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Post by Regis Salvatore on Jan 4, 2018 1:46:20 GMT
Regis, sintió tremenda desconfianza al entrar a aquel postín. El hombre, a los ojos del vástago tenía el aspecto de una rata blanca sacada de las alcantarillas; el cabello largo, descuidado, Regis pensó que era un alivio el hecho de que no arrastrara. Las manos callosas y la poca piel que veía por culpa de semejante cantidad de vello facial y la cantidad de tela que lo cubrían le daba peor aspecto, más aún la luz violácea que daba iluminación al entorno. Él se mantuvo serio, observó con un semblante tan serio y duro que simplemente daba la impresión de que su cuerpo hubiera sido poseído por alguien más. Se mantuvo todo el tiempo junto a Aesther, su alta figura sirviendo como escudo ante miradas indeseadas, escudo ante intenciones tan oscuras como las calles que recorrían, ahora como pilar.
Sus ojos inspeccionaron el lugar al entrar. Las estanterías abarrotadas de libros desde sus pies hasta el techo que le era casi imposible ver a pesar de su altura, las lamparas que se distinguían entre los libreros cada tanto, todo. Los orbes azules fueron fugaces en su tarea y luego lo fueron también sus acciones. Los gestos del hombre con el aspecto de una rata lo pusieron en guardia, pronto, por reflejo casi, una de sus manos encontró sitio en los hombros de la mujer cuya identidad ignoraba, él se hizo sitio a un lado, casi reclamando lugar en el campo de visión del extraño.
—magia negra —dijo al instante. Sabía que Irzlo era alguien que no iría a un lugar cualquiera, confiaba en la discreción del hombre fuera esta comprada por dinero o por cualquier otro medio. Regis estaba dispuesto a obtener seguridad en la palabra del hombre a cualquier coste— específicamente artilugios relacionados o realizados con las artes oscuras ¿qué textos puede ofrecer que tengan relación?
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Aesther
Soberana de la Primavera
Posts: 138
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Post by Aesther on Jan 13, 2018 19:25:16 GMT
Ya en el interior, Aesther pasó poco tiempo inspeccionando el aspecto del hombre que les había abierto la puerta, en cambio, comenzó a pasearse en el establecimiento, explorando los libreros mientras sus acompañantes se daban a la noble tarea de continuar con su búsqueda. Se detuvo en uno de los pasillos, volviendo a tomar entre sus manos la piedra que llevaba en su posesión... ¿Debía mostrársela al hombre? Miró por encima del hombro mientras el intercambio entre los otros hombres se daba. Regresó con ellos, respirando pesadamente al sentir la responsabilidad de revelar su identidad; ¿pero cuál era la garantía de que todo quedaría en la privacidad de ese pequeño rincón en la ciudad oscura? Estaba al tanto del riesgo pero no estaba aún segura si era momento de mostrarse como quien era en realidad.
Carraspeó, ahora siendo ella quien hacía contacto con el anciano. -En efecto- contestó sintiendo el peso de la mano de Regis sobre su hombro. Se preguntaba si ese apoyo sería el mismo de saber quién era ella en realidad. -Todo libro prohíbido por los Soberanos... vaya, sé que se trata de magia negra pero, ¿habrá alguno que explore... los secretos más oscuros?-. Alzó ligeramente el rostro permitiendo que la luz morada le iluminara las facciones. El hombre entrecerró la mirada, llevándose una mano a la barbilla rebuscando entre sus memorias. -Hay muchos... sí, más de los que pueda resguardar en este humilde establecimiento pero... sólo hay uno que contiene lo que me parece están buscando-. Caminó hasta el fondo del establecimiento, colocándose de cuclillas sobre el suelo. De inicio parecía que se hallaba buscando algún objeto sobre la madera pero fue en breve que una pequeña compuerta se abrió a sus manos, revelando una escalinata. El corazón de la ninfa palpitaba fuertemente, sintiéndose cada vez más cercana a obtener respuestas. Fue buena señal que el anciano bajara primero, sin poner en duda sus intenciones. Sin pensarlo, Aesther lo siguió, descendiendo entre la humedad y la oscuridad apenas iluminándose un poco con el candelabro en las manos del viejo. -La mayoría de esos libros están bajo llave en el Castillo Velfast- continuó, generando eco en aquél espacio subterráneo. La madera crugía con cada paso y los murmullos de las gotas que caían de las piedras de los muros y el techo acompasaban los pasos de los visitantes.
Al fin dieron a un pequeño cuarto, donde al centro se encontraba una mesa entre enormes velas y pergaminos que se extendían varios centímetros por el suelo. El espacio no estaba en las mejores condiciones; telarañas se acumulaban en las esquinas, las ratas se paseaban entre sus pies y la humedad hacía que un fuerte olor a moho se les llenara en los pulmones. El hombre, sin vergüenza alguna de aquello, se apresuró hacia la mesa, buscando entre los papeles apolillados, algo que aún no revelaba por completo a los visitantes. -Uno en particular contiene esos secretos de los que tan curiosos se encuentran, pero me temo que ha sido robado- no despegaba la vista de los papeles, sus manos aún seguían rebuscando entre palabras y símbolos. Se detuvo en seguida, poniendo ambas manos sobre la mesa algo frustrado. -Ese tomo del que hablo... fue robado recientemente, según escuché... Alguna vez... hace años cuando aún esa magia antigua no fue intentada de ser robada de esta isla, llegué a verlo entre los coleccionistas... vagamente tengo recuerdos de su aspecto... Unas runas antiguas... y dos letras... W... H... algo así... No recuerdo bien-.
Aquello era más de lo que pensaba podría encontrar. Sintió una presión en el pecho, un impulso de revelar un poco más. Bajó la capucha que la cubría, revelando aquél cabello rosado que en una trenza se había mantenido oculto durante el trayecto. Buscó entre sus bolsillos la piedra y caminó hacia el anciano para mostrársela. -¿Las runas poseían un símbolo como éste?- no le dio tiempo al anciano de reaccionar ante su presencia y la piedra en su mano tenía un peso que hizo que de inmediato se acercara para observarla bien. -...C-creo- balbuceó. -¿Dónde la consiguió... Soberana?-. La ninfa guardó silencio, volviendo a llevar la piedra a su bolsillo. No consideraba que fuese apropiado revelar aquél secreto aún.
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Post by Izrlo Miéville on Jan 29, 2018 6:29:34 GMT
Un suspiro escapo de los labios del cecaelia que portaba consigo un libro forrado de rojo, sin titulo mas solo la figura estampada de una estatua con enormes alas, Izrlo les había seguido al sótano secreto del anciano uno que él ya había bajado una que otra vez en la necesidad de libros mas útiles que los que tenía en mostrador aunque el libro que traía en sus manos justamente lo traía de allí.
Ese libro, muchas veces había escuchado al viejo hablar de lo tanto que anhelaba tener ese libro entre sus manos y no era para menos, las maravillas que describía que contenía entre sus páginas también habían incentivado al cecaelia a buscar en el mercado negro el rastro de ese valioso objeto robado de las bibliotecas de Lysander, pero abandonando la búsqueda al momento en que supo que hacer tal búsqueda solo le resultaba algo realmente peligroso, pero en aquel instante al momento en que el joven encapuchado saco aquel amuleto y desvelo su identidad hizo que en su pequeño y negro corazón naciera nuevamente el deseo de encontrarlo.
-La Soberana de la Primavera, Aesther- Rompió su silencio el arcano inclinándose ante la soberana ocultando en su interior lo feliz que le hacia que el favor que le debieran fuera ni nada menos que el de una soberana. Aquel era un favor muy preciado, en cuanto al amuleto Izrlo parecía no ser capaz de ver su importancia aun cuando lo poco que vio de el le causo cierta inquietud, no tanto como al viejo en cual rostro la necesidad de saber mas de aquel objeto era algo legible en las innumerables arrugas de su rostro que habían recobrado algo del vigor perdido por su vejez, además el pequeño arcano tenia otras cosas en su mente, algo que había leído en el libro que ahora sostenía con algo de recelo entre sus manos, un cuento de una gárgola, uno que hacía tiempo había escuchado hablarse en Mirovia como en el continente de los humanos, uno que creía como una simple leyenda, pero ahora sintiendo que tales historias bien podrían tener cierta verdad.
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Post by Regis Salvatore on Feb 4, 2018 20:13:45 GMT
El vástago, por su parte, se limitó a mantenerse cerca de ella. Regis ante el hombre mantenía una distancia prudencial por más que no hubiera malicia en sus acciones todavía. Cercano a la mujer que a su lado, era bastante pequeña, siguió sus pasos, no retiró la mano de sus hombros en ningún momento. Para él, bajar por aquella escalinata sin embargo, fue un desafío teniendo en cuenta su estatura, el olor de la madera podrida y el moho azotó su nariz y siseó con pleno desagrado. Siendo el dueño de una taberna, estaba acostumbrado a los olores fuertes, sin embargo no a la pestilencia. Sus colmillos habían asomado al sisear incluso.
Y fue al llegar hasta abajo, cuando su cabeza se golpeó ligeramente contra la madera que sostenía el techo que el colmo se hizo presente. Ratas, como las que había utilizado para pensar en el hombre que ahora se movía entre la podredumbre como si de su hábitat natural se tratara, le repugnó, pero no lo demostró. Tragó duro, u evitó mostrar nada en su rostro. Su mano se retiró de los hombros de la chica poco a poco, sus ojos, de un azul profundo siguieron los pasos pequeños y ligeros a comparación de los propios hasta verle detenerse. El hombre, por lo menos se veía bien informado; saber del robo del libro de las sombras era una cosa, pero poder dar un estimado de qué podría contener aquel tomo era algo totalmente distinto. Todo lo que rodeaba el asunto tenía mucho que ser cuestionado Regis Dirigió su vista al cecaelia y luego la regresó al hombre. Su aliento se vio interrumpido cuando lquie él juraba era un simple chiquillo, había resultado ser ni más ni menos que la antes soberana de la primavera. Sin embargo, no se movió un solo dedo al ver su verdadera identidad. ¿Para qué lo había hecho? ¿Para imponer? El respeto hacia ella existía, si, sin embargo el escepticismo no era algo que se reservara para ella al llamarlos a ellos poco dignos de fiar. El hombre entrecerró los ojos, alzó las manos y acomodó su traje solo un poco, sacudió el polvo y las telarañas que se le habían subido. Sería interesante, sería interesante sin dudas.
—En todos mis días realmente no me había esperado algo como esto —declaró. Su apoyo, seguía a favor de ella, ya había dado su palabra y realmente no tenía motivos para no ayudar a la mujer. Sus pasos, que bien podrían llamarse zancadas volvieron a hacer sitio junto a la mujer sus ojos se fijaron entonces en el hombre de nuevo, luego se encorvó con las manos sobre la polvorienta mesa tras la que este se encontraba.— No nos distraigamos; si la soberana en persona ha venido a resolver este asunto de forma personal, no creo que sea educado preguntar de donde sacó un simple artilugio cuya procedencia quizá es mucho menos cuestionable que lo que usted vente aquí, ¿no le parece?
Regis pudo sentir al hombre mirarlo con lo que pudo haber sido indignación, prefirió seguir hablando antes de que algún comentario surgiera de la rata.
—Por supuesto, aquí en el mercado negro ¿qué más da la procedencia cuando se ganan varios mirvos por lo más mínimo?
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Aesther
Soberana de la Primavera
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Post by Aesther on Feb 11, 2018 1:59:10 GMT
Con la pregunta del hombre, Aesther decidió guardar el amuleto, sin embargo las larguiruchas y pálidaz manos del anciano fueron más rápido que su intento por reservarles de observar el objeto. La ninfa dejó escapar un pequeño suspiro expresando su sorpresa y también el susto de tan repentino acto. En las manos del arcano, se veía tan negro con la noche misma. En su pecho, la mujer podía sentir su corazón palpitar fuertemente, advirtiéndole de una amenza. -Podría... devolvérmelo por favor?- dijo en una voz suave, sin manifestar mucha autoridad. Finalmente, Aesther ya no se sentía digna de portar los beneficios del título de Soberana... no se consideraba ya más aquello. Escuchó a Regis y experimentó un poco de alivio de saberlo expectante, pero aún así, se hallaba inquieta de que fuera a desencadenarse tensión por su culpa.
El hombre parecía hipnotizado por el amuleto; era como si le llamase, como si despertaran los miedos que tenía dentro. En las manos del extraño, parecía tener una voz propia que no decía nada bueno. -Es... - parecía incapaz de hablar. Su mandíbula temblaba, como si estuviese aterrado de lo que reposaba sobre entre su tacto. Aesther dio un paso hacia adelante, extendiendo sus dedos hacia él para que le fuese devuelto el amuleto. -Por favor- dijo en una voz un poco más determinante pero el anciano ni siquiera la miraba. De pronto, sonrió, desquiciado parecía. Rió, causando que las paredes lo acompañaran en un eco que le causó escalofríos a la ninfa. -Es malvado- murmuró. El hombre comenzó a jadear, mientras su espalda comenzaba a arquearse, dejando escapar de entre sus ropas desgarrándose un pelaje blanco que crecía junto con unas fauces que comenzaron a deformarle el rostro. Dejó caer el amuleto, que en seguida, la mujer recogió, pegándolo a su pecho.
Se hizo hacia atrás, sin poder dejar de ver aquella transformación que estaba dándose frente a sus propios ojos. El ser babeaba y ahora los miraba como una bestia hambrienta. -Yo... nosotros... ya nos vamos- agregó, dando pasos hacia atrás sin darle la espalda. Pero no sería suficiente con sólo caminar a la salida. El hombre, ahora transformado en un terrible lobo, parecía ajeno a toda razón y se impulsó sobre de ellos. Ni con su Aura Pacífica parecía poder aplacar lo que fuese que se haya despertado en el anciano. No tuvo otra opción más que intentar hacerlo tropezar con algunas ramas que habían crecido en la humedad del sótano. Con rapidez, éstas se desprendieron de la pared y se enredaron en las patas del lobo, haciéndolo tropezar antes de que de un zarpaso le arrancara el rostro a la ninfa, lo que sí logró fue propinarle un profundo rasguño en el brazo.
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Post by Deleted on Feb 15, 2018 4:52:34 GMT
Un rápido vistazo a la tienda fue más que suficiente para que al pirata le brillaran los ojos, se hacía el desentendido mientras escuchaba atentamente todo lo que se hablaba en el local, al momento de bajar por las escaleras dio un rápido vistazo antes de empezar a descender buscando no ser emboscado de alguna manera, una vez abajo no había mucho que ver o al menos no tanto de lo que deseaba así que fingio mirar un par de pergaminos mientras miraba de reojo a sus acompañantes, en cuanto el cabello rosado del encapuchado se dejo ver su sonrisa aumento a espaldas de todos realmente había tenido mucha suerte ese día al encontrarse a esas personas. Escuchaba cada detalle hasta el momento en que la mujer parecía sentir algo de temor, de reojo observo lo que siguio a continuación sin girarse su mano fue hasta su cintura tomo una de las pistolas y apunto a la cabeza de la bestia, apreto el gatillo y el ruido de la explosión retumbo por todo el sótano al momento en que la pequeña bola de plomo se introducía por el ojo del canino salvaje que antes había sido el anciano, aún con la pistola humeando Roderick termino de girar hacía los demás presentes- Vaya que locura ¿No? -Dijo manteniendo aquella sonrisa tan animada que desentonaba con la situación por completo.
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Post by Izrlo Miéville on Feb 23, 2018 5:13:48 GMT
Todo parecía ocurrir como tenía que ser: La pregunta hecha, la respuesta dada y una deuda que Aesther en un futuro debería saldar con Izrlo quien se lo pediría en momentos de mayor necesidad, pero fue el viejo quien hizo que el cecaelia sujetara el libro que cargaba con firmeza contra su pecho al notar como este sustraía de las manos de la soberana el oscuro amuleto, sin saber que ocurría observo como aquella pieza de extraña ornamente se veía mas tenebrosas y maligna fuera de las manos de la soberana.
El cambio fue abrupto y sorpresivo y le tomo tanto como a todos por sorpresa tan horrible transformación, sus primeros instintos lo llevo a dirigirse a las escaleras, a salir de aquel sótano y abandonar a su suerte al resto en el interior de aquella tienda con tal de salvarse y idear una forma en como liderar con el viejo ahora fuera de control ya que parecía que ni la soberana era capaz de retenerle por mucho tiempo. Ya disponiéndose a salir de la habitación escucho el retumbar de un disparo que hizo eco en las paredes de la habitación.
—¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!— Grito largamente el pequeño arcano con una fuerza que no parecía no ser Izrlo el origen de tal sonido, apartando con sus tentáculos los libros y estantes derramados por la breve lucha con el licántropo llego arrancando con sus manos y otras extremidades las enredaderas y ramas que la soberana había hecho crecer en torno al licántropo ahora tirado en el suelo inmóvil.
—¡Maldita sea viejo, no puedes morirte ahora!— Agrego al momento en que sus manos tomaron aquella canina cabeza en sus pequeñas manos arcándolo a su cuerpo para ver mejor la herida provocada por el otro arcano.
—¡Aun tenemos un trato maldita sea!— Chillo, con sus ojos vidriosos y sus labios fruncidos ante aquella situación, tan inmerso estaba en sus lamentos y preocupación que no llego a reaccionar al momento en que nuevamente el licántropo se alzaba y agarraba con su enorme y blanca garra el pequeño cuello del cecaelia el cual antes de lograr dar un grito o alejarse se vio atrapado en tan peligrosa situación.
—Vie… jo… viejo ma… maldita sea— Gruño entre dientes mientras su cuerpo era alzado con suma facilidad por el licántropo sintiendo como este apretaba su garganta lentamente y cortaba su tierna piel haciendo que la sangre brotara y manchara tanto las garras y el pelaje blanco del licántropo como las prendas del cecaelia.
—N… no se… hgggm… seas imbécil— Del ojo herido del lobo escurría la sangre que manchaba su rostro y fauces las cuales limpiaba con su lengua con malévolo placer, Izrlo sin saber que hacer uso sus tentáculos para aferrarse al torso y brazo del viejo arcano como sus manos sin fuerzas suficientes intentaban sin éxito liberar su cuerpo de aquella trampa que tan estúpidamente, por un simple sentimentalismo había llegado a caer.
—¡Hagan… algo!— Grito sin voz sintiendo ya como el propio aire empezaba a hacerle falta en sus pulmones.
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Post by Regis Salvatore on Mar 3, 2018 12:49:20 GMT
Sangre
El olor entró por sus fosas nasales como si se tratara del más exquisito perfume de todos. Sangre fresca, sangre viva de ni más ni menos que Arcanos ¿siempre había olido tan bien? Regis se cubrió la nariz y la boca al instante, sus pasos retrocedieron y se apresuró junto a la mujer a la salida. No bebería, no de un arcano mientras pudiera evitar la situación. Por más que casi podría decir que los colmillos le ardían y su cuerpo clamaba por aquel manjar carmesí, no le daría el privilegio de reclamarlo a la peor parte de su propio ser. Estaba cerca de la salida, casi pisando los talones de la fémina cuando se escuchó la detonación. El olor se hizo más fuerte. Sintió cómo sus entrañas rugían con furia ante la obstinación de su cerebro por aceptar la naturaleza. Él cayó de rodillas al suelo presionando la mano en su boca con fuerza; apretó la otra en un puño y golpeó la pared. El vástago intentó ponerse de pie nuevamente y al hacerlo, pudo ver como el cecaelia bajaba nuevamente. ¿Qué se suponía que...?
Esa cosa no estaba muerta
No creía lo que sus ojos veían, no podía creerlo. Con un disparo en el ojo, el monstruo se había movido y había atrapado la presa más próxima: El propio Irzlo. Regis pudo sentir casi como si sus sentidos hubieran recobrado la vida que tantos años atrás se le había sido arrebatada, sus manos se sintieron incluso calientes por un momento. No podía ser una buena señal, y en efecto no lo fue. No para él al menos.
El elegante traje que llevaba encima se desgarró lentamente, Regis de por si era enorme y aquel cambio realmente no ayudaba con aquello. El Vástago había perdido la concentración y la voluntad en un arranque. Algo tan sencillo como lo era el querer ayudar, lo había desconcertado. Un murciélago, uno inmenso fue lo que quedó a los instantes; uno que viendo a su enemigo natural no dudó en abalanzarse en su contra. Las enredaderas que sometían al monstruo se contaron cuando el peso del vástago se lanzó encima suyo, la bestia soltó al cecaelia y puso toda su fuerza en resistirse a las mordidas que el vástago trataba de propinarle. Sería casi como matarse entre ellos, una ventana para que aquellos que desearan huir lo hicieran o vieran con sus propios ojos el desarrollo de una guerra que llevaría siglos y hasta milenios en la sangre de ambos arcanos.
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Aesther
Soberana de la Primavera
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Post by Aesther on Mar 7, 2018 3:13:29 GMT
El zarpaso dolió, pegó un grito que se acompañó junto con el disparo. Cayó de espaldas por el impacto físico y la impresión de lo ocurrido. Se mantuvo en el suelo por momentos, antes de que el más joven del grupo se acercara a la bestia caída y en segundos ésta cobrara nuevamente consciencia. De inmediato se puso de pie, ignrando los chillidos del chico puesto que no pensaba preocuparse en saldar una cuenta y menos al ver que en breve, el licántropo estaba tomando violencia en contra de Izrlo. No sabía qué hacer, poco podía en un espacio tan estrecho, donde no habían plantas suficientes para usar a su ventaja. Las enredaderas seguían moviéndose en el suelo. Pegado al muslo llevaba un puñal, poco a poco sus manos lo encontraron mientras otro de sus acompañantes se aventuraba para salvar al pobre cecaelia. Era impresionante su tamaño junto con el de la bestia... Sentía que no había manera de siquiera acercarse pero no permitió que el temor se apoderara de ella. Ya no quería tener miedo... ocultarse en las noches y llorar. Que Ajani la viera como una niña que sólo jugaba... No. Tomó el arma y sin pensarlo más, la empuñó hasta llegar al pecho del licántropo. La bestia se detuvo, dejo de rugir y manotear, abandonando el cuerpo de Regis que ya estaba magullado ante el forcejeo. Vencido por el conjunto de heridas propinados por la mayor parte de los miembros del grupo, cayó. La sangre brotaba, manchando la plata del puñal y las manos de Aesther. La ninfa lloraba... ella que era la vida había tomado en sus manos el alma de otro, haciéndolo abandonar el mundo como lo conocían... -Lo siento- murmuró. Pensó en él... en la oscuridad de su mirada. ¿Vendría a clamar su alma?
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Post by Deleted on Mar 21, 2018 4:40:32 GMT
El pirata observaba entre confundido y alerta como el pequeño chico se lanzaba sobre el cadaver del lobo ¿Hacer algo? Ese imbecil había intentado atacar a la chica, lo mejor que podría hacer es apuntar al otro ojo y sacarlo de una bala y quizás si debió hacerlo puesto que el lobo se levanto de nuevo esta vez mas furioso y luciendo mucho mas aterrador debido a la sangre que brotaba de su rostro, Rodrerick se dispuso a sacar la otra pistola pero no llego a disparar puesto que el hombreton había perdido lo estribos y ahora era una criatura tan fea como un erizo de mar pinchando tu trasero, ambas bestias intentaban matarse mutuamente, hasta Aesther se abalanzo sobr el hombr lobo, severamente preocupado apunto otra vez al rostro de la criatura aunque falta no hacía ya, un resplandor un movimiento y la sangre manaba del hombre lobo mientras caía manchando el puñal y a la soberana que lo portaba. El pirata se quedo pasmado unos segundos antes de que una risa algo desquiciante surgiera desde lo mas profundo de su pecho y resonara en el sotano, luego de unos segundos logro recuperar la compostura- Esto... esto ha sido alucinante -Comenta mientras se apoya en algún mueble y guarda el arma que aún se balancea en su mano- Madre mía no pense que viviría para ver algo tan alucinando como esto... un lobocidio cometido por una soberana -Parecía tan sorprendido como divertido por todo lo que acababa de pasar- Bien al menos sabemos que nuestra señora no esta tan indefensa como creíamos, ahora entiendo porque ha podido venir sola.
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Post by Izrlo Miéville on Mar 31, 2018 1:36:31 GMT
Librado en medio del fragor de la batalla el cecaelia se llevo sus manos a su garganta, sus ojos llorosos hacían que viera toda la situación como manchas que se abalanzaban uno contras otros mientras sus gritos para que este pleito se detuviera eran incapaz de escapar de su adolorido cuello, no fue hasta que los gruñidos apagados del licántropo resonaron que fue capaz de aclarar su vista y su garganta.
—…— No tenia palabras, su mente simplemente se encontraba vacía de pensamiento al ver como el licántropo, el viejo, caía desprovisto de vida a los pies de Aesther, su mirada inerte y sin vida observaba a su costado los libros tirados de sus estantes, abiertos y rotos dispersos con sus hojas manchadas de quien les había leído con tanto amor y esmero, ahora vacío de todo atisbo de vida.
—No… No…— Caminando con sus tentáculos sobre los papeles y libros tirados por el suelo, apartándose por entre las lianas se acerco junto al cuerpo del licántropo el cual ya descansaba en los brazos de la muerte en cuyo rostro canino se podía ver la paz de la muerte.
—Maldición viejo… no ahora— Se abstuvo de mostrar cualquier otro sentimiento mas que el remordimiento en sus ojos, sin soltar lagrima alguna o quejido Izrlo no deseaba deja ver mas de lo que llegase a desear, aunque su mirada ahora se encontraba sumamente decaída.
—Creo que ya tienes lo que buscaba mi señora, espero haberle sido útil y espero no olvide el favor que me deba cuando lo necesite… ahora si necesita mas ayuda yo… yo puedo nuevamente ayudarle si gusta— En silencio acerco sus pequeñas y en apariencia frágiles manos al rostro del anciano cerrando su boca y ojos para que descansase debidamente.
—Si gustan pueden retirarse yo puedo encargarme del cuerpo y mas usted Aesther, no creo que deba verse involucrada en esto, por su bien— En cuanto a su mirada a Regis y Vauban resultaba ya indiferente, todo se centraba en la soberana y sus secretos, en aquellas preguntas en el por que se había arriesgado tanto en venir a Reapergate por un simple amuleto y como este había llegado a influenciar en el viejo y que otras cosas bien podría llegar a desencadenar por sí mismo como el libro que menciono el anciano antes de ser presa de la locura. Tantas preguntas que Izrlo bien sabia no encontraría respuesta aquel día.
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Post by Guardián de Mirovia on Apr 3, 2018 4:45:09 GMT
Salieron del recinto, confundidos, algunos extasiados ante la muestra de violencia y el suceso salido de una simple pesadilla. Aesther por su parte se sentía destruida, culpable, completamente ajena a la realidad al caer en cuenta de la sangre que manchaba sus manos. Subió las escaleras limpiando el cuchillo para después colocarlo en su funda que reposaba aún a un costado de sus caderas. Después tendría tiempo para pensar, para analizar que su búsqueda se había limitado a dos iniciales que seguramente la llevarían a un descubrimiento necesario y claro. Estaba cada vez más pronto de comprender el origen de la piedra y sus secretos.
Partirían caminos sin saber si volverían a verse después. La ninfa no hizo más que agachar la cabeza antes de marcharse, agradeciéndoles en silencio por su protección y fuerzas prestadas. Tenía tanto en qué pensar.
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