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Post by Desdemona Grimm on Jun 7, 2017 20:49:35 GMT
La voz la sacó de sus pensamientos haciendo que inmediatamente se girara en dirección de aquellas palabras que quebraron el silencio que guardaba tantos secretos. Reconocía a esa mujer aunque ahora se veía más miserable y dejada al dolor que la última vez que la había visto. Desdemona caminó lentamente observándola de arriba hacia abajo sin sentir ni una pizca de empatía. La escuálida figura que parecía aferrarse a la vida apenas por un hilo delgado y frágil no le causaba ningún tipo de tristeza y preocupación. En cambio, comenzaba a disfrutar lo mórbido de la situación. No estaba equivocada. -Veo que eso no hizo más que causar desgracias- respondió con un tono de burla mas sometía la risa que amenazaba con desbordarse de su boca.
Volvió a dirigir sus enrojecidos ojos hacia el rostro de la estatua perdida por un momento en los detalles tan meticulosos de su estructura. ¿Cómo podrían estos campesinos pensar que semejante criatura clamaría por algo tan terrible? Ella sabía perfectamente que la maldad usualmente se ocultaba detrás de la belleza y la inocencia pero... la simpleza de las mentes del campo no podía dar para más. -Tal vez quien se llevó a su hijo no se encuentra tan lejos señora-. Miró por encima de su hombro hacia Denard. Había algo que comenzaba a encenderse dentro de su cabeza... pensaba tal vez que no debían buscar tan lejos a quien había sido el culpable pero no sabía si era su inclinación al caos y la crueldad o si realmente estaba dando en el clavo. -¿Ha sido usted de esos quienes han sacrificado partes tan entrañables de su cuerpo?-. Miró de nueva cuenta a la mujer con un gesto frío carente de la calidez de entendimiento y compasión. Cuánta debilidad... cuánta falta de amor propio, pensó.
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Denard Fantôme
Los Grises
El pasado es solo una sombra que yo mismo puedo pisotear
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Post by Denard Fantôme on Jun 7, 2017 21:48:36 GMT
Denard observaba todo con una frialdad y silencio estremecedor, observando cada movimiento de las manos de aquella mujer; llenos de yagas por el trabajo duro, quizás mucho más horrendas que las campesinas casadas, pues, generalmente el marido era el que hacía el trabajo duro, y la mujer, se encargaba de recoger la siembra y limpiar su hogar, también era un trabajo pesado, pero esta mujer, era obvio que estaba sola desde hace mucho, cargando el peso de los dos lados de la balanza. Por lo que Denard, llegó a la conclusión, que por eso mismo la pérdida de su hijo le dolía tanto. Miró hacia abajo, hacia sus pies, observando sus zapatos pulcramente boleados y tratados, con algo de tierra encima, y entonces por algunos segundos retrocedió en el tiempo, hacia aquellos días en esa casona... Levantó la mirada, con ojos oscuros, pero llenos de vida.
--Y donde sea que esté, lo vamos a encontrar --No supo por qué había dicho aquellas palabras, pues, normalmente un detective no tiene derecho a estar seguro de algo cuando se trataban de estos casos, pero aún así, lo dijo.
La mujer lo miró con aquellos ojos tristes, y ladeó sus labios, intentando hacer una sonrisa. --Eso deseo, señor... --Dijo con un tono apagado. Volteó a ver a Desdemona con un aire de insulto sobre lo que había dicho, pero al ver la situación en la que se encontraba, se limitó a mirar la estatua.
--No --Masculló al fin. --Mi esposo siempre decía que aquellos dioses que pedían más que el trabajo justo y honrado, entonces no había por qué escucharlos --Al escucharla, Denard se puso muy erguido, mirándola fijamente, en completo silencio.
--¿Harán una nueva ofrenda pronto? --Habló el detective mientras la fulminaba con la mirada.
--Si, esta noche.
Denard miró a Desdemona, con una ligera sonrisa en el rostro.
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Post by Desdemona Grimm on Jun 7, 2017 22:02:24 GMT
Escuchó al señor Denard hablar con tanta seguridad y seriedad. No pudo evitar sentir una chispa de curiosidad; ¿cómo sabía algo así? Desdemona podría mentir y prometerle a la mujer exactamente lo mismo pero creía que la verdad... o más bien, las posibilidades de que lo peor pudiera suceder era más satisfactorio que lanzar una mentira blanca. Miró al hombre por unos segundos, clavando aquella inquisitiva mirada en ese rostro que despedía total confianza o esa impresión le dio. Entrecerró los ojos antes de dirigirlos a la mujer.
Se cruzó de brazos al recibir la respuesta de la campesina. Podía percibir cierta ofensa; había dado en fibra sensible, podía escucharlo en la manera en que su voz abandonaba aquél pecho sometido por el dolor. A punto de soltar un comentario ácido cuestionando la inteligencia de su marido casi se muerde la lengua ya que la pregunta de Denard interrumpió aquél impulso. Prestó atención, caminando lentamente hacia el detective para colocar a su lado justo a tiempo para recibir aquella sonrisa cómplice que tanta satisfacción le daba. -Como dije... Coincidencia-. Respondió a esa sonrisa, sintiéndose de pronto emocionada. Ser testigo de la fragilidad de unas vidas tan simples y enfermas de desgracia... Su corazón palpitó con mayor fuerza.
Colocó sus manos sobre sus caderas de nuevo inspeccionando a la imponente figura que para muchos era motivo de sanación, cobijo y refugio... para ella no era más que un bulto que obstruía la vista y era un nido de mentiras. Cuánta genialidad de aquellos que se apropiaban de los deseos más patéticos de los más débiles y manipulaban sus almas de esa manera. -Supongo que no llegaré a casa esta noche- comentó en tono travieso esta vez ya no preocupándose por ocultar su evidente excitación.
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Denard Fantôme
Los Grises
El pasado es solo una sombra que yo mismo puedo pisotear
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Post by Denard Fantôme on Jun 7, 2017 22:19:21 GMT
Había ignorado anteriormente la mirada inquisidora de Desdemona, no quería dar detalles del por qué había tomado la decisión de decirle eso a la mujer, o quizás si, tenía una punzada dentro de él, pero no era algo importante de pensar, solo eran pequeñas sombras de su pasado, que a decir verdad, evitaba recordar.
Su sonrisa se amplió ante el comentario de Desdemona, si alguien se atrevía a poner un pie en la celebración, o quien sea quien se llevara tales ofrendas, tendrían a su culpable, un testigo, o un presunto sospechoso, quien sea que fuera, o cupiera dentro de esas tres secciones, vaya que le iba a ir mal.
--¿Podría mantenernos en su hogar hasta que anochezca? --Dijo Denard, sin temor a causarle ninguna impertinencia a la mujer, pues era de suma importancia que nadie supiera que se quedarían allí, los aldeanos podían ser de lengua floja e impertinentes. No se podían arriesgar a que un granjero boca larga arruinara todo.
--Claro que sí --Dijo la mujer mirando a todos lados, como si pudiera leer los pensamientos de Denard, o simplemente sabía de lo imprudentes que podían ser sus vecinos. --Por aquí --La mujer comenzó a caminar con lentitud, guiándolos con su mano.
En poco tiempo, llegaron a una pequeña cabañita, no muy lejos de la estatua, la casa estaba hecha de madera y paja, como todas las de su alrededor, cubiertas por una capa de mugre y tierra. Afortunadamente, la zona de vivienda estaba prácticamente deshabitada, pues todos los granjeros tenían mejores asuntos que atender, como sus plantíos muertos, quemados y saqueados. La mujer les abrió la puerta para que pudieran entrar, dando una ojeada a su alrededor antes de cerrar la puerta tras de ellos.
--Pónganse cómodos, de todas maneras, el anochecer no tarda en llegar --Dijo la mujer, mirando por la ventana.
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Post by Desdemona Grimm on Jun 7, 2017 23:17:35 GMT
Siguió el camino que la mujer marcaba hacia su humilde vivienda. Desdemona levantó la cabeza inspeccionando la construcción conforme se iban acercando. Podía ver la paja sucia, húmeda, casi a punto de despedazarse por el tiempo y la inclemencia del clima. Podía oler el moho conforme su distancia se acortaba.
Entró a paso lento cuando la puerta se abrió aún con la mirada alzada, enfocándose en los detalles que hablaban por mucho sobre las condiciones de vida de la campesina y su hijo. Podía jurar que el polvo estaba pegándosele al cuerpo, sediento de ensuciar cualquier espacio ajeno a su impureza. Su lengua le ardía, podía sentir las ganas de soltar su veneno quemándole la garganta pero se abstuvo; como siempre imponiendo primero el trabajo después sus necesidades personales.
Rozó su hombro con sus dedos, quitándose las motas de paja y polvo que caían del techo. Caminó hacia una de las sillas para acomodarse mientras esperaban por el caer del atardecer, no sin antes sacudir el asiento, liberándolo de la suciedad que definitivamente no quería se pegara a su ropa. -Parece ser que esto se resolverá pronto; aunque me parece irónico... casi gracioso que todo parece terminará en el lugar más evidente. Admito que me siento algo ingenua- comentó mientras llevaba su mano frente a su rostro, inspeccionando sus negras uñas como si no hubiera preocupación alguna en su cabeza.
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Denard Fantôme
Los Grises
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Post by Denard Fantôme on Jun 8, 2017 0:45:38 GMT
Denard observó la casa de un lado a otro, no era nada del otro mundo; una mesa pequeña con algunas sillas de madera a su alrededor, sillones hechos de paja, cubiertos por una tela de color rojizo con motitas rosadas, sonrió de una manera burlona al ver la alfombra sobre el sillón, pues aquella decoración le recordó a su compañera Baphomet, la cual, había decidido sentarse en la silla más cercana.
Dio algunos pasos hasta que llegó a la ventana, y se recargó en la pared, dejando expuesto tan solo medio rostro, y observó hacia afuera, los prados podían ser tan simples y complicados al mismo tiempo, ¿Qué otros secretos guardaran arcanos tan extraños como los campesinos? La mujer unicornio, después de mirar hacia el horizonte, allá donde su hijo había jugado a la pelota con sus amigos una última vez; se dio la media vuelta, y se dirigió con paso pesado hacia la cocina.
--A veces las respuestas están en el mismo lugar que la pregunta, señorita Desdemona --Masculló el detective mientras no dejaba de observar todas las casitas a su alrededor. --Ahora solo falta, saber como haremos el siguiente paso --Dicho esto, se dio la media vuelta, ignorando por completo el exterior, para observar con detenimiento a la mujer rojiza, a solo unos centímetros de él.
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Post by Desdemona Grimm on Jun 10, 2017 22:50:44 GMT
Apoyó sus manos sobre los descansa-brazos de la silla, haciéndolos crujir por la madera vieja, desgastada y podrida que soltaba virutas sobre el suelo. Se puso de pie frente a él, mirando por un momento hacia la ventana para divisar el Sol acomodándose ya en el horizonte. Ya había caído la noche. Colocó por un momento su mano sobre el cuello del detective para acercarse hacia él y susurrarle al oído. -Sospecho que nuestra respuesta ya no se encuentra con vida-. Cómo le habría dado satisfacción perturbar la tranquilidad de aquella mujer haciendo su comentario en voz alta pero conocía sus límites, aún así, debía sacarlo de su pecho. Se separó de Denard para pasearse por el lugar, dando pasos lentos sobre la madera crujiente, como apropiándose de cada centímetro.
Volvió a mirar hacia la ventana, esta vez, captando a la distancia las pequeñas figuras de los campesinos. Apesadumbrados, cansados... podía sentir la desgracia de su existir desde esa casucha. No pudo evitar sonreír. -¿Cree que será difícil dar el siguiente paso?- preguntó cruzándose de brazos sin despegar sus ojos de aquella procesión. -Si su deseo es irse por el camino discreto entonces puedo cooperar...- al decir esto comenzó a perder aquél color rojizo de su piel para tomar una tez clara casi blanca como la porcelana. Sus cuernos ocultos ahora sin adornar aquella cabellera más negra que la noche.
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Denard Fantôme
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Post by Denard Fantôme on Jun 11, 2017 3:27:15 GMT
Denard siguió cada uno de los pasos de Desdemona, el caminar hacia la ventana, y observar como la mujer se concentraba en el exterior, le hizo parecer por unos segundos, que la mujer cargaba con un poco de serenidad dentro de ella, el detective hizo lo mismo. El Sol se ocultaba, indicándoles que solo faltaban pocos minutos para que todo el ajetreo empezara de una buena vez.
La mano de Desdemona mandó electrizantes sensaciones por todo su cuerpo en cuanto le tocó el cuello, una sensación entre amargura y excitación lo embriagó en cuanto los labios de la mujer rozaron su oreja con detenimiento, pero, manteniendo una compostura impecable, la miró de reojo, tan solo levantando una ceja. Pero aquellas sensaciones se convirtieron en un fuerte aplastamiento al pecho cuando la voz de la Baphomet dirigió aquellas palabras, frunció el ceño ligeramente, apretando los dientes bajo los labios serios de Denard.
No sabía el por qué exactamente, pero aquello le produjo un malestar terrible en los rincones más oscuros de su mente, pues deseaba que aquella respuesta aún siguiera con vida.
Cuando el contacto de la mujer rojiza por fin decidió separarse de él, soltó un poco más de aire de sus fosas nasales, y rebuscó entre su saco su pipa, la acomodó entre sus labios y comenzó a fumar, sacando grandes bolitas de humo, una detrás de la otra.
--No --Dijo mientras el humo se escapaba por sus labios pálidos entreabiertos --En cuanto los criminales se sienten demasiado confiados, es cuando fracasan, y ahí entraremos nosotros... --Miró a la mujer, tomando una forma humana, sonrió ligeramente, se veía hermosa, pero Denard no articuló palabra alguna.
--Eso servirá --Soltó mientras daba otra calada a su pipa.
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Post by Desdemona Grimm on Jun 11, 2017 6:08:52 GMT
Desdemona le sonrió al detective mientras se ajustaba el cuello de su capa. Podía ver las estrellas ya, a través del cristal sucio que empañaba la ventana. Ya era hora. Caminó hasta Denard, colocando su mano sobre la madera de la puerta. -Supongo que la mujer viene con nosotros, ¿cierto?-.
No podía negar que sentía un ardor en su vientre... una sensación cálida y agradable. Era la emoción de llegar tal vez al final del misterio; que aparte de sus suposiciones al respecto, era como siempre el camino y el proceso a un desenlace el que llenaba de adrenalina todo su cuerpo. Sintió un escalofrío haciendo que se estremeciera de manera muy evidente.
Empujó un poco la puerta causando un crujir impresionante en toda la casa, era como si toda la estructura dependiera de resisitir en ese punto en específico. Miró hacia atrás sólo para asegurarse de que la mujer ya estuviera encaminándose hacia ellos. De aquí en adelante hasta los segundos eran cruciales.
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Denard Fantôme
Los Grises
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Post by Denard Fantôme on Jun 12, 2017 0:38:22 GMT
El detective se quedó postrado frente a la ventana, mirando a través del cristal opaco, hacia las grises piedras del exterior, aquella sensación, le trajo muchos recuerdos, quizás demasiados... cuando era... débil.
Se dio la media vuelta, con una amplia sonrisa en el rostro, "Comienza la función" se dijo así mismo mientras caminaba, haciendo sonar el tacón de su zapato contra la madera a medida que caminaba, se detuvo ante la pregunta de la Baphomet, volteando hacia atrás con las manos dentro de sus bolsillos. La mujer los miró a ambos con una mirada petrificada, asustada. Era normal, la verdad a veces podía llenarnos de miedo y dolor, aquellos que son tan abrumadores para el cuerpo que no dejan moverte de tu lugar, de tu zona segura, de ti.
La mujer caminó hacia ellos de forma temblorosa, pero rápida para no hacer perder ni un solo minuto de su valioso tiempo, Denard salió de la casa tras Desdemona y la mujer unicornio, cerrando la puerta de madera con sumo cuidado. Dio una última mirada hacia atrás, observando como el Sol daba su último respiro para dejar salir a la diosa de la noche; la Luna.
Denard se sorprendió como es que los granjeros se unían de una manera tan rápida, la estatua estaba repleta de flores, velas, algunas mantas y objetos preciosos, el detective lo observó todo con una mueca de desagrado en el rostro, nunca le gustó la manera en la que los campesinos rendían culto a sus dioses, caminó mientras se acomodaba su sombrero gris, el cual le oscurecía el rostro, la luz que emanaba la estatua entre tanta joya y velas le molestaba la vista. Pronto, todos los granjeros, hombres, mujeres, niños y ancianos se acomodaron alrededor, dándoles un escondite perfecto al par de detectives, pero con una vista lo bastante buena para observar todo lo que iba a ocurrir.
Todas las velas se encendieron.
La mujer volteó a ver a Denard con una expresión preocupada en el rostro, pero el grifo ni siquiera la miró, nunca le gustó mostrar lástima, además de que había algo mucho más importante y crucial que presenciar.
La ceremonia había comenzado.
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Post by Muérdago on Jun 12, 2017 1:32:55 GMT
Un grupo de jóvenes se acercó a la estatua. Se acomodaron alrededor y empezaron a bailar de puntas sin calzado. Los minutos pasaron. Horas. La muchedumbre seguía al pie de la estatua y las mujeres no paraban de danzar en círculo. De pronto, una de ellas calló al suelo. Las otras levantaron sus brazos al cielo y una brisa que parecía un respiro salió del bosque y apagó todas las velas. La penumbra los envolvió a todos. El silencio reinó. Entonces, tras unos momentos de incertidumbre, surgió una pequeña luz verde, luego otra, y otra. Era un enjambre de luciérnagas. Miles de estos insectos se aglomeraban en torno a las pertenencias de los campesinos a tal grado que las ofrendas parecían estar hechas de un fuego intermitente. Los campesinos sonreían, salvo las abuelas, quienes miraban preocupadas y hacían señas para alejar el mal de ojo, mientras algunos niños trataban de capturar a los insectos con frascos transparentes. Las luciérnagas comenzaron a llevarse las alhajas de las señoras una tras otra, los juguetes de los niños, la comida del panadero y el agricultor, la efigie del alfarero. El último regalo, un humilde collar de madera, cerraba la procesión de luces. Una vez que las luciérnagas fueron tragadas por la densidad del bosque, las velas recobraron su luz y los adultos pudieron contemplar el vacío que había quedado. En el lugar donde antes habían estado sus cosas, apareció una abundancia de semillas de distintos tamaños y colores que guardaban la promesa de una cosecha sin igual. Los adultos y los niños se abalanzaron sobre ellas, gritando de alegría. Sin embargo, La chica que había caído no se levantó. La mujer que había acompañado a Denard y a Desdemona la volteó y se tapó la boca. El rostro de la joven bailarina estaba carcomido por los insectos y dos hermosas flores blancas crecían de las cuencas de sus ojos. " He sido bendecida" murmuró débilmente.
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Post by Desdemona Grimm on Jun 12, 2017 1:58:50 GMT
Desdemona se colocó al lado de Denard, atestiguando el alumbramiento de las velas y la pronta actividad que comenzó a gestarse alrededor de la estatua. El tiempo parecía hacerse lento con cada movimiento, cada impacto de esos pies descalzos sobre el césped. Por un buen rato la luna era la única fuente de luz que alumbraba los rostros de esos infelices que danzaban devotos a una fuerza invisible y muy probablemente... inexistente.
Levantó las cejas con sorpresa al caer una de las bailarinas, no muy segura si debía de expresar más reacción al respecto. Miró de reojo a Denard, sólo para asegurarse de que él también estaba igual de alerta y atento ante semejante evento. La brisa del bosque que parecía anunciar que algo estaba por ocurrir rozó su piel, penetrándola casi hasta los huesos. Desdemona no era una mujer que fácilmente se impresionara pero en ese momento, sintió un minúsculo escalofrío.
El páramo se encontró silencioso por un momento, era como si de pronto estuvieran en el reino de las sombras. Negados de luz, negados de esperanza. Poco a poco las pequeñas luces comenzaron a aparecerse, una a una agrupándose para moverse entre los campesinos. Desdemona separó los labios, sintiéndose intrigada por lo que estaba ocurriendo. Esos insectos parecían tener una mente colectiva, se movían como un todo, clamando para ellas las ofrendas de aquellos infelices.
Pronto todo terminó y no quedaron más que los gritos y alegría de los campesinos, sin embargo, algo parecía estar completamente fuera de lugar y nadie más que la madre de Barleem pareció notarlo. Siguiendo a la mujer, se acercaron al cuerpo de una de las doncellas que yacía sobre el suelo. Al girarla y revelar aquél rostro, los ojos de Desdemona se abrieron más de lo usual. Estaba impresionada y tal vez, sin siquiera saberlo, asustada. Se puso de cuclillas al lado de la bailarina y tocó su rostro. Pedazos de carne se desprendían con el suave movimiento. La baphomet sonrió mientras se giraba lentamente para mirar al detective. Se puso de pie, sacudiéndose de las manos los trozos de piel que se le habían adherido. -Esto no es obra de un Dios- dijo en un tono siniestro. Era algo más... algo oscuro, prohibido que conocía muy bien. Su mirada se desvió hacia la profundidad del bosque en donde el brillo de algunas luciérnagas aún era visible.
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Denard Fantôme
Los Grises
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Post by Denard Fantôme on Jun 12, 2017 2:32:41 GMT
Nunca había sido partícipe de un escenario sin igual, las doncellas bailaban alrededor de la estatua, como si aquella mujer hecha de piedra pudiera escuchar sus plegarias, sanar los males, llenarlos de la paz que necesitaban, ¿Pero a qué costo? Denard miraba con una serenidad poco notable el baile de las hijas de los granjeros, jóvenes, frescas, inocentes... Duraron horas... el detective no supo cuántas, pues los pies desnudos de las mujeres, eran como manecillas de relojes que no se detenían, por lo que generaba una extraña sensación de no separar tu vista de ellas.
En cuanto la doncella cayó al suelo, Denard salió del trance, y tuvo el impulso de ir en su ayuda, pero el pensamiento de que solo sería una representación llegó a su mente, no quería arruinar la misión. La brisa de la noche golpeó su rostro, teniendo una horrenda sensación en el pecho, era el aroma del miedo, de la incertidumbre, pues estaba muy acostumbrada a ambas. Cuando las luciérnagas comenzaron a salir una tras otra, es cuando se puso tenso, firme para lo que pudiera pasar, metiendo su mano en uno de sus bolsillos, donde cargaba una de esas extrañas armas de fuego que se había dedicado a diseñar.
Esperaba humo, luces, fuego, algo para cubrir al culpable tras de todo esto, pero tan solo vio unas luciérnagas, llevándose los regalos que los aldeanos le habían dado, y entregando por hecho, una recompensa.
Pero la mujer seguía tirada allí, y a los aldeanos pareció no importarles en absoluto, como si supieran que era lo que tenía que pasar para sus bienes personales. Todos ellos, menos la madre de Barleem, quien se acercó con el mismo miedo que una madre a una hija, Denard se acercó a las mujeres, pues Desdemona también se había acercado a investigar, se puso de rodillas, con la intención de revisar los signos vitales de la mujer, y en cuanto la unicornio la volteó, el terrible cuadro se apareció ante ellos.
Denard cerró los ojos por un momento, asimilando la situación, mientras fruncía el ceño, estaba furioso. La miró por un momento, y se atrevió a tomar un pétalo que se había doblado de más de los ojos de la doncella y lo observó con detenimiento. La voz de Desdemona lo distrajo de tantos pensamientos en la cabeza.
--Entonces hay que averiguarlo... --Dijo el detective, aún mirando a la mujer, mientras la madre de Barleem permanecía a su lado, sollozando. Denard se puso de pie, volteando a la misma dirección que la Baphomet. Estaba dispuesto a averiguar qué es lo que había sucedido en realidad, acomodó el pétalo de la flor blanca dentro de un pañuelo blanco, para después guardarlo en los bolsillos interiores de su chaleco, siguiendo con la mirada aquellas luces, y dando algunos pasos, para descubrir a dónde se dirigían.
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Post by Muérdago on Jun 15, 2017 1:14:01 GMT
Sin más, Denard y Desdemonna siguieron el desfile de luces. No tuvieron que correr muy lejos para alcanzarlas; los pequeños animales vacilaban entre la maleza y las ofrendas al dios, a veces demasiado grandes para ellas solas, caían al piso una y otra vez. Del esfuerzo, algunas de las luciérnagas se apagaban para siempre, pero pronto otras más tomaban su lugar. ¿A dónde se dirigían? Pasó al menos una hora para que los investigadores pudieran averiguarlo. Al fin llegaron a un claro del bosque donde el marco de una puerta se levantaba en medio, ominosa como un maleficio. Las luciérnagas entraban por la puerta, pero cuando se suponía que debían salir del otro lado del marco se esfumaban junto con las ofrendas. Esto continuó hasta que el último grupo, aquel con el collar de madera, desapareció.
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Post by Desdemona Grimm on Jun 22, 2017 21:07:40 GMT
Siguiendo aquél siniestro rastro alumbrado por aquellos insectos, se adentraron en la oscuridad del bosque. Sin saber lo que quedaría al final de aquél viaje, Desdemona podía sentir el palpitar de su corazón golpeteando su pecho con fuerza. Había visto los rincones más oscuros de la existencia pero nada se le comparaba a esto... era como si esos animales poseyeran una consciencia colectiva o tal vez... era obra de algo más poderoso y misterioso; debía llegar al fondo de ello.
En todo el camino no salió palabra de su boca, se enfocaba en seguir aquellas luces con la mirada las cuales de pronto alumbraban las sombras en las que se encontraban envueltos los árboles y animales que buscaban refugio en el silencio y quietud de la maleza. Hasta que al fin, aquél marco se destacaba entre una quietud visual, estando frente a ellos como una invitación a meterse más en la duda e incertidumbre.
Acostumbrada a la magia no se sorprendió al ver las luciérnagas desaparecer mas se preguntaba a dónde es que iban y si es que funcionaría aquél umbral con ella de la misma manera que lo hizo con los insectos. Miró a Denard, sabiéndolo cerca de ella. -¿Estaremos invitados también?- preguntó de pronto dibujando una sonrisa en su rostro. Curiosa e intrigada dio unos pasos hacia el sitio, rodeándolo sin atreverse aún a entrar en él.
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