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Post by Agatha Bloodspell on Jul 4, 2017 3:52:03 GMT
Se apresuró a atender el deseo del Soberano del Invierno; ¿qué era de un lugar sin el perfume y belleza de una flor? En algún momento pudo haber utilizado semejante oportunidad para fines más oscuros pero se tomó muy en serio su papel de florista al ver las carencias de aquél noble hombre. No tardó en concertar un encuentro con Kaira, el unicornio que había conocido semanas antes en una taberna ya que había un encargo que quería hacer llegar a manos del Soberano y otras flores que adjuntaría con el arreglo que ella misma ya había dispuesto. Fue así como emprendió su camino hasta los territorios del invierno, pasando por áreas que jamás había visitado de Mirovia, maravillándose por su gran variedad de flores y animales. Sobre un carruaje que salió desde la ciudadela, se refugió en su interior, agregando capa por capa conforme el clima iba transformándose en las afueras. Pasaron varias días; sólo se detenía para estirar las piernas y atender otras necesidades ya que no deseaba perder tiempo. Recordando las indicaciones del Doctor Marino, fue cubriéndose la nariz y la boca al ver cómo los cristales del carruaje iban empañándose y acumulando ligeras partículas de hielo. Podía sentir el frío penetrar el interior de coche así como sus piernas entumirse por la falta de movimiento el clima tan poco amable. Pegó el rostro por la ventana, apoyando su mano contra el cristal gélido que le quemaba la punta de los dedos; veía cada vez más cercano en el horizonte el templo que se elevaba mezclando su blancura entre la neblina y las nubes que recibían las puntas de su estructura, como si estuviera mezclándose en el firmamento y tal lugar formara parte del cielo mismo.
Después de un camino un tanto turbulento en balsa, llegó al fin hasta las puertas del templo, siendo recibida por los guardias que protegían la entrada. Caminó a pesar de una fuerte ventisca que amenazaba con aullentarla del lugar mas eso no fue suficiente para la sucubo quien protegía su rostro de la hostilidad del frío. Casi podía sentir el hielo acumularse en sus pestañas también paralizando sus ojos. -Buenas tardes... vengo...- se le secaba la garganta. No eran los nervios los que se apoderaban de su voz sino el frío que le hacía temblar hasta la punta de sus dedos. Refugiada bajo su larga capa, se encontraba el canasto donde llevaba todo lo que planeaba entregarle al Soberano. A duras penas pudo descubrirla de alguna forma intentando hacer llegar su mensaje sin necesidad de palabras, más eso no bastó para los guardias quienes sólo la miraban, estoicos... hasta cierto punto intimidantes. Como pudo sonrió, volviendo a cubrir los bienes que llevaba consigo; sus labios ya morados por una leve hipotermia. -Vengo con encargos para el Soberano... Agatha... Bloodspell- dijo a duras penas en un hilo de voz frágil. Sin más demora, los guardias abrieron las enormes puertas de hielo que liberaban una fría neblina al abrirse. La joven sólo inclinó la cabeza en señal de agradecimiento y se adentró en el interior del templo. Aún frío pero no tan insoportable como lo era afuera, se encontró con más sirvientes que la guiaron por el vestíbulo cuyas paredes y techos elevados eran adornados por detalles afilados de hielo... con una ausencia de color que le brindó mayor escalofrío que el clima tan gélido. Agatha alzó la cabeza, observando sus alrededores; jamás había estado en un lugar de tanto ostento... por primera vez se sintió alguien insignificante. Distraída, no se percató del momento en que los guardias se detuvieron frente a una gran puerta, distinta a los demás, llena de adornos y grabados sobre el hielo. Debía ser una de las cámaras privadas del Soberano, o eso pensó. Uno de los guardias hizo sonar una de sus lanzas sobre el suelo, anunciando su nombre. Agatha esperó pacientemente, aún con el rostro cubierto debido al frío que poco a poco iba haciéndose menos agresivo.
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Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
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Post by Asthur on Jul 4, 2017 21:14:38 GMT
Si hubiese algo que pudiera admirar sin sentir cansancio, sin duda sería el cielo. Pues siempre se pintaba de los colores que sus tierras carecían, creando un contraste espectacular entre un lienzo manchado a capricho de los Dioses y otro que sólo esperaba ser teñido. Asthur miraba por uno de los enormes ventanales que iluminaban sus aposentos, los cuales ascendía a varios metros sobre su cabeza. La cama con un elegante e imponente dosel, cubierta de hermosas y suaves pieles que le resguardaban de las gélidas noches en su templo. Así como múltiples muebles de una sencilla belleza, incluyendo una pequeña salita con una mesa en el centro de ésta para recibir visitas especiales.
Con la vista perdida en el horizonte, meditó en silencio, ¿Cuando tiempo más debería estar en reposo? Atrapado en su propio templo. El tiempo en el que había sido herido lo sentía ya muy lejano, pero su medico de confianza objetaba que no había sido prudente con su salud durante su recuperación. Su herida no había sanado como era debido y si su cuerpo no estaba fuerte, él no podría hacer frente a ningún peligro, ¿Y qué era peor que ser un soberano incapaz de proteger a alguien?. Apretó los labios al tener recuerdos de aquellos días, los días en que Amalthea lo había visto tan débil, tan acabado, pero sobretodo incapaz de mantenerla a salvo.
Respiró profundamente, sintiendo una familiar presión en el pecho. Ya no se trataba del vendaje que protegía su herida, si no de la constante carga de mantener todo bajo control, todo bajo estricto y riguroso control. "Nadie morirá mientras yo pueda evitarlo" Era parte de sus pensamientos en cada momento de su día. Miró entonces a la entrada de su recamara, reconociendo enseguida el nombre que se recitó del otro lado. Las puertas no tardaron en abrirse, dejando ver la esbelta figura de aquella dama que, sin duda, tenía una belleza muy diferente a la que estaba acostumbrado a contemplar. Una belleza abrumadora.
Caminó de apoco hacía ella, su mirada estaba cansada si, pero su sonrisa relucía con la cortesía que tanto lo caracterizaba. -Bienvenida, señorita Agatha.- Inclinó su cabeza con brevedad, sin perder la conexión entre sus ojos. Se dio cuenta entonces de sus labios amoratados y de que su cuerpo entero se estremecía contra su voluntad. Asthur miró a una de las doncellas encargadas de la servidumbre y como si diera una orden sin la necesidad de usar palabras, ésta se acercó a la temblorosa chica para ofrecerle una prenda especial. -Por favor úselo, ese abrigo la protegerá del frío.- En su templo existían criaturas de cualquier tipo y no todas aptas para climas tan inhóspitos como estos, por lo que habían tenido que valerse de abrigos especiales, a partir de una tela creada especialmente para soportar aquellas dramáticas temperaturas. -Me complace por fin conocerle en persona.- Extendió un brazo apuntando hacía el juego de sillones en el centro de la recamara, indicándole que por favor se adueñara de uno de los asientos.
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Post by Agatha Bloodspell on Jul 4, 2017 21:54:12 GMT
Por un momento sus ojos se perdieron entre la belleza de aquella habitación que se manifestaba ante sus ojos como una mirada hacia una opulencia que le era desconocida. Aquella nueva experiencia visual capturaba los detalles del lugar sabiendo que tal vez no volvería a estar en presencia de tales lujos y deleites que iban más allá de la simpleza de su existencia. Sin embargo, la voz del Soberano la capturó más que los estímulos de los adornos que embellecían el cuarto. Correspondió al gesto, inclinando su cabeza, bajando la mirada sabiéndose en presencia de un ser casi divino. Apenas pudo sonreír al enderezar su postura puesto que sus labios se entumían por las bajas temperaturas y el trémulo de su piel entorpecía su porte. Recibió el abrigo que tomó al descubrir sus manos de la capa que apenas y la protegía para colocarla con dificultad sobre sus hombros, ajustándose a una rapidez sorprendente al clima. -Se lo agradezco, Soberano; créame que esa complacencia es aún mayor en mi persona- dijo al fin, repitiendo el gesto de respeto hacia el hombre.
Siguió la dirección de aquella mano que le indicaba tomara asiento. Antes de dejar reposar su cuerpo sobre la suavidad de los cojines, colocó frente a la mesita la canasta en la cual llevaba los objetos que llevaba para el soberano. Al fin se sentó, llevando sus manos hacia el borde del mimbre que se sentía tenso y frío; más que de costumbre. Descubrió el contenido que había sido protegido por una cantidad exagerada de capas de tela, que habían servido a duras penas para aislar el interior del clima gélido. Un pequeño arreglo de flores, envueltos en un listón blanco, fue lo primero que sacó. Narcisos, las flores de Diciembre... junto con campanillas de invierno y tulipanes. Fuertes y resistentes ante las inclemencias del frío pero sobre todo, hermosas y delicadas. -Le prometí flores, mi señor... Su hermosa fortaleza invernal merece embellecerse con la presencia de las flores, ¿no lo cree?- preguntó capturando en su mirada el ámbar que habitaba aquellos ojos nuevos. -No presumo de traer un gran presente ante usted... pero espero sea un ligero cambio que encienda una chispa de dicha al verlas... al oler su perfume... y sentir la suavidad de sus pétalos en las yemas de sus dedos-. Lo miró por un instante, sintiendo cómo la tensión en su rostro iba perdiéndose al fin dándole oportunidad de sonreír. Sin embargo, bajó la mirada, volviendo a la canasta frente a ella.
-Además... traje otro obsequio para usted, esto de parte de otro arcano señor... Kaira Voll. Le envía unos remedios...- se quedó callada un momento, considerando que podría ser imprudente sugerir la vulnerabilidad del Soberano siendo que desconocía totalmente su condición y el incidente el cual lo había llevado a tal estado. -No pretendo sugerir que no se encuentre bajo buenos cuidados... alguien como usted debe encontrarse rodeado de los mejores curanderos de la isla... aún así, espero que con estas pomadas su recuperación sea aún más pronta, Soberano-. Tomó los pequeños contenedores de madera y los colocó al lado del arreglo de flores. Se sentían fríos, esperaba que su contenido no se hubiera congelado... -En caso de encontrarse a punto de congelación... supongo que puede suavizarse la pomada con el calor de las manos-. Colocó sus dedos sobre la madera de aquellos presentes, mirando al Soberano con cierta curiosidad. ¿Qué habría sucedido? ¿Sería prudente preguntar? -No quiero ser grosera señor... pero espero no esté tentando los límites de su salud para recibirme; me lamentaría por ser inoportuna. Desconozco la gravedad de sus heridas... pero me pesaría enormemente ser la causa de su empeoramiento...- añadió sintiendo el peso de su ceño caer al sentirse consternada.
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Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
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Post by Asthur on Jul 5, 2017 7:30:42 GMT
La vio desfilar hasta la sala y colocar su cesta cubierta por una absurda cantidad de telas, sobre la mesita. Enseguida y sin perderle de vista, Asthur tomó uno de los asientos frente a Agatha, dando ordenes a sus sirvientes para retirarse. Estos prontamente acataron y cerraron la puerta dejándolos en una agradable privacidad. Observó entonces los obsequios que con tanto esmero ella había traído para él. Se sintió dichoso y un poco fuera de sí mismo, mira que venir desde tan lejos sólo para traerle flores, sólo para traer un poco de vida a una tierra tan insípida y carente de color. Posó su atención en el arreglo tan delicado y efímero. Nunca había tenido flores en su templo, él sólo se encargaba de fortalecer día con día aquellos impenetrables muros, sin reparar mucho en los detalles que embellecían o daban vida a un lugar. Suficiente tenía con el paisaje que les ofrecía el exterior. Pero ahora que apreciaba aquellos frágiles capullos y delicados pétalos, sentía que de alguna forma era justo lo que necesitaba dentro del castillo. "Un templo podrá ser fuerte en su exterior, pero siempre albergará fragilidad dentro" Una hermosa metáfora que ahora tendría presente.- No sabe lo que significa esto para mi. Le agradezco mucho.- Pero ella traía más cosas consigo, cosas que no eran precisamente por parte de ella.
Entonces de su cesta extrajo unos pequeños frascos de madera. Los escudriñó con cuidado mientras escuchaba las indicaciones de Agatha. Consideraba muy amable el gesto por parte del Joven Kaira, sin embargo nunca le gustaron los cuidados excesivos hacía su persona. Él estaba bien, podía caminar o incluso volar si se lo proponía, pero no era el punto. No dejaría que una imprudencia suya preocupara a alguien de nuevo. De pronto levantó la mirada cuando la escuchó externar su temor a ser imprudente con su visita, apresurándose a darle una negativa muy cortes.- Se equivoca, señorita. Le aseguro que mi salud me permite tener una simple charla o incluso salir de estas paredes, pero trato de acatar las recomendaciones del curandero de la isla lo mejor que puedo.- Suspiró con suavidad, si bien Asthur no acostumbraba reposar por tanto tiempo, no le quedó de otra al verse severamente cuestionado por sus arcanos más fieles. -Sin embargo...- Entonces miró nuevamente los frascos de ungüento, cavilando por un momento.- Supongo que no podré hacerlo yo mismo, mi tacto no es el más cálido en la isla.- Él no se consideraba experto en temas de herbolaria, pero los ungüentos tenían un tiempo de uso efectivo muy corto, antes de que sus propiedades se perdieran con el paso del tiempo. Sin embargo desconocía si el frío del ambiente aceleraba o disminuía el proceso de oxidación en una pasta. -¿Cuantas veces al día necesita ser aplicado? - Cuestionó sintiéndose un poco inexperto, pero interesado en cumplir con sus indicaciones.
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Post by Agatha Bloodspell on Jul 5, 2017 8:24:21 GMT
De no saber que el Soberano se encontraba herido, la sucubo habría pensado que su salud era rebosante, aún a pesar de aquellos ojos cansados, no habría dudado a simple vista sobre su estado físico. Bajó su cabeza, aceptando las palabras que le decía... sonaban ciertas pero tal vez la caballerosidad del arcano iba a extremos piadosos para calmar su preocupación. Aún así no lo cuestionó más. Inevitablemente sus ojos se posaron sobre las manos de quien tenía frente a ella; delgadas y delicadas, tan pálidas que resaltaban entre la blancura y pulcritud de esas paredes que despedían la humedad condensada en el aire. Perdida entre los trazos de sus dedos, alzó la mirada para encontrarse con la contraria, desubicada por un momento. Lo había olvidado. Se llevó una mano a la boca, sometiendo la vergüenza de su gran descuido. ¿Eran dos... tres veces? -Por los Dioses... lo olvidé- sus ojos se abrían con horror, mas recuperó la compostura en poco tiempo. No pasaría nada si se aplicaba más de dos veces... igual hasta era mejor.
Tomó una de las cajas para desprender la tapa que protegía el ungüento del exterior y lo acercó lentamente hasta su nariz. Percibió el aroma de las plantas; pudo reconocer algunas. -Dos veces al día- dijo al fin. Cerró los ojos, llenando su pecho con el perfume revitalizante de aquella pomada. Miró de nuevo, levantando con lentitud sus largas pestañas para encarar de nueva cuenta al Soberano. -Debí haber sido más cuidadosa con la integridad de este remedio... discúlpeme por favor- añadió volviendo a colocar el objeto sobre la mesa.
Las palabras del Soberano retumbaron en su cabeza; de no ser él pensaría que había una petición oculta... algo que sugería su intervención. Seguramente imaginaba aquello; la oscuridad de su ser se apoderaba de sus pensamientos, manchándolos de lujuria e inmoralidad. Apretó los labios antes de volver a pronunciar palabra, asentando su mirada sobre las flores que reposaban sobre la mesa. Las tomó y comenzó a desenvolver el arreglo para acomodarlo en un lugar más apropiado. -¿Habrán otros cortesanos cuyo tacto sea cálido sobre su piel, Soberano?-. Se había puesto de pie, dándole la espalda mientras caminaba hacia un ventanal en donde colocó su presente. Ahí los rayos del Sol besarían sus pétalos, alargando su vida y por ende los adornos para Asthur. Dejó reposar su mano sobre el hielo y la piedra, dejando que sus ojos viajaran hacia el horizonte... vacío, carente de vida. Sólo el blanco presente dando la ilusión de encontrarse en un castillo en el cielo. //Házlo... tiéntalo... arranca su deseo// Tragó saliva. -Sobrarán los fieles que esperen días al pie de su puerta por servirle a su señor- indicó mirándolo por encima de su hombro, sonriéndole desde aquél ventanal. Volvió a caminar hasta la sala, sabiéndose imprudente de moverse con tanta libertad en una habitación ajena... y no la de cualquiera. -Aunque... será tal vez mucho atrevimiento de mi parte pero podría auxiliarlo si lo considera prudente- sintió una chispa encenderse en su cabeza. Sabía... lo sabía bien... Estaba jugando con fuego. -Y mientras tanto... podría contarme cómo fue que se hizo esas heridas... Soberano. Seguramente de alguna hazaña heroica digna de contar-. Colocó una mano sobre su propio pecho y agachó la cabeza, disponiéndose a servirle.
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Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
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Post by Asthur on Jul 5, 2017 20:29:56 GMT
Asthur era consciente de que no podía quitar la vista de Agatha, pero disimularlo le fue muy fácil, ya que la mujer se encontraba de espaldas, colocando aquel arreglo en donde cada mañana podría apreciarlo al despertar. Sus ojos se estrecharon un poco al escucharla hablar, logrando apartar su atención de aquella fémina figura. "Tan peligrosas". Pasó saliva y contuvo su exhalación por unos segundos, logrando recuperar la serenidad que por un momento lo abandonó. Sin embargo, lo dicho por la mujer captó toda la atención de su mente, provocando que alzara la vista topándose con la de ella.-¿Usted?.- Su voz no revelaba ninguna emoción importante, pero no era ingenuo, ¿Por qué de pronto se creó aquel ambiente? Sabía que existía una marea tan suave, tan gentil, que era casi imposible darse cuenta cuando estabas siendo arrastrado, hasta que te veías demasiado adentro, demasiado involucrado. Pero pese a eso, en los más oscuros y vehementes rincones de su mente, sentía cierta ¿Satisfacción?. "Tan impropio".
Comprendió que la turbación en sus pensamientos por una acción tan sencilla no era normal. Ella se ofrecía a brindarle un cuidado que necesitaba, un cuidado que de cualquier forma alguien más debía darle. "No excuses lo inmoral". ¿Pero por qué? ¿Por qué resultaba inmoral viniendo de ella y de alguien más no?. Le pareció muy ofensivo que tuviese esos extraños pensamientos y desconfianza por alguien que había venido de tan lejos tan sólo para obsequiarle algo. ¿Y si sólo eran ideas suyas y detrás de su propuesta no había nada más que gentileza?. Él era el que estaba tergiversando todo lo que estaba ocurriendo. -Me haría un gran favor.- En sus labios había una sonrisa, pero su corazón temblaba silencioso, pues una muy pequeña parte de él sabía una verdad que ninguno de los dos diría en voz alta. "Tan débil".-Sin embargo, creo que no hay mucho que contar sobre ese día.- Se levantó de su asiento con movimientos lentos, calculados, elegantes. Sus cuadrados hombros y altura le brindaban porte y carisma, que sin duda eran un punto muy fuerte a su favor.
Caminó en dirección a Agatha, mirando intencionalmente el nuevo arreglo en su ventana, de verdad disfrutaría de la nueva vista que tendría, pues al menos ahora sus tierras tendrían un poco de color y ya no tendrían por qué envidiar al cielo. Una vez llegó a una distancia prudente de la mujer, llevó sus manos al broche en su cuello, aquel que mantenía la prenda sobre sus hombros en su lugar. Apartó la capa, para después detenerse y mirarla directamente. -Lo considero más como un castigo por no hacer bien mi trabajo.- Con cuidado, fue desabrochando los primeros botones de su camisa, dejando entrever su pecho y parte de sus pectorales. -El vendaje está limpio, así que puede usarlo cuando termine.- Acabó por retirar la segunda prenda para así, sólo mostrarse apenas cubierto por aquellas tiras de tela blanca, ante Agatha.
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Post by Agatha Bloodspell on Jul 5, 2017 23:10:31 GMT
Una dicha se albergó en la boca de su estómago al escuchar la voz del Soberano acceder a su propuesta. El brinco de emoción, la adrenalina... como si se encontrara al borde de un peñasco. Tragó saliva mientras sus manos se entrelazaban contra su vientre observando la figura elegante y majestuosa del hombre acercándose hacia ella. No había nerviosismo ni intimidación palpitando en su pecho sino la incertidumbre y exaltación de un potencial apenas en reposo.
Sus ojos no se desprendían de las gracias del rostro ajeno mas luchaban por desobedecer y apreciar una figura que había estado antes oculta por los ropajes que protegían la modestia del Soberano. Se encontraba ante ella ahora, vulnerable, con las heridas expuestas. Ella... una mujer simple que servía a la oscuridad pero finalmente, insignificante estando de pie compartiendo el mismo espacio que ese hombre bendecido por los Dioses. Acercó lentamente sus manos que aún temblaban un poco por el frío y tal vez por la chispa de emoción encendida ahora en su interior. -Soberano... dudo que usted merezca recibir castigo alguno- añadió bajando la mirada hacia su pecho envuelto en aquellos vendajes //A menos que lo pida//. Pasó sus manos suavemente, desenvolviendo la carne que se sentía fría ante los ligeros roces que accidentalmente realizaba con su mano. Rió un poco alzando la mirada para verle mientras su mano reposó sobre la helada clavícula desnuda. Las vendas pendían de sus manos ya reposando sobre el gélido suelo; comenzó a enrollarlas entre sus dedos para apartarlas. Parpadeó un par de veces, rompiendo el contacto entre sus miradas para avanzar hacia la mesa y dejar las telas para proseguir y tomar el ungüento.
Despegó la tapa para acoger el contenedor entre sus manos. De nueva cuenta poniéndose de pie frente a él. -¿Preferiría sentarse Soberano?... ¿o tal vez recostarse? Aún debe suavizarse el remedio-. Continuó de pie sin saber exáctamente hacia dónde debiese dirigirse aún a pesar de lo que la voz en su cabeza tanto sugería, rasgando los límites de su control. La madera rozaba las yemas de sus dedos; usó ese patrón para calmar el hambre que ya comenzaba a transpirar a través de su mirada la cual bajó hacia sus manos, por un instante ausentándose del contacto silencioso entre ambos. ¿Cuán prohibidos eran sus pensamientos? Siempre era difícil precisar si el florecimiento de sus emociones provenía de una constante lujuria incitada por su propia naturaleza o de una atracción espontánea y rebelde como aquella de la que tantos presumen al "enamorarse a primera vista". Maldita por su condición; no confiaba en sí misma.
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Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
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Post by Asthur on Jul 6, 2017 5:58:37 GMT
Calidez. A veces olvidaba lo que aquello despertaba, cómo sus recuerdos más oscuros emergían y cómo él perdía parte de su voluntad, por un instante de calidez. Sin embargo el entorno se tornaba cada vez más ajeno a su control, cada vez más alejado de la realidad moral, ¿Por qué? ¿Qué hacía crecer este enorme agujero sin fondo?. Asthur observó atento, como las manos un poco trémulas de la mujer buscaban tocarle, ¿Se sentía nerviosa? ¿Acaso era tan decorosa que no soportaba ver un pecho descubierto? Tal vez se había equivocado al desvestirse de aquella forma tan insensata. Pero pronto deshizo aquella conjetura, pues lejos de ver un sonrojo en sus mejillas o movimientos torpes, vio fuego. Vio hambre. Quizá era su mente afectada por su repentino comportamiento tan impropio. Tan incongruente con su personalidad. - Creo que ni un Soberano puede salvarse de la perdición de sus errores.- Añadió sonriendo con ligereza. Sus miradas se enredaron largos segundos, en los que no fue muy consciente de lo demás a su alrededor. ¿Qué había en el aíre? ¿Qué había en sus ojos? ¿Qué era lo que le producía aquella incertidumbre tan deseable?. Era testigo de cómo las sensaciones le ganaban a sus pensamientos. "No eres un animal".
El toque de su mano, de su piel, le dejó pequeñas marcas invisibles. Rastros de calor que sólo él podría notar hormigueando bajo su piel. "Control". Sin ser consciente, el aire que retuvo en sus pulmones clamó por ser liberado una vez la vio alejarse, para después dirigir sus ojos hasta los de ella, persiguiéndolos como una presa. "No es correcto." -¿Le sería más fácil atenderme si me recostara?.- Avanzó hacía la cama, donde múltiples pieles se hundieron bajo su peso al sentarse. Miró por unos segundos el suelo congelado, apretando los puños con ansiedad, intentando ignorarse y a la vez, complacerse.- ¿Le molesta si me pongo así de cómodo?.- Preguntó para después levantar sus piernas y finalmente recargar su espalda en el respaldo de su tálamo. Tocó su pecho como si inspeccionara la herida que ya casi terminaba de cicatrizar, aunque había áreas enrojecidas y con relieves extraños, debido a los cuidados poco eficientes que tuvo.- Me da un poco de vergüenza admitir, que no soy el mejor cuidando de mi salud.- Miró a la mujer, quién jugaba con el ungüento entre sus delicados dedos, entre sus experimentadas manos, aportando de su calor para ayudarlo. Apoyó su cabeza contra la pared cerrando sus ojos. Ya no quería llenar su mente de imágenes como aquella. Ya no quería pensar en si eran sus sentidos engañándolo o sus instintos advirtiéndole. Simplemente la dejaría acercarse, la dejaría curarlo y la vería marcharse.
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Post by Agatha Bloodspell on Jul 6, 2017 7:03:43 GMT
Sintió una pizca de remordimiento al verlo recostarse sobre aquella cama, eso y la mezcla de un impulso ardiente, que tocaba las puertas de su pecho con tanta violencia. Su palpitar zumbaba como el de un ave que apenas va aprendiendo a volar. Había estado en situaciones aún más comprometedoras, más prohibidas pero esto se sentía diferente. No era cualquier persona, no se trataba de un vago, de un ladrón o un asesino, sino de un ser cuya existencia era la representación de la esperanza y divinidad en carne. Carne... -Por favor señor... usted no debe preocuparse en pedir ningún permiso ante mí...- indicó observándolo cuidadosamente mientras su cuerpo reposaba sobre la suavidad de aquella cama.
Escuchaba los reproches del Soberano hacia su propia persona mientras tomaba asiento sobre el colchón, estando al lado de él más no a una distancia tan íntima que despertara aún más su instinto. Sus manos ahora frotando aquél ungüento que ya comenzaba a tomar más calor entre sus dedos. -Debo sentirme privilegiada de que exprese semejante vulnerabilidad en mi presencia..- añadió dibujando una pequeña sonrisa en sus labios que ya habían perdido el color amoratado de antes. Miró el rostro que tenía frente a ella; sus ojos cerrados, sus largas y blancas pestañas siendo hermosos adornos al final de dos pálidas cortinas que eran sus párpados. Se movió un poco más para acercarse al pecho de Asthur sobre el cual colocó una de sus manos. Sintió la frialdad de su piel aún cuando la suya se encontraba afectada por las bajas temperaturas; podía sentir el contraste entre ambos cuerpos sólo con el toque de sus dedos. Frotó con cuidado haciendo pequeños círculos sobre aquella superficie. Sintió las cicatrices corrompiendo la suavidad de aquél pecho. Esas rasgaduras que provenían muy probablemente de un animal parecían estarse curando bien más podrían dejar cicatrices permanentes sino se tenían los cuidados convenientes.
Veía la forma en que sus manos acariciaban esa piel, podía sentir ese cosquilleo generarse en la punta de sus dedos, en la base de su vientre así como la resequedad en su garganta que la llevó a humedecerse los labios con su lengua por un momento, para después morderlos con mesura. -Diría que... necesita alguien que lo cuide Soberano...- guardó silencio sabiendo perfectamente cómo habían sonado sus palabras. No había sido su intención... ¿o sí?. -Pero usted es capaz de hacerlo solo... sólo... debe recordar que su tarea... su divina tarea viene de la mano con mantener su cuerpo y espíritu en el mejor estado... Satisfecho... consentido-. Detuvo su mano dejándola simplemente reposar sobre su pecho sin otra tarea qué realizar mas que la de sentir la firmeza del cuerpo ajeno en su palma. Suspiró. -Discúlpeme... tal vez hablé de más-. Reanudó la labor que se había ofrecido a realizar. Estaban de más sus palabras, su propósito en aquél templo no era más que de llevarle un arreglo de flores y aquellos remedios. Ya estar tocándolo en un espacio tan íntimo era excederse... darse una probada para calmar su apetito.
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Asthur
Soberano del Invierno
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Post by Asthur on Jul 6, 2017 21:08:54 GMT
Casi inaudible, casi sin aliento, casi inexistente, escuchó nuevamente aquella voz que ni los siglos podrían hacerlo olvidar "-¿Cuidarás de mi?-" El primer recuerdo que había logrado colarse a su presente. El primero de muchos golpes. Sintió como la calidez lo dejaba expuesto, como la calidez penetraba hasta su mente. "-Siempre.-" Sus labios se tensaron levemente. -Los soberanos están para arriesgar sus vidas por Mirovia, y sobre nosotros sólo están los Dioses para protegernos.- Su voz claramente más ausente que hacía unos minutos, perdía solidez conforme el masaje avanzaba. "Patético"
De pronto la sintió detener el vaivén por un instante. Pero no separar su tacto, lo cual agradeció infinitamente. Pues nunca se atrevería a aceptar, que a veces tenía noches en las que no importaba cuantas prendas usara, con cuantas pieles se cubriera o cuantas antorchas se encendieran cerca de él, el calor que realmente estaba buscando no estaba en el mundo físico. Pues el frió que sentía no era de este mundo.
Las manos de Agatha se deslizaban libremente sobre su pecho y el escalofrió al sentir las temperaturas jugando sobre su piel le hizo echar la cabeza hacía atrás con levedad, en un claro reflejo de placer, junto con un pequeño suspiro, arrancado de su entrañas más profundas. Reaccionando en el acto abrió sus ojos y por instinto tomó una de las manos de Agatha, deteniendo con pesar aquella sensación tan agradable que comenzaba a hacer estragos en su inteligencia. -Discúlpeme...- Hizo todo lo que pudo para no escucharse afectado, pero era una tarea sumamente imposible.- Si continua...- "Va a despedazar mi mente" Pero dejó la frase al aíre, incapaz de admitir que algo no estaba bajo su control. Incapaz de seguir creyendo que aquello era algo inocente. -No quisiera que usted...- Se detuvo de golpe, ¿No quería hacerlo? ¿O no quería que ella lo hiciera?.- Siguiera.- Admitirlo era lo más difícil. Pues él seguía enamorado de un ser que estaba seguro ya no existía. Ahora mismo tenía la mirada apartada, cohibida por no decir temerosa, ¿Qué clase de pensamientos estarían cruzando por la mente de Agatha? Al tener que soportar las terribles actitudes de un Soberano tan deplorable como lo era él. No podía estar más decepcionado de sí mismo.
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Post by Agatha Bloodspell on Jul 7, 2017 3:14:34 GMT
Su mirada ya se encontraba perdida entre el movimiento de sus dedos sobre la piel herida, sometiendo sus pensamientos, tranquilizando sus impulsos. El toque frío del Soberano sobre su mano le hizo alzar la cabeza, encontrándose con ese rostro pálido que se esforzaba por apartar su atención hacia otro lado, a cualquier sitio pero que no fuera el de sus ojos. Su tacto aún no la abandonaba mas la conexión entre sus miradas se encontraba interrumpida por... ¿por qué? ¿Sería que en realidad sus pensamientos no estaban tan errados después de todo? No había tensión en su cuerpo; se mantuvo quieta y tranquila escuchando el mensaje que en pedazos se esforzaba por enviarle. Las emociones en su interior circulaban caóticamente, tomándose su tiempo para asentarse como una sola... y eso tal vez porque realmente era de las pocas veces que no existía un orden... un sentido. Había satisfacción en su corazón de tener casi la seguridad de que había despertado un deseo en esas entrañas que ahora le parecían tan lejanas pero la decepción... era la decepción la que nublaba aquella sensación y estaba tomando control. La sed... el hambre... podía sentir un abismo abrirse más y más; una oscuridad que carcomía su sanidad. Cerró los ojos, al sentir que en cualquier momento podría revelar las desgracias de su naturaleza. Suavemente bajó el mentón, escudando su reacción como una ligera reverencia. -Discúlpeme usted a mí- comentó esbozando una sonrisa mas sentía todo menos dicha de tener que detener aquél contacto. Tal vez era la falta de ese calor el cual se negaba por sacrificio y devoción, tal vez era lo prohibido de la situación... Estar a solas ante una presencia tan importante, tan fuera de su alcance, inmaculada e idolatrada; tal vez era todo eso en conjunto lo que le hacía palpitar tan fuertemente el corazón, lo que le hacía sentir un calor que podría reducir el templo a un gran océano. Se maldijo por dentro, por ser lo que era... se maldijo porque lo único que taladraba lo más profundo de su mente era esa voz diciéndole: Tómalo. Desobedeciendo a su prudencia, la mano que se encontraba libre del frío que despedía el cuerpo de aquél hombre se acercó hacia su mejilla. Un acto gentil, suave y delicado, el cual concentraba en la punta de sus dedos el calor de lo impropio. -No haré nada que usted no me pida-. Dicho esto despegó su mano de su piel y por el instante en que sus ojos se mantuvieron posados sobre aquél dorado radiante, tan contrastante con la frialdad del templo, sus sentidos delataron por completo la resignación que su consciencia ya le había brindado por breves, muy breves instantes.
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Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
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Post by Asthur on Jul 7, 2017 19:55:14 GMT
Tan impuro, tan corrompido, tan deseable. Sus pensamientos daban vueltas sin llegar a tener sentido. Sus emociones se alebrestaban inundando el corazón que tanto le había costado mantener vacío. Mantener frío. El tacto de Agatha en su mejilla le hizo reaccionar, pensando que quedarse sin palabras no hablaba bien de él, de su capacidad de mantenerse cuerdo en las circunstancias abrumadoras, de su control. Buscando con resignación el rostro de la joven, se topó con un par de ojos que le dejaron anonadado. Su respiración, sus latidos, su sangre, todo lo sentía completamente congelado. De pronto el aire se volvió difícil de inhalar, tanto como si fuera brea. Su cuerpo que al tacto siempre había sido frío, lo sintió con una terrible fiebre, pesado y entumecido. Incluso su mente había quedado perdida en la nada de su locura naciente. Retrocedió, una reacción natural pero inútil pues su cuerpo fue detenido por el espacio que los rodeaba. Nunca lograría alejarse lo suficiente ni lo necesario para poder calmarse.-Alyn... - Sus ojos que aunque completamente abiertos, los creía mintiendo. Porque nada en su vida lo hubiese preparado para aquel encuentro y aquel rostro, que a pesar del tiempo tan absurdo que había pasado, no había sido afectado ni en belleza ni en vitalidad.
Tan cerca, tan real, tan doloroso.- ¿Cómo pudiste...?- Sus palabras eran tan inconsistentes y difusas, que difícilmente podían escucharse o entenderse. Estrechó los ojos. "-¿Qué podrías decirme de ti que no sepa ya?-". El pinchazo de la realidad fue tan preciso y destructivo como un rayo. Cenizas, sangre, muerte. Los recuerdos regresaron tan vividos y palpables, que no logró mantenerse cuerdo un segundo más. Su rostro se crispó, transformando su expresión en una mueca tan dolorosa cómo errática. Su mano temblorosa de rabia, subió con agresividad hasta el cuello de la mujer, ajustándose al rededor de éste con una tremenda facilidad. -Mi familia...- Apretó su agarre, no podría dejarla ir ahora. Tantos años imaginándose en cómo sería un reencuentro y ninguno de los escenarios se acercó ni un poco a esa realidad.- Mi pueblo...- Mantuvo sus ojos clavados como flechas en los de la joven. "¿Por qué lo hiciste?" Su mente se quebraba con impotencia. "¿Por qué volviste?". Se daba cuenta que aun después de tantos años no consiguió sanar. Sus horas de meditación sin sueño, de reflexión sin hambre. A la basura. -¡Todos!- Alzó la voz provocando eco en la habitación. Su mano seguía cerniéndose sobre su piel y aunque posiblemente dejaría marcas, sabía que no había suficiente fuerza, suficiente voluntad u odio en su ser, para convencerlo de hacerle daño. Sin embargo su razón estaba tan perdida dentro del mar de emociones, dentro del bosque de pensamientos, que no podía evitar sentir esos incontrolables arranques por decirle y hacerle, todo lo que se había estado guardando. -Yo te amaba...- Trémulas palabras que apenas pronunciadas arrancaron una lagrima que recorrió su piel hasta caer por su barbilla. Sin embargo y de manera inconsciente, sus ojos antes cansados ahora rebosaban en una intensidad incontenible, mostrando al hombre que hacía dos siglos no había puesto un pie en esta tierra, un hombre que creyó profundamente dormido o incluso muerto. Un hombre locamente enamorado.
Asthur contenía el aliento por largos segundos, apretando los dientes para no ceder ante sus impulsos más peligrosos, dejando la respiración de Agatha entrecortada, irregular. "No puedes lastimarla" Lo sabía, ¡Lo sabía mejor que nadie!. Tanto que le gustaría olvidar el daño que le provocó, para así simplemente poder amarla sin remordimientos. Pero no, siempre que su rostro aparecía en su mente, sus sentimientos se enredaban y confundían, creando una dualidad muy dolorosa dentro de él. Por lo que la verdadera razón de sentir toda esa rabia, era tan horrible, cómo irracional e inmunda pero a la vez tan obvia y simple. Porque aun después de todo este tiempo, aun después de lo ocurrido y del sufrimiento que pasó por ello. Él no podía aborrecer su recuerdo. -Alyn por favor...- Su agarre fue perdiendo fuerza, hasta que su mano terminó deslizándose, cayendo sobre su regazo.- Por favor...- Clamó, clamó por un poco de piedad, por un poco de paz a sus pensamientos. -Por favor déjame odiarte.- Se acercó a ella, no consciente de que sus acciones contradecían a sus palabras, sólo obedeciendo lo que su corazón tanto había esperado. -Déjame librarme de ti.- Tomó la barbilla de la susodicha sin darle tiempo de reaccionar. Acortando la distancia entre ellos hasta que sus labios presionaron con levedad contra los ajenos, rebelando por fin, su más anhelado y secreto deseo.
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Post by Agatha Bloodspell on Jul 7, 2017 20:55:56 GMT
El sonido de un nombre que desconocía golpeó sus sentidos como un choque de agua fría contra su ser. De nuevo... actuando por si misma, su naturaleza la delataba, una vez más, imponiéndose sobre los amarres de su voluntad. Observó la transformación en el rostro del Soberano cuyos gestos transpiraban dolor... miseria... No era a ella a quien le hablaba ahora sino al espejismo colocado sobre su ser a costa de su determinación por mantenerse en control.
La presión sobre su cuello la tomó por sorpresa; sus ojos se abrieron de más ante el repentino movimiento y la presión ejercida sobre su piel. De nuevo esa confusión... ese palpitar tan perceptible en sus venas, en su pecho... Sentía dolor y al mismo tiempo una emoción que era efervescente y caprichosa. Sus manos rodearon aquél agarre que la sometía; podía sentir la fuerza que con más precisión se imponía sobre ella mas guardó silencio simplemente observando aquellos ojos que ahora sólo miraban un fantasma... una imagen que realmente no se encontraba con ellos.
Su voz... su grito... el dolor transformado en aquél sonido retumbó en las paredes haciéndola temblar también. Cuánto dolor... cuánta fragilidad. Soltó su mano, dejándolo depositar su violencia en la delicadeza de su cuello. Sus ojos ahora cerrados, recibiendo aquellos sentimientos que aunque eran adornados con la seguridad del pasado... parecían aún permanecer en el presente. Cuán afortunada esa mujer... tanta pasión, tanta dificultad para ser olvidada. Volvió a posar el azul de su mirada ante aquél rostro que ahora era adornado por la belleza de sus lágrimas. Deseaba tocarle; guardarlas como presentes.
Se sintió poco a poco liberada por la presión de su mano... era una señal... estaba rindiéndose pero, ¿ante qué? Esas palabras, esa petición... Todo aquelló le causaba un ardor intenso en las entrañas, enfriaba su mente, hacía brincar a su corazón. La dulzura y amargura en un sólo instante; una dualidad constante que la atormentaba. La dicha del deseo provocado en el otro mas el sufrimiento de no ser dueña realmente de esa pasión. Jamás había sido amada así... jamás sería amada así, lo sentía, lo sabía. Era sólo objeto de los recuerdos pasionales y ardientes de aquellos que en ella escuchaban los ecos de su pasado, los ecos de lo imposible, pero nunca encontrando en ella la verdadera fuente del deseo, del amor y pasión.
Una lágrima corrió por su rostro, acunándose en las manos frías del Soberano que ahora aprisionaba su rostro acercándolo al suyo. Fríos eran sus labios pero cálida era la sensación que ahora la inundaba. Su boca temblaba de pronto envuelta en un sollozo; sensible... dolida. Confundida por el origen de sus lágrimas, tardó segundos en corresponder totalmente, en comprometerse al ósculo que ahora se sentía prohibido. No era para ella.
Su cuerpo no era ajeno a la entrega de la carne, al fuego de la lujuria pero aún era inocente e ignorante de aquella bendición de ser un ser amado. Su consciencia era turbulenta... //Tómalo... úsalo... embriágate de su cuerpo...// Sus labios gozaban de lo prohibido, acariciando con su suavidad los ajenos, rozando con el borde de sus dedos el filo de su rostro en un paseo lento y certero hasta donde antes había atendido sus heridas. Ahora su tacto era distinto, no había mesura, no había decoro. Exploraba esa frialdad y firmeza, sintiendo una mezcla de gozo y repulsión. ¿Cómo podía...? //Házlo... come... devóralo...//
Apenas pudo separar sus labios. Su cálida respiración chocaba con aquél rostro mientras su mano se detuvo sobre aquél pecho justo donde el corazón palpitaba. Lo sentía debajo de su palma... acelerado y curioso, no podía... Esta vez... no podía. -Soberano...- susurró. -Por favor discúlpeme...- //No... no... no... juega con él...// -No fue mi intención-. Mordió sus labios con vergüenza y rabia. Tantas emociones chocaban en los límites de su consciencia... El hambre tan fuerte, tan violenta, como una bestia enjaulada le pedía a gritos entregarse. Sus manos temblaron sobre su regazo.
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Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
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Post by Asthur on Jul 7, 2017 21:58:09 GMT
Estaba experimentando la sensación mas embriagante del universo, el sabor más dulce y amargo que jamás podría imaginar que existiera estaba en los labios de esa mujer. Movió su boca con lentitud, con cuidado, pues temía sobrepasar su fragilidad. "Mía". El pensamiento de la innegable pasión, la culpa de haber pasado toda una vida frenando lo que ahora corría desbocado entre ellos. No podía detenerse ahora. Sintió la mano de Agatha recorrer parte de su mandíbula y bajar hasta su pecho, devorando cada centímetro con la punta de sus dedos. Sin pudor, sin recato. Y él así lo prefería.
Sin embargo, cuando el beso se vio más comprometido y la confundida mujer se alejó, Asthur sintió los primeros síntomas de su abstinencia. No. No la dejaría ir ahora. Acalló aquella disculpa que para él no tuvo sentido alguno, con otro beso, esta vez más demandante, más profanador que el anterior. "Cálido, que cálido" justo como lo recordaba. Sus manos, incapaces de ignorar la situación, se movieron pasando por los muslos de la mujer, para después acabar en su espalda baja. Dibujó círculos y espirales en la zona, acariciando la tela del suave abrigo que ahora representaba sólo un obstáculo. Se separó un momento para tomar aíre, el maldito aíre sin el cual no podía existir, pero sin Alyn simplemente moriría en vida. La miró entonces, tan hermosa, tan perfecta, su mano acarició la mejilla de su amada, vio sus ojos iluminados, vivos, de verdad podía tocar aquel recuerdo. Limpió las lagrimas del rostro de Agatha con su pulgar y aunque él también lloraba por la dicha que sentía, no volvería a sentirse solo. "De nuevo juntos".
Se acercó nuevamente, deseoso, necesitado. Asthur estaba perdido en la ilusión de Agatha, completamente expuesto y envuelto. -No podrías imaginar, lo terrible que fue para mi...- Mantuvo sus labios rozando los de ella, suspirando cerca, pero sin dejarlos unirse.-Lo terrible que ha sido amarte todo este tiempo.- Esta vez mordió el labio inferior de la mujer, delicado pero ansioso por ejercer más fuerza, para después de manera improvista, ingresar su lengua en la cavidad ajena, emitiendo un suave gruñido desde su pecho, ladeando con levedad su cabeza, permitiendo que la profundidad fuera absoluta e inevitable.
Al haber subido la intensidad de sus besos, no soportó más la incomodidad de sentir sus cuerpos lejanos, por lo que comenzó a apoyar su peso hacía adelante, provocando que Agatha retrocediera ante su peso y presencia, terminando con su espalda sobre el suave colchón. Sosteniendo su cuerpo con los brazos a ambos costados de la cabeza de Agatha, la miró por breves segundos, apreciandola completamente, su cabello esparcido, su respiración entrecortada, tan provocativa, tan suya. -Esperé tanto. ¿Tú esperaste por mi?- Ajeno a la realidad, Asthur volvió a inclinarse sobre el cuerpo de Agatha, atrapándola bajo su peso. Sus movimientos ahora parecían los de un enorme felino, dominantes, confiados y certeros. Pero no, él sólo era un hombre locamente enamorado.
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Post by Agatha Bloodspell on Jul 7, 2017 22:43:27 GMT
Se negaba a abandonarla, a despegar sus labios de los suyos... No había distancia de nuevo mas que los breves instantes en que las bocas se separaban para tomar aire, capturar suspiros y recuperar el aliento que tanta falta hacía en instantes. Sentía esas caricias sobre su cuerpo, tan conocidas pero a la vez tan nuevas. Su pecho ardía, ardía con intensidad, lo sentía capaz de atravesar su cuerpo y derritir aquellas paredes que protegían su intimidad, aquél secreto que seguramente tendrían que guardar dentro de aquella habitación. La tomaba como suya, la miraba como si siempre hubiera sido suya... y eso era lo que él creía.
Sintió la piedad de su tacto, limpiando las lágrimas que recorrían sus mejillas pero estaba segura que no podía ver el dolor de su mirada, no estando preso de aquella ilusión, de aquél fantasma que despertaba esa pasión... una pasión ajena; se la estaba robando. Cuán egoísta se sentía puesto que su cuerpo reaccionaba ante las caricias, las miradas, los besos y los suspiros del Soberano pero las voces... La voz de su consciencia sometida por la voz de su naturaleza, una con la otra, luchando constantemente, amarrándola y haciendo de ella una esclava dentro de su propio ser.
Las palabras de Asthur acariciando sus oídos y su boca rozando con la suya; qué obsequio más doloroso. Sentirse tan amada haciéndose pasar por otra... Siempre maldita bajo el disfraz que ahora la había traicionado. Dolor, un dolor suave en su labio inferior que no tardo desbordar la sed de aquella prisión. Refugió sus manos sobre los brazos del Soberano, apretando con deseo, como si quisiera arrancarle la piel. Podía saborear su dolor y tristeza en aquél beso; en la desesperación de sus movimientos. Parecía aferrarse a ella como si quisiera prenderse del momento para siempre. Aquél gesto no era más que un minúsculo copo de nieve entre una violenta ventisca; nada... apenas y un vistazo a los secretos de aquella pasión.
Guiada por los movimientos de Asthur, su espalda reposaba ahora sobre aquella suavidad y calor del espacio tan íntimo. Ocupado en soledad... en la privacidad de un espacio que era tan sagrado en Mirovia y ahora ella se encontraba ahí... invadiendo... ultrajando con los trucos malditos de su ser. Su rostro estaba siendo sostenido por aquellas manos tan delicadas, tan frías que ahora las sentía tan suyas. Su rostro se estremecía de dolor, un dolor emocional mas su cuerpo se encontraba trémulo por la anticipación y deseo tan agresivo al querer perder totalmente la cordura. -...Sí-. Se odió por responder, se odió por ocupar ese lugar, se odió por engañarlo así... Debía... debía...
Sus brazos lo atraparon, presionando las yemas de sus dedos sobre su espalda e invadiendo su cuello con el calor de sus labios. Húmedos, cálidos, anticipando el recorrido extenso que podrían hacer. "Detente..." //No... NO... ARRÁNCALE EL ALMA// Sentía calor, aún a pesar de encontrarse en una habitación tan fría, rodeada de hielo, con los labios tocando al ser más frío de Mirovia... sentía calor. Se apretó más contra él, mordiendo suavemente su cuello. "Basta... no sigas". Maldita... horrenda... impura y desgraciada... Manchaba la dignidad del Soberano, lo hacía pecar, lo hacía recordar y traer a esta tierra los demonios que tanto lo habían estado acechando. Lo sabía... podía escuchar en sus palabras semejante desgracia y aún así, su cuerpo le ganaba a la razón, a la moralidad... se estaba apoderando de ella. Cuánta sedienta se encontraba que su consciencia no tenía suficiente fuerza para arrastrarla y devolverla... "Ten piedad... ten piedad de él". Lo destruiría... realmente lo destruiría si seguía... //Bebe de él//
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