Post by Ephemeral Zehek on May 25, 2017 15:37:39 GMT
Intranquilo, el retumbar de las olas contra las rocas era continuo pese a las horas, era de madrugada, las horas más relajadas y solitarias para sumirse en los pensamientos, cada sonido resonando en los oídos ajenos, provocando una sensación de ligereza, haciéndole flaquear nuevamente ante la incertidumbre de la vida y lo que conlleva existir.
Con violín en mano, el tritón se dispuso a nadar hacia la superficie, asomando con lentitud su cabeza sin muchas ganas, más por el deseo de tocar y sentirse tranquilo que por brindar melodías a los suyos, era egoísta de su parte pero ya era una de sus muy molestas rutinas, molesta pero satisfactoria actividad la cual llenaba un vacío en el.
Apacible, lento y seguro buscó un lugar donde poder tocar nuevamente, como cada día anterior. Una vez que el arcano pudo divisar a la distancia un lugar adecuado nadó a prisa, sintiendo que en cualquier momento alguien podría apoderarse de la pequeña roca. Una vez cerca de aquella colocó con delicadeza el violín en la parte más segura de la misma procurando evitar romperle al momento en que subiese, aprovechando también para que aquel violín hecho de cristal pudie sesacarse, después de unos cuantos segundos se dispuso a subir con algo de dificultad, arrastrando su gran cuerpo y sintiendo la frialdad del ambiente, para finalmente acomodarse, una vez sentado se tomó unos cuantos minutos apreciando las aguas ya un poco más tranquilas junto con el cielo opaco, hacia frío pero era lo de menos para el arcano. Pasaron minutos, el violín estaba solitario por un lado, deseoso de producir sonido pero el tritón únicamente observaba como las nubes no se iban, permanecían ahí, ocultando la hermosura del cielo etre su espesura.
Percatandose de su pérdida de tiempo soltó un suspiro de pesadez, con devastación en sus ojos miró el reloj que llevaba consigo colgando de su cuello. Habían pasado cinco minutos apenas, curioso puesto que el miroviano pensaba que ya había agotado su tiempo. Calculando lo que le quedaba en silencio cerró nuevamente el reloj, dejándole caer en su lugar nuevamente, colgando y mesiendose con la suave brisa. Veinte, quizá veinticinco minutos tenía disponibles, sabría aprovecharlos. Acercó su violin, hecho a medida para el tritón de cuatro metros, enorme para la mayoria de los suyos, colocándose en posición correcta, su mirada estaba decaida, sus sentimientos a tope, y en cuanto pudo tener entre sus manos su violin y su arco sus movimientos fueron semejantes a los de su nadar, tranquilos y lentos al principio, poco a poco se dejaba llevar por lo que tocaba, el ritmo de la melodía era cambiante de vez en vez, se dejaba llevar ante dichos sonidos, relajado , sus manos se movían con fluides y delicadeza, ponía sus penas en aquellas notas tan armoniosas.
El sonido de las aguas simulaba hacer coros, una composición extraña pero bastante curiosa, las gaviotas se escuchaban a la lejanía, estaba inmerso en su rutina, en sus sentimientos, en la pesadez de su cuerpo, en las memorias dolorosas.
Tres minutos bastante relajantes pero algo depresivos, las lágrimas ya no salían, el tritón sentía que se habían agotado hace años, en cuanto dejó de tocar el violín sólo se dispuso a sostenerle entre sus manos, aún le sobraba tiempo, así que nuevamente tocaría la misma melodía, quizá un poco más lento esta vez, cerraba sus ojos con delicadeza y cuidado, dejando todo a su alrededor únicamente como algo extra, algo sin importancia, estaba sólo, o al menos eso pensó el arcano, continuando en paz con lo suyo, la melodía fluia con un poco más de lentitud, provocando más tristeza en el ambiente.
Con violín en mano, el tritón se dispuso a nadar hacia la superficie, asomando con lentitud su cabeza sin muchas ganas, más por el deseo de tocar y sentirse tranquilo que por brindar melodías a los suyos, era egoísta de su parte pero ya era una de sus muy molestas rutinas, molesta pero satisfactoria actividad la cual llenaba un vacío en el.
Apacible, lento y seguro buscó un lugar donde poder tocar nuevamente, como cada día anterior. Una vez que el arcano pudo divisar a la distancia un lugar adecuado nadó a prisa, sintiendo que en cualquier momento alguien podría apoderarse de la pequeña roca. Una vez cerca de aquella colocó con delicadeza el violín en la parte más segura de la misma procurando evitar romperle al momento en que subiese, aprovechando también para que aquel violín hecho de cristal pudie sesacarse, después de unos cuantos segundos se dispuso a subir con algo de dificultad, arrastrando su gran cuerpo y sintiendo la frialdad del ambiente, para finalmente acomodarse, una vez sentado se tomó unos cuantos minutos apreciando las aguas ya un poco más tranquilas junto con el cielo opaco, hacia frío pero era lo de menos para el arcano. Pasaron minutos, el violín estaba solitario por un lado, deseoso de producir sonido pero el tritón únicamente observaba como las nubes no se iban, permanecían ahí, ocultando la hermosura del cielo etre su espesura.
Percatandose de su pérdida de tiempo soltó un suspiro de pesadez, con devastación en sus ojos miró el reloj que llevaba consigo colgando de su cuello. Habían pasado cinco minutos apenas, curioso puesto que el miroviano pensaba que ya había agotado su tiempo. Calculando lo que le quedaba en silencio cerró nuevamente el reloj, dejándole caer en su lugar nuevamente, colgando y mesiendose con la suave brisa. Veinte, quizá veinticinco minutos tenía disponibles, sabría aprovecharlos. Acercó su violin, hecho a medida para el tritón de cuatro metros, enorme para la mayoria de los suyos, colocándose en posición correcta, su mirada estaba decaida, sus sentimientos a tope, y en cuanto pudo tener entre sus manos su violin y su arco sus movimientos fueron semejantes a los de su nadar, tranquilos y lentos al principio, poco a poco se dejaba llevar por lo que tocaba, el ritmo de la melodía era cambiante de vez en vez, se dejaba llevar ante dichos sonidos, relajado , sus manos se movían con fluides y delicadeza, ponía sus penas en aquellas notas tan armoniosas.
El sonido de las aguas simulaba hacer coros, una composición extraña pero bastante curiosa, las gaviotas se escuchaban a la lejanía, estaba inmerso en su rutina, en sus sentimientos, en la pesadez de su cuerpo, en las memorias dolorosas.
Tres minutos bastante relajantes pero algo depresivos, las lágrimas ya no salían, el tritón sentía que se habían agotado hace años, en cuanto dejó de tocar el violín sólo se dispuso a sostenerle entre sus manos, aún le sobraba tiempo, así que nuevamente tocaría la misma melodía, quizá un poco más lento esta vez, cerraba sus ojos con delicadeza y cuidado, dejando todo a su alrededor únicamente como algo extra, algo sin importancia, estaba sólo, o al menos eso pensó el arcano, continuando en paz con lo suyo, la melodía fluia con un poco más de lentitud, provocando más tristeza en el ambiente.