Un mundo nuevo [Marius - Marcelline] (Priv.)

Después de disfrutar del paisaje del lugar tomé asiento a la orilla del lago. Jugué un poco con el agua, pasando la mano sobre ella para formar pequeñas ondas e incluso haciendo muecas graciosas, aunque en mi reflejo sólo pudiera ver el casco que me cubría el rostro. Incluso permanecí calmada por un largo tiempo, pensando en una infinidad de cosas mientras perdía la mirada en el lago.
"¿Qué era de mi madre? ¿Realmente podría sobrevivir por mi propia cuenta en un lugar que no conocía lo suficiente?"
El tiempo continuó pasando y después de un rato volví de mi pequeño trance.
-// Pff. Bueno, no gano nada con pensar en ello. //- Comencé a hablar sola mientras me ponía de pie sin despegar la vista del lago.
-// No sería mala idea tomar un baño rápido, ¿Cierto? //- me dije al tiempo que volteaba a todos lados para asegurarme de estar sola. Tras un vistazo rápido comencé a despojarme de lo que llevaba encima, a excepción de una máscara de fina tela que, aunque era lo suficientemente delgada para permitirme hablar, respirar y ver, también lograba taparme el rostro por completo. Por seguridad volví a dar un segundo vistazo igual de rápido que el primero y proseguí a caminar lentamente por la orilla, adentrandome poco a poco al agua hasta quedar cubierta hasta el cuello.

Comencé a adentrarme al lago, el cual era más profundo cada vez. Seguí haciendolo hasta que mis pies no pudieran tocar el suelo y una vez que era lo suficientemente profundo empecé a nadar por debajo del agua.
De esta forma la vista era hermosa. El reflejo del agua meciéndose de un lado para el otro, la cristalina agua del lugar que permitía admirar con lujo de detalle gran parte del interior del lago. Al igual que en el aire fui recorriendo el lugar. Esta vez no era necesario usar las alas o mi forma arcana. Incluso no llevaba ropa. Me sentía de lo más libre y pura, como el agua del lago. Continúe buceando hasta llegar a otro extremo del lago.
A lo lejos se veía una silueta parecida a un tronco. Difuminada por la misma agua a la distancia, pero mientras más me acercaba se iba haciendo cada vez más clara.
Ante el asombro que me llevé al reconocer la silueta que estaba frente a mí solté un gran grito, olvidando que me encontraba dentro del agua. Perdí el poco aliento que me quedaba y algo de agua alcanzó a entrar a mis pulmones. Rápidamente salté fuera del agua a unos escasos metros del chico al mismo tiempo que agitaba los brazos y buscaba con desesperación un poco de aire, el mismo que el agua en mi garganta no me permitía tomar.

Continué agitándome con desesperación al ser conciente de que me estaba ahogando. El simple hecho de hacerlo era aterrador, pero al sumarle el recordar la tortura que viví de la misma forma(ahogo)la situación se volvió más atormentante. La garganta me ardía al igual que el pecho y por más que me erforzaba no lograba respirar. Por ésto mis movimientos comenzaron a ser más violentos e incluso había optado por arrancar la parte de la máscara que cubría tanto mi boca como mi nariz.

En medio de mi agonía, justo cuando estaba resignada a perder la conciencia el agua por fin comenzó a salir expulsada de mi cuerpo. En un par de segundos mi garganta era libre y sin pensarlo dos veces aspiré grandes bocanadas de aire con la misma desesperación de antes. Sentir aquella frescura recorrer mi interior me tranquilizó poco a poco, al grado de volver en mí y recordar a mi acompañante, quien al parecer ahora se encontraba a mi lado. De haber sido otra la situación me hubiera apenado al instante, pero tras lo que había pasado lo observé por un largo tiempo. Mi rostro reflejaba el alivio que sentía de al fin poder respirar, pero al mismo tiempo de aquella sensación de poder haber muerto. Tras salir de mi pequeño shock, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos y en busca de calma abracé al chico sin siquiera pensarlo.

Sujeté al chico con mucha fuerza mientras ocultaba mi rostro es su pecho. El terror que me invadía en ese instante era enorme. Me dolía desde la nariz hasta el pecho, mas eso no era lo que más me afectaba. Si no los terribles recuerdos que habían vuelto a mi mente. Por las palabras del chico entendí que para cualquiera sólo significaría un pequeño tropezón, pero para mí era mucho más que eso. Era revivir aquellos eternos momentos de dolor y angustia. Echarle leña al trauma que trataba de aminorar.
Por un segundo pensé en hacerme la fuerte y seguir las órdenes de mi salvador, mas el miedo me mantenía sujeta a él y cada segundo que pasaba se incrementaba.
De pronto, el par de lágrimas se volvieron llanto. Me sentía insegura, aún más estando expuesta de esa forma. Mi cuerpo comenzó a temblar de tal modo que ni siquiera podía disimularlo.
- Sa... sácame de aquí... - murmuré entre sollozos al tiempo que levantaba el rostro y lo miraba aterrada. - P... por favor... no quiero... ngh... - Y aunque no podía cambiar aquel gesto, esperaba que comprendiera mi mensaje: Ayúda.

Me mantuve aferrada al chico mientras me esforzaba por controlarme. Una infinidad de imagenes cruzaban por mi mente y alimentaban aquel terror que sentía. Para explicarlo de una mejor forma sentía el cuerpo helado y nervios intensos. Incluso podía recordar el ardor del metal quemando mi cuerpo y acompañado de la experiencia que acababa de vivir era más que claro que era una mala convinación. Hasta el moemento mi miedo era tal que incluso me había salido del contexto. Y aunque mi garganta aún ardía mi mente olvidó por cmpleto lo que había ocurrido hace unos segundos. En vez de eso, revivía cada una de las malas experiencias que viví fuera de la isla.
Cuando por fin volví un poco a mis cabales me percaté de que ya no me encontraba en el agua. Ahora estaba sentada en una piedra a la orilla del río. Estaba bastante confundida. ¿Tanto me había perdido? Mi cuerpo aún se sentía helado y temblaba levemente. La desesperación de antes se había desvanecido y había dejado un rastro de confusión. Despues de unos segundos con la mirada perdida recobré un poco más de lógica y comecé a observar mis alrededores para entender mejor las cosas. Sabía lo que había ocurrido, lo que no me explicaba era por que la pena no impidió que armara un teatro como ése. Seguí observando hasta reconocer la silueta del chico. Se encontraba a distancia de mí, mirando hacia otro lado. Escuché la pregunta del chico, a lo que asentí negativa. Mas al recordar que el chico no podía ver lo que hacía me levante de a piedra y caminé hacia él. - N...no lo sé. - Dije con una voz ronca mientras me sentaba a un lado del chico. - Es... extraño. Hace un momento me moría de miedo. Pero ahora... - Voltee hacia el chico, quien seguía sin mirarme. Al percatarme del por que lo hacía me cubrí mis partes sin ninguna prisa ni vergúenza. - Tranquilo, no me molesta en absoluto por el momento. Aún así, si a ti te molesta me estoy cubriendo. - Dije con una voz suave, pero un tanto afónica. - Yo... lo lamento. No sé que fue lo que me ocurrió. Bueno, sí lo sé, pero... - Lancé un gran suspiro a la par que llevaba ambas manos a mi cabeza. - Es raro. Ahora debería estar muriendo de vergúenza, pero no. Simplemente no puedo pensar del todo bien y aún me duele la garganta. A todo ésto, muchas gracias por ayudarme sin siquiera conocerme. Incluso por aguantar mi trauma.-

El chico posó su mano sobre mi hombro y me dio a entender que me brindaba su apoyo, no sólo físico sino también emocional. Mi reacción ante pesto no varió ni un poco. Mi rostro aún tenia un gesto neutro en él. Realmente se me dificultaba el pensar y ni que decir sobre tratar de mostrar mis emociones. No era nada diferente a tener un casco puesto donde nadie puede ver si estas alegre o triste.
Bajé ambas manos de mi cabeza, acariciando mi cabello en el trayecto y dejandolas reposar en mis rodillas. Alcé la mirada hacia el chico y lo miré por unos segundos sin pronunciar paabra alguna.
-*suspiro* Claro. No le veo el problema. - exclamé al fin con aquella voz lastimada. - V... vengo de las afueras de la isla. Un lugar donde los seres como nosotros son temidos por ser diferentes. Pero, aún más queeso, son odiados, cazados, torturados y asesinados por gente ignorante. - Mientras hablo no puedo evitar lanzar un suspiro, incluso más profundo que el anterior. - Y... bueno, ya te imaginarás lo que ocurrió. - Tras decir ésto llevé nuevamente mis manos sobre mi nuca y comencé a exprimir mi cabello. - Los humanos son bastante ingeniosos cuando se trata de dañar a alguien más. Buno, incluso a ellos mismos. - Comenté sin inmutarme mientras mantenía la mirada pegada a la de chico. -  Espero que tu historia no sea similar a la mía. -