Intercambio de Servicios [Privado - Gideon y Van]

- Funciona, siempre y cuando no me cambien el género de pronto - Van rió de nuevo, jugando como antes. Se le había hecho un detalle muy simpático que, en realidad, resumía lo distanciado que Gideon parecía estar de la realidad actual de Mirovia. Él recordaba cómo sus abuelos se veían más definidos como la cocinera y el pescador. Sin embargo, la mezcla de los dos roles eran lo que lo hacía a él tan devoto al negocio y a la cocina.

- Soy un selkie - respondió el chico rápidamente. - Podría decirse que estoy en mi forma real. No tengo una verdadera necesidad de tener una forma sellada como la mayoría de los arcanos, ya que nosotros parecemos un humano común en la mayoría de los casos. Mientras no seamos una foca común, claro. Hasta donde sé, no hay un punto medio entre ellos, aunque tal vez algún selkie con afinidades mágicas podría descubrirlo. ¿Quién sabe? En realidad, mi familia somos los únicos de mi especie que conozco.

- Bueno, mis abuelos dicen que somos idénticos cuando nos quitamos nuestra piel de foca. Por eso no se nos dificulta estar en sociedad en ningún lado, técnicamente. - Van asintió mientras el otro se apartaba de la mesa. No supuso que se le olvidaría lo de la reparación, ¿verdad? Por suerte, no había mentido: En verdad su abuelo había aplastado un par de mesas sin querer, cuando entró al negocio como una foca.

-¡Por aquí! - el selkie indicó, moviéndose hacia una de las esquinas del estrecho edificio y quitando unos sacos de harina. Tras ellos, había dos mesas de madera que habían perdido un par de piernas. - ¿Crees que se puedan recuperar? Espero que sí. De hecho es difícil encontrar un carpintero decente en esta ciudad.

- Bueno, ¡pero parece que no te agradan tanto los de tu clase tampoco! - exclamó Van, aún sonriendo, mientras observaba al elfo con su creciente curiosidad. Como persona, Gideon parecía maravilloso, aunque algo tímido. Era verdad que Van solía confiar en las personas casi ciegamente, a menos que fueran un depredador natural o algo por el estilo. Pero para un mercader en la ciudadela, eso estaba bien. Se le hacía sencillo conseguir clientes y ser amable con ellos, y eso sólo ayudaba a prosperar el negocio. Además, si bien no medía lo que un elfo o un dragón, la verdad es que tenía una estatura lo suficientemente aceptable como para que la gente pensara dos veces en robarle su monedero.

Cuando el carpintero le pidió madera, el chico selkie miró a su rededor. Aunque en un inicio iba a decir que no había nada, recordó algo. Se colgó de la escalerilla de madera amarrada al muro y trepó al pequeño balcón que colgaba sobre ellos mismos, el cual solían usar de almacén. Acumuló un par de cajas de madera vacías y se asomó, antes de bajar con ellas al hombro. - ¿Crees que estas te sirvan? Si no, podría ir a comprar madera mañana temprano en los puestos. Siempre sobra.

- Pues los únicos selkies con quien me he relacionado son mi familia - admitió, levantando los hombros para indicar que en realidad no tenía idea. Después de todo, nunca había tenido la oportunidad. En ciertos momentos de su infancia, cuando era no más que una foquita, Van se había relacionado con uno que otro arcano acuático que se encontraba por las costas de Mirovia. Sin embargo, otros selkies nunca fueron parte de su grupo. - Pero aseguro que me llevaría bien. ¡No veo por qué no!

Mientras dejaban las cajas en el suelo junto al elfo carpintero, el arcano acuático pensaba en otra cosa de pronto. - No vas a terminar esta misma noche, ¿verdad? ¿Tienes donde quedarte? - preguntó, estirando los brazos detrás de su cabeza. - De todos modos está lloviendo.

- No es tan fácil aprovecharse de mí como parece - aseguró el chico de cabello azul, sonando tal vez un tanto engreído. - Lo cierto es que la gente suele sentirse atraída por arcanos como yo, por lo que, de inicio, genera una actitud más agradable que normalmente. Además, tengo con qué defenderme. Las únicas personas que atacarían a un selkie son aquellas que no han sido mordidas por una foca. Créeme que no hay espada que duela tanto como eso.

Al terminar de decir eso, el chico se acercó un poco al elfo trabajador, esperando que no se molestase. La verdad es que le daba curiosidad la manera en que realizaba su obra. - Está bien, me puedo quedar un poco más sin problema. - dijo. En el peor de los casos, le podría improvisar una pequeña cama a Gideon en la parte de arriba para que siguiera trabajando en la mañana, pero no le parecía justo dejarlo por su cuenta. Además, su abuelo no gustaría de pensar que dejó a un extraño dentro del local toda la noche. - ¿Te apasiona mucho la carpintería?

El chico sonrió. Era lindo saber que el elfo que parecía en un principio tan silencioso en realidad parecía gustar de la conversación y de contribuir a ella. Tal vez era verdad y lo único que no le gustaba tanto era convivir con otros elfos. - Bueno, lo cierto es que siempre me atrajo encargarme del negocio. Apenas me han dejado hacerlo por mi cuenta y ya tengo bastantes experiencias. Casi todas agradables. Es un arte, llevar el negocio, pero si te gusta no es muy pesado.

Se veía que el elfo era en verdad bastante buen carpintero. O por lo menos, por cómo manejaba sus herramientas, se le notaba con confianza en su trabajo. Le recordaba al manejo del cuchillo en su abuela, o a la red de su abuelo. Escuchando lo que opinaba Gideon de su oficio, el selkie se puso a pensar. ¿Por qué no sugerir algo al respecto? - ¿Y no has pensado asentarte? Dices que llevas mucho tiempo viajando. Podrías poner un negocio de carpintería; ya sea aquí o en otra ciudad. La verdad es que, los que hay hoy en día, o no son muy confiables o se cotizan como reyes.

- No lo creo - Van declaró, simple y sencillamente. Se sentó en el suelo, junto a Gideon, y lo miró fijamente. - Cuando yo era pequeño, vivía como foca con mis abuelos y mi madre, porque teníamos miedo a los otros arcanos. Eventualmente, nos vimos forzados a ingresar en la sociedad y, la verdad, somos más felices que nunca. Yo creo que la sangre y las tradiciones sólo nos limitan tanto como nosotros dejemos que lo hagan. Honestamente, algunas de esas cosas son taaaaan aburridas...

De pronto con una sonrisa pícara, el selkie volteó a ver la mesa completada. Incluso se veía mejor que antes. - ¿Ya ves? Dices lo contrario, pero podrías lograrlo. Esa cultura que te viene persiguiendo te enseñó a ser un artesano bastante único por estas partes. Mucha gente pagaría bien por muebles hechos por alguien como tú. Ya lo verás. Además, aquí hay personas de todos lados. Es la ciudad más importante, y hay visitantes de todas las regiones de la isla.