Zaniah Neshmet
Los Invictos
Vive como si tu libertad dependiera de ello
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 6, 2017 8:19:29 GMT
Las noches en Reapergate resultaban ser tan frías como la mirada de un fantasma proveniente del bosque de los susurros, y la luna brillaba tan hermosa, plateada y tan completa sobre la ciudad, que los mismos habitantes olvidaron por un momento en dónde se encontraban. El viento golpeaba con suavidad las paredes húmedas del castillo, intentando infiltrarse entre cualquier espacio cual pequeño fuera de las piedras que conformaban los altos e imponentes muros de la construcción gótica de Lysander Velfast. Dentro, el aroma a velas, a alfombra limpia y a pintura proveniente de los cientos de cuadros que adornaban los pasillos, se perdía, y contrastaba con el exterior.
Sin embargo, nadie podía ignorar la hermosa luna que brillaba afuera. Ni siquiera la aprendiz del lord.
Zaniah observaba con cierta concentración el satélite platino entre el manto oscuro de la noche, alejándose un poco de el estudio para perderse en sus pensamientos mientras sus orbes bicolores se clavaban en la luna. Se recargó en el marco de la ventana, sintiendo como su respiración cálida provocaba el empañamiento del material, formando un pequeño círculo que turbaba su reflejo. La mujer miró hacia abajo, moviendo el dedo un poco de un lado a otro para quitar la humedad del vidrio.
La habitación que se le había dado era enorme, casi tan grande como la sala de su hogar en el bosque de las hadas, era tan impresionante el tamaño del castillo, que aún no podía acostumbrarse del todo a los pasillos enredados del mismo. Se puso de pie, sintiendo en la punta de sus dedos el resentimiento mismo del maltrato, frunció el ceño, ignorando cualquier maldición que podía soltar, y dejó el libro que estaba leyendo en la mesa cercana a la cama. Zaniah caminó con cierto pesar hasta uno de los pilares de la cama, hacía poco que había pedido como favor a alguno de los sirvientes algún ungüento y vendajes solo para mantener una limpieza pulcra contra las heridas y que ninguna llegara a infectarse, esperaba que no tardara demasiado… La arcana se sentó en la cama, amarrándose con cuidado el cabello hasta que éste quedó prensado en una coleta, cayendo entre rizos pelirrojos sobre sus hombros y parte de la cama. Se mantuvo en total silencio, tan solo observando la luna y esperando…
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Post by Ivka Lawson on Dec 7, 2017 0:33:46 GMT
El apacible silencio que siempre reinaba en aquellas paredes era nuevamente notorio, los acontecimientos más recientes le habían dejado indicios del nerviosismo que podia tener ante tales situaciones, mismas que si bien eran comunes, también eran de relevancia; no había ningún ruido ni había sido testigo de ver a otra serpiente a tal hora, no era usual pero tampoco era imposible. Se había acostumbrado a escuchar los pasos de cada uno de los que ajenos que solían rondar por la mansión en esos horarios, pero el no escucharlos como usualmente lo hacía le ponía incómodo. Pero por mucho malestar que le causase la situación, a los pocos minutos volvió en sí, ignorando lo que acontecia con los demás y preocupándose ahora en la labor que le había sido encargada; conseguir ungüento y vendajes para la arconte y llevarlas a su habitación. ¿En que clase de lío se había metido esta vez? Parecía gustarle ponerse en peligro sólo porque si. Sin poder evitarlo soltó un suspiro de sólo pensarlo.
El dragón avanzaba por entre los pasillos con cierta prisa, dirigiéndose a la cocina con un semblante serio analizó la situación tratando de no interesarse demás en aquella mujer y lo que implicaba la necesidad de un ungüento y vendajes. Después de todo, el amphithere no veía la necesidad de acercarse demasiado a una situación tan peligrosa como lo suponía el interactuar con aquella dama. Finalmente se adentró a la cocina y rebuscó entre aquellos muebles algún ungüento disponible, pero no había siquiera señal de alguno.
-Tan problemático...- Se dijo a sí mismo mientras dejaba caer por un instante sus párpados, molesto por no encontrar rápidamente lo que buscaba, quejándose por el mismo cansancio que siempre llevaba consigo. No tenía tiempo que perder, debido a ello que prefiriera colocar agua a hervir a la par que sacaba unas cuentas hierbas para así, preparar un poco de la fórmula que usaba hace tiempo, quizá funcionaría y sería mejor que estar perdiendo tiempo en algo tan irrelevante. Fueron breves minutos en los que el agua comenzó a hervir, sin prisa alguna separó la misma en dos recipientes una vez que estuvo lista; por un lado el agua para preparar la solución y por otro, una tetera con un suave aroma a lavanda para compensar el tiempo de retraso. En cuanto terminó con ello, colocó todo lo necesario para preparar la medicina y el té en una charola reluciente y se dispuso a encaminarse a la habitación de la mujer, a pasos ligeramente apresurados pero también bastante tranquilos.
Conforme avanzaba, se percataba del como los muros de los pasillos lucían impecables como siempre, y de como cada cuadro y cada detalle eran cuidados con suma delicadeza, todo mezclado con el inconfundible aroma de las velas hacían aún más agradable la estancia, pero pese a ello, el dragón también continuamente se sentía inquieto, nervioso y ansioso aunque no lo demostrará. Sin percatarse de ello, llegó a la puerta de la habitación de la joven y aguardó por un momento mientras que sujetaba la charola con su mano izquierda.
No hubo palabras, únicamente se escucharon unos suaves toquidos en aquella puerta, haciendo notar que había llevado lo necesario para ella, pidiendo permiso para entrar antes de tomar el atrevimiento de abrir la puerta sin su permiso.
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Zaniah Neshmet
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 7, 2017 1:16:43 GMT
La mujer esperó por varios minutos de manera paciente a la serpiente que acudiría en su pedido, cuando aquellos comenzaron a extenderse, decidió llegar a algo más de provecho, ya que, tan solo estar sentada allí le hacía pensar más en las heridas, en los recuerdos… Zaniah agitó la cabeza de un lado a otro, y poniéndose de pie, caminó con cuidado hasta llegar a un pequeño cuarto de al lado, el cual separaba a la habitación principal con una puerta un poco más pequeña. Aquella se extendía en una habitación igual de elegante pero un poco más vacía, portando una mesita con un espejo adornado de dorado, una tina de porcelana, y un balde de agua fría, la cual siempre estaba lista para cualquier cosa, limpia, fresca y acompañada de algunos perfumes que olían a un jardín enorme lleno de flores. Zaniah se amarró el cabello hasta que tan solo algunos mechones fueron los que se enroscaron alrededor de su cuello, pues no pensaba tardarse demasiado. Se despojó del vestido elegante, de esos que últimamente portaba para quedar en un estatus formidable con el castillo y los que vivían en él, evitó mirarse en el espejo, y de inmediato se pasó a la tina, tomó el balde de agua, y un pequeño trapo de seda.
―Menudo desastre ―Dijo la mujer al mirar su piel sin las vendas, se encogió de hombros y pasando el trapo frío por su piel, respiró profundo, era una sensación agradable. Pasó algunos minutos lavándose con cuidado, e incluso, pequeñas manchitas rojas aparecieron en el agua. Zaniah se quedó en un sumo silencio, observando sus pies rosados, sus ojos se entrecerraron, haciendo que sus pestañas anaranjadas casi acariciaran la piel pálida, frunció los labios, pensando… tan solo pensando… a punto de acomodar la frente sobre sus rodillas, escuchó el suave golpe de la puerta, levantó la mirada de pronto, esfumando tan rápido como habían venido los pensamientos, recuerdos y desagrados.
La arconte se puso de pie en la tina, dejando que algunas gotas de agua resbalaran por la piel y gotearan hasta la superficie de la tina, la mujer tomó la toalla más cercana, la cual para su sorpresa también estaba perfumada por un olor a esencia de Azafrán, la mujer se talló el cuerpo lo más rápido que pudo, dejó la toalla colgada en la misma tina, cuidando de que ninguno de los lados se empapara, tomó un camisón de color blanco el cual estaba colgado cerca de la puerta y salió de aquella habitación con sus ropas entre sus manos.
―Adelante ―Dijo en un tono alto para estar segura de que podrían escucharla, dejó el vestido en una silla cercana y volvió a sentarse en la cama, quitando los libros que estorbaban del colchón para ponerlos en otro lado.
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Post by Ivka Lawson on Dec 7, 2017 8:06:49 GMT
Acató el permiso de la ajena en cuanto aquella simple palabra le brindó la oportunidad de actuar. Sin hacer esperar demás, el dracónido giró la perilla de la puerta y entró con cuidado, asegurándose de llevar todo en orden. Una vez dentro, cerró nuevamente la puerta y colocó la mano que tenía libre sobre su pecho para proceder a agachar ligeramente la cabeza, mostrando respeto. - Con su permiso. - Musitó tranquilo mientras se reincorporaba tranquilo, dejando ver nuevamente su semblante típico.
- He traído lo que solicitó recién, de antemano le pido disculpas por la demora. - Explicó apacible mientras se adentraba a la habitación, mirando de reojo las condiciones del mismo y a la dama que reposaba sentada en la cama, miró aquel camisón color blanco que portaba y, percatandose de algunas heridas que tenía. ¿Qué había hecho esta vez? Había desconcierto pero debía seguir en sus propios asuntos. Analizó con cuidado la situación, parecía que la mujer buscaba descansar, debido a ello que el amphithere intuyera que el unguento sería para colocarlo tan pronto como fuera posible y así, proceder a descansar después de un día pesado de estudio. Regresó su vista a donde le era necesario, colocó sin más aquella charola sobre una de las mesas y dejó ver la tetera, el recipiente con agua hirviendo y el mortero que llevaba, además de las hierbas que también traía consigo y un par de pequeños vasos para té. Colocó cada cosa por un lado en la misma charola, buscando un buen orden para no mezclar nada, trantando de prestar más atención a los pequeños detalles.
- Antes de hacerle entrega del remedio, me temo que debo asegurarme que sea seguro para usted, si me lo permite...- Comentó con una voz neutra mientras que le daba la espalda, comenzando a colocar cuidadosamente algunas de las hojas de la centella asiática en el agua hirviendo, esperando su respuesta sin muchos ánimos, preparando desde antes la mezcla para la cataplasma. En silencio colocó varias hojas color verde en el agua y las cubrió para que estas se remojasen lo suficiente, el vapor haría su trabajo mientras pasaban los minutos. Sin más, tomó una de las hojas recién cortadas y se acercó a la fémina, manteniendo una distancia prudente; estiró su mano y le mostró que era lo que utilizaría para la prueba contra la piel, debía asegurarse que no tuviera alguna reacción alérgica.
- ¿Me permite? - Cuestionó gentil y ligeramente apático, mirando con cierta atención y discreción las heridas que yacían en el delicado cuerpo ajeno recién salido del agua. Esperó calmado a que accediese, y al momento de recordar algo de importancia desvió su mirada justo al rostro de la mujer, viéndola directamente a los ojos, percatandose de la calma que tenía en ese momento; ella estaba ahí mismo, pero su mente parecía estar en otro lado - También... - Agregó antes de recibir respuesta por la cuestión anterior, interrumpiendo lo que fuese que estuviera pensando la mujer, sin más, continuó hablando una vez que captó su atención- ...he traído un poco de té... Ya que parece algo dispersa a lo usual. Podría ser de su agrado. - Dijo al final, siendo inevitablemente empatico después de haber dicho que ya no lo sería. Reaccionó a sus palabras, había hecho mal en comentar tal cosa que no era de su incumbencia, peor aún por la simple razón de que el era únicamente un siervo a disposición ajena, no tenía permitido hablarle de tal modo, más sin embargo, no se disculpó, pues después de todo no creía haber dicho algo que no fuese verdad.
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Zaniah Neshmet
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 7, 2017 17:31:02 GMT
Al ver al dracónico de cabellos etéreos, la mujer sintió un pequeño alivio dentro de su ser, a veces las serpientes podían ser como una ruleta rusa, no sabías que parte del cilindro te iba a tocar con la bala o sin ella. No le desagradaban, tan solo a veces no podía evitar sentirse intimidada, nunca había estado en un castillo tan grande, ni mucho menos había sido aprendiz de un lord, sus maestros, siempre habían sido matemáticos, filósofos, hechiceros, bibliotecarios, hombres que vivían de manera sencilla, algunos en bosques, otros en casas que no pasaban de los tres pisos, y que a veces, le tocaba compartir habitación con más de una persona o dormir en la intemperie. No es que se quejara, pues aquello era lo más bello de todo, solo que ahora… todo era tan distinto, se sentía como si no perteneciera allí, incluso la cama era tan grande, o quizás era simplemente el hecho de que ella era pequeña. La mujer saludó con la mano en alto, agitándola un poco de un lado a otro.
―No hay problema, Ivka, muchas gracias ―Contestó la mujer mientras se volteaba hacia él, observando con curiosidad los movimientos calculados del hombre. Le parecía curioso como las personalidades de cada uno de los sirvientes podían ser tan distintas, pero todos y cada uno de ellos siempre intentaba parecer ser alguien tan frío, aquello formulaba preguntas en la cabeza de la arconte de aquella parte débil de su interior; el deseo de saber, encontrar, indagar.
La sugerencia de Ivka le sacó de sus pensamientos por un momento, parpadeó un par de veces, y aunque algo perdida al principio debido a estar hablando consigo misma, al final asintió con la cabeza. ―Si, claro ―La arconte ladeó la cabeza, y quitando algunos mechones anaranjados, dejando expuesto el cuello moteado y pálido, el cual estaba decorado con una línea gruesa de color marrón que rodeaba toda la garganta, dando a entender de que la arconte había sufrido quemaduras recientemente.
Una risa resonó de pronto entre los labios rojizos, no tan fuerte como para sonar vulgar, pero tampoco había pasado por alto, la sonrisa que la acompañaba era sincera, muy a pesar de que la arconte era conocida por sus comentarios sarcásticos y de vez en cuando un poco ácidos. ―¿Tanto se nota? ―Masculló la mujer mientras movía un mechón detrás de su oreja ―Si, un té me vendría muy bien.
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Post by Ivka Lawson on Dec 13, 2017 16:13:29 GMT
La sensación que le dejaba la mujer con tal reacción le causaba estragos en la mente, quizá estaba muy acostumbrado a verla de un modo mucho más activo que al actual, estaba atrapado en la rutina. No fue hasta que la voz ajena, acompañada de una risa y una pregunta le hicieron salir de sus pensamientos meramente vagos; ya dispuesto a acercar aquella hoja a la piel ajena se percató de sus movimientos y la zona que descubría a propósito, ¿Trataba de decir algo con ello? Lo dudó, pero sin poder evitarlo, su movimiento se vio interrumpido y una muy leve risa escapó de sus labios, seguido de ello, una voz neutral. - ¿Sabe lo que sucedería si hago la prueba directamente con una zona tan sensible, y en su caso, malherida?... Sólo necesito su mano para verificar que no es alérgica a la planta, señorita... Aunque...- interrumpió sus propias palabras mientras se atrevía a acercar su otra mano al cuello ajeno, ligeramente atento a la herida que mostraba, percatandose de que había sido de hace poco, las marcas parecían aún no generar una mejora misma. Sin dudar demás, palpó suavemente con dos de sus dedos esa zona, delineandola con sutileza y paciencia, lentamente y sin apartar su vista de ello, consciente de la frialdad de sus propias manos. - ...si me permite decirlo, no se nota demasiado, sólo estoy acostumbrado a ciertos aspectos. Quizá demasiado. - Explicó con la voz seca, aplicando un poco de presión en la herida para ver que reacción tendría, más sin embargo, decidió dejarlo para continuar con sus asuntos, estaba desviando demasiado el tema que necesitaba atender. - Quizá no es beneficioso intentar saber todo de alguien sólo por su actuar diario, aunque debo decir que estoy bastante acostumbrado a observar y analizar a los demás, así que...- Comentó calmado mientras separaba su mano y se alejaba un poco, intentando mantener distancia. Sin más, sujetó con delicadeza la mano contraria y la elevó ligeramente hacia él. -...¿Podría decirme que sucedió exactamente como para que tuviera esas heridas?... Quizá no es de mi incumbencia, y mucho menos. Pero me interesa saber si lo que necesita realmente es curar esas heridas tan notorias o curar algo que no podría hacer sola. - Por más que sus propias palabras sonasen secas y frías, lo estaba haciendo de nuevo, estaba preocupándose por alguien ajeno. Y, aunque el dracónido intentaba evitarlo, no podía, aún era vulnerable a prestar su ayuda cuando no era requerida. Él mismo lo sabía bien, sabía que actuar de ese modo no le llevaría a ningún lado, sabía que debía mantenerse al margen, pero era débil ante la curiosidad que podía sentir y ante el dolor ajeno. Sus pensamientos eran claros pero no importaba como, siempre terminaba contradiciendo sus acciones. El amphithere reflexionó todo lo que dijo, y tomó una decisión; no tomarles tanta importancia, debía dejar ese aspecto suyo de lado, tenía que dejarlo morir.
Durante esos momentos en que permaneció en silencio, pensando en sus propios fallos; acercó la hoja a la palma ajena y sin más, aplicó un poco de fuerza para así, tallarla ligeramente contra la piel de la fémina. A los pocos minutos la separó y esperó unos cuantos segundos para ver que clase de reacción tendría la piel. Nada, todo estaba en orden.
No se inmutó ante ello, solamente soltó con cuidado la mano ajena y se reincorporó con calma, para así, terminar de una vez por todas con lo que tenía que hacer ahí. -...Zaniah, sólo... ignore lo que he dicho, no necesita responder a nada de lo que he comentado. - Interrumpió sus propios pensamientos y quizá, los de la arconte. Recordó su lugar y su posición, no era correcto tener ese atrevimiento con los invitados.
Sin espera respuesta se alejó de la mujer, y acudió raudo a donde yacía el agua que serviría para la cataplasma y la del té. En silencio limpió uno de los vasos con un pañuelo, y un vez tuvo listo todo, sirvió el té. Podía escucharse el sonido del agua cayendo en el recipiente, tan elegante y sereno, el mismo vapor que soltaba el agua aún podía percibirse acompañado de un suave aroma a lavanda.
Una vez listo, tomó con cuidado aquel pequeño vaso ente manos y lo llevó a donde la arconte, para así, entregárselo en cuanto estuvo cerca de ella. - Aquí tiene, si desea algo más, hagamelo saber... El agua para su ungüento ya casi está lista. - Explicó con antelación a que preguntase la otra, y sin hacerse demorar, se dispuso a volver nuevamente donde aquella mesa, esperando con tranquilidad a que estuviese todo listo, ya faltaba poco. Mientras le daba la espalda, sacó un pequeño reloj del bolsillo de su pantalón y vio la hora; dos minutos, sólo eso faltaba para que las hojas estuviesen en su punto, y sólo esos dos minutos parecían tan eternos. Y, en menos de dos minutos, se las arregló para fingir que nada de lo que había dicho había ocurrido siquiera.
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Zaniah Neshmet
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 14, 2017 1:58:32 GMT
Zaniah frunció el ceño, observando de reojo la planta que aún humeaba en su mano. “Oh, claro” Pensó la mujer, estaba demasiado distraída esa noche. A punto de acomodarse correctamente, sintió la frialdad de los dedos del dracónico contra su piel, liberando un escalofrío por todo su cuerpo, se quedó mirando a un punto en específico, al mismo tiempo de que, su cuerpo hablaba por si mismo al sentir el toque del mayordomo, Zaniah aclaró la garganta, seguido por un gruñido debido a la presión de los dedos contra la herida, la mujer siseó, brincando los hombros de manera inconsciente en conjunto con las otras alertas y corrientes eléctricas que su cuerpo le enviaba.
Lo miró a los ojos, intentando excavar en su mente qué es lo que había intentado decir realmente. ¿Se estaba burlando de ella? El semblante de Ivka le dictaba que quizás lo que decía era en serio, y con ningún motivo de acidez, aunque, no estaba del todo segura, por lo que mantuvo su boca cerrada mientras miraba hacia abajo, intentando hacer a un lado cualquier recuerdo desagradable. Levantó el brazo hacia él, dejando que le pusiera la hoja, el tacto caliente se sintió muy agradable en comparación con el frío que hacía a su alrededor, cuando levantó la pequeña hoja, tan solo una marca de color rojo por el mismo contraste de la piel fría y el medicamento caliente.
Frotó un poco la palma de su mano con el dorso de la otra para quitar esa sensación de cosquilleo.
―¿Recuerda usted aquella noche en las mazmorras? ―Dijo en un tono seco mientras tomaba la taza entre sus manos ―Gracias ―Interrumpió por un momento lo que estaba diciendo para soplar con cuidado el líquido, el cual se movía de un lado a otro, la mujer se acercó un poco a la taza para percibir el olor que el té emanaba, cerró los ojos por algunos segundos con una pequeña sonrisa en los labios, y pegando la boca al filo del material de porcelana, dio un pequeño sorbo. Se alejó un poco, sintiendo aquel chispeo del ardor contra la lengua y saboreó el té. Estaba delicioso. ―Creo recordar que aceptaba cualquier castigo por mi atrevimiento de bajar a lugares prohibidos del castillo, esto no es nada más que el pago por ello…
Zaniah bebió otro sorbo, ya acostumbrándose al calor del té. ―Estoy bien, gracias. ―Dijo al final, tomando de la taza mientras miraba por el rabillo del ojo a Ivka. ―Iré preparándome entonces, si no le molesta ―Dejó con cuidado la taza por un momento en el buró al lado de la cama, y levantándose, tomó el camisón por los bordes, los cuales le llegaban al muslo, y levantando de a poco la prenda, pronto se deshizo de ella, la arconte dobló con cuidado el camisón, dejándolo sobre el buró, al lado de la taza de té. Acto seguido, tomó asiento en la cama, dándole la espalda al arcano, asegurándose de que ningún mechón le estorbara al momento de ponerle la medicina, se estiró solo para tomar de nuevo la taza de té y bebió un poco más.
―¿De qué es el ungüento, si puedo saber? ―La arconte decidió sacar otro tema, más allá de interesarse sobre qué es lo que contenía el ungüento, principalmente era para evitar que los pensamientos de Ivka se quedaran estancados en la pregunta que acababa de responderle. No pensaba hablar demasiado de aquello, las quemaduras ya se lo recordaban bastante.
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Post by Ivka Lawson on Dec 15, 2017 6:40:31 GMT
"El pago por ello" esas palabras no hicieron más que resonar en su cabeza, sintiendo un suave cosquilleo en su nuca por el recuerdo mismo que albergó su mente; tenía una idea de quien había recurrido a algo tan "extremista" para dar una lección. No dijo nada, ya no había necesidad de ello, únicamente se dispuso a preparar la cataplasma a la par que escuchaba la voz ajena indicándole que comenzaría a prepararse.
Asintió suavemente sin separar la vista de aquellas hojas que ya estaban más blandas, ignorando lo que la fémina hacia detrás suyo, concentrado en su labor, hundiéndose lentamente en sus propias memorias mientras que preparaba el dichoso ungüento.
Sacaba con cuidado del agua cada hoja, una por una para dejarlas sobre un paño seco, pues no era nada recomendable preparar una solución tan liquida.
Una vez tuvo todas sobre aquel paño, apartó el agua que ya estaba tibia y con un olor característico, y se dispuso a quitar el exceso de agua de lo que utilizaría dentro de poco.
Sus acciones eran claras y veloces, sabía que hacer y como hacerlo debido a la práctica, pero su mente se hayaban en otro lado, y aquellos ojos color claro estaban en blanco, perdidos en un abismo mientras que su cuerpo se movía por si sólo.
Una pregunta retumbó en su ser, la voz era bastante baja; una y otra vez la misma pregunta resonó hasta que finalmente pudo escucharla con claridad.
"¿De qué es el ungüento...?"
Pestañeo varias veces, agobiado. Cerró sus ojos un momento y detuvo en seco el actuar de sus manos, no quiso demostrar demás, y sólo soltó un suave suspiro para así responder. Sentía la garganta seca y las palabras le resultaban ligeramente difíciles de pronunciar, pero debía continuar con esa fachada hasta el final, de cualquier modo, dentro de varias horas seguiría con su rutina.
- ...Se trata de una planta curativa llamada "Centella asiática", cuenta con una multitud de propiedades medicinales que podrían servir...- Explicó certero, intentando aclarar su voz pero sin una pizca de duda o nerviosismo notorios. - Alivia malestares, acelera el proceso de cicatrización, y sirve como sedante...- Comentaba mientras colocaba las hojas ya casi secas en el mortero y sin más, las machacaba con total normalidad y dureza. El ruido que producía podía escucharse claramente debido al espeso silencio que surgia entre momentos, momentos en los cuales ninguno de los presentes quería indagar más acerca de lo ocurrido.
Después de unos cuantos minutos, el ungüento finalmente estuvo listo. Se dio la vuelta y para su sorpresa, ahí la vio, tranquila y frágil. Una espalda llena de marcas que no hicieron más que recordarle su propia persona.
Se quedó pasmado por unos segundos. Era doloroso ver ese tipo de heridas nuevamente, tan doloroso que podía sentir ardor alrededor de su cuerpo por las heridas del pasado. Tragó en seco y avanzó a donde ella, pero a la vez, sintiendo un impulso impuro, deseoso.
- Comenzaré ahora...- Musitó en voz baja mientras se posaba cerca de la cama, con el mortero en mano y el mismo ungüento que aún se hayaba soltando aún un poco de vapor. No esperó demás, se posicionó y tomó de la preparación con dos de sus dedos, acto seguido de ello y con total normalidad la colocó sobre las heridas de la fémina, cuidando de no provocar aún más dolor del ya sufrido.
Colocaba la preparación aún caliente sobre la piel tersa y blanca. Con la vista fija en las heridas pero con la mirada llena de aflicción; sentía sus párpados pesados y cansados con sólo revivir algo innecesario. Podía imaginarse lo que enfrentaba la ajena, quizá no igual, pues sus situaciones habían sido distintas.
Había silencio.
" He de detenerme ante la desnudez del alma titubeante que se haya al frente...
Veo mi sombra en aquella piel tersa y delicada, lleno de nostalgia.
Me veo reflejado y eso me atemoriza.
El tremor de su respiración delata su espanto. Ella exhala indecisa, ¿Dónde quedó aquel brillo?...
Ella cortaba los destellos en gajos de alegría y cabalgaba por aguas turbulentas.
Ella embestía como jaguar tenaz, como oleaje de vidrio se ha vuelto...
La miro absorto, dudoso, ¿Se ha perdido esa luz?"
El dracónido le dedicaba esos pensamientos desde lo más profundo de su ser, alejado de la empatía; curioso y algo afligido por recuperar desagradables sucesos de su juventud, a la par que seguía intentando dar alivio a esas heridas superficiales que con el tiempo serían olvidadas, olvidadas como esa noche relativamente tranquila.
-Hágame saber si le incomoda el ungüento...- Le dijo con la voz seca y fría, cuál suspiro al vaho helado, para después, guardar silencio nuevamente.
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Zaniah Neshmet
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 16, 2017 3:36:35 GMT
―Centella asiática ―Repitió la mujer en un tono casi susurrante, como para recordarse mentalmente el nombre de la medicina, escuchó atentamente al dracónico con una curiosidad que ni el mismo infierno podrían quitarle jamás. Cuando sintió el sopor del calor en su estómago debido al té, a tan solo un sorbo de acabarlo, lo dejó sobre el buró, solo para regresarse a su lugar, acariciando un poco con sus dedos la piel fría coloreada de manchitas anaranjadas.
Tan solo volteó un poco la cabeza para observar al arcano, el cual se acercaba a ella lentamente. Zaniah fijó su mirada en él, observando con cautela los movimientos y expresiones que el mayordomo intentaba ocultar, podía sentir… ¿Qué era, empatía? ¿Comprensión acaso? La mujer se tentó en preguntarle que es lo que sucedía, pues sus pensamientos parecían estar en un lugar lejano, encaminándose en aquel sendero en reversa, donde los pasos no podían ser detenidos hasta que llegaran a su fatídico destino: El recuerdo.
Se quedó quieta cuando la mano del mayordomo se posó sobre su piel herida y expuesta, la mujer frunció el ceño, mientras su cuerpo daba un pequeño brinco por el ardor de la línea carmesí y el ungüento caliente. El silencio a veces podía ser mucho más atronador que el ruido… dejaba tanto a la mente, al tacto, a los pensamientos, a las respiraciones, que la arconte casi pudo escuchar aquellos comentarios mentales que el dracónico se hacía a si mismo. La mujer asintió con la cabeza en respuesta, pero con los labios sellados, pronto el tacto se sintió realmente bien, como cuando cubrías tu cuerpo con una manta tibia después de una horrorosa noche gélida, aquel sentimiento le trajo un escalofrío por todo su cuerpo, el cual fue realmente notorio debido a la piel desnuda.
Cuando Ivka pasó su mano por las heridas de los hombros, ahora sus rostros se encontraban frente a frente, sintiendo aquella pesada respiración que se paseaba entre ambos tal cual un río terminando su cause en el mar eterno. Zaniah intentó mirar a otro lado, pero era como si los poderosos ojos pálidos del hombre la llamaran a perderse en ellos. Por un momento creyó que sería el efecto relajante del ungüento, pero su corazón estruendoso le dictaba lo contrario. Las miradas se entrelazaron, indagando, usurpando. La mujer se aceró tan solo un poco al rostro descolorido, tomando aire entre los labios entreabiertos rojizos que poseía.
Se detuvo. Sintiendo aquel rubor que se extendió por sus mejillas, indicándole que iba por un camino del cual sería empujada, no correspondida.
Observó los labios ajenos por un momento, como si todo se hubiese detenido, tragó saliva, aún recordaba aquel momento en la ciudadela cuando, en conjunto de los otros arcanos en el festival, se había atrevido a besar al mayordomo, todo había sido tan solo un juego, un simple reto entre arcanos que no tenían nada mejor que hacer que girar una botella para pasar un buen rato. Pero ahora era diferente, ¿Por qué se sentía tan apretujada? ¿Era por el extraño deseo de suplicar calor después de la tormenta? Quería olvidarse. Olvidarse de todo. Quería estar segura de que, por lo menos en ese momento, nada había ocurrido, que las cicatrices, incluso las borradas por el tiempo no importaban en lo absoluto.
Las pestañas anaranjadas cayeron bajo el manto del anhelo, y como si los pensamientos abrazaran la idea de la arconte muy a pesar de las amenazas de su pecho, los labios rojizos se acercaron con cautela a los labios etéreos, terminando el camino en un cálido beso. Los labios se movieron, endulzándose con el sabor que el dragón le proveía, y después de un momento, separándose de él por escasos centímetros, lo miró con el rostro encendido, en sumo silencio, avergonzada en cierto modo por el acto de posible imprudencia que acababa de cometer, quiso decir algo, pero el nudo en la garganta le impidió soltar palabra alguna.
―Ivka… ―Fue lo único que pudo soltar, bajo un manto aterciopelado de voz queda, esperando la reacción del otro, ¿Se iría? ¿Se molestaría? No lo culpaba si lo hiciera. Tan solo lo miró, esquivando las ideas de separarse por completo de él, esperando en su silencio.
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Post by Ivka Lawson on Dec 16, 2017 7:46:58 GMT
Sentía una fuerte presión en el pecho, el inquietante anhelo de poseer por mero egoísmo y el deseo de la lujuria que se desbordaba de su cordura; únicamente podía ser consciente del movimiento de sus manos y su respiración llena de pesadez. La agitación de su cuerpo era poco perceptible y aquellos suspiros sólo dejaban escapar la frialdad de su cuerpo, suplicante por probar una vez más esos labios ligeramente rojizos y tibios. Fue tentado, la cercanía era sólo una excusa, quería avanzar, ¿Pero era lo correcto? Su raciocinio le impedía moverse y actuar sobre aquel manto herido, pero su debilidad parecía aumentar con sólo verla frente a él, tan frágil e indefensa...
¿Podría tenerla?
No, ella no le pertenecía a nadie, y eso la hacía aún más valiosa a los ojos del dragón; desesperado por acudir raudo al llamado de sus instintos salvajes.
Su pupila se contrajo mientras la analizaba, indagando en lo más profundo de la arconte, jugaba con ello, se aprovechaba de la situación. La miró como nunca antes y prestó atención a cada detalle que antes ignoraba. Ella cerró sus ojos un momento y el dracónido se limitó a delinear con sus dedos la esbelta figura de la hembra, deslizando con sumo cuidado la frialdad de su ser mientras que se acercaba cada vez más a esos labios que le llamaban suplicantes más allá de las dudas del momento. Estaba cegado por el delicado suspiro que escapaba y le brindaba una oportunidad, entrecerraba su mirar conforme la cercanía aumentaba y la distancia entre aquellos labios se reducía...
Hasta que ocurrió.
El éxtasis por lo desconocido y el sabor dulce que asemejaba aquella unión le mantuvo cautivo, preso de sus deseos impropios y salvajes. Todo era tan diferente al primer beso, esta vez, la exquisitez del acto prohibido le impedía ver lo obvio; estaba mal y debía detenerse antes de cruzar la línea de lo correcto. Pero... ¿Qué era correcto y qué no lo era?
Fueron breves momentos en los que tuvo el placer de probar la esencia de la fémina, quien en cuestión de segundos, le privó de su calor, y dejó en espera al ansioso ser que quería más; ambrienta la bestia que se asomaba a través de los ventanales claros de su alma. Abrió con calma sus ojos y se separó unos cuantos centímetros de ella, apreciando el intenso color carmesí que lucian sus mejillas; dudosa por el error que había cometido, tan avergonzada y expuesta al peligro. El mayordomo estaba a punto de retirarse antes de arrepentirse, pues no debía cruzar esa línea de lo impropio y lo no permitido, pero antes de poder hacerlo, sus manos ya actuaban por sí solas; rozando con ligereza cuál pétalo sobre cristal, dando caricias con sutileza y lentitud, casi imperceptibles.
Ya no había marcha atrás, y el escuchar su nombre; que fue como una cadena que le impedía escapar tan fácilmente, le detuvo con más fuerza. Dudó de sí mismo por un momento, más sin embargo, fue más poderosa la apetencia que sentía en ese mismo instante por continuar y permanecer cerca, que la idea de alejarse. Fue egoísta y codicioso, quería esa calidez que el cuerpo ajeno le estaba ofreciendo... debía aceptar, podía aceptar o negarse y no hubo necesidad de palabras por su parte, la tentación era bastante y él era débil; comparecer al júbilo de la promiscuidad fue un deseo de su parte, deseo que podría ser brindado por un momento. La respuesta fue clara y sus manos dieron respuesta.
Lentamente, sostuvo con sosiego el mentón de la fémina y elevó su rostro; obligándole con lentitud a verle a los ojos otra vez, acercándose sin darle tiempo de responder o hablar nuevamente. Sin duda alguna en su actuar; unió sus labios con los de ella por tercera ocasión, probando con cuidado el sabor que los mismos le brindaban, aferrandose a esa ilusión de pertenencia que ambos experimentaban por el éxtasis. Se atrevió a sostener su cuerpo para acercarle más mientras que sus labios se apoderaban de ella, desecadenando el desbordante apetito. No tuvo la fuerza de voluntad necesaria para negarse, pero poco importaba ya, estaba sucediendo, pagaría por su error más adelante, ahora, sólo podía verla ahí, tan delicada y expuesta a sus colmillos y su veneno.
Lentamente se adueñó de ella y con sumo cuidado, sin separarse de aquella unión entre sus labios, la recostó en la enorme cama, importandole poco el ungüento que había colocado. Elevó con facilidad las muñecas de la fémina por sobre sus cabellos y las sostuvo con firmeza con una sola mano, cuidando de no lastimarla más. ...Se separó del beso por un momento, y presionó inconscientemente la piel ajena.
- ¿Está dispuesta a probar las espinas y el veneno...Zaniah...?-
Fue lo único que se limitó a pronunciar mientras miraba con frialdad aquellos ojos que le mantenían cautivo en ese instante, apegando lentamente su cuerpo al de ella, proclamándose como su propietario únicamente por esa noche clara.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
Vive como si tu libertad dependiera de ello
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 17, 2017 23:14:23 GMT
A punto de bajar la mirada, los dedos fríos rodearon su piel, haciendo que el rostro encendido se sumiera bajo las caricias y roces del ajeno. La mirada bicolor de la arconte se clavaba con lujuria contra los ojos claros del dragón, inhaló con lentitud, entreabriendo los labios rojos, mientras su corazón palpitaba con fuerza.
El contraste de sabores de los labios sumergió a la mujer en un baile de deliciosas sensaciones, cerró los ojos, deleitándose con las paredes de el mayordomo, atreviéndose a abrir los labios de vez en cuando, para hundirse un poco más en la cavidad ajena. Acarició con cuidado el cabello entre sus dedos, sintiendo aquella línea electrizante entre dolor y satisfacción que recorrió todo su cuerpo debido al aprisionamiento de las manos heridas.
Se hizo hacia atrás, obediente a los movimientos del arcano hasta que sintió su cabeza recostarse contra el colchón, entrelazó los dedos contra el cabello, acariciando, apretando, deseando.
Zaniah miró fijamente a Ivka, y con una pequeña sonrisa en sus labios y las pestañas caídas, respondió.
―¿Qué es el deseo sin un poco de dolor?
Masculló con voz derretida, subiendo una sola pierna a la cama, importándole poco lo que la sábana podría cubrir ahora, pegándola con sutileza al cuerpo del arcano. Levantó un poco el rostro, acercando sus labios a la oreja pálida, y la rozó un poco con sus labios.
―Hágame beber el veneno, incruste las espinas en mí ―Susurró la mujer en un tono seductor mientras con sus dedos acariciaba el cuello ajeno. ―Seré suya en esta noche donde la Luna brilla para todo Reapergate.
Y sin decir más, la arconte besó los labios del dracónico, acercándolo más a ella, intentando que, con cada bocanada que recibían, aquellas noches pasadas bajo el castillo quedaran atrás, muy lejos, donde deberían estar. Zaniah retiró sus manos del cabello de Ivka, dirigiéndolos con suma lentitud hasta la corbata, la tomó entre sus dedos con cierta fuerza y la deshizo, arrojándola lejos, quitándola del camino para llegar a la piel que la esperaba dispuesto. La mujer abrió algunos de los botones de la camisa rayada, y sin poder evitar mucho más el deseo, pegó sus labios contra el cuello, utilizando los dientes cuando era necesario y la lengua cálida que rozaba la piel fría. Sus manos siguieron paseándose, desabotonando el chaleco sin quitarlo, mientras sus labios continuaban masajeando el cuello, paseándose de vez en cuando bajo la oreja y luego de regreso, en un camino de chasquidos y jadeos.
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Post by Ivka Lawson on Dec 20, 2017 10:15:38 GMT
Tan pronto como escuchaba aquella voz quebradiza sus manos se doblegaban, danzando con lentitud por la piel desnuda de la mujer que yacia debajo de él. La miraba y admiraba esa belleza que sólo podría ser suya en ese instante, deseoso por saciar su apetito, nervioso y lascivo; estaba perdido en el color de aquellos ojos que le impedían ver claramente, sumergido en el mismo dolor que reflejaban estos, incapaz de pronunciar siquiera alguna palabra por los suspiros que escapaban de entre sus labios. Terco con la necedad de aquel juego entre ambos.
Suaves labios que le tentaron junto con un susurro, mismo que hizo que su cuerpo sintiera una corriente recorrerle desde la parte baja de su espalda. Soltó sin más esas manos, y se apoyó sobre el fino lienzo en que la dama reposaba; permitiéndole el paso a jugar con él como deseara.
-Fuego escondido, agradable llaga, exquisito veneno cual dulce amargura, una deleitable dolencia, un alegre tormento, una fiera herida, una blanda muerte... - Musitó con tranquilidad el hombre mientras que apegaba su rostro a la cabellera de la fémina, sintiendo la respiración cálida de la ajena sobre su piel, haciéndole estremecer. No hubo necesidad de más palabras en ese instante, el ruido de sus pensamientos era acallado con actos; el tremor de su cuerpo lo dejaba en claro con sólo sentirla de ese modo, tan salvaje a como era. Las dudas desaparecían al instante con sólo verla.
Le permitió avanzar, le dejo hacer lo que quisiese con él, gustoso; a la par que sus manos desembocaban la necedad de palpar cada parte íntima de la fémina. Su diestra avanzaba por la sedosa piel herida mientras que jugueteaba con su boca en aquellos labios color carmesí. Con sutileza y cuidado sostenía a la mujer, separándose de vez en vez para modular su respiración y sentir la cercanía de su cuerpo con el contrario; relamia su labio en busca de más, interesado en mantener aquel sabor sobre su piel. El movimiento de la fémina le incentivaba y le ponía ansioso. El dracónido en busca de satisfacer sus deseos subió por completo a aquella cama, tomó con cuidado la pierna de la arconte y presionó con cierta fuerza aquel muslo color claro; llevándolo a un lado a la par que lo elevaba para abrirse paso entre aquellas piernas. Se mecío ligeramente hacia el frente, apegandose con insistencia a ella mientras que comenzaba a ser despojado de sus prendas y a la vez que era mordido con insistencia.
Mordió su propio labio y presionó aquella piel femenina entre sus dedos, para acto seguido, soltarla un momento y reincorporarse a prisa sobre aquella cama, dejándola recostada unos breves momentos; tan expuesta ante él. No habló, más sin embargo actuó. Desabotonó por completo aquel chaleco y la camisa que siempre portaba, despojandose de ellos al instante; quedando su torso descubierto finalmente, dejando ver aquella piel pálida que rara vez mostraba. Sin más, sujetó a la mujer por la cintura y a prisa tomó asiento, obligándo a la arconte a posarse sobre él sin siquiera darle una opción de escape en un movimiento veloz. El sirviente la miró a los ojos, acercándo lentamente sus labios a los de ella, para así, fundirse nuevamente en un beso, buscando acomodarla sobre sí mismo, sintiendo la calidez de la piel tan cerca. Sus labios permanecían unidos a los de ella; sin darle opción para recuperar el aliento, mientras que sus manos sujetaban con insistencia aquellas caderas, apegandola a su cuerpo. Jugueteaba con su boca, atreviendose a utilizar su lengua para explorar más de lo debido; colando esta entre los labios de la mujer, dejando escapar pequeños suspiros forzados mientras incentivaba aquel actuar. Finalmente se atrevió a separarse de aquel beso, con la respiración ligeramente entrecortada y un suave color rojizo en el rostro.
-Pruebe el veneno de esperanza, inagotable y recóndito que nace en algún rincón de la conciencia y fluye silenciosamente hasta invadirla con ancho cauce reparador. No es más que arrepentimiento; polvo que ensuciará el candor del espíritu y la pureza de la vida, espinas que guardará dentro suyo sin antídoto... Zaniah...- Explicó con una voz tranquila y neutra, sin afán de querer detenerse o ceder ante ella. No hubo duda en sus movimientos, sigilosamente sus manos se aventuraban a lo peligroso, bajando con cuidado por aquellas curvas; posandose con cuidado en aquellos glúteos femeninos mientras que su rostro se acercaba sutil al pecho ajeno. Acercó sus labios a la piel de la dama, apegandolos suavemente sin hacer nada más que soltar pequeños suspiros en ella, tentandole y tentandose a sí mismo sin que sus manos cesarán con aquellas caricias.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 21, 2017 4:20:23 GMT
A cada respiración que pasaba, a cada jadeo y a cada tacto, los sentidos de la arconte comenzaron a despertar de nuevo, aquella llama en su interior se avivó, buscando adentrarse en el peligro, de saborearlo, así como lo estaba haciendo con él. Zaniah se detuvo mirando fijamente a Ivka mientras se despojaba de la parte superior de sus ropas, miró sus movimientos con una sonrisa plantada en los labios carmesíes. El agarre que le propició el dragón ciertamente le tomó por sorpresa, pero no se quejó al respecto, al contrario, rodeó el cuello con sus brazos, con los rostros tan cerca que podían sincronizarse los jadeos que ambos soltaban, sintiendo el cuerpo dispuesto a ella bajo sus muslos. Zaniah volvió a besarlo, con aquellos pellizcos de placer que le producía a sentir como se aventuraba a su cavidad, soltó un gruñido en respuesta, gustosa, mientras continuaba aquel juego de lenguas, chasquidos y besos, intentando respirar por la nariz debido a las bocanadas que recibía, haciendo que el eco de sus respiraciones se extendiese por toda la habitación.
Jadeó al sentir como de pronto se separaban, con el cosquilleo en sus labios de desear probar más y más al pálido ser en frente de ella, sonrió al notar un rostro más perturbado por la lujuria, mostrando aquellas mejillas ligeramente coloreadas.
―Suena una travesía mucho más difícil que la muerte misma ―Masculló Zaniah, observando como el hombre acercaba sus labios a su piel ―Pero es difícil negarse a una propuesta tan tentadora… ―Soltó un gruñido cuando aquellas manos fueron más abajo, aclaró la garganta, intentando que su voz no sonara tan ronca cuando pronunciaba palabra, sus piernas rodearon por completo la cintura del amphitere, atreviendo a masajear sus hombros hasta pasar hasta el cuello y parte de la espalda, apretó los dedos contra la nuca, mordiendo sus labios, y cerrando los ojos mientras dejaba que el sentido del tacto tomara su lugar bajo la noche. Un veneno tan intenso, tan agradable y a la vez peligroso que tenía en una copa de plata entre sus manos, ¿Sería capaz de beberlo hasta la última gota? ¿De dejarse clavar las espinas entre mordidas y besos? Zaniah ahogó un gemido cuando los labios ajenos se aventuraron más debajo de su cuello, aguantando la respiración por un momento solo para soltarla en suspiros bajos con sonidos apenas audibles.
―No se resista, Ivka ―Susurró Zaniah mientras acariciaba los cabellos blanquecinos ―Déjeme saborear el dulce, dulce veneno que trae consigo… ―Sus manos viajaron lentamente por el cuerpo, palpando con cuidado los costados del arcano, sintiendo el frío roce que poco a poco se iba haciendo cálido bajo sus dedos, deslizó sus caderas sobre las de él lentamente de un lado hacia otro, conforme a sus propios movimientos, tentándolo, sintiéndolo, mientras sus palabras tan solo terminaban en suspiros y susurros intentendibles.
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Post by Ivka Lawson on Dec 25, 2017 12:35:54 GMT
Sus dedos palpaban aquella piel con firmeza y consistencia, delineando cuidadosamente las curvas ajenas, provechoso del momento, ansioso por probar su intimidad, anhelante por poseerla. Sus labios besaban aquella piel, paseándose con sumo cuidado por las áreas heridas, dando suaves mordiscos donde tenía más libertad para actuar. La voz de la fémina se contenía al hablar, el dracónido prestaba cierta atención a ello y a sus palabras, mientras que, sentía aquel tacto tan suave sobre su piel. - ¿Quién se resiste? - Cuestionó con un tono ladino, para acto seguido, relamer lentamente sus propios labios, bajando un poco más el rostro mientras aferraba sus manos a ella. - Este veneno jamás será dulce, pero puedo asegurarle una cosa...- Murmuró. -...no podrá librarse tan fácilmente de él...- En cuanto terminó aquella frase, el amphitere finalmente acercó sus labios húmedos a la esencia femenina, besando con sumo cuidado aquel seno; tímido al principio. Presionó con lentitud, delineando con la punta de su lengua aquella areola color claro, atreviendose a usar incluso sus dientes de vez en vez; soltanto pequeños suspiros llenos de lujuria y deseo. - Concedame el honor de escuchar su voz...- Murmuró sin siquiera detenerse y en voz baja, mientras alejaba una de sus manos de la zona baja de la fémina y la colocaba justo en el pecho contrario, juguetando con su pulgar para incentivar su petición, incitando a que el cuerpo de la arconte reaccionase por si mismo con tan sólo aquellas caricias. El dragón no se hacía esperar; sus labios se posaban en el pecho femenino, apoderándose de estos ya con más insistencia, tanteando con sus dedos cada que tenía oportunidad. A la par, se percataba de aquellos movimientos con los que la mujer le provocaba, intentaba resistirse, más sin embargo, era débil al deseo y a la provocación de ese simple movimiento. El sirviente no había sentido esa necesidad de despojarse de sus prendas inferiores con tanto anhelo y desesperación; sin más, separó sus labios de la fémina y elevó su rostro, llevándolo a un costado del de la fémina, acercando su boca a la oreja de ella. - Dese la vuelta y colóquese de rodillas...- Ordenó con tranquilidad mientras que sus manos se posaban sutilmente sobre la cintura de la aprendiz, clavando la punta de sus dedos sobre su piel.
Una vez que el amphithere tuvo la oportunidad, se deshizo de sus prendas inferiores; quedando ahora en las mismas condiciones que la fémina que tenía al frente. Guardó silencio y la miró por unos segundos, devorandola con sólo la mirada. Se acercó lentamente a ella, colocándose de igual modo, de rodillas justo entre sus piernas de ella; con cuidado posó su mentón en el hombro de la fémina y pasó sus brazos por debajo de los de ella, para así, sujetar con ambas manos el pecho femenino, masajeando lentamente mientras que sus labios se acercaban a la oreja de la arconte. - Zaniah...- Le susurró al oído con lentitud, besando justo después su piel sin detener sus movimientos, asegurandose de no acercar demasiado su virilidad aún. Mordió con cuidado aquella oreja, clavando sus pequeños colmillos mientras que su diestra bajaba con cuidado por el abdomen de la mujer- Separe un poco sus piernas...- Pidió con gentileza mientras que su mano se abría paso por la piel de la fémina, primeramente acariciando las paredes internas de aquellos muslos, alternando sus caricias y acercándose un tanto sutil a la privacidad de la hembra, provocándole con tan poco y tentandose a sí mismo. Mordia la piel contraria con lentitud, a la par que dejaba escapar pequeños suspiros justo en su cuello. Una de sus manos se mantenía ocupada masajeando el seno femenino, jugando un poco; y la otra, vagaba con interés por la piel de la susodicha, hasta que finalmente dos de sus dedos se aventuraron a bajar aún más. El dracónido no dijo nada, únicamente miró con atención mientras que relamia sus labios, ansioso. Aquellos dedos comenzaron a adentrarse con insistencia, abriéndose paso por la intimidad de la arcana; dando suaves toques en el interior, rodeando y presionando el pequeño botón que todas las hembras poseían. Aumentó el movimiento de sus dedos, de un lado a otro para provocarle, mientras que su otra mano comenzaba a subir por la piel ajena, recorriendo primero sus clavículas, seguido de ello, su cuello, hasta que finalmente llegó a su mentón. - ¿Puedo? - Cuestionó lascivo mientras que ahora, sus dedos delineaban los labios de la arconte, adentrándose poco a poco en su boca, provocándole y privandole un poco la respiración, jugando con su lengua. Ambas manos del dracónido se mantenían ocupadas, y su mirada se mantenía fija en el cuerpo femenino, el cual, parecía reaccionar a sus caricias. Al igual que ella, la virilidad del sirviente reaccionaba, pero se mantenía tranquilo pese a ello, más deseoso por esos pequeños placeres que le brindaba a la vista.
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Zaniah Neshmet
Los Invictos
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Post by Zaniah Neshmet on Dec 27, 2017 5:02:16 GMT
Aquellas palabras del dracónico encendieron de una manera tan hipnotizante, que su cuerpo ahora parecía moverse por sí solo, deseando tan solo las manos y los labios del contrario, Zaniah mordió el labio inferior cuando el mayordomo se aventuró a las zonas sensibles de su piel, apretó un poco el cabello albino mientras separaba los labios rojizos, al primer mordisco, la mujer soltó un suspiro acompañado de un pequeño gemido el cual se escapó casi como un susurro. Lo miró con aquellos ojos bicolores encendidos por la pasión el momento, con el rostro ligeramente coloreado y una sonrisa se hizo ver, sin embargo, obediente, hizo lo que el hombre le ordenó, todo de manera lenta, para que pudiera ver como se movía, se separó de él, dejando entrar algo de frío a sus tibios cuerpos, y acomodando las manos en el colchón, se dio la vuelta, dejando ver aquella espalda definida, herida y llena de motitas doradas que se extendían por toda la piel de la mujer, al final, clavando las rodillas en la cama, peinó un poco su cabello, alejando algunos mechones rebeldes de su cuello.
Se quedó con ambas manos sobre su cabello, esperando pacientemente a que el hombre se acercara, y solo cuando sintió la respiración ajena sobre su cuello, cerró los ojos, dejando que los otros sentidos se encargaran de lo demás, arqueó su espalda cuando percibió las manos del arcano sobre sus pechos ya sensibles debido a los mimos anteriores, y el susurro de su propio nombre contra su oído tan solo avivó el deseo de su ser, la voz del arcano resonó en su cabeza, haciendo que la arconte le prestara suma atención a los movimientos del amphitere, gruñendo el respuesta, debido al mordisco a la zona más sensible de su piel, las plumas aceptaron gustosas, temblando, siendo cada vez más suaves y tersas. El cosquilleo se extendió hasta la punta de los pies cuando la mano del arcano se aventuró por la piel rosada, la mujer separó los muslos obediente mientras que, con la mano izquierda acariciaba el cabello del hombre, y con la derecha apretaba ligeramente los dedos alrededor del muslo pálido, soltó un dulce gemido que se extendió por la habitación en un eco suave y derretido, mientras que, su respiración se aceleraba a cada tanteo de los dedos dentro del cuerpo húmedo y cálido, la mujer levantó un poco las caderas, dejando que el arcano se adentrara cuanto quisiera, soltando pequeños jadeos y gemidos ahogados, mientras los dedos de la mujer tanteaban alrededor de la piel del otro, haciéndose un poco más atrás cada vez.
No hubo respuesta, la lengua de la arcana aceptó los dedos de la serpiente, saboreando, y de vez en cuando usando los dientes para provocar el placer de ambos, abrió la boca mientras entrecerraba los ojos, dejando que las dos manos pálidas se mantuvieran ocupadas, cuando el hombre sacó los dedos un momento, la mujer jadeó en contestación, para después sonreír.
―En ese caso, déjeme darle a probar un poco de mi veneno también… ―Susurró la arconte, pegándose de pronto por completo al cuerpo del dragón, haciendo que su rostro quedara casi contra el de ella, la mujer movió su mano hacia atrás, llegando a tocar el miembro dispuesto con la punta de sus dedos, bajó su mano, esta vez llegando a acariciar un poco más, mientras movía sus caderas contra los dedos del hombre una y otra vez, aceptando lo que tenía para ella. Esperando los sonidos que el hombre tenía para ofrecerle.
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