Un día común de trabajoCERRADO

Cuando el fierro tuvo una forma más plana y el color rojizo se hubo apagado un poco, se detuvo. Tomó unos guantes gruesos que tenían cerca pues el rebote del golpe estaba terminando por volverle a sacar algunas ampollas viejas en las manos. Tomó la pinza y dejó el pedazo de metal de nuevo entre los carbones, esperando que volviera a ponerse moldeable.

Se limpió el sudor de la frente con el antebrazo y levantó la mirada hasta notar una cabellera de color encendido frente a los escudos. Frunció ligeramente el celo y se acercó con cautela, la chica parecía tan ida en sus pensamientos que no se percató de su presencia.

-Si yo fuera usted no haría eso... -Dijo en voz un poco grave esperando sorprenderla para luego sonreír- Ha estado toda la mañana bajo el sol y podría quemarse -Añadió en un tono de voz casual mientras desviaba la vista a otro punto y se quitaba los guantes que acababa de ponerse- ¿Puedo servirle en algo, señorita? -Preguntó devolviendo la mirada a ella.

-No se preocupe... -Respondió con amabilidad, para luego voltear a ver los escudos con una expresión de conformidad con los mismos- Hacerles un buen diseño es la parte complicada de aprender cuando eres un poco carente de creatividad, pero gracias- De todas formas, se daba un buen crédito personal pues había mejorado en ese sentido.

Se apoyó en uno de los troncos de madera que sujetaban el techo y la observó en silencio, en realidad, no parecía tener pinta de guerrera, pero nunca había que menospreciar un visitante, puesto que después podía dar alguna referencia de su lugar.

-Scott Wittemore, el gusto es mío Tsuyume... -Lo que pasó después sucedió demasiado rápido para preveerlo.

Por un segundo se preocupó del escudo, y de que la chica se hubiera lastimado, sin embargo tropezarse y luego tirar algo no parecían darle pistas de que realmente fuera a comprar un arma. No pudo evitar reír por lo bajo mientras se acercaba a ayudarle.

-Es un escudo para alguien incluso más grande que yo, yo lo pondré en su lugar -Se agachó y sujetando el escudo de extremos opuestos tiró de él haciendo que se remarcaran incluso algunas venas en su cabeza. Lo colocó sobre el estante y con una escobilla de mano le sacudió la suciedad que se había adherido con la caída. 

Frunció el ceño y la miró con curiosidad, aquella frase lo había dejado pensando, si en su forma sellada usaba piernas quería decir que en su forma verdadera no las tenía, ya ahbía visto y escuchado de cosas a´si una vez, y estaba seguro de saber entonces de qué raza venía aquella muchacha.

-¿Eres una sirena?

Volvió a tomar sus guantes, era agradable hablar con la muchacha, pero el trabajo no se hacía solo. Se colocó la camisa de nuevo aunque se muriera de calor, lo mejor era no desprotegerse de las chispas y demás, ya tenía suficientes marcas por ello, así que volvió a tomar la pinza y colocó el pedazo de metal al rojo vivo sobre la respectiva pieza de trabajo.

-No veo por qué no puedas aprender, existen siempre armas pequeñas como las dagas o los cuchillos... O los arcos y las flechas que parecen ser más efectivas al evitar el combate cuerpo a cuerpo, aprender a usar un arma no implica ponerse de buenas a primeras una cota de malla, una armadura, y portar un escudo y una espada larga de doble filo. -Tomó el mazo de hierro y asintió en su dirección- Algunas, sí, cuando se trabaja en esto es imposible no sentir tentación de querer manipular algunas... -Levantó el brazo y dejó caer todo el peso más su fuerza aumentada sobre el pedazo de metal, haciendo que la punta fuese quedando más plana, el sonido de los metales resonó por la tienda hasta que Scott se detuvo para mirar de cerca lo que estaba haciendo.

Fue acomodando el pedazo de metal ardiente en la mesa, dando golpes más suaves solo al lado derecho del mismo, ya iba adquiriendo de ese lado la forma de una espada, de hecho, se estaba encargando un poco de ir acomodando el extremo del filo.

-Aqualia... Es casi una injusticia de la naturaleza que ustedes vengan arriba y nosotros jamás podamos recorrer ese lugar, he escuchado decir que es precioso...

Atendió a sus palabras frunciendo el ceño, peguntándose si aquellas situaciones de peligro serían bajo el agua o en la superficie ¿Por qué hasta ahora se preguntaba qué clase de arma sería más útil en un lugar como Aqualia, eso debería ser algo que había pensado desde hace mucho. Sostuvo el fierro con la pinza frente a él y volvió a meterlo al fuego.

-Al menos una daga podría ser útil... -Dijo más para sí mismo que para ella. Adoptó una expresión meditativa y tomó una espada que estaba en un bote, no por ser inútil, sino porque ahí estorbaba menos. La blandió en el aire unas cuantas veces y apuntó a la chica sin siquiera verse amenazante, para terminar con una reverencia. -La espada, siempre ha sido mi favorita de todas formas, quizá porque me parece más emocionante el hecho de que implique ataques más directos -la puso en su lugar- Y tengo una puntería medianamente decente con el arco y no me desenvuelvo mal con un hacha, aunque eso requiere el uso de más fuerza.

-Sí, la verdad es que me parece casi sorprendente que con toda esa gente lista allá abajo puedan crear algo como la tableta arcana pero no se pueda inventar algo para visitar aqualia, al menos debe existir un hechizo o una forma de hacer algo que capacite a los terrestres a estar ahí al menos una hora...

La miró en silencio olvidando casi por completo su trabajo y se dirigió a una repisa para sacar de la misma una caja.

-Ven -Dijo haciendo un gesto con su cabeza para que ella se acercara, abrió la caja y dentro se encontraban acomodadas unas pequeñas navajas de quince centímetros de largo- Ésta sería un buen arma para empezar, si tienes ganas de aprender a usar una algún día, necesitarías solo una instrucción básica y lo demás -Dijo mientras le extendía una sosteniéndola de la hoja- La sostienes de la hoja y y la lanzas abriendo los dedos justo cuando el impulso la lleve hacia adelante, para no cortarte un dedo en lo que te acostumbras - Se giró y de un tirón rápido la clavó en el borde de un poste de madera- Bueno, se supone que debe quedar en el centro, pero ese es el punto, si tiras al centro del pecho y fallas, siempre causarás una herida - Se acercó a retirar el cuchillo y se lo tendió a ella.

Rió por lo bajo y se hizo detrás de la chica en diagonal a ella, siguió con detenimiento cada uno de sus movimientos hasta que vio el cuchillo caer al suelo, pero era lo que esperaba ver.

-Bueno, debo decir que si lo hubieras hecho a la primera me habría sorprendido muchísimo, es una técnica que cuesta dominar un poco.

Tomó otro cuchillo de la caja y se lo tendió.

-Hay una manera de asegurarse un poco mejor -Se colocó al lado de ella, sosteniendo con su mano derecha la mano de la chica que sostenía el cuchillo y la otra apoyándola en su hombro -Fija la mirada en el poste, solo en el poste, no importa -Dijo concentrado en aquel elemento de madera, sujetó su mano y la hizo imitar el movimiento de lanzamiento en cámara lenta- Fijas tu vista en el objetivo -Repitió el movimiento una y otra vez- Sin observar el arma, pero si te fijas, cada vez que muevo la daga ella entra en tu campo visual, eso es porque está apuntando al blanco y porque, si lanzas siguiendo esa línea, es probable que aciertes -Se separó un poco para darle espacio y se cruzó de brazos- ¿Por qué no lo intentas?