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Post by Evangeline on Feb 26, 2018 23:34:35 GMT
Evangeline escuchaba el intercambio, apenas y comprendiendo por el poco contexto que había recibido por parte de Ivka aquella noche, cuando vio brotar las lágrimas de sus ojos. Podía ver cómo es que el hombre se encontraba confundido por la declaración de Azazel... incluso ella sabía, por mera suposición, que el trato había sido tal cual el dracónico insistía. Todo indicaba que había algo resguardado en las sombras de la ignorancia, algo que jugaba un papel importante para el encuentro que estaba gestándose en aquél cuarto. La arconte se sobresaltó al cambiarse la atención por breves instantes hacia ella. Alzó la mirada para encontrarse con el péndulo de cuarzo rosa que levitaba sobre su cabeza. Aquél trozo de piedra en el cual había un pedazo de alma humana. Se levantó, dando pasos lentos y cautelosos fuera del círculo acompañada de la cabra que baló totalmente ignorante del ritual; o eso parecía. Salió del círculo, pasándole de lado a su compañero. Sólo el contacto de su mirada pero ni un tacto ni un susurro salió de su ser para intentar comunicarse. Lo vio introducirse, tomando su lugar al centro. Su advertencia golpeó las puertas de su corazón, haciéndola sentir inútil puesto que todo estaba pasando porque él así lo quería. Al perder Ivka la consciencia, Agatha se puso de pie, manifestando interés, curiosidad, terror, pero sobre todo, emoción. Inevitablemente una sonrisa se dibujó en su rostro al permiso del ente para continuar con el ritual. Por su parte, Evangeline por reacción natural, dio un par de pasos al frente pero fue detenida por el tirón de las telas de su informe. Catalina estaba deteniéndola, con aquellos ojos amarillos observándola. Por un instante, se perdió en ellos, incapaz de reaccionar de inmediato, no al menos hasta que sintió el tacto frío de la otra mujer sobre su mejilla. La mejilla de la arconte, suave y pálida, entre las sombras del sótano; exageraban aún más su pureza... su inocencia. -No interfiera Evangeline; a veces hay que dejar ir a los que amamos- le susurró al oído. Al pronunciar estas palabras, clavaba un cuchillo sobre su propio corazón. Reafirmando una realidad que cada vez se acercaba más a su vida. Desapegarse del placer y la dicha era un precio alto por la felicidad ajena. Tomó la mano de la sirvienta, cerrando los ojos para abrir el portal. Le temblaban los dedos, era la primera vez que intentaba algo así; el temor y la incertidumbre jugaban un papel importante pero a pesar de ello, no se borraba su sonrisa. Ven a la luz, al comando de la voz que te llama. Las palabras de Agatha llenaron el silencio que de pronto llenaba los rincones del lugar. Evangeline lloraba, sin poder despegar la vista del cuerpo inerte que se hallaba a los brazos de Azazel. Lo escuchaba murmurar y al sentir su mirada sobre ella, la sostuvo, con los ojos fijos y cristalinos, revelando el temor de su espíritu. Vsévolod, embriáganos con tu presencia; cura el mal de la incertidumbre de nuestro corazón. Manifiéstate.
El tacto por parte de Agatha se hizo más fuerte; la arconte podía sentir sus uñas clavándose a la carne, dejando salir el calor de la sangre al deslizarse por su piel. Arrugó la nariz, en respuesta al dolor. Las lágrimas brotaron más pero aquello era insignificante con el miedo de que el alma abandonara el cuerpo del amphitere. Las gotas carmesí chocaron nuevamente contra el piso. Dentro y fuera del círculo el llamado de la sangre permanecía, sirviendo de conducto y guía para el espíritu. Vsévolod, muéstrate ante mí; alivia el pesar del prisionero de tu perdición. Escúchalo... ven y toca su alma...
Las velas se apagaron, dejándolos nuevamente en una penumbra... Estaba ahí.
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Post by Ivka Lawson on Mar 4, 2018 0:14:44 GMT
Azazel miraba de reojo a la señorita que portaba telas color negro; un tanto curioso por esa respuesta tan bizarra que se formaba en su rostro, casi podría saborear la emoción que desprendía con esa simple pero importante respuesta física. Escuchó el llamado que hacía al hombre, y sin soltar el cuerpo del dracónido miraba aquella marca que había hecho hace muchísimos años atrás; el precio de aquel entonces había sido sumamente valioso, pero esta vez era más interesante, aún más exquisito que solo poseer un péndulo.
El llamado había sido hecho correctamente, y las últimas palabras de la mujer se escucharon con fuerza en la dichosa habitación. La luz de las velas se esfumó en un parpadeo y el ambiente podía sentirse aún más frío que antes.
Una risa escapó de los labios del demonio, una que estaba un tanto risueña y pérdida por lo que ocurría, gustoso y sobreextasiado con sólo sentir la presencia del ente a quien llamaban.
- ¡VEN! ¡HAZLO, HAZLO! -
Gritó con euforia y emoción mientras que un círculo de sangre se formaba alrededor del ya hecho de velas, mismo que a la brevedad se prendió en fuego; iluminando así la habitación con unas llamas color gris. Antes de que pudiesen hacer algo, la estantería que poseía unos cuantos cuchillos comenzó a tambalearse, un ruido bastante notorio resonaba y aquellos pequeños utensilios temblaban con velocidad sobre la madera misma.
Azazel río con fuerza nuevamente. - ¡HAZLO! - Gritó con suma alegría y emoción; y justo en ese instante, uno de los cuchillos salió disparado a donde estaba el ente, atravesandole como si nada justamente por el pecho. Aquel cuchillo quedó clavado sobre el suelo con suma violencia y presición, no había sangre ni nada en este o en Azazel. Por su parte, el expiatorio soltó un gemido ahogado y luego una risa, alimentándose de esas emociones tan marcadas en el alma y espíritu del pobre Vsévolod.
- ¿Así me pagas después de haberte mantenido como un ayudante? -
Preguntó con atrevimiento y sin vergüenza alguna el ente, tomando con cuidado el cuchillo que le había sido lanzado hace recién con cierta discreción.
- No seas tímido...- Murmuró, sacando con cierta dificultad aquel metal clavado en el concreto. Una vez que estuvo listo, el expiatorio tomó impulso y arrojó el cuchillo con suma fuerza y presición al péndulo que flotaba en el centro. - Hay más invitados aquí. - Terminó la frase con un tono ladino, y en pocos segundos, aquel artefacto filoso partió en mil pedazos el péndulo de cuarzo, provocando que este explotase en miles de fragmentos, y de los cuales, una figura masculina se formase justo en el suelo del círculo, aferrado al mismo con dificultad para mantenerse en pie.
- Ven a saludarlos.- Inquirió en ello, manteniendo al dracónido cerca suyo como amenaza para el espíritu.
Una respiración se escuchaba, y el sonido de las cadenas resonaba por sobre el suelo. Vsévolod reposaba con hastío y debilidad sobre el concreto y, a diferencia de los presentes, no tenía un cuerpo físico, era solamente la proyección de lo que solía ser antes; acompañado de unas cadenas en sus manos y piernas, mostrando el cabello ligeramente desaliñado y notorias cicatrices en los ojos.
- ¿Qué han hecho?...- Murmuró molesto, buscando con cierta confusión al dracónido. Estaba ciego, pues él era quien tenía los antiguos ojos del sirviente. - ¡¿Quiénes son?! ¡¿Dónde esta Lawson?! - Preguntaba con intriga, molestia y dolor; colocándose de rodillas en aquél círculo con dificultad, ladeando el rostro de lado a lado, intentando percibir sonido alguno.
Le resultaba sencillo saber donde estaba Azazel, esa risa y esa voz inconfundibles que había estado escuchando durante años, jamás podría olvidarlas. Pero podía sentir la presencia del dragón y otros tres entes, más sin embargo, ignoraba con impotencia sus posiciones, no escuchaba sus voces y la respiración de cada uno era tan débil a comparación de otras. Se sentía confundido y totalmente inútil, manipulado.
- Tic toc, Tic toc - Interrumpió el alboroto del espíritu por un momento. - Explique la situación...- Hizo una pausa, dando a entender que le hablaba a Agatha, pero antes de que esta articulase para hablar, interrumpió nuevamente. - Envageline...- Dio la orden a la fémina, pronunciando su nombre con lentitud y curiosidad, algo triste por no haber adivinado, simplemente había sido capaz de escuchar el susurro de su nombre momentos atrás. - Y recuerde...- Habló, mostrándole el cuerpo ya casi sin vida del amphitere, pues aquella respiración seguía marchitandose conforme los minutos pasaban.
- Tic toc, se acaba el tiempo... -
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Post by Evangeline on Mar 6, 2018 21:46:07 GMT
Ver al espíritu materializado en una visión era impulso suficiente para que Evangeline sintiera ganas de correr pero estaba atada por el cuerpo inerte del amphitere al centro del círculo. Frágil y vulnerable como si él mismo llamara a la muerte. Los gritos del espectro le erizaron la piel en contraste con Agatha que aquello representaba esperanza para los planes que tenía para el futuro. Tomó a la arconte del antebrazo, sometiéndola al sentir que planeaba moverse. Lo que atestiguaban era algo único, tal vez, algo que no había ocurrido en Mirovia por décadas. Algo tan prohíbido que sería un secreto que se llevarían hasta la tumba.
Azazel comandó por explicación y los labios de Agatha se apretaron al sonido de otro nombre. Miró a la mujer. Temblaba, sus ojos abiertos dejando ver los cristales de su mirada entre lágrimas acumulándose al borde de sus pestañas. El cuerpo de Ivka, en conjunto con la crueldad de las palabras de Azazel la presionaban por ser breve. -Él...- se le hacía un nudo en la garganta. -La culpa, el arrepentimiento... El sacrificio hecho por él, lo siente en su alma como una carga por su egoísmo... Porque le dieron poco y él ha dado nada- murmuró, recordando la confesión que el hombre le había hecho aquella noche. Las lágrimas corrieron por sus mejillas. -Se siente atormentado por el amor profesado a él... por la bendición que no pidió y que por esa razón perdió todo-. Bajó la cabeza, sintiendo tanta pena por la oscuridad que sabía habitaba en el corazón del señor Lawson. Alzó los ojos encontrándose con aquellas marcas borrosas que indicaban una ausencia total de la vista. Los ojos de Ivka.
Sintió pena, pena por ese hombre, perdido y angustiado. Dio todo por alguien que sufría. La vida no era justa en definitiva. ¿Qué los había llevado a realizar semejante intercambio? Sólo dos hombres en peligro y sufrimiento terminarían así. Sus almas y cuerpos separados por el dolor de algo más grande que ellos, quizá. Llevó una de sus manos al bolsillo de su uniforme, donde se encontraba el reloj que el amphitere le había obsequiado la noche de su llegada al Castillo Velfast. Palpó la superficie, tratando de darse más valor por él. -Él sólo quería tiempo...-.
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Post by Ivka Lawson on Mar 18, 2018 5:58:17 GMT
El ente escuchaba las palabras de la arconte y sus manos se aferraban con firmeza al concreto, perdido en el mismo temor y angustia que estas expresaban, o inclusive, al hecho de palpar de nueva cuenta el mundo físico. Era aterrador volver, pero lo ansiaba tanto, pues quizá con ello podría recordar nuevamente. Añoraba el poder recuperar tiempo perdido que ella mencionaba. Sus manos palpaban el suelo, haciendo resonar entre tanto y tanto las cadenas que le aprisionaban.
No hubo palabras de su parte, no era capaz de decir algo adecuado; se estaba previniendo, sabía en que clase de situación estaba, pero le resultaba imposible adivinar o pensar en lo que haría el expiatorio, aún así, esperaba con impotencia lo que le fuese ordenado, solamente mordiendo su labio inferior, agachando la cabeza en silencio. Ya tendría momento para avanzar adecuadamente antes de ser encerrado otra vez.
-¡Correcto!- Interrumpió Azazel al escuchar la voz de la arconte mientras sujetaba con cuidado entre brazos al dragón, quien poco a poco recuperaba el aliento. Más sin embargo, antes de que fuese capaz de reaccionar, el demonio colocó su cuerpo frente al espíritu que había sido convocado a tal reunión, regalandole la oportunidad de encontrarlo con facilidad - Ya es hora- Murmuró para sí mismo, desvaneciendose en un parpadeo para luego reaparecer justo por un lado de la súcubo. - Usted añora esto, porque tiene ideas y planes por delante... ¿Quiere saber a que precio? - Le susurró a la fémina, con una sonrisa un tanto grotesca y ansiosa a la par que le miraba de reojo. Una vez Azazel dijo aquello, pasó su diestra por detrás del cuello de la ajena y, sin cuidado alguno realmente, sujetó el rostro de la mujer con sólo esa mano, presionando con cierta violencia para obligarle a ver al frente lo que estaba a punto de ocurrir. - Los humanos y los arcanos no son tan diferentes, aman y sufren, pelean por causas erroneas y por convicciones apegadas a lo que llaman... "Moral".- Murmuraba cauteloso mientras que con su otra mano palpaba la figura de la mujer, cuidadoso con ello pero aferrando fuertemente sus dedos en las mejillas contrarias. - Y para cumplir con un pequeño deseo egoísta...- añadió, ya con un tono de voz más frío y calmado, mirando ahora también al centro del círculo en el que el ente palpaba cuidadosamente el pecho de su amante. - ...ambos están dispuestos a perderlo todo por obtener lo que más añoran... - Cual suspiro terminó esa frase, y en un parpadeo el fuego grisáceo se levantó rápidamente, alborotado. - ¿No es divertido? - Acotó, soltando con una de sus manos la figura ajena para alcanzar el cuchillo que había roto el péndulo momentos atrás. - ...Perder todo a cambio de lo crees que será todo. La existencia misma a cambio de un sentimiento ajeno, es delicioso...- Esta vez sus palabras fueron burdas y sin sentido, y antes de que la mujer hablase o se percatase de sus movimientos, a prisa tomó el utensilio, y sin esperar, lo clavó en un costado de la fémina. - No hay forma posible de escatimar siquiera. - Sus manos le aprisionaban con fuerza, moviéndose por sí solas, atreviendose a mover el cuchillo con lentitud sin dejar de ver al frente. - ...Ya casi terminamos. - Insistió, desvaneciendose en cuestión de segundos de ahí para luego reaparecer frente a la arconte, levitando aún con las manos manchadas de esa asquerosa sustancia que brotaba de los humanos y de los arcanos- Le recomiendo no interferir. - Le susurró, tranquilo y apacible; engañoso.
Sin esperar respuesta por parte de los presentes, Azazel avanzó en su siguiente movimiento.
- медленный огонь, сжечь все - Su voz fue diferente, dictaminando una orden que sería esta vez la definitiva, ya no había bromas para ello. El expiatorio estiró sus manos al frente, y con una sonrisa dibujada en el rostro miró a los dos hombres ahí dentro del círculo, su experimento personal.
El fuego comenzaba a moverse de manera más violenta y veloz, una brisa fría se apoderaba de la pequeña habitación; y aquellos ojos que había mostrado Azazel se tornaron blancos. Una luz surgió de su interior, escapando de su boca y ambos ojos, sus manos se movían al igual que aquellas cadenas, mismas que aprisionaban y controlaban al espíritu anteriormente encerrado. El fuego lentamente comenzó a avanzar al centro, únicamente tomando la forma del espíritu que era preso.
- Es hora de que rompas el primer trato, Vsévolod. - Ordenó, obligando a que el ajeno se moviese contra su propia voluntad.
Aquel ente que no tenía manera de palpar adecuadamente los cuerpos ajenos, ahora podía hacerlo, pues el fuego habría tomado su forma, se apoderaba de él pero aquellas manos que ansiaban recordar el rostro del dragón no añoraban tocarle ahora en tal estado. Lo quemaria.
...
La respiración reaparecia, el aire en los pulmones volvía lentamente. ¿Qué había ocurrido? ¿Se había desmayado? Eran cuestiones que el dragón se hizo mientras intentaba divisar aquella figura borrosa que tenía encima suyo, sólo siendo capaz de percibir que aquel ente ahora sólo parecía ser fuego, uno peculiar color gris. Pestañeó varias veces, incauto. Pero al ver claramente que se trataba del humano que más extrañaba reaccionó al instante; pero un dolor y una pesadez le impedían moverse adecuadamente.
- Наконец вы пришли -
Sólo eso fue capaz de murmurar, con una sonrisa noble y débil, posando su mano sobre el espíritu a pesar de que este le quemaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas y esa sonrisa que no había mostrado antes permanecía ahí incluso a sabiendas de la situación.
- сделайте это сейчас -
Murmuraba para calmarlo, sabía que seguía, pero estaba listo, era capaz de estar listo porque no estaba sólo como otras veces. Se sentía seguro al tener al ajeno ahí.
Por su parte, Vsévolod se negaba, sus ojos lagrimeaban y mordia con impotencia sus labios; posandose encima del dragón con enojo e ira, contra su voluntad. Negaba con su cabeza, pero su cuerpo y sus manos se movían solas.
Aquel símbolo que se encontraba oculto en el cuello del ampithere comenzó a brillar una vez que el espíritu se acercó a este con sus manos, mismas que ardían por el fuego que le bridaba una forma más "física". La única forma de romper el primer trato era que el mismo amante terminase con todo, pues Azazel estaba incluido en el trato, él no podría tocarlo pero el espíritu del humano si.
La tensión se apoderaba del caballero, pero poco a poco pudo sentir como sus manos tocaban la piel del dragón, palpando el cuello con el fuego que se apoderaba de él. Lawson reaccionó al instante, forcejeando con sus piernas y brazos por innercia, apretando los brazos del ajeno, buscando respirar. Pero era inútil.
Azazel no reía esta vez.
Las manos de Vsévolod quemaban la piel del dragón, privandole del aire y poco a poco, despojando su derecho a vivir. Los forcejeos lentamente se iban deteniendo, al igual que los gemidos y jadeos que escapaban de los labios del ampithere. El espíritu se alegraba de no ver tal horror, pero aún asi lo sufría de una manera terrible.
Después de unos segundos, hubo silencio. Poco a poco las manos del sirviente perdieron fuerza, y las mismas cayeron con lentitud al suelo. Hubo silencio.
Azazel bajó sus manos y sus rostro volvió a la normalidad. Liberó al ente encadenado y el fuego que se apoderaba de él se dispersó, el mismo Vsévolod al percatarse de ello, buscó el rostro de Ivka nuevamente, con aflicción por lo que había sido obligado a hacer. No podía sujetarlo adecuadamente pero podía palparlo, y eso hizo; solamente posó su frente contra la del otro e intentó no llorar por ello o gritar de furia. Azazel no perdió tiempo, se acercó al cuerpo ya sin vida del dragón, y de este, extrajo un péndulo. Su alma y espíritu estaban aún con "vida", el primer paso del ritual había sido exitoso.
El recipiente estaba listo para el segundo paso.
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Post by Evangeline on Mar 20, 2018 1:33:06 GMT
El frío de la plata le atravesó el costado, de momento no pudiendo aferrarse al suelo, teniendo al espectro sosteniéndola aún con el puñal en su interior. Estaba siendo obligada a observar la escena, entre el dolor y la ausencia de aire que de pronto le aprisionaba el pecho. Instintivamente sus manos rodearon el mango, aún sostenido por Azazel, y el calor de la sangre empezó a empaparla. La arconte de momento absorta en la escena no se fijó en aquello que ocurría a su lado... El dolor de aquél espíritu era tan real que desafiaba la forma etérea de su existir; su corazón palpitaba con fuerza, el temor a lo desconocido estaba invadiéndole el cuerpo. Deseaba que parara... Deseaba que todo aquello fuera un mal sueño. Miró a la sucubo quien ya había podido caer al suelo, apenas apoyada en sus rodillas, con una mano sobre la piedra. Jadeaba desesperada por aire. De inmediato Evangeline se volvió hacia ella, tomándola de los hombros en un intento de verle la cara y averiguar lo que pasaba. Azazel ya no estaba al lado de la otra mujer, había aparecido a su lado, pidiéndole, no, ordenándole que no interviniera.
Las lágrimas pararon y así pudo observarlo mejor al momento en que viajaba através de la habitación como dueño del lugar. Dueño de las almas que ahí se congregaban. Observaba con horror lo que de aquél cuerpo salía, una luz que no podía ser sagrada, una luz que no podía ser bondadosa al tacto, una luz que terminó por quemar todo aquello que tocara.
El espíritu tuvo la oportunidad de palpar su realidad; sus manos tocaron al amphitere quien apenas susurró, perdiendo aquél derecho al momento en que el dolor le invadió la piel. Evangeline en respuesta abrió las alas, dispuesta a recuperar su integridad, pero fue sometida por Agatha quien la tomó de la muñeca con una fuerza que parecía ajena a la debilidad que ahora reflejaba. En su rostro lleno de dolor estaba plasmada una chispa de determinación; habían llegado tan lejos como para terminarlo todo por la piedad de una inocente mujer. A consecuencia de ello, Evangeline fue testigo del dolor y muerte de aquél que había tenido piedad con ella; experimentó la impotencia de hallarse presenciando el crimen de privar a otro de la vida.
Las manos pálidas, sueltas y delicadas, tocaron al fin el suelo. Señal del abandono del alma. Agatha soltó a la arconte, débil por la pérdida de sangre, cayó al suelo, observando desde aquél sitio la escena. Debía quedarse despierta, no podía dormir, cerrar los ojos y privarse de aquello por lo que luchaba.
-¿Qué hiciste?- susurró la arconte con un trémulo en su voz. Dio un par de pasos quedando al borde del círculo; deseaba entrar, arrebatarle aquél péndulo. Sus manos a sus costados, cerrándose en dos puños. ¿Sentía enojo? ¿Tristeza?...¿Frustración de no poder hacer absolutamente nada? Marcharse no era una opción... no abandonaría al señor Lawson, donde fuese que estuviera. Entró al círculo. No sabía si estaba siendo tentada, no sabía si con aquello quebraría el balance del ritual pero fue su egoísmo el que la movió, esa necesidad de buscar una solución, de encontrar en sus manos la salvación. No temió en acercarse a la escena, percatarse de que los ojos del dragón se hallaban cerrados y abandonados de vida. Sintió un hueco en el vientre... todo había sido un capricho, un capricho por parte del espectro tal vez... Deseaba comprender, encontrar culpables. Por primera vez su alma se sintió impura.
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Post by Ivka Lawson on Mar 20, 2018 14:19:18 GMT
Inmerso en su propio trabajo el demonio miraba las palmas del dragón, aquellas que poco a poco perdían vida y la mísera calidez que alguna vez tuvieron. Los sollozos de Vsévolod eran notorios, palpando con desesperación y horror lo que había hecho, herido hasta el orgullo; demigrado de protector a escoria en cuestión de segundos solamente por un control que estaba muy lejos de su comprensión. Azazel, por su parte, miraba de reojo a las mujeres presentes con sumo cuidado y silencio. Todo parecía ir en orden, pero una sensación le llenó de gozo, como una ligera onda eléctrica recorriendo su espalda baja hasta llegar a sus brazos; tan extraña y deleitable, era un sentimiento que emanaba y desbordaba de la arconte por buscar respuestas.
Una risa escapó de sus labios, podría aprovechar quizá.
-Sepa a quien se dirige...Evangeline.- Le murmuró con cierta molestia, pero extasiado con todas esas emociones que se escapaban con desespero de cada una de las mujeres; miedo, coraje, determinación, osadía, orgullo... odio e impotencia. Lo mantenían en un estado de regocijo absoluto, era como una dosis de adrenalina para el expiatorio. Una vez que dijo aquello, sostuvo el péndulo en su mano, viéndolo con cuidado para percibir esa falta de brillo tan notorio. - Sólo hago mi trabajo, para eso fui invocado ¿No?... Mejor preguntese, ¿Qué hizo usted? - Cambió los papeles, reincorporandose de donde estaba para dejar al pobre ente sufrir un poco más con el cuerpo sin vida de su amante hasta que el proceso pudiera llevarse a cabo - ¿Deseaba impedir esto? ¿Anhelaba despojar la oportunidad de oro que más ansiaba Lawson?... Irónicamente lo que más deseaba era sumamente mundano y simple, y yo se lo he brindado para poder continuar con lo que vine a hacer. - Explicaba con tranquilidad lo que le venía en gana, intentaba confundirla y aturdir sus pensamientos para beneficio propio, para degustar aún más esas emociones y sentimientos que dejaban escapar con suma ignorancia. Azazel provechoso de ello, miró al suelo y las llamas que aún había en este, una leve sonrisa se dibujó al instante. - No tengo tiempo para esto, el recipiente ya está listo...- Interrumpió arrogante mientras que se atrevía a lanzar el péndulo púrpura al suelo, mismo que adquirió al instante pequeñas grietas; y en consecuencia, el cuerpo del dragón también recibió pequeños cortes y grietas en el cuello. - ...¿O no?- Se burló, insistente en obtener más alimento para sí mismo.
Por otra parte, Vsévolod aunque era capaz de escuchar todo, lo ignoraba. Atento al cuerpo del dragón palpaba su cuello, sintiendo los daños que le había causado, aquellas quemaduras eran sumamente terribles; pero antes de poder seguir lamentándose por ello, una pequeña grieta se abrió en el instante en que pudo captar el sonido del péndulo contra el suelo. Se alarmó por completo, palpando desesperado la piel malherida del otro; soltándose de él para comenzar a buscar en el suelo aquello que tanto deseaba proteger. - ¿QUÉ HAZ HECHO? - Gritaba con desespero y molestia, agitado. - SÓLO TERMINA CON ESTO, NO ES NECESARIO QUE HAGAS ESTA CLASE DE BROMAS ESTÚPIDAS. - Sus gritos aunque parecían ordenes, no eran más que súplicas desesperadas. Sus manos tocaban el suelo, incapaz de encontrar el péndulo, pero encontrándose con los pies de la arconte. Se detuvo en seco al sentir finalmente aquello, consciente de que quizá era la mujer que había llorado por el ampithere momentos atrás. - ¡AZAZEL!- Insistía, regresando el rostro hacia atrás para asegurarse de que el cuerpo seguía ahí, buscando al expiatorio para que viese la desesperación que se dibujaba en su rostro. - Por favor...- Murmuró dolido al final, quedándose callado en nuestra de sumisión por la desesperación y ansiedad que se apoderaba de él.
-Dígame, Evangeline. ¿Cómo se siente al respecto? ¿Qué le hace sentir todo esto? ¿Es nuevo para usted? ...- Interrumpió con calma, ignorando un poco tal muestra de temor y dudas por parte de su antiguo ayudante. El péndulo había desaparecido del suelo, y ahora se encontraba en su propia palma, y tanto el cuerpo como el mismo artilugio, ya no tenían grietas. Había sido una ilusión, la mayoría de los sucesos pudieron haberlo sido, pero a Azazel le gustaba jugar. Debido a ello que su presencia se desvaneciera frente a los ojos de la fémina para reaparecer nuevamente por un lado de la súcubo. - ¿No le parece curioso lo delicado que resulta ser el cuerpo de los arcanos? Inclusive...lo frágil de sus corazones. - Su tono de voz era calmado al hablar, pero lentamente su mano paseaba por la fémina buscando la herida que había hecho hace poco. - Usted conoce la fragilidad de los demás ¿Verdad? Se aprovecha de ello cuál alimento recién entregado en bandeja de plata...- Le murmuró a la mujer que respiraba de forma agitada, y en un movimiento imprevisto, el expiatorio clavó dos de sus dedos en el interior de la cortada, moviendolos lentamente. - Pero en el fondo, deseaba sentirse amada, anhelaba ser notada por quien es realmente... Y un día finalmente conoció a un arcano, un dragón helado atado al pasado. ¿Es por él que llega tan lejos? - Terminó con lo que debía decir, necesitaba más, mucho más. De nueva cuenta el ente desapareció de ahí, y reapareció detrás de la arconte, atreviendose a palpar con ambas manos las alas que recién había decidido mostrar. - ¿Creé que podría salvarlos? ¿Se sentirá bien con ello?...- Cuestionó ladino y curioso, manchando un poco una de las alas con la sangre de la súcubo. - ¿O quizá hay algo más? Más apegado a su corazón, algo que usted no comprende aún...- Fue lo último que pudo decirle, pues un chasquido de su parte hizo que todo se volviese negro para la arconte. Unas manos palparon su rostro, ambas con sangre; con cuidado, guiaron su rostro hacia abajo. - Mire hacia abajo...- Un susurro de Azazel le pidió aquello, y en cuestión de segundos, los delicados pies de la mujer yacían en una enorme cantidad de sangre, al igual que sus alas heridas tenían manchones de sangre. - Pronto terminaremos...- Susurró de nueva cuenta para luego hacer silencio, y a la brevedad, manos parecían escapar de la misma sangre, suplicando salir, sujetando con fuerza las piernas de la fémina; hundiendola poco a poco.
Sólo era un juego para él.
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De regreso a la situación, Azazel sacudió sus prendas y miró el círculo formado.
- Terminemos con esto, comienza a ser tedioso... - Dijo para sí mismo, tomando el péndulo entre manos, mientras levitaba al frente de Vsévolod. - Es hora. - Sentenció, haciendo que por inercia el ente elevará su rostro hacia él, el expiatorio aprovechó ello, y llevó el péndulo justo frente al rostro del caballero.
- Присоединитесь к тому, кого вы хотели, станьте одним с ним, и я дам вам жизнь, чтобы дышать еще один день.
Это сделка, она не будет нарушена, потому что некому ее отменить. Цена низка для монстра, который будет перерожден из полутени, из-за темноты и темноты это будет сделано.
Душа, дух и воспоминания. -
Hizo la sentencia, mirando al ente que poco a poco soltaba el cuerpo y aceptaba lo que estaba por suceder. La luz nuevamente escapó del rostro del demonio, y aquel péndulo comenzó a brillar también. En brevedad de su "oración", el contenedor del alma y del espíritu del ampithere absorbió el espíritu y alma del ente que sollozaba en la habitación, haciéndole desaparecer a la brevedad. Aquel color púrpura se perdió, y en su lugar, un negro entintó el péndulo en su totalidad.
Azazel sujetó el artilugio, y con cuidado hizo que el cuerpo del dragón se colocara justo al centro del círculo de velas, sangre y fuego.
- Вы больше не будете ни одним из них, вы сохраните их воспоминания. Вы не будете никем, потому что у вас нет имени.
Вы являетесь результатом беспокойства души, замаскированной под страстную любовь. Сама тьма перевоплощается в пустой контейнер.
Дышите, сделка наконец была сделана. Это мой подарок вам. -
Ordenó con nuevas palabras, esta vez haciendo que el péndulo quédase frente al pecho del dragón. Una vez dio la orden, él mismo objeto fue desvaneciendose en el interior del ampithere, haciéndose uno con el recipiente.
La magia había sido exitosa, pues una luz escapó del rostro del dragón, pero marcas de oscuridad comenzaban a entintar su piel. Sus extremidades se tornaron color negro, al igual que otras tantas partes del mismo. La luz que emanaba se tiñó de negro y la misma se convirtió en bruma.
- Просыпайтесь еще раз, это ваша истинная форма.
Сделка была сделана, и ваше тело стало свидетелем этого. -
Terminó por fin, y en cuanto el cuerpo del ampithere cayó al suelo, un chasquido resonó con fuerza en la habitación; las mujeres eran libres de las ilusiones en que las había metido, las heridas, la sangre... nada fue real, solamente era su pago, todas esas emociones mezcladas eran su alimento y su fuerza, además de que era una trampa.
El trato había sido hecho, ya no había necesidad de que permaneciera ahí. Azazel desapareció sin más, ellas descubrirán que sucedió por cuenta propia.
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La confusión aturdió con fuerza, sus músculos estaban tensos, pero un dolor insoportable invadía su cabeza. La respiración agitada era percetible con suma facilidad, pues el eco del sótano lo delataba. El afectado intentó levantarse, y aferrando con fuerza sus manos al concreto miraba de un lado a otro, atormentado por la oscuridad del mundo real. Su desesperación, fascinación y confusión se mezclaron con su ansiedad y nerviosismo, y en un momento de incoherencia y poca cordura un gruñido escapó de sus labios; mismo que se transformó a un "rugido" bastante hostil. El hombre en su intento por comprender que ocurría tomó su forma Fated, de forma dolosa, involuntaria e incomprensible para él, clavando sus manos al suelo con violencia mientras que sus alas y cola se mostraban. Ácido escapaba de sus fauces y lo escupia al suelo con confusión. Un rugido escapaba de su hocico nuevamente.
Se mantuvo ahí por brevedad, intentando acallar las voces y recuerdos de aquellos que solían llamarse Lawson y Svyatoslav. Él no tenía nombre, pero su deber era responder con el nombre de ellos.
Aquél dragón había muerto, y en su lugar, oscuridad misma renacia en su cuerpo. La magia y el trato habian sido exitosos.
Por lo menos para entretencion de Azazel.
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Post by Evangeline on Mar 20, 2018 22:19:11 GMT
No sintió miedo o arrepentimiento al haber demandado por una explicación. Sus ojos veían la escena y debían aceptar la tragedia que estaba dándose ante ella. Miró el péndulo, como si con los ojos pudiera resguardar su integridad; en las manos de Azazel era tan frágil; sabía que el señor Lawson se encontraba ahí... de alguna manera pero así era. Callada escuchaba las acusaciones del espectro; la culpa que depositaba en ella comenzó a jugar con ella, con esos sentimientos de ira que burbujeaban en la boca de su garganta. Pero no podía aceptar aquellas palabras; describir como mundano algo por lo que el amphitere sufría... era real para él, era doloroso y sobre todo pesado llevar sobre sus hombros. Bajó la mirada por un instante, sintiéndose incapaz de sostenerle la mirada pero se vio obligada a verlo nuevamente... Alzó la mano de inmediato al ver cómo el péndulo caía al suelo y cómo el cuerpo de Ivka respondía, atado a aquél receptáculo. El espíritu llegó hasta sus pies, bajó la mirada para encontrarse con esos ojos ausentes de luz; los ojos de Ivka. Clavada en una mirada de la cual sólo ella era partícipe. En sincronía miró a Azazel al mismo tiempo que Vsévolod inútilmente giraba hacia atrás hacia el espectro. Nuevamente las preguntas iban hacia ella. Siguió sus movimientos, totalmente impotente a la situación. Por otro lado, la sucubo yacía en el suelo, aferrándose a su consciencia. A su alrededor todo era borroso, parecía que pronto sus ojos se cerrarían en contra de su voluntad. Nuevamente, el ente se colocó a su lado. Su aliento chocó contra su oído, tan real como ella misma. Apenas pudo mover los ojos para mirarlo. Se retorció ante el dolor, ante la violencia de esos dedos que tentaban la herida que le había hecho antes. Con un grito ahogado se quejó, dolida por el acto y también por aquellas palabras. En sus ojos había furia, furia porque no merecía siquiera mencionarlo. Sudaba frío pensando en que tal vez no estaría con vida para lograr su cometido. No pensó que tuviera que ser ella la que debía pagar por ese precio. Al abandonarla se llevó las manos a su costado de donde la sangre seguía brotando cual riachuelo inquieto, llenándola en un charco carmesí que poco a poco mojaba cada parte de su cuerpo. Evangeline escuchó su voz detrás de ella, sintió sus manos al tocarla. Tragó saliva intentando dominar el temblor de su cuerpo. Tenía tanto miedo pero a la vez tanto enojo. Obedeció a sus palabras, mirando hacia abajo; a sus pies la sangre... no era suya. Se estremeció, causando que sus alas se abrieran aún más. NO ERA SUYA... Lloró al sentir las manos tocarle... sentía su pena y dolor... ¿Quiénes eran? Ignoraba que todo se trataba de una ilusión por lo que sus emociones eran tan reales, tan entrañables. Alternaba la vista entre aquellas manos que se aferraban a ella y lo que ocurría dentro del círculo. La luz las iluminó por instantes, haciendo difícil apreciar lo que estaba ocurriendo. Agatha comenzó a distinguir las figuras al centro y escuchaba los sollozos de Vsévolo que de pronto, desaparecieron. Evangeline observaba la escena horrorizada, viendo cómo el cuerpo del amphitere cambiaba ante sus propios ojos. De pronto... cayó al suelo y en ese preciso instante el peso de la oscuridad las abandonó. La luz se tornó más gentil y todo aquello que atentaba contra su sanidad y vida se había desvanecido incluyendo a Azazel. Agatha se incorporó incrédula, palpando el lugar en donde había sentido el metal y los dedos del espectro pero no había entrada a sus entrañas. Por su parte, Evangeline caminó con precaución hacia el señor Lawson pero se detuvo al escaparse aquél gruñido. Parecía perdido... confundido ante la realidad. Su mirada, todo era distinto, incluso aquella forma parecía demasiado hostil incluso para él. Lo vio transformarse frente a ella, jadeando, liberando el váho de su interior. La cabra quien había tomado lugar en un rincón para dormitar, totalmente ajena al ritual corrió en seguida hacia las escaleras, resguardándose ante un ser depredador. Agatha ni siquiera se atrevió a acercarse, se mantuvo paralizada desde su sitio, sin ser capaz de ponerse de pie aún.
La arconte temblaba... los pies parecían no querer moverse, pero debía retar al miedo. Retomó los pasos hacia él, nuevamente buscando la calma que tanto le parecía desconocida en esos momentos. -Señor Ivka- susurró estirando ligeramente la mano. Abrió las alas y una luz comenzó a emanar de su cuerpo. Tal vez... no era un ser de oscuridad pero el dragón había presenciado tal desgracia en carne propia... Debía calmarse. -Soy yo... Evangeline- caminaba hasta él con suma precaución... parecía ajeno a sí mismo... Volátil como si en cualquier momento fuera a echársele encima.
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Post by Ivka Lawson on Mar 25, 2018 21:27:40 GMT
No había ruido en su cabeza, era diferente, como si la misma nada pudiese apoderarse por completo únicamente para dejar una sensación sumamente devastadora y desagradable. Parecía estar sordo. Sus garras palpaban con confusión el suelo, suspiros pesados y forzados se escurrian para atravesar aquel hocico tan amenazador. Y aunque la voz de la fémina le llamaba, no podía identificar bien que trataba de articular esa delicada voz, estaba inmerso en el ensordecedor ruido que su garganta provocaba, el tener nuevamente la oportunidad de respirar y ver lo que tenía al frente. Algo le quemaba, tanto en su interior como en el exterior; tan real que le resultaba problemático. Inconscientemente el dragón llevó su extremidad derecha a su propio cuello, dudoso de que realmente fuera posible. Sin esperar demasiado, palpó su propia piel escamosa, percatandose del mismo dolor que le invadía ante la quemadura del fuego; su cuello estaba herido y expuesto. Un gruñido escapó de nueva, provocando que este se retorciera ligeramente, encorvando su espalda y estirando aquellas alas aún malheridas a la par que su alargada cola azotaba contra el suelo, llegando a marcar unas cuántas grietas. Estaba consciente de que estaba en un lugar que no reconocía completamente, sofocando los espíritus de quienes le permitían "vivir".
Antes de siquiera poder saltar para escapar, una luz brilló justo detrás de él, llamativa, interesante, misteriosa y extraña luz. Al instante giró su rostro para ver de que se trataba, sorprendiendose un poco ante lo que veía.
Y aunque se agachó con molestia siendo amenazado por la misma; no podia evitar mirarla, pues aunque era o solía ser un ente de oscuridad, hasta cierto punto ya no era como antes, pero igualmente le lastimaba horriblemente. Sus ojos se enfocaron en la mujer, reaccionando casi al instante a sus palabras. "Evangeline..." Ese nombre resonó en su cabeza por un instante, provocando que su cuerpo se moviese sin darse cuenta, avanzando con cautela mientras que miraba aquella mano que le era ofrecida. Pequeños ruidos escapaban de sus fauces, cuál animal en espera de identificar a la presa antes de soltar su furia y rabia sobre su carne.
-¿Evangeline?...- Murmuró con una voz diferente, dejando ver un tono calmado y serio. Quién hablaba era Vsévolod y el mismo ente recién creado, pero no Ivka, seguía sin reaccionar adecuadamente al cambio. Todos estaban inestables y confusos después del ritual.
- ¿Quién es Ivka? - Preguntó solamente el ente, ya intentando dominar nuevamente a quien había hablado antes, sofocando a Vsévolod. Sabía sus nombre, sabía sus secretos y recuerdos, los conocía hasta cierto punto, pero quería respuestas; pues aunque sabia todo de ellos, aún parecía no conocerlos. Su esencia y motivaciones, sus emociones. Todo.
El animal seguía avanzando, notando como la mujer también caminaba de frente a su encuentro, pero entre más avanzaban, más luz había; era doloroso y molesto. No fue hasta que se detuvo en seco, imponiéndose ante la posibilidad de ceder. Nuevamente soltó un gruñido para sí mismo, confundido. No quería perder, era su oportunidad para apoderarse por completo del contenedor antes de que los dos entes pudiesen controlarlo y estabilizarlo de manera forzada.
- ...la luz. - Masculló con molestia, ocultando su rostro nuevamente, agachandose para no ver aquellas alas tan fijamente. Hizo una pausa, pero en su desespero al ver que la luz no se iba, abrió sus fauces y dejó escapar con más fuerza su voz.
Gritó con fuerza; un grito abismal escapó de sus fauces, mismo que parecía provenir del averno. Era un aviso.
El ente se movió a prisa, con su alargada cola golpeó a la fémina con la fuerza suficiente solamente para arrojarla al suelo; buscando que esa luz se fuese. Las prendas del sirviente estaban destrozadas por un lado, aquel reloj que tanto amaba había sido arrojado justo por un lado del círculo de velas; el dragón miraba de un lado a otro, buscando que hacer. Sin más preámbulos corrió con sus cuatro extremidades a donde había arrojado a la mujer, saltando sobre ella para sofocarla y terminar con todo de una vez, antes de ceder.
Sus cabellos caían delicadamente por los lados de su rostro, y sus garras presionaban con fuerza las alas de la fémina. Permanecía ajeno al hecho de que ahí mismo habia otra mujer, pero ella al no moverse no representaba mucha amenaza.
El dracónido la mantenía debajo de él, listo para atacar y terminar con ella. Preparaba su interior, un ruido escapaba de su propio cuerpo para lanzar hielo sobre el cuello de la arconte, pero antes de hacerlo, sus ojos miraron con atención a la hembra; perdiéndose en sus facciones y aquellos ojos tan bellos que poseía. El hielo que iba a surgir desapareció y su respiración agitada cesaba lentamente; la fuerza ejercida también disminuía.
La miró, y se percató de que había llorado demasiado. Algo le impidió moverse, perdiéndose en la fémina por ese instante, como si solamente su ser dependiera de ella y ese momento decisivo.
-Evangeline...- Murmuró con dificultad, mirando con aflicción a la mujer. Su diestra poco a poco soltó el ala de la otra, y con cuidado, se dirigió al rostro de la ajena. Estaba a punto de retractarse, pero en su curiosidad, aquella grotesca garra tocó con sumo cuidado la mejilla de la arconte. Una caricia fue suficiente, el dracónido se mantuvo inmerso en los ojos contrarios, palpando delicadamente el rostro de la mujer que había estado sufriendo. Se mantuvo dudoso pero callado, no era él quien tenía esas emociones tan extrañas, pero podía sentirlo; algo que le impedía dañarla por más que quisiera.
Era un sentimiento que no conocía pero le brindaba calma. Emociones que ahora eran suyas también.
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Post by Evangeline on Mar 26, 2018 3:25:46 GMT
Al pronunciar su nombre, aunque fuese entre aquél tono de pregunta, sintió algo de paz. ¿La reconocía? Aún mantenía la mano estirada, como esperando a tocarle... domar la incertidumbre y el desasociego de su corazón con sólo el tacto. De nuevo una pregunta se le clavó al pecho, esta vez una que desconocía el nombre por el cual ella le había conocido. El rostro de Evangeline se retorció entre la angustia y el dolor... No... ¿Habría perdido sus recuerdos? ¿Su consciencia? Incapaz de mirar hacia otro lado se enfocó ahora en el par de ojos que divagaban entre la luz y la oscuridad. Le vio molesto y desperado, por un instante quieto para refugiarse de la luz pero aquello fue breve; dominó en poco tiempo el terror al momento en que el rugido llenó cada rincón silencioso del sótano y aquella cola le golpeó las piernas, haciéndola caer al suelo.
Agatha se había hecho ya hacia atrás, observando a una distancia que creía segura lo que ocurría. Su respiración era agitada mas intentaba acallarla colocando su palma por encima de su boca. El terror era casi nuevo... no había experimentado un miedo así en décadas. El animal se hallaba montado sobre la arconte, emitiendo el vaho de su aliento sobre su rostro... la despedazaría... y después, seguiría ella con seguridad. Debía salir de ahí cuanto antes; no podía morir sin antes cumplir con lo que tanto deseaba su corazón. Se apoyó en la pared, aún con la espalda recargada en ella y comenzó a ponerse de pie con cuidado, tratando de no hacer ruido. Debía cruzar el cuarto para llegar hasta las escaleras, donde podía ver la cabeza de Catalina asomarse de vez en cuando. Llegar hasta ahí debería ser despacio y en silencio.
Frente a Evangeline, no había más que aquél rostro ajeno a quien en un momento le había brindado esperanza por el futuro... pero debía estar ahí, detrás de la violencia y el sometimiento de su figura. Sentía presión sobre sus alas; el dolor que por parte de aquellas garras le era provocado. La luz se desvaneció ante la distracción y el terror que comenzó a experimentar. No podía quitarle los ojos de encima, por más que deseara alejarse, ocultarse ante la realidad que estaba viviendo. No podía, sabiendo que Ivka debía estar ahí... oculto entre el caos y la confusión.
Las lágrimas le corrían por las mejillas y los sollozos de su pecho se ahogaban en la boca de su garganta. Su nombre nuevamente le acarició los oídos pero la mención de aquello no era ya la seguridad de la calma y la confianza... Su nombre había dejado de ser aquella luz en la oscuridad. Evangeline... Evangeline... Era ella sí, pero, ¿la recordaba? El miedo comenzó a apoderarse de ella, cerró los ojos esperando a dejar de escuchar y de sentir. Apretó los labios para no dejar que fuera a escaparse los sollozos que delataban el pecado de temerle a la muerte. Sin embargo, un tacto delicado se posó sobre su mejilla. Sintió un escalofrió que de inmediato le hizo abrir los ojos y comprobar la realidad. Se hallaba inerte encima de ella, contemplándole la cara como intentando comprender. La arconte seguía llorando pero la agitación de su pecho iba calmándose poco a poco; estaba aceptando aquella grotesca imagen, dejando de temerle con sólo mirarla.
Sus manos que se hallaban encima de su pecho, como si intentaran refugiarla de un impacto seguro perdieron tensión. Su diestra se colocó por encima de la ajena, apenas y tocando con las yemas de sus dedos. Le temblaba el cuerpo; las piernas, las manos, y su boca al abrirse se rendía al nerviosismo y el sofoco de la incertidumbre. Se esforzó por esbozar una sonrisa, entre la humedad en sus mejillas y el brote de nuevas lágrimas que mojaban su cara. Su tacto sobre aquella garra se tornó más firme y piadoso, mientras encontraba comodidad en aquél tacto, dejando descansar su mejilla sobre la hostil garra. -Volvamos a casa- le pidió. Su sonrisa se encontraba turbada por un llanto que se sometía por permitirle a su boca brindar una chispa de bondad. Era casi físicamente doloroso... pero lo veía necesario. -No me abandone...-. Cerró los ojos, permitiéndose un momento de tranquilidad entre aquella tormenta.
Agatha había al fin llegado al pie de las escaleras. Le temblaban las rodillas. Miró la escena en medio del sótano; la bestia parecía haberse calmado, sin embargo, no tenía la certeza de que todo estuviera resuelto. No sabía qué hacer... salvar a Evangeline no era su propósito... La mujer debía saber que el riesgo por acompañar a su amigo a los rincones del más allá era el quedarse atrapado ahí por siempre y condenarse a una eternidad de sufrimiento... debía saberlo. Sin quitar los ojos de encima de aquél par, comenzó a descender con la mano estirada para palpar el primer escalón y así, subir poco a poco hasta alcanzar la planta alta.
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Post by Ivka Lawson on Mar 27, 2018 19:02:12 GMT
Apenas sintió el tacto de la fémina sobre su piel se tensó, aquellos ojos se abrieron un poco más debido a la sorpresa. La miró con asombro, viendo como el mismo desasosiego de la fémina se esfumaba con sólo el tacto que parecía brindarle confianza; no lo comprendía, jamás había visto algo como ello, un monstruo ser tratado así... Hasta que el recuerdo le invadió de pronto. Las memorias de los entes se hicieron presentes, una situación similar que había ocurrido hace demasiados años atrás, era el mismo sentimiento apoderándose del ente, como si lo hubiese vivido él mismo.
La respiración del dracónido era pesada y agitada, pero conforme palpaba la piel contraria, se iba calmando a la par que acallaba su propio vaho. La voz de la fémina interrumpió sus pensamientos, viendo como ella se permitía confiar en el aunque estuviese en dichosa situación. ¿Volver a casa? ¿Abandonarla?... ¿Quién era el contenedor para ella como para permitirse tal situación? Nuevamente y sin darse cuenta el ente actuó, su caricia se volvió más firme y confiable, pero esta vez su cabeza se dirigió a la de la fémina, atreviendose a juntar su frente con la de la mujer por brevedad, cerrando sus ojos para buscar acallar el miedo que el mismo le infundia. No dijo nada después de ello, con calma levantó el rostro y miró por última vez a la mujer, hasta que sus ojos captaron movimiento al final de las escaleras; una cabra asomándose. Abrió sus fauces un momento, mirando con detenimiento al animal que parecía divisar algo al final de la escalera.
Al instante su mirada se dirigió a prisa a donde comenzaban las escaleras; ahí estaba la otra mujer, intentando huir de ellos. No lo dudó ni un segundo, pues estaba volátil en ese instante. Soltó a la arconte y corrió a donde la mujer y, antes de que pudiese escapar de él, con su cola sujetó las piernas de la fémina, arrastrandola con violencia de vuelta al hoyo en que estaban los tres. - ¿Tan pronto se va? - Le cuestionó molesto, viéndola acorralada delante suyo. - Usted quería esto... ¿No? - Volvió a intimidar, y antes de recibir respuesta, el dragón se echó para atrás tomando impulso y de sus fauces escapó una fuerte bocanada de hielo, mismo que congeló las piernas de la fémina para impedir que se moviera o escapara.
Una vez estuvo sometida, el dragón caminó a donde ella, quedando encima para verla de cerca, ser consciente del temor que esta vez dejaba ver con más facilidad que antes. - Aquí tiene la respuesta que tanto anhela su corazón. - Le dijo, posando sus fauces sobre el rostro de la fémina para luego soltarle un fuerte rugido. Antes de retirarse, tomó impulso y sus alas se extendieron por inercia; preparaba el golpe final, estaba dispuesto a matarla por mero placer que le brindaba tal libertad -Lawson tiene su respuesta, seguro querrá escucharla- Se burló, y un sonido de alerta tan notorio resonó con fuerza, pues de su garganta provenía dicho sonido inconfundible. Ácido o hielo, cualquiera era bueno, se preparó. Hasta que por fin lanzó su tiro.
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Hubo silencio por unos segundos, el dragón se mantuvo inamovible por momentos breves pero un tremor era notorio en su cuerpo. El disparo de su interior había fallado en darle a la mujer, el hielo había sido disparado justo por un lado, únicamente rozando unos cuantos cabellos y provocando diminutos cortes en la mejilla ajena.
La marca en su cuello comenzó a brillar de un rojo intenso, como una cadena que le impedía moverse a voluntad.
El animal soltó un bramido de queja, forcejeando contra sí mismo aún sobre la mujer. Sus garras buscaban el símbolo con desespero, como si aquello fuera de ayuda. Gruñia con queja y dolor, su espalda se encorvó y de aquellas fauces escapaban aún más gemidos inoportunos. Se apartó de ella unos cuantos pasos, respirando agitadamente; palpando su piel aún con el símbolo dibujado sobre esta, rebuscando una salida para poder huir. Respiraba con desespero y en un momento, dirigió su vista a las mujeres presentes. No dijo nada, más sin embargo solamente soltó una última risa, había perdido. Pronto el cuerpo cayó al suelo, estaba más débil que antes y, frente a los ojos de ambas, la forma fated del dragón se perdió; mostrando ahora el cuerpo sin conciencia del hombre, quien se había desmayado después de haber tenido que luchar contra su propia naturaleza salvaje y la del ente de oscuridad. Heridas, quemaduras y otras cuántas cicatrices quedaban en evidencia ahora, mismas ubicadas en su espalda y piernas. La marca en su cuello dejó de brillar pero notorias manchas del ritual eran aún más visibles; su cuello se encontraba malherido por la quemadura, la piel de esa área estaba de un color negro debido a la calcinacion. Y sus cuatro extremidades poseían ahora un color negro intenso; cuál evidencia de su trato prohibido. La respiración pronto se hizo notar, seguía vivo claramente, pero no reaccionaba.
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Post by Evangeline on Mar 30, 2018 3:16:54 GMT
El peso suave de la frente del dragón sobre la suya fue un reposo... un alivio. Permitió que las lágrimas corrieran con mayor libertad por sus mejillas y que su sollozo se hiciera tan propio del silencio que los rodeaba. Parecía que habría paz, que al fin la realidad comenzaba a tornarse más ligera pero fue tan fugaz en que todo volvió a tornarse oscuro y peligroso.
Con terror, Agatha vio al ente abalanzarse hacia ella; en segundos su espalda rozando contra el suelo, raspando cada centímetro de la piel debajo de sus ropajes. No había voz que pudiera salir de su garganta, el trémulo de su mandíbula hacía imposible que luchara contra el ahogo de su pecho. Y fue así como el frío se apropió de sus pasos; tan cruel la representación de su destino y de su perdición. El frío que había tocado en lo más profundo de su alma que ahora la imposibilitaba de huir. Cerró los ojos ante el rugido que golpeó cada rincón de su consciencia; ¿era acaso justicia divina como muchos le llamaban? No se atrevía a mirar ya puesto que estaba preparándose para un final certero. "Estaré con Él más pronto de lo que tenía planeado" pensó, al menos refugiándose en el pensamiento de que volvería a ver al errante. Que recogería su alma para hacer cenizas su cuerpo tan desagradable y ruin.
El golpe llegó a modo de rasguño en la suavidad ed sus mejillas. Agatha abrió los ojos, incierta si aquello había sido piedad un golpe de suerte. Se llevó la mano a la herida mientras que inspeccionaba a la criatura frente a ella. El brillo de su pecho tan particular, que iluminaba su propio rostro. Nada que hubiese visto antes; parecía quemarle hasta los huesos. Y fue así como en instantes, aquella inmensidad y oscuridad cayó al piso, tomando nuevamente la fragilidad de un cuerpo menos peligroso; débil e inconsciente.
Evangeline abrió sus alas y voló hasta él. Aún torpe por el sometimiento, cayó de manera atrabancada a su lado, golpeándose las rodillas en el acto. -Señor Ivka- susurró mientras desesperada tomó el rostro del amphitere entre sus manos. Le vio el cuello herido y manchado. Sus manos pasaron por su pecho donde aquella marca había tomado presencia y fuerza. Se acercó a su rostro, muy cerca y aliviada sintió el calor de su respiración sobre su boca. Estaba vivo...
No podía dejar de llorar. Había estado tan cerca de perderse y de perderlo a él. Cansada, se dejó caer sobre su pecho donde lloró con mayor fuerza y libertad. Mientras tanto, el hielo a los pies de Agatha comenzó a derretirse, desobediente ante el desvanecimiento de quien lo había invocado. La cabra descendió los escalones, aún precavida, para colocarse al lado de su dueña y balando con angustia. La súcubo casi tuvo que arrastrarse hacia el par, aún sintiendo la sensación fría del miedo y el hielo envolverle el cuerpo. -Por favor; no regresen- le pidió. Había obtenido respuestas y tales respuestas la llevaron a poseer más dudas. Había sobrevivido pero por bondad del destino que caprichoso la mantuvo con vida. Tal riesgo no volvería a tomarlo a no ser que fuera para el fin que ya tenía dispuesto para ese ser que tanto le invadía los sueños.
La arconte alzó el rostro, húmedo y ahora las ropas del amphitere también. Suspiró, permitiéndose asimilar que estaban a salvo. No dijo nada, sólo asintió, aceptando la petición de la mujer. Tomó al hombre entre sus brazos, cargándolo sin problema alguno y caminó hasta los escalones. Se detuvo al pie de la escalinata, mirando hacia atrás donde Agatha se encontraba sobando sus piernas, dándose calor suficiente para poder ponerse de pie. Sintió pena y sus labios se separaron para decirle algo pero... no, no era merecedora de ni siquiera pedirle perdón o darle las gracias. Con la mirada fija hacia el tope, subió para salir al fin de la oscuridad de aquél sótano.
La noche había caído ya; el sol no protegía los rincones de la ciudad. No había nadie en la cercanía pero aún así, sintió temor. Extendió las alas, aún sintiendo el dolor impuesto por el peso de Ivka sobre ella, pero en un movimiento veloz, emprendió vuelo, levantando el polvo a su despegue. Debía volver al castillo; debía ser sigilosa puesto que lo ocurrido se mantendría bajo llave en sus recuerdos. No deseaba explicarle a nadie lo que acababa de ocurrir... no quería revivir con palabras un dolor que nadie entendería más que el hombre que llevaba entre sus brazos.
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Post by Ivka Lawson on Apr 1, 2018 8:58:24 GMT
Como el perder el conocimiento resultaba tan ventajoso en dicho momento, pues ¿Qué era ahora lo que podría sentir? Nada, parecía que su propio cuerpo desistia y se negaba a ceder a la posibilidad del mismo dolor que las quemaduras le aquejaban, marcas que jamás se irían y, que con el tiempo, probablemente se agravarian. El "recipiente" habia sufrido daños relativamente menores a comparación de la oportunidad de vivir nuevamente, pero poco importaría una vez que el dragón despertase; al abrir los ojos vería con otro significado de por medio, incautó al mundo que había olvidado por completo.
Su rostro yacía sereno, como si una gran carga hubiese desaparecido dejando solamente fragmentos de otro problema menor sobre este. Aquellas extremidades color azabache reposaban entre los brazos de la fémina que piadosa lo llevaba de regreso al Castillo, y por el movimiento mismo, sus cabellos claros cubrían vagamente la suciedad de su rostro en un suave vaivén.
El viaje fue largo para la fémina quizá, pero en aquel ente había sido como obtener un momento de sueño, sueño que resultaba por primera vez después de tantos años un poco satisfactorio; los problemas que le aquejaban aún lo perseguían, pero ahora había un consuelo, no estaban tan solos como para revivir esas memorias del metal caliente.
Sólo había certeza de una cosa; aquello se mantendría solamente como un secreto, y a los ojos de los demás, como un accidente desvergonzado de una mujer que buscó estafar para ganar dinero.
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