Raymond Clive
La Resistencia
"¿Qué? ¿No tienes nada importante que decir? Entonces no estorbes"
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Post by Raymond Clive on Sept 12, 2017 1:54:04 GMT
No había forma que ella supiera que le desagradaba el contacto. La disculpa, por más que educada y de cierto modo satisfactoria para algún punto de su ser, al resto de su consciencia le pareció innecesaria, más no dijo nada. Permaneció en silencio, buscando acomodarse mejor, no mostrar sus cicatrices. De por si su rostro y su carácter eran malos; cuanto menos esperaba poder ocultar su demacrado aspecto.
—Estoy bien —Fue su respuesta inmediata al ofrecimiento de un té.
"Me estoy congelando" le gritaron sus entrañas a modo de reproche. Raymond proyectó el mentón hacia adelante apretando la poderosa mandíbula; no debía dejar que sus dientes castañearan, y apretando los labios fue que evadió el temblor. Sujetó la cobija y apretó los puños tratando de cubrirse tanto como fuera posible. Sus nudillos estaban rojos, las puntas de sus dedos azules junto a las uñas. Su voz y su orgullo decían una cosa, su lenguaje corporal- no, su cuerpo entero lo traicionaba totalmente mostrándolo tan vulnerable como le era posible. Él sabía perfectamente bien que necesitaba de esos cuidados lo sabía y se negaba a recibirlos de buenas a primeras. Acercando los pies al fuego, estuvo tentado a maldecir en voz alta al verlos casi azules "Es un santuario" se repitió ¿Qué tan demoniaco podría volverlo soltar uno o dos improperios? Cierta calma que aún se mantenía instalada en su pecho le prohibió alzar la voz o pronunciar palabra al respecto.
Quizá, solo quizá si ella volviera a mostrar un poco de esa amabilidad "innecesaria" él se sentiría mejor tanto con su consciencia como con su cuerpo. No habría pisoteado su orgullo, solo estaría siendo educado ¿verdad?. Mierda.
—... pensándolo mejor, vendría bien.— Esta vez, había incluso bajado la cabeza. ¿Podía echarle la culpa a su estado condición más tarde? Esperaba que si. Su orgullo lo esperaba, su fría cabeza también. ¿Qué debía decir ahora? ¿Un "Por favor"? ¿Cuanto llevaba desde la última vez que conversaba con alguien fuera de la manada como para ser tan duro con alguien que le estaba ofreciendo una mano amiga? Misterios para su pensamiento.
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Luna
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Post by Luna on Sept 12, 2017 2:42:35 GMT
Había caminado hasta los estantes donde separaba varias de las infusiones que tenía dispuestas sobre las repisas. Escogía algunas que fueran algo picantes… algo con canela quizá… clavo… No esperó a que el chico le respondiera pero sus manos se detuvieron al instante en que de manera indirecta se había negado. Miró por encima de su hombro para capturar en sus ojos azules el color de la piel que delataba su hipotermia. Debía atenderse cuanto antes o entonces caería en shock. Apretó los labios, volviendo su atención a las hierbas, disponiéndose a hacerle un té sin que fuera del todo aceptado pero afortunadamente, gracias a los Dioses, el licántropo parecía rendirse ante el llamado del cuerpo. Sonrió aliviada.
Llevó todo lo necesario frente al fuego; el agua en una tetera para calentarse y las hierbas envueltas ya en una tela. Esperó a que todo estuviera listo para dejar remojar la infusión y así servírsela en un pequeño vaso de cerámica. El calor se transmitía de manera agradable en el material, sin ser agresivo al tacto. Extendió la bebida al muchacho, cuidando de no tocarlo. Aunque lo ideal habría sido depositar el té en su mano y asegurarse de que no fuera a caérsele al tiritar, respetaría su deseo de ser tocado lo menos posible. -Estoy segura que-que-que te hará entrar en calor- comentó mirándolo a los ojos, algo que se obligaba a hacer ya que le era difícil mantener la mirada. -Tal vez no es muy delicioso y para tu olfato tan sensible pueda ser un poco molesto pe-pe-pero te dará una sensación cálida casi de inmediato- aclaró.
-Es curioso que hayas dado con este lugar- dijo de pronto. Bajó la mirada para enfocarla sobre el fuego, perdiéndose en él. Tal cosa parecía darle de pronto mayor seguridad. -No muchos logran llegar con bien; generalmente son arcanos heridos o perdidos… En ocasiones encuentro los cuerpos ya sin vida no muy lejos de aquí- de pronto sus palabras cobraban tonos más mórbidos pero en realidad, para Luna la muerte no era un tabú sino una fase de la vida… una transición.
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Raymond Clive
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"¿Qué? ¿No tienes nada importante que decir? Entonces no estorbes"
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Post by Raymond Clive on Sept 12, 2017 17:22:46 GMT
Sus manos acogieron el vaso con cuidado. Obligó a sus músculos a tensarse para no derramar una sola gota, y al momento de beber un sorbo el calor recorrió su garganta; el sabor era lo de menos, tampoco era alguien exquisito al respecto. El alivio que sintió fue indescriptible, algo sumamente sencillo le estaba regresando poco a poco a su buena salud. Luego de ese pequeño primer sorbo, le observó con detalle. Le escudriñó de pies a cabeza y luego fijó la mirada en sus ojos. No sabía si le asustaría o no, simplemente mantuvo la mirada hasta que ella fijó los ojos en el fuego. Dio un segundo sorbo, un poco más prolongado; si se estaba quemando la lengua no lo notaría hasta mucho más tarde, pero sentir el calor extenderse desde dentro lo valía de seguro.
—Quizá solo tuve suerte —mencionó al escucharle hablar. Ahora que lo notaba quizá realmente no podría haber sobrevivido una noche más en semejante ventisca— Este lugar está algo escondido, sin contar lo complicado que es llegar hasta aquí de por sí.
Por los Dioses, estaba bajando demasiado la guardia. Algo que odiaba de sí mismo era el hecho de que si no era una ostra empezaba a hablar de más ¿el por qué? Lo desconocía, o al menos pretendía ser ignorante a ello. Otro sorbo al té; cada que sentía que el calor lo estaba abandonando tomaba otro poco (por no decir que ya casi no le quedaba)
—¿Cuánto crees que dure esta tormenta? —cuestionó. Podría quedarse un par de días sin problemas mayores solo para recuperar fuerzas; aún estaba dentro del periodo aceptable y siempre que estuviera de regreso a tiempo todo estaría bien. Y además: terminara o no la tormenta, en lo que pudiera verse con sus fuerzas habituales pondría pies en polvorosa y correría de regreso al centro de Mirovia. ¿Imprudente? Si, pero Raymond jamás se había caracterizado por ser cuidadoso con su cuerpo.
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Luna
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Post by Luna on Sept 19, 2017 2:34:10 GMT
Una sonrisa se dibujó inevitablemente en su rostro. No era de dicha… era más bien resignación por la realidad tan cruda que se acogía en las palabras del otro. Suerte… parecía ser más algo del destino que otra cosa. Bajó ligeramente la cabeza, algo avergonzada. Sabía bien que el santuario era caprichoso entre la tundra y que muchos se perdieron desconociendo que en él hallarían salvación o al menos un refugio. -Me-me-me alegra entonces que su suerte lo acompañe- respondió, girando el rostro para mirarle. Sintió satisfacción de verlo beber de aquél té. Por un momento pensó que sería complicado brindarle de cuidados; no habría sido la primera vez. Afortunadamente los años le enseñaban más y más cómo lidiar con personas así.
Se sirvió de igual forma el té y dio unos pasos para sentarse al lado del licántropo, obviamente tomando una distancia prudente; una que no lo invadiera e hiciera sentir incómodo. Suspiró al escuchar su pregunta, era difícil de precisar. Podían ser unos minutos más, horas o tal vez días. No había manera de saberlo. Curiosamente los vientos eran más fríos, las ventiscas más violentas y el invierno más hostil. Se preguntaba si todo estaba bien con el Soberano Asthur. -No sabría decirte- contestó de pronto. Sus labios tocaron la bebida, sintiendo su calor tanto en su piel como en su nariz al hacer contacto con el vapor caliente que emanaba de éste. -Espero que no sea m-m-m-mucho-. No quería hacer sentir ansioso al arcano, parecía que no estaba en sus planes pasar tanto tiempo en el santuario. Sin embargo, deseaba aprovechar la apertura que comenzaba a mostrar en su carácter. Debía intentar ahondar un poco en su persona; finalmente había dado con el lugar y estaba ahí por una razón. Algo en su corazón debía ser reparado. -D-d-d-dime… ¿te perdiste? ¿venías a visitar al Soberano?- sospechaba que tal vez esa no era la razón pero no quería ser del todo invasiva y preguntar causas tan específicas. Esperó pacientemente a recibir respuesta… o tal vez no la obtendría pero debía al menos tratar.
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Raymond Clive
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Post by Raymond Clive on Sept 19, 2017 4:43:04 GMT
Raymond bajó las manos solo un poco. Sus ojos habían viajado de regreso al fuego y ahí se estaban quedando. De algún modo, se veía diferente a sus ojos. No sabía porqué exactamente, pero era distinto al de la hoguera que la manada encendía cada noche para ayudarse a mantener el calor ¿Por qué sería? Estaba cumpliendo exactamente la misma función. El calor que el té bajando por su garganta se estaba esfumando con menor velocidad, eso debía ser bueno también ¿no? Al menos ahora podía decir que estaba realmente entrando en calor.
Más que suerte, quizá había sido su entrenada resistencia, casualidad podría llamarse incluso que hubiera sido capaz de ver las antorchas a medio consumir de la entrada. No dijo nada al respecto. Ahorró su voz y dando el trago a lo último que quedaba del té, bajó el pequeño vaso hasta el suelo paseando celosamente la punta de la lengua por los labios. Sus oídos volvieron a ver llamados ¿Él buscando a Asthur? Tan lejos como podía recordar, su primer y único "contacto" -si es que así se le podía llamar- con el soberano del invierno, había sido la casualidad de verle muy de lejos poco después de llegar a Mirovia; haría más de un siglo que siquiera se interesaba por la vida de aquel dragón tan frío y duro como el hielo que se podía ver a los alrededores en la isla (o eso había escuchado de los rumores; no tenía ninguna impresión propia).
—Quería despejar mi cabeza —Fue lo que le dijo— por más afecto que pueda sentir por los míos, siempre es necesario darse un tiempo para despejar la mente —y su orgullo le anudó la garganta luego de completar—: En el camino de regreso, lo nubarrones taparon el sol; no he sido capaz de regresar por donde vine sin esa brújula natural cuando todo lo que se ve es hielo y hielo a donde sea que gire la vista... pero es pacífico cuanto menos.
Pacífico hasta que la helada le atrapaba, congela el pelaje hasta volverlo espinas heladas y el fuerte granizo le golpeaba la nariz hasta que no la sintió más. Sí, el lugar era muy agradable hasta que cualquiera de esas tres opciones realmente se daban. Raymond alzó su zurda, y apretó sus sienes entre sus dedos pulgar y corazón ante el solo recuerdo. Por culpa del frío su insomnio también había regresado más fuerte que nunca, y si de por sí no tenía mal aspecto, las bolsas bajo sus ojos que formaban las ojeras probablemente le harían ver como si de un ser de ultratumba se tratara. Aunque a decir verdad, ya estado a ese punto menos podría importarle su propia apariencia al viejo licántropo. Su siguiente acción, fue acercarle de nuevo el vaso, era su forma de pedirle que le sirviera más de ser posible.
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Luna
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Post by Luna on Sept 27, 2017 4:03:49 GMT
Rió tímidamente, por lo bajo, intentando que no fuera ser escuchada. No sabía lo que era querer despejar la mente por estar en compañía de otros; la soledad la acompañaba siempre. Su única amiga y único consuelo en las noches que se veían invadidas por las pesadillas y el dolor de las pérdidas que había sufrido en el pasado. Tomó la tetera que no se encontraba muy lejos de la fogata para servirle más al hombre, cuidando de no derramar en sus manos el líquido tan caliente que seguramente le quemaría la piel de no hacerlo bien.
-E-e-e-es cierto. Es muy pacífico aquí; aunque el silencio trae consigo m-m-muchos recuerdos-. Dejó el té a un lado, soltando la mano de Raymond la cual había sostenido para controlar el ligero trémulo de su cuerpo. -Una vez que pase la tormenta podrás ver e-e-el c-c-c-c-amino de regreso. Aunque el sendero se borra por la nieve que cae, sólo debes seguir las montañas que se ven en el horizonte- completó con mayor seguridad en su voz. No deseaba presionarlo con preguntas, si algo había aprendido en los años de ser la sacerdotisa del templo era que debía esperar a que las palabras salieran por sí solas. Permitir que el flujo de paz siguiera ininterrumpido por la invasión de su preocupación. -Sé p-por los lobos de por aquí que vivir en manadas es como estar con una gr-gr-gran familia. Algunos me han contado de la Tormenta Aullante p-pero nunca me he topado con ellos-. Recogió sus piernas, abrazándolas cerca de su cuerpo, como si expresara un anhelo con el lenguaje físico. -Aunque no-no-no me quejo para nada. Mi lugar está aquí y si es por ayudar entonces… no-no-no me quejo-. La verdad era que nunca se había dado el tiempo de cuestionarse de su labor; se hallaba cómoda en la lejanía, como un secreto entre las montañas heladas en los terrenos del Soberano.
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Raymond Clive
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Post by Raymond Clive on Sept 27, 2017 13:23:53 GMT
Recuerdos... La realidad era que él, concentrado en su camino de ida y vuelta, no se había dado muy a la tarea de regresar al pasado en sus memorias. Habían agujeros que no contenían nada, otros eran recuerdos tan dolorosos que su cuerpo se podría sacudir de terror nada más por el simple pensamiento. Era por las repercusiones que los pensamientos tenían sobre él, que su pensamiento había tomado forma poco a poco y se había convencido a sí mismo de que el cuerpo es capaz de recordar hasta el tacto de las flores. Volvió a acercar sus labios al té algunos instantes luego de que ella le soltara. Se había relajado, lo suficiente para que por un instante no le hubiera molestado en absoluto el contacto. ¿Estaría cayendo dormido? No extrañaría cualquiera que fuera la razón.
Asintió ligeramente, su cabeza muy apenas se había movido para asegurar que entendía. Una sonrisa se pudo haber dibujado en sus labios al escucharle mencionar la tormenta, pero su rostro permaneció pétreo y firme en su aspecto. No varió ni un segundo. Sin embargo, que permaneciera inexpresivo y sereno, no le prohibió alzar la voz durante algunos instantes.
—Es lo más parecido a una familia que he conocido —admitió— No importa lo disfuncionales que podamos ser entre nosotros o si el orgullo nos divide algunas veces. Vamos a estar ahí para los nuestros cuando nos necesiten.
Era curioso hasta para él que su pensamiento sobre La Tormenta fuera tan contrario a su actitud. Con el pasar de los años, sin darse cuenta se había preocupado más por ellos, a un punto que en las noches de insomnio se disponía a montar guardia y alejar a cualquier pobre curioso que se acercara demasiado. Quizá la lección más importante que había aprendido estando entre ellos, era la de jamás abandonar a los tuyos. Un lobo viejo como él, aprendió luego de ser traicionado tantas veces, que tu familia jamás te abandona a tu suerte sin importar las circunstancias.
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Luna
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Post by Luna on Sept 30, 2017 3:20:59 GMT
Sintió tranquilidad de saber que el hombre parecía tener un sistema de soporte firme. La Tormenta Aullante era bien conocida por cuidar a los miembros de su manada… entonces tal vez lo que podía llegar a aquejar al hombre era algo que iba más allá de un pasado cercano. Suspiró, abandonando la mirada del otro. Aún abrazaba sus rodillas como si aquello fuera suficiente soporte para su frágil personalidad, pero era más una postura de comodidad, confort, y también de aferrarse al presente, no darse la libertad de deambular en las tragedias ya ocurridas.
-Me-me alegra escuchar eso. Así era con mi familia- agregó. La sonrisa en su rostro era pequeña casi imperceptible. Sus facciones iluminadas por el fuego ayudaban a realzarla un poco más de lo que podría verse bajo una luz uniforme. Había tristeza en sus ojos; su mirada cristalina brillaba frente a la fogata pero ninguna lágrima se desbordaba ni corría por sus mejillas. -Creo que es fácil deducir que… que l-l-los perdí. Por años me culpé po-po-por eso- calló por un momento en el cual sólo el crujido de la madera rompía el silencio. Miró a Raymond. -Pero aprendí que cada herida trae consigo u-una carga… a veces hay que perdonarse para andar ligeros-. Hablaba por sí misma pero esperaba que sus palabras hicieran eco dentro del corazón del licántropo.
Por mayoría, los arcanos de Mirovia sufrían por las heridas del pasado, de ese pasado que a muchos les tocó vivir. El abandono, la muerte, la tortura y la destrucción; todo aquello por lo que tuvieron que pasar antes de encontrar su refugio. De cierta manera, el santuario, representaba eso mismo… un refugio dentro de otro.
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Raymond Clive
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Post by Raymond Clive on Sept 30, 2017 5:04:32 GMT
Heridas...
Él no tenía ya heridas que merecieran la pena ser sanadas. Las había obligado a cicatrizar a todas y cada una de ellas. Las torturas ya no le importaban, su cuerpo estaba tan acostumbrado a los maltratos que podría tener heridas mortales y a no ser que hubiera perdido demasiada sangre, probablemente jamás notaría que estaban ahí. Pero todo eso era físico ¿Qué con su alma? ¿Aún la conservaba siquiera? De ser así, posiblemente estaría llena de agujeros, suturas, incluso en ese momento su cuerpo entero se sacudió cuando por un mínimo momento, se vio a si mismo terriblemente herido. No era algo físico. Era emocional, espiritual incluso. Tanto su alma como su corazón, aparentemente seguían teniendo varias flechas por retirar.
No, no debía permitírselo. Había jurado dejar todo eso atrás el mismo día que Fauce lo aceptó en La Tormenta. ¿Por qué no podía simplemente olvidarlo como lo había hecho tantas veces? Algo tenía esa mujer en su voz, o en sus palabras. Debía haber algo ¿Cómo era posible que lo guiara a través del mar tormentoso de sus recuerdos sin que las velas del navío fueran arrancadas por el viento huracanado? Por una vez, debía admitir que no se sentía a la deriva atravesando esas memorias, pero eso no restaba el hecho de que su cuerpo aún reaccionaba de manera violenta, en alerta a la idea de recibir daño de nuevo, uno que estando ahora tan viejo, quizá no aguantaría como en aquel entonces.
Tragó grueso. Tragó grueso junto con el té, y junto al nudo que crecía en su garganta antes de apretar ligeramente la mandíbula y luego empezar a morder los nudillos de su mano derecha. La misma la pasó una vez por sus rubios cabellos como si de pronto le molestaran y nuevamente la regresó a sus labios, al diminuto dolor de sus dientes encajándose en la piel resentida por el frío.
—¿Sabes si te amaron? —cuestionó. Desvió intencionalmente la conversación hacia ella para alejar su cabeza de las malas memorias. Se sentiría culpable más tarde, pero no quería flaquear y quebrarse ahí mismo. No había pasado más de un siglo ocultando sus propias heridas para mostrarlas así como así a alguien que apenas conocía. Aunque a este paso...
Quizá terminara abriendo la parte que más le dolía de sí mismo. La parte que aún recordaba los gritos de agonía y la sangre en sus manos.
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Luna
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Post by Luna on Sept 30, 2017 19:12:13 GMT
Levantó la cabeza la cual ya reposaba sobre sus rodillas. Por un momento aquella pregunta le causó desconcierto puesto que jamás se había cuestionado tal cosa. Sus ojos se plantaron sobre el suelo, por un rato buscando en su interior la respuesta a tal pregunta. Dejó escapar una pequeña risa. -Supongo- contestó. Era difícil pensar en algo así… habían pasado doscientos años desde que toda la tragedia había ocurrido. -Era apenas una niña… no recuerdo b-b-bien el rostro de mis padres o de mi familia… S-son como… reflejos distorsionados en el agua- contestó mientras que su frente se arruga al fruncir ligeramente el ceño. -Imagino que sí… A-a-arriesgaron todo por asegurarse de que saliera con vida-.
Estiró la mano hacia la pequeña montaña de leños que se encontraba al lado de la fogata para tomar uno y arrojarlo al fuego que ya estaba por consumirse. La madera crujió haciendo que las flamas se levantaran un poco como si de un animal hambriento se tratase. -Creo que esa es l-la única muestra de amor que he conocido p-p-por parte del prójimo… de ellos y del Soberano quien siempre ha visto por mí. Supongo que… que es suficiente como para conocer lo que ser amado representa-. No había lamento en su voz puesto que ella sentía conocer lo que amar a los demás significaba. Cada planta, animal o arcano poseía una necesidad de ternura y bondad; sentir la necesidad de dar aunque sea una pequeña muestra era suficiente evidencia para ella de que todos nacían siendo capaces de experimentar el amor. -No me cuestiono por eso; e-e-estoy en paz-. Sonrió apenas, debatiendo en su interior si debiera de extender la misma pregunta hacia él. Debió de haber sido amado antes, asumía pero se encontraba insegura si también debiera guardar distancia de su corazón.
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Raymond Clive
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Post by Raymond Clive on Sept 30, 2017 21:04:36 GMT
El licántropo le escuchó con suma atención. Había vuelto a posar sus ojos en ella por algunos instantes, los suficientes para verle apretar el ceño, incluso cuando el fuego se había alzado voraz a consumir el nuevo leño que le tendieron, sus ojos se quedaron clavados en ella tanto como creyó necesario. Sí, en definitiva: había algo que de un modo u otro le hacía sentir casi totalmente cómodo en su cercanía. Algo sorprendente, pues aún recordaba los tiempos en los que difícilmente les dirigía la palabra a Diana o a Fauce para hablar de algo trivial. Aún mordía sus nudillos como si de ese modo fuera a bajar la guardia, por más que era sumamente obvio que eso no estaba ayudando en lo más mínimo.
—Un "supongo" es mucho más de lo que yo puedo decir de los que se hicieron llamar mi familia hace tantos años —dijo entonces. Había hablado antes de darse cuenta, simplemente había sentido que era apropiado decirlo— Es mucho más de lo que puedo decir de muchas personas que he conocido en mi existencia.
"Mucho más de lo que puedo decir de mi opinión de mí mismo" completó su mente. Dio otro sorbo al té a modo de detenerse de soltar demasiado la lengua, de tragarse todas las blasfemias que sabía podía soltar, pues se conocía y sabía que si hablaba demasiado de ese tema terminaría maldiciendo cielo y tierra, maldiciendo a si mismo. Ya se había estancado demasiado tiempo, y por más que se sintiera arrastrado de un lado a otro por sus demonios internos, no podía ceder otra vez.
—Envidio tu paz...
Y realmente, con esa última frase no se había dado cuenta de que había pensado en voz alta.
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Luna
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Post by Luna on Oct 2, 2017 12:43:47 GMT
Sentimientos como la envidia podían llegar a pudrir el alma sin embargo, no se sentía aún con la libertad de expresarle su opinión puesto que apenas parecía comenzar a abrirse con ella. Podía escuchar el viento de la ventisca azotar las puertas lo cual quería decir que la tormenta estaba en su punto pico. Sonrió con suavidad, bajando la mirada sintiéndose un tanto culpable. No debía, eso estaba más que claro por lo que se esforzó por atribuir los sentimientos de aquél hombre a las experiencias que le habían tocado vivir. Si ella había conocido el amor de su familia, aunque hubiese sido por corto tiempo, debería considerarse afortunada. -M-me tomó muchos años adquirirla-. Era cierto, habían sido décadas de soledad, de llanto y frustración en las cuales su mente se aislaba a los recuerdos y el dolor de lo vivido. -Aprendí que e-e-en la tristeza se encuentra a uno mismo… A veces es n-n-n-necesario revivir el dolor… como para darle permiso de salir a pasear u-una última vez y así agotar su necesidad de dominar-. Entrelazó sus manos, adquiriendo una postura un poco más erguida. Aunque ya se había hecho a aceptar su realidad, eso no significaba que no costara trabajo. -A pesar de ello, la tristeza nunca te deja solo… s-s-se queda pero la haces tuya-.
Todo aquello no lo había aprendido sola; fue de ver la temple del Soberano y su fortaleza. Un hombre que había perdido todo, al igual que ella, sin embargo, para ella existió la oportunidad de forjar nuevas memorias ya que a su corta edad, las pérdidas podían ser menores. Aún así, escogió un camino de aislamiento y soledad por lo que sus experiencias eran continuamente igual en aspectos generales. Aprendía de la gente mas poco aprendía por sí misma. -Seguro perdiste mucho pero ahora tienes suficiente- continuó. -Vivir en una manada t-t-te da una segunda oportunidad-.
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Raymond Clive
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Post by Raymond Clive on Oct 2, 2017 15:49:02 GMT
Esa era quizá la mayor diferencia entre ambos. Ella -por lo que podía entender- se había dejado tragar por las emociones, se había dejado azotar de un lado a otro hasta sentirse dueña de si misma y también en control... a él, dejarse arrastrar lo había convertido en un monstruo. Bajó el vaso de cerámica nuevamente vacío. Por fin sentía que su cuerpo podría reaccionar con normalidad sin sentirse tan asaltado por el frío. El sonido del contenedor vacío se abrió paso hasta sus oídos por encima de los golpes en la puerta que ocasionaba el viento; se había alzado casi del mismo modo que la voz de la mujer sentada a su lado. La gran diferencia era que las palabras de Luna por algun motivo se quedaron rebotando en lo mas hondo de su consciencia
—más que dolor, o tristeza... diría que es ira. —dijo entonces— y de la ira, surgió todo lo demás.
Incluyendo el miedo.
Llenó sus pulmones y luego soltó todo el aire por su nariz. Con la mandíbula apretada a un punto que sentía las encías y hasta los dientes doler por la presión, se estaba dando cuenta de toda la libertad que le daba a esos temores que aún lo perseguían. No podía permitírselo. Raymond estiró las comisuras de los labios hacia atrás durante algunos segundos antes de regresar a su estado anterior: mordiendo sus nudillos. Siempre lo hacía cuando sufría un ataque de ansiedad o cuando se sentía inseguro ¿cuál de las dos era en ese momento?
Se obligó a bajar las manos al suelo y volvió a respirar con profundidad.
—creo que además de ira, hay miedo —admitió— ¿es normal tenerse miedo a uno mismo? No lo creo...
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Luna
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Post by Luna on Oct 9, 2017 21:33:58 GMT
Luna negó suavemente con la cabeza. Podía ver la mortificación del licántropo por la forma en que su cuerpo se sometía a un ligero sadismo. -Temer de uno mismo es estar en el camino d-d-d-de la aceptación; aunque n-n-n-no es el último paso- replicó. Juntó sus manos intentando someter su tartamudeo, aunque era imposible. Tal característica de su habla era un reflejo de su severo aislamiento, algo que tomaría años borrar de su persona.
Era difícil ponerse en el lugar del lobo; Luna jamás había experimentado miedo de si misma, de lo que pudiera hacer o pensar, sin embargo, sabía que no era algo raro en la mayoría de los arcanos. Carraspeó suavemente antes de volver a tomar la palabra. -¿Temes hacer algo irreparable? ¿Q-q-q-qué es lo que t-t-tanto te asusta?-. La respuesta a tal cuestionamiento no era para satisfacer su curiosidad sino para ayudarlo a que rebuscara en su consciencia por respuestas. Se preguntaba si en algún momento había tenido oportunidad de conversar sobre esto con alguien más y cuáles habían sido los resultados. Esperó.
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Raymond Clive
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Post by Raymond Clive on Oct 10, 2017 3:36:47 GMT
Raymond sin duda alguna no contestaría a aquella última pregunta. "Es estar en el camino de la aceptación" ¿Qué tan lejos estaba de aceptarse a sí mismo entonces?
El licántropo miró sus manos, casi como si las estuviera analizando. Sus ojos se pasearon desde las cicatrices en las muñecas que tan bien conocía hasta las puntas de los dedos; tragó grueso, pues sabía lo que era capaz de hacer solo con las manos si no mantenía sus emociones a raya; ya había ocurrido tantas veces en el pasado que simplemente no aceptaría que algo tan monstruoso como lo que había sido una vez volviera a salir a la superficie.
Cerró los puños despacio y bajó las manos escondiéndolas bajo la tela que le ayudaba a conservar el calor. No debía pensar en ello, entre más lo hiciera más se hundiría; estaba cerrado a la idea de soltar sus emociones y eso era un hecho. Mordió sus labios esta vez; por más que estuvieran rotos por el frío los mordió con fuerza. No quería regresar a esos recuerdos; los apartó sacudiendo la cabeza de un lado a otro. Su pecho se sintió apretado, como si le faltara el aire por algunos momentos.
—Mejor... Mejor no hablar del tema —incluso su voz había cambiado el tono; de un sonido arrogante y tenso, un tono que sin dudas podría llamarse hostil, él había bajado poco a poco el volumen con cada palabra. Casi había sonado como una súplica en realidad— No... No es bueno que suelte mis emociones; nunca lo ha sido, y nunca lo será tampoco.
Y luego de hablar mordió sus labios nuevamente. ¿Cómo era posible? Él nunca bajaba la guardia, nunca. Ni siquiera ante Diana hablaba tanto sobre si mismo, y eso era mucho decir teniendo en cuenta que ella era una de ls personas en las que más confiaba. ¿Era tan fácil de leer? Una mujer que apenas conocía... ¿Acaso estaba escudriñándolo apropósito?
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