justo debajo de los dedos de la arconte. No le dirigió la vista ni una vez, al menos no antes de sostener el martillo en su mano. -Existen miles de cosas que podría hacer con su cuerpo, miles de debilidades explotables en la carne-inició, levantando la mirada para sentir ese calor emitido por la fiereza de los orbes bicolores -Pero los castigos suelen olvidarse con el paso del tiempo, conforme las heridas se cierran, y las cicatrices se ciernen.-acercó el martillo al pie femenino, primero extendiendo su pulgar para palmar las falanges de cada uno, ejerciendo un poco de presión sobre las articulaciones -Por supuesto, se convierten en historias, pero no es suficiente.- advirtió, deteniéndose y ahora volteando el martillo por la cara plana. -Las historias pueden morir en la profundidad de una mente-
Levantó el martillo en un movimiento rápido y golpeó el más pequeño de los dedos, desmontándolo y posiblemente dentando el hueso del mismo. -El verdadero castigo yace en dejar estragos que serán recordados inclusive cuando la víctima no los convoque a su mente- tomó el dedo y lo torció en una posición anormal, sintiendo como la criatura que sostenía por el tobillo se retorcía. -Y estas heridas, son aquellas que arden cuando el frío de la noche besa la piel, Neshmet. Cuando el peso se cierne en la extremidad, y se presiona sobre huesos que nunca curan correctamente, dando una sensación electrica a lo largo de la médula- se acercó al siguiente dedo, y colocó el martillo sobre el mismo, sin golpear, simplemente dando la anticipación de lo que vendría después -¿No sería una molestia innecesaria, el caminar con una espina en el zapato todos los días, hasta el día de su muerte?- desvistió aquella frase con sumo cinismo, referenciando a la sensación de caminar en huesos astillados. -Pero no es demasiado tarde.- añadió, recordándo que siempre podría darle lo que el gustaba; trozos de su mente.
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Zaniah Neshmet
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 4, 2017 4:15:34 GMT
La mirada de la arconte siguió al ave por cada movimiento que éste hacía con los dedos, y por cada tanteo de los instrumentos, la mujer sentía como el sudor frío le pinchaba el pecho, el estómago y la cabeza con tanta fiereza que sintió como poco a poco ésta lo llamaba al pacífico camino de la inconsciencia, pero no, no era el momento, ¿Qué era una sola noche de sufrimientos, después de tantos años de noches oscuras? No eran nada. Absolutamente nada, pensó la arconte para alejar su mente del miedo que su cuerpo era incapaz de esconder. El pecho de la mujer se movía con cierto temblor, respirando de manera rápida al observar el metal lamer con los labios del dolor su piel, amenazando con desviarla por el camino más agónico que podía haber.
Zaniah lo miró en un lúgubre silencio, apretando los labios, sabiendo lo que se avecinaba, y cuando el hombre levantó el martillo, la mujer apretó los dedos alrededor de las cuerdas, respiró hondo y…
El primer golpe fue como un sueño, irreal, pero con el electrizante camino que se encaminó desde el pie hasta la punta de la garganta, y pasados algunos segundos de la conmoción, el dolor fue parte de la exaltación, la arconte bajó la mirada apretando los dientes, sintiendo como rechinaban unos con los otros, y la sangre seguía su recorrido hasta gotear por la barbilla o resbalarse por su cuello. Un pequeño gemido se atoró en su garganta, intentando no escaparse por ningún motivo, el cual, tan solo se ahogó entre jadeos y la cristalización de los ojos de la arcana. Separó sus labios, dejando que el líquido carmesí se escapara en conjunto con la saliva.
Silencio.
Un pequeño lapso de silencio acompañados de jadeos, hasta que poco a poco, la mujer abrió los ojos, brillando con más intensidad debido a la oscuridad de su rostro.
―¿Tanto lo carcome la curiosidad, Sven? ―Soltó la mujer entre jadeos entrecortados, a penas con la voz entendible, y profundamente ronca. Zaniah levantó la mirada, frunciendo el ceño, y volteando hacia un lado escupió la acumulación de los líquidos de su boca. ―Soltando amenazas como si se trataran de opciones que voy a rogarle para tomar... ¿Qué cree conocer o suponer de mí? ―La mujer bajó lentamente la mirada hasta posarse sobre los ojos del fénix, regresándole de manera violenta la pregunta que anteriormente le había hecho ―No lo sabes… ―Terminó la mujer, interrumpiendo lo que sea que el mayordomo llegara a contestar en ese momento ―Ni siquiera un poco. ―Zaniah lo miró con el rostro de piedra y los ojos tan brillantes que parecieron cerrar miles de puertas, muy a pesar de que su cuerpo temblaba con temor bajo las manos del mayordomo.
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Post by Sven Velfast on Dec 5, 2017 21:56:02 GMT
―Una pequeña, temerosa mujercilla, demasiado inocente e ingenua para la tierra de los humanos. No tengo que conocer su historia para leer entre líneas y juzgar a raíz de ello.― Aquello lo mencionaba con un tono especialmente torcido, pero sin lisonjería. Estaba molesto que se hubiera obviado tanto su propio deseo, pero no podía cambiar nada al respecto. Aún tenía la batuta en aquella interacción, o al menos de ello estaba convencido, por lo que no exteriorizó su enfado de manera evidente, y se redujo a continuar con un semblante apenas perturbado. Teniendo de su lado la acidez de sus palabras, la eficiencia de su lógica y la carne ajena a su disposición, podía darse el lujo de regatear más al respecto. Sin darse cuenta, su propia sed había tomado control de su juicio y el propósito preliminar, el de castigar a la mujer por sus actos irreverentes, se empezaba a difuminar en sus propios caprichos. ―Sus ojos tienen un brillo muy particular, aquellos que besan la libertad y la atesoran sobre todas las cosas. Y eso deja mucho que pensar al respecto― el hombre pausó, cínicamente acariciando el dedo intacto de la mujer con la cara del martillo ―Nadie valora su libertad hasta que la ha perdido. Su blanca tez viste las marcas de tortura, además que sus historias cuentan sobre travesías y experiencias, más allá de castigos a raíz de ingenuidades― añadió.
―Usted revela más sobre su persona de lo que le gustaría admitir― acusó, dedicando una mirada afilada mientras sujetaba firme el pie de la mujer ―Pero algo recientemente cambió, ¿no?― indagó, levantando la barbilla en dirección al dorso de las palmas de la mujer, que aún estaban cubiertas pobremente, ocultando quizás algún secreto. El mayordomo se fiaba de su inteligencia para deducir, aunque mayormente sus palabras danzaban en asunciones y suposiciones en costas de pequeñas cosas que la otra había mencionado en algún momento entre sus encuentros. ―¿En qué momento se percató que sus esperanzas y su fe en los demás era una triste comedia?― Se detuvo de acariciar con el lado plano del martillo, y lo volteó rápidamente, delatando la contracara del artilugio, la cual era una especie de pico aplanado, cuyo filo colocaría en la primera falange del aquel dedo, presionando suavemente sobre la articulación ―¿Cuándo se dio cuenta de que por creer que los demás, esto no los hacían buenas personas?― interrogó, con un rostro inquisitivo y amenazante. ―No me interesa verle rogar, Neshmet. De sus labios rojizos, sólo me interesa escuchar información. Pero si prefiere el dolor, también admiro ello, por más innecesario que sea.―
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Zaniah Neshmet
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 5, 2017 23:22:30 GMT
La sonrisa de la mujer se borró en un instante, formando una fina línea roja entre la palidez de la piel y las manchas anaranjadas. Tragó saliva, sintiendo el calor de la sangre y el extraño sabor amargo que dejaba. Zaniah miró a otro lado con el ceño fruncido, odiaba que su cuerpo fuera el que hablara primero que ella sin su consentimiento, siempre había sido así, y lo detestaba, pues así el de en frente podía leer más de lo que sabía de sí misma. Miró con cierto desagrado el martillo, del cual tan solo podía sentir el frío del metal contra su piel, listo para otro golpe mortal.
Instintivamente, apretó los dedos alrededor de las manos, pues sintió que las marcas susurraban canciones e historias que no pensaba dejar salir, la mujer lo miró fijamente, en un silencio tan sumido que lo único que se pudo escuchar proveniente del cuerpo de la arconte fue su respiración, aquellos resoplidos tranquilos y los latidos de su corazón que podía sentir retumbando en sus orejas. Al sentir el filo del martillo, Zaniah frunció el ceño, una pequeña gota de sudor se resbaló por su mejilla.
―¿Por qué no… ―Empezó la arconte, en un tono mucho menos afilado que antes, observando el rostro del fénix ―…hacemos un trato entonces? ―Terminó de decir después de un largo corte de silencio, el cual, cuando volvió a hablar pareció romper con la tensión de la oscuridad. ―¿Qué es lo que ha ocurrido, Ulgriff? ¿Qué ha cambiado? ¿Cuando me di cuenta de que la vida tan solo cobra sentido cuando uno sigue sus propios pasos? ¿Quizás la revelación? ¿Las marcas de las manos, acaso? ―Zaniah movió las manos de un lado a otro, dejando a merced el brillo rojizo de las nuevas marcas ―Intente adivinar, dígame usted qué es lo que me ha pasado, y si da en el blanco, yo le contaré acerca de mis manos nuevas, y de la historia que hay tras ellas, pero si no… ―La mujer pensó bien sus palabras, sintiendo el asfixiante dolor del corazón golpeando su garganta ―Entonces dejará el martillo a un lado, tomará un látigo, y podrá continuar con el trabajo...
La mujer observó al arcano en un total silencio después de eso, sabía que el látigo dejarían marcas que con el tiempo se quitarían de manera más sencilla, en cambio, si seguía fracturando pedazos de sus miembros, la mujer quedaría completamente inútil y tendría que gastar demasiada energía en repararlas, eso sin contar de que no era nada fácil volver a juntar partes de un espejo roto. Aquello le causaba cierto enojo y desesperación a la vez, pero al menos las cartas dejaban de ser tan peligrosas… Tan solo esperó la respuesta del ave, mientras su pie le seguía enviando electrizantes sensaciones de dolor.
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Post by Sven Velfast on Dec 12, 2017 16:49:26 GMT
De sentir empatía a un nivel más humano, o en terminología más precisa, "un nivel más arcano", Sven hubiese respondido de forma suave al desespero de aquella mujer. No estaba rogando ni suplicando, mucho menos gritando o llorando. No obstante, la forma en que se expresaba, el sudor que emanaba de sus poros y en general, el lenguage corporal que dejaba desver, denotaban que no estaba en las mejores condiciones. Aquel argumento exaltaba la exasperación a la que la tenía sometida, o al menos en su inflado ego y sensación de control sobre el escenario y fortuna ajena le hacía concluir aquello, ciego a su codiciosa necesidad de saber más ―Un trato― repitió sin melodía, conforme liberaba el tobillo ajeno y resbalaba el martillo hacia un lado, alejándolo de aquel blanquecino pie que se posaba mancillado sobre su muslo. ―¿Y por qué debería aceptar un negocio de esa índole?― preguntó, conforme erguía su espalda y permitía a sus músculos relajarse, estableciendo contacto visual ininterrumpido con la arconte. No había ninguna razón por la que tuviese que aceptar dicha condición, similar a la que le había ofrecido anteriormente. Pero algo le daba por entendido que quizás, los secretos de aquella rojiza cabellera no se harían dislumbrar de otra forma más que aquella.
No había sonrisa en su rostro de mármol, pero sus gestos eran curiosos aparte de afilados ―Valor de entretenimiento― susurró audíblemente, enmascarando sus propios motivos ―veamos que tan profundo puedo devorar― aceptó la oferta, asegurándo su victoria de antemano, en una superflua sensación de egocentrísmo.
―Quizás antes, quizás reciente, la forma más efectiva de romper las ilusiones y abrir los ojos, yace en la mancillación de la esperanza― acotó, mientras acercaba la mano a la pierna de la mujer, mas sin atreverse a tocar directamente ―Una niña llena de sueños pisoteados, confiando en las personas equivocadas, sientiendo el gélido cuchillo de la traición en su carne suave― continuaba, danzando algo reluctante sus dedos sobre las quemaduras a lo largo de aquella pierna, aún sin entrar en contacto. ―Posiblemente una, posiblemente muchas veces de ello.― alejó la mano, colocándola de vuelta en el tobillo femenino, pero sin tomarlo prisionero ―Una soledad absoluta fue determinante, para encontrar su lugar en el mundo, su prisión propia. Aferrándose a excusas que brindan sosiego a ese tormento que pica a su sanidad.― indagó, refiriéndose de una manera general a puntos especificos ―Piensa que es libre por batir sus alas y cruzar el mundo en impulsos por encontrar respuestas, pero al final el vacío es inmenso, eruptando más y más incógnitas.― llevó el dorso de sus dedos contra la rodilla ajena, y con suavidad marcó un descenso ―Cadenas invisibles, capturada por sus propios demonios. ¿Pero qué clases de demonios? ¿Odio? ¿Impotencia? ¿Miedo?―
Sus ojos inspeccionaron los orbes bicolor, en búsqueda de alguna reacción que le diera pistas ―Y dichos demonios la llevan a tomar decisiones drásticas, cambios contrastantes, como actos desesperados para liberarse de sí misma―
De un segundo a otro, sintió la necesidad de clavar sus uñas en la carne ajena y desgarrarla. Un impulso infantil, como si aquella le hubiese ofendido a un nivel personal, a pesar de que no hubiese musitado palabra alguna o perpetrado ninguna acción. Pero no actuó en su deseo. En contraparte se quedó en silencio, mirando su propia mano, aquella que se posaba en la pierna ajena, y luego la que sostenía el martillo. Sintió un sensación acrecentarse en la base de su garganta, como si quisiese vomitar. Incidentalmente había pisado un terreno de instrospección conforme intentaba descifrar a la otra. trató de sacudir aquel sentimiento y retomó la palabra, antes de que el silencio se alargara y se hiciera notar su alteración ―¿Será látigo, o será martillo?― cuestionó, con algo de desdén en su tono, alzando la mirada de reojo para capturar la vista ajena.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
Vive como si tu libertad dependiera de ello
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 12, 2017 18:05:53 GMT
No hubo respuesta por parte de la arconte, al menos no por palabras, pues en esos momentos, su cuerpo era el que más hablaba. Decidió permanecer en silencio, esperando a que el fénix hiciera sus propias conclusiones y decidiera, sabía que lo que ella dijera no iba a ser de mayor importancia para tomar un camino en específico, su pregunta tan solo resultaba como una trampa de oso abierta, tan tranquila, pero con el peligro de que, aún un astuto zorro cayera dentro de los filosos dientes de hierro para desgarrar. ¿Quién era quién?
Zaniah lo miró fijamente, en cierta medida aliviada de que hubiera dejado el martillo a un lado, pero sabía que vendría algo peor… el excavar dentro de su ser para sacar respuestas, ¿Sería más doloroso que romper unos cuantos huesos? La arconte temía de la respuesta. Su mirada se oscureció, mientras el corazón le golpeaba las costillas, el sentimiento de acidez se arremetió contra su estómago, formando un nudo que, al mismo tiempo mordisqueó sus entrañas, la mujer lo miró a los ojos en completa frialdad, mientras sentía que los tatuajes de sus manos le quemaban más allá de las cuerdas, el dolor le recorrió por todo el cuerpo hasta el corazón.
La mujer retomó la compostura que pareció romperse por escasos segundos, mirando al fénix, aunque su rostro parecía estar deformado por los sentimientos que usurpaban su ser, muy a pesar de que se esforzaran por quedarse encerrados.
El pasado pertenece a los que viven en él…
Se repitió la mujer incesantes veces en la cabeza mientras su lengua chasqueaba contra su paladar, sintió entonces el sabor de la sangre de su propio cuerpo, la humedad de las paredes, el frío metal del martillo contra su pie, el metal… pequeñísimas partículas del material se habían quedado dentro de su piel mancillada. El frío de la celda pronto comenzó a ser más gélido cada vez, y las paredes comenzaron a acercarse, todo se hacía más pequeño… Todo estaba en oscuridad… ¿Qué era ese sentimiento? Miedo.
Pronto, todo el temor de la arconte se revolvió en su pecho, convirtiéndose en furia, el miedo solo era algo que hacía a los arcanos débiles, inservibles, transparentes, frágiles. La arconte observó el pecho del fénix. Recordó las partículas del hierro, los pedazos de carne quemada provenientes del fuego que el cuerpo ajeno poseía, aquellas que portaba el fénix en su mano, recordó las palabras del viento que se anteponía a su alrededor… El martillo que Sven portaba en su mano comenzó a enfriarse, quemando de una manera extraña la mano del fénix, no era fuego, ni hielo, si no el odio, odio puro que se transformaba en magia, la cual chasqueaba de color negro en la sangre de la arconte.
―No ―La voz de la arconte estaba cortada, sumergida en un canto interno de sensaciones punzantes, las marcas de sus manos parecieron acompañarla en su dolor, brillando con un rojo peculiar, algunas de las venas de la mujer se hicieron tan negras como la oscuridad que los rodeaba. Al ver el rostro del fénix la arconte sonrió. ―¿Has tropezado en tus propias palabras, Sven? ―La mujer pronunció una última palabra, la cual fue un susurro inaudible, y de pronto, la parte de hierro del martillo comenzó a deshacerse, quedando tan solo a pedazos de arena, sangre y huesos. Todos los elementos cayeron al suelo, dejando en la mano de Sven el palo de madera, completamente intacto.
Cuando el cuerpo de la arconte volvió a ser completamente pálido, la mujer comenzó a jadear, dejándose caer levemente, tensando de más las cuerdas, tosió, escupiendo sangre con pedazos de hierro y un poco de arena. Respiró profundo, con la mirada hacia abajo, el cabello rojizo cubrió el rostro de la mujer, mientras sus manos temblaban, el cuerpo estaba helado… tan frío que incluso se pensó que la arconte podía estar muerta, pero la respiración entrecortada seguía allí.
Zaniah levantó la mirada poco a poco, aun con algunos mechones cubriéndole el rostro, el cual estaba pálido como una hoja de papel, y los ojos profundos con ojeras negras. ―Látigo será… ―Dijo al fin, con una pequeña sonrisa en los labios y los párpados caídos.
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Post by Sven Velfast on Dec 13, 2017 17:46:08 GMT
Las fuertes sensaciones que plagaban el aire, sentimientos que quemaban más que el fuego y ardían más que el ácido, le llevaron a levantar el rostro de manera más precisa y enfocada, sin despegar la vista de la opuesta. Primero, la tensión en el cuerpo moteado con un cielo de pecas, seguido de la posesión de aquel rostro de marfíl, y finalmente, el canto tétrico que se escapaba entre dientes. Una oscuridad de ultratumba que consumía e irradiaba en los gestos y venas de la mujer, empezando por los brazos. Un brillo cegador se escapaba del dorso de sus pequeñas palmas, fulminando los vendajes que intentaban oprimir dicho esplendor. Era una escena bizarra, tenebrosa, pero sumamente hipnótica. Los ojos de la dama danzaron sobre su persona, dejando un gélido paso a lo largo de su piel, muy a pesar de que las llamas eran su abrigo. Fue entonces cuando aquella sensación helada invadió su palma, corroyendo hasta el hueso, lo sometieron a un trance. Su piel se erizó, mas no cedió a la sensación- al contrario, presionó con más fuerza el mango de dicho artilugio, y permitió que el dolor contrastante a su naturaleza lo absorbiera en una sensación estimulante, donde el inmencionable peligro que exudaba del aura de la mujer lo abrazara si de un dulce y fatídico augurio se tratase.
La arconte, cuyas alas alguna vez se abrieron en regocijo divino, en el aire puro de ideales y ambiciones, ahora se consumían entre sombras. Oscuridad suprema, donde el retorno era dudoso. El sabor que dejaba aquellos estímulos vigorizantes, la terrorífica amenaza, el palpable odio,lo sagaz e incitante de lo prohibido, confabulaban para disparar el ruido dentro de la mente del mayordomo, alterándolo en más de una forma. Y en dicho evento, vino la frase despiadada y cortante, recordándole notas de un pasado enterrado. Asco, asco absoluto. Su agarre sobre el mango tembló entre más fuerza aplicaba, delatando un malestar interno pronunciado. Mas al momento de querer arremetar contra la insolencia ajena, el metal que formaba el extremo del martillo se disolvió. Sven abrió la boca, respirando hondo, como si el aire no fuese suficiente para mitigar las sensaciones que quería salirse de su piel. Dirigió su vista nuevamente hacia Zaniah, la cual ahora se había desvanecido producto del estrés de aquella posesión maligna. Sus palabras fueron tan débiles como sus energías, pero en dicho momento sólo conformaron bulla en oídos sordos. El veterano dejó caer la empuñadura del previo artículo de tortura y sacudió el pie de la dama fuera de su muslo. Metió la mano con evidente rapidez y violencia debajo del manto negro que cubrían los demás artilugios y sacó un cuchillo brillante y afilado. La lona que cubría aquella superficie inevitablemente cayó debido a los movimientos bruscos y dejó ver una vasta cantidad de utensilios grotescos- desde cosas simples como cinceles y dagas, hasta artefactos complicados que asemejaban mascaras de tortura y hasta de cirugía.
El fénix se levantó de su sitio y se encendió en un azul aún más brillante que antes, ahora completamente cubierto, a diferencia de antes que adecuaba zonas para tocar sin quemar a la contraria. ―La mujer dice látigo... látigo― repitió la serpiente, escupiendo las palabras entre sientes apretados. ―¿Pero por qué habría látigo, si la victoria fue mía?―. Al momento de conectar sus miradas, orbes completamente teñidos en un blanco azuloide, fue cuando el brazo del ave se tensó y ejecutó el primer ataque.
Una cortada justa, precisa, profunda.
Inmediatamente a ello, las llamas se apagaron y el cuerpo de la mujer se tumbó. Aquella puñalada había asestado contra las cuerdas que sujetaban a la mujer por los brazos, desde el anillo colocado en el techo de la celda. Todo era oscuridad ahora que el mayordomo había regresado a su estado sellado. Sin poder observar nada, ambos eran presas del tacto y el oído, mas el silencio era sepulcral- el ambiente, los otros desafortunados en las mazmorras, todo ruido había cesado. La arcana, cuyo cuerpo reposaba en el suelo tras la caída, sintió palmas cálidas aprisonar los costados de su rostro, seguido de una sensación de proximidad y aire rebosando en la cara ―Largo de aquí― murmuró Ulgriff, en un tono de completa hostilidad y desprecio, liberando la cabeza pelirroja de sus garras.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 13, 2017 23:06:44 GMT
No levantó la mirada hasta que sintió la tibiedad proveniente del fuego que el arcano emanaba, el cual golpeó su rostro de manera tan abrupta que la hizo despertar, cuando su mirada se levantó lo suficientemente para observar el arma, los ojos de la arconte se abrieron de par en par, dejando entre ver el terror en su rostro por unos segundos. Cuando arremetió contra ella, Zaniah cerró los ojos, esperando aquella estocada final.
Nadie podía escapar de la muerte. Ni siquiera un ser de la luz.
Todo pasó tan rápido, que, cuando la mujer abrió los ojos su mejilla se encontraba contra la fría superficie de piedra, su cabeza retumbó contra sus oídos como si intentaran gritar para saciar el dolor de las entrañas, todo le dio vueltas, e incluso hubiese asegurado que se había quedado ciega si no fuera por el recuerdo que todo estaba en penumbras. La mujer jadeó entre gimoteos de dolor, los cuales ya no estaban dispuestos a esperar mucho más para salir.
El odio aún se aferraba a las paredes de su mente, le susurraban, le cantaban, le tomaban sus manos y las quemaba, era un fuego que nunca había sentido dentro de su ser… ¿Cómo se le llamaba? Era tan… delicioso…
Cuando sintió las manos del fénix en sus mejillas, todo lo que pudo ver el fénix era un rastro muy lejano de lo que alguna vez fue la arconte, las ojeras negras que opacaban sus ojos bicolor, su rostro enrojecido, y los dientes apretados del cual brotaban cantidades de sangre roja y negra que alcanzaban a gotear por sus labios. Las palabras fueron aún más cortantes que si hubiera atestado contra ella y más dolorosas que las quemaduras de su piel.
Humillación.
Se vio así misma por un momento, arrastrándose lentamente bajo los pies del mayordomo hasta encontrar su vestido, ponérselo con lentitud, y con una fragilidad absoluta, salir de las mazmorras con las piernas temblorosas, la mirada perdida y las quemaduras sobre su rostro, subir las escaleras, esperar a que todos los sirvientes la observaran como un perro con la cola entre las patas, entrar a la habitación y llorar… llorar y agradecer porque el mayordomo había decidido terminar con el castigo mas pronto de lo que esperaba.
Tan solo una vez se había humillado tanto en su vida. Una sola vez. Y aquello había sido suficiente. Ya no más. Nunca más.
Antes de que el mayordomo se alejara completamente de ella, la mujer levantó una de sus manos, aprovechando que las cuerdas se habían soltado debido al corte y a la caída. Los dedos se entrelazaron contra la muñeca del mayordomo, apretando poco a poco.
―La soledad está en los caídos, el sol, el mar, la luna, el viento son parte de un solo ser… la sangre arde contra los huesos rotos, los murmullos de la noche golpean la lengua del que sabe el nombre verdadero ―Zaniah se quedó un momento con la mirada baja, con los dedos entrelazados contra el hombre. De pronto, tres pares de alas salieron de su cabeza, formando un tipo de arco con las plumas, las manos de la mujer estaban heladas, mientras las marcas ya pobremente descubiertas brillaban de un color rojo intenso, dejando entrever las figuras de ambos. Cuando la mujer levantó el rostro por segunda vez, los ojos habían perdido brillo alguno, y donde portaba el amarillo había desaparecido por completo, las manos de la arconte se tiñeron de un color negro como si las hubiera metido en hollín, al igual que los pies.
Se necesitaban dos elementos para hacer un vínculo. Ya tenía la piedra, solo faltaba la sangre.
―Nunca voy a arrastrarme a los pies de escorias como tú ―Masculló con voz cortada y de pronto, como si la parte humana hubiese desaparecido, la mujer se arrojó directo al fénix. Ambos rodaron por el suelo, y antes de que se encendiera, Zaniah clavó los dientes en la piel ajena, justo en el hélix de la oreja. Apretó con suma fuerza, tanto como su mandíbula se lo permitiera, a pesar de los movimientos bruscos, la tensión de la cuerda del tobillo y el aro de hierro en el suelo y los golpes, no lo soltó. Pronto un poco de sangre del fénix salió de entre sus dientes, siguió aferrándose con rabia contra la piel ajena.
Acomodó su mano sobre el pecho desnudo de Ulgriff.
Convierte su corazón en piedra. Con un movimiento de su cabeza, arrancó el pedazo de carne de la oreja mientras la sangre brotaba por la boca y la piel.
―Alardeas de tu frialdad, de tu dureza, me pregunto cómo te verás cuando tu carne sea como te presumes ―Algunas gotas de sudor salieron de su frente, mientras la oreja del mayordomo poco a poco comenzaba a endurecerse, la punta de donde había arrancado Zaniah comenzó a agrietarse, volviéndose de un color grisáceo y negro, como las paredes del castillo.
Sabía que, en el caso de terminar el vínculo ambos morirían. Pero la muerte era mejor a la humillación, al fracaso, al dolor. Zaniah lo miró a los ojos, escupiendo el pedazo de carne que había tomado del cuerpo del fénix, mientras su lengua seguía danzando conforme a la oscuridad de su cuerpo...
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Post by Sven Velfast on Dec 15, 2017 1:05:47 GMT
Creyó que con aquella orden, la liberación de las cuerdas ajenas y sobre todo, la capacidad que había demostrado para destruirla en más de una forma, bastarían para que le pequeña mujer hubiese sido sensata y se retirara cuanto antes de aquel cuarto de tortura. La tribulación que batía el interior de la mente de Ulgriff de manera despiadada, destrozando cada fibra de cordura y mancillando su paciencia, lo ocupaban por completo- tanto, que ni siquiera notó aquel movimiento rápido que atrapó su muñeca en la palma ajena. Abrió los ojos, a una hebra de perder los estribos, pero las palabras de la arcana capturaron sus oídos, congelándolo entre versos que acariciaban mórbidamente las esquinas abandonadas de su alma.
Nuevamente, esa sensación.
La cabeza de la criatura se adornó con más plumas, juxtapuestas a la negrura que consumían su semblante. Ira, rabia, odio. Absoluto, puro, amenazante. El sabor del peligro, palpable en el aire y penetrante a la mirada, que se podía sentir directo en la médula. Tenebroso y... extasiante. Aquel rojo prohibido que quemaba en la gélida carne ajena que se fundía en su brazo brillaba con una intensidad imposible de ignorar. Fue entonces cuando de manera bestial y visciosa, la arconte arremetió contra su persona, apuntando directamente a su oreja. El primer impulso fue el de encenderse, pero suprimió la idea; al sentir los afilados dientes aprisonar su oreja supo que estaba entrando en un terreno riesgoso, quizás de esos sin retorno alguno, intentó quitarsela de encima. No obstante, fue un acto futil, puesto que el cometido de aquel angel caído en desgracia se había perpetrado- una magia negra que los ataba a ambos por sangre.
El dolor de aquel cabo de su carne siendo arrancado se convirtió en insensibilidad, conforme su mente se requebrajaba. La amenza escupida vilmente, abrazada por una seguridad y malicia rotundas, se clavó como miles de cuchillos en su pecho, ardiendo con un frío sepulcral. La mano de la mujer tan firmemente posicionada sobre su corazón, apenas apartados por la fragilidad de la carne, besando sádicamente la idea de que esa noche, en ese momento, las garras de Hel podrían tomarlo en su pútrido seno.
La tensión y ajetreo que gobernaba en el mayordomo había cesado abruptamente. Ahora sus ojos se clavaban en aquellos que parecían pertenecer a un ser maldecido que habitaba en las profundidades del infierno. Las manos de Sven se alzaron algo temblorosas, conforme Zaniah se mantenía en aquella postura dominante sobre su cuerpo, para finalmente sujetarse y aferrarse nuevamente a los costados de aquel críptico rostro.
Una sonrisa suave y sincera, empezó a delinearse en los labios finos y alargados de Sven, conforme su corazón se aceleraba y golpeaba las paredes de su torax. ―El demonio ha venido a llevarme a casa― Los dedos de Sven se clavaron en el rostro ajeno y lo arrastraron cerca del suyo, a una distancia íntima donde la respiración de cada uno se sentía en la piel ajena.
―Tome esta alma y sumérgame al fondo del río.― murmuró en lírica, con una mirada perdida y aceptante. Sentía como el frío empezaba a carcomer su oreja, anunciando un fin apropiado al acto de comedia que era su existencia ―He abrazado esto desde hace mucho, mucho tiempo.― cerró los ojos sin desvestir aquella tenue sonrisa ―¿Y usted, está preparada?― cuestionó, con cierta acidez que se difuminaba en la calma de su tono.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 15, 2017 2:10:00 GMT
Era tan glorioso sentir aquel palpitar bajo su tacto, el corazón del ave revoloteaba contra la piel como un niño a punto de conseguir el más precioso de los regalos, la piedra en la oreja del mayordomo se extendió hasta casi rozar su mejilla, y pronto, el órgano principal del pecho del arcano comenzó a sentirse duro poco a poco, haciendo que a la sangre le costara trabajo recorrer su camino por las venas de su cuerpo, como si en ella habitara un veneno que convertía los ductos en piedra y arenisca. Llevando a que el cuerpo de la arconte se coloreara de un color blanco puro. Estaba utilizando la energía de su forma verdadera; La forma pura de un equilibrio resquebrajado, donde la oscuridad comenzaba a mandar en su interior, pronto las gotas de sudor se volvieron tan frías como la nieve…
Aquellas palabras tan sinceras, sumisas y extasiantes por parte del mayordomo atravesaron el alma de la mujer, poniéndola en un trance por unos largos segundos, sus ojos se abrieron de par den par, estrujando aquella parte de luz que aún vivía en su interior, aunque pareciera que ésta estaba siendo pisoteada, se quedó inerte, mirándolo fijamente, sintiendo como la sangre de Sven que se paseaba en su garganta era una sola con la de la mujer, y como un atisbo de luz cegadora, pareció ver su propio reflejo en aquellos mares azules.
El acercamiento de los cuerpos, de la respiración... de los deseos más oscuros… ¿Era aquello lo que más anhelaba en el mundo? Los labios rojizos, ahora casi morados debido a la utilización excesiva de energía, danzaron contra las paredes pálidas del fénix, la mujer acomodó las manos a cada lado del rostro arcano, sintiendo la tibiedad de su piel a pesar de que su sangre poco a poco comenzaba a endurecerse, siguiendo el dulce camino al descanso eterno… Parecía un cuento de hadas. Como aquellas en las que ambos obtenían lo que deseaban y todo terminaba en un hermoso final, tan trágico… Su agarre se intensificó contra la piel ajena. Mientras las plumas volvían a levantarse en un aspecto de amenaza, y en un movimiento, las bocas de los arcanos se unieron en una danza de pensamientos sumergidos en los deseos, los labios chasquearon un par de veces, siendo separados por pocos milímetros antes de juntarse de nuevo, Zaniah saboreó al arcano contra su lengua mientras sentía contra su pecho la felicidad pura del ajeno al saber del abrazo de la muerte.
―¿Eso lo haría feliz? ―Zaniah paseó sus labios por la mejilla del arcano hasta posarse en su cuello, donde se detuvo unos segundos para lamer la piel empezándose a agrietar y fusionarse con la piedra negra. ―¿Preparada? ―La mujer besó un par de veces la piel ajena antes de separarse ―Claro que estoy preparada, Ulgriff ―Masculló, paseando sus labios por las clavículas, acariciando con suma lentitud.
―Pero…
Zaniah levantó la mirada, haciendo ver sus ojos sumidos en la oscuridad de su alma, con aquella sonrisa mórbida que anteriormente había hecho. Se estiró, tomando el cuchillo que anteriormente Sven había utilizado para cortar sus ataduras, y con un movimiento rápido cortó la soga que ataba su tobillo del aro de hierro, la mujer se acercó al ave, acomodando la punta en su pecho, justo encima de donde latía el corazón, apretó un poco, pellizcando la carne con la punta afilada.
―Es una verdadera lástima que me importe un comino su felicidad. ―La mujer hizo un pequeño corte circular en el pecho, como aquellos que uno se podía hacer con el papel, el líquido no tardó en salir, por lo que la arconte se acercó y lamió la sangre con delicadeza, y de pronto, como si el tiempo se hubiese detenido, la piedra se detuvo. Zaniah levantó la mirada, escupiendo un pedazo de piedra negra que se había formado debido a la excavación de la sangre ajena, quitando todo rastro de muerte en el cuerpo del fénix, a excepción de la oreja izquierda, la cual aún portaba el hechizo.
La mujer levantó la mirada, cubierta por los cabellos anaranjados. ―¿Por qué le daría esa satisfacción, Ulgriff? ―La arconte clavó el cuchillo con fuerza contra una de las franjas débiles que separaban entre roca y roca, haciendo que la hoja se hundiera algunos centímetros, clavándose en el suelo. Sonrió.
―Cargue con usted el peso de su miserable vida.
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