Post by Abraham Shelley on Mar 30, 2018 6:15:25 GMT
Capítulo 1
La niebla de la noche se congelaba sobre su rostro, su cabello y pestañas cubiertos por una fina capa de hielo brillaban de color plateado por la luna que se alzaba sobre la penumbra de la noche, su piel blanca parecía acentuarse por la blanca luz del astro, sus ojos inertes miraban el cielo en silencio, las estrellas moverse por el firmamento.
La sangre coagulada en sus labios le daba un toque de vida a su difunto aspecto, la flecha clavada justo en su garganta era un monolito al sello de la muerte, el cuerpo, falto de calor y vida era no mas que una estatua caída recordatorio de la fragilidad y fugaz que es la vida como lo fácil que es de arrebatar.
La brisa nocturna que hacia danzar a los espectros atrapados en la niebla arrebataba lentamente los atavíos de los arboles los cuales lentamente cubrían al cuerpo del difunto hasta que al amanecer lo único que alertara de su presencia fuera un extraño montículo en el centro de un claro de aquel bosque.
El día transcurrió y el atardecer nuevamente se poso sobre el horizonte antes de despedir al mundo de su cálida luz para darle la bienvenida a la fría y cruda noche, bajo ella el silencio y quietud parecía inquebrantable si no fuera por que las hojas sobre el rostro del cadáver empezaban a despejarse por el movimiento de su rostro, pero un súbito movimiento del cuerpo hizo que odas las hojas se dispersar por el aire mientras el hombre colocaba sus manos sobre la tierra y como un náufrago que sale de las entrañas del mar abrió su boca y empezó a vomitar una cantidad irreal de sangre, su sangre que expulsaba de sus pulmones que habían estado llenos de la sanguinolenta sustancia ahora espesa como una gelatina.
Las ultimas arcadas fueron acompañadas de un quejido, sus manos se cerraron sobre la flecha en su garganta y tiro de ella sintiendo como esta tiraba de su carne y desgarraba en su salida, pero solo un par de gotas cayeron de la nueva herida pues su cuerpo ahora se encontraba vacío de esta vital sustancia. Desconcertado, perdido el no entendía nada de aquella situación a que esa sensación de vacío y hambre que fulminaba su interior, el dolor que aun permanecía latente en su cuello y pulmones como el por que estaba en aquel lugar.
Una sensación de inquietud y temor le invadió, levantándose con las pocas fuerzas que tenia observo a su alrededor, miro los arboles cuyas ramas habían sido despojadas de toda hoja, la luna y las estrellas como la flecha que tenia en su mano, su punta metálica teñida de rojizo por su sangre y la sensación de que con ella habían acabado con el ser al que había llegado pues el no tenia memoria alguna antes de su despertar ni deseos de saber quién era, solo miraba silencioso la inmensidad del cielo nocturno, sin saber que hacer ni como actuar pues este mundo ante sus ojos era nuevo y siniestro.
Aun así la belleza del mundo con el pasar de las horas se empezó a hacer presente, lentamente el mundo recobraba los colores que la noche le arrebataba, el cielo se iluminaba por el horizonte, el roció de la mañana brillaban como perlas multicolores sobre los delicados pétalos de las flores y las hojas grises y negras de la noche empezaban a tomar colores castaños como la madera de los arboles o rojizos cual brasa, la luz del amanecer empezaba a tocar cada rincón del mundo, a darle vida a la penumbra y aquella era la escena mas hermosa para aquel hombre que silencioso se deleitaba con aquella belleza, pero el dolor pronto opaco esa agradable sensación de plenitud. Donde tocara aquella cálida y hermosa luz el hombre sentía su piel lentamente arder, sentía como el rostro se fundía en hierra caliente, como sus manos eran atravesados por clavos al rojo vivo mientras mas permaneciera bajo la luz del astro.
Sin poder soportar más aquel calvario superando el dolor a sus ansias de ver, descubrir ese mundo tan vivo tuvo que huir a las sombras de los árboles, cobijarse y acurrucarse debajo de un hueco que había encontrado debajo de las raíces de un árbol sintiendo como un hambre crecía en su interior a su vez se hacia presente un enorme cansancio que pronto hizo que, aun a su pesar del deseo de ver mas aquel vivo mundo, el sueño le venciera y cayera dormido como un ovillo en que aquel día seria su refugio del doloroso toque del astro.