Luna
Los Grises
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Post by Luna on Oct 13, 2017 1:06:02 GMT
Luna bajó la cabeza aceptando la voluntad del hombre. Era comprensible no querer hablar, especialmente si ya se estaba tomando con el límite de sus emociones. ¿Había algo más allá? Debía de haberlo pero tal vez no era el momento para que el licántropo liberara lo que aprisionaba en su interior; todo a su tiempo. Asintió suavemente, resignándose a interrumpir la fluidez de la conversación al pretender cambiar de tema. -C-c-comprendo. Algunos pensamientos son muy dolorosos- repuso. Estiró el brazo para tomar una rama que se encontraba cerca para alborotar el fuego y avivar la llama de la fogata que comenzaba a apagarse. -Aunque… u-uno debe conocer las emociones que h-h-h-h-habitan en el interior… Familiariz-z-zarse con el miedo, comprender su comportamiento y su p-patrón. De otra forma, son las que v-v-van a dominar en momentos vulnerables-.
Podía sentir la angustia y sufrimiento de Raymond pero no había manera de ayudar más si no se habría a la ayuda. Casos como el suyo, había conocido ya en varias ocasiones. Muchos sucumbían a sus miedos y proseguían asustados por siempre y otros abrazaban ese miedo, lo hacían suyo y dejaban de estar en constante dolor. No sabía cuál de los caminos tomaría el lobo pero esperaba que ese asomo de vulnerabilidad que le había mostrado llegara a ser más común… más fuerte.
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Raymond Clive
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"¿Qué? ¿No tienes nada importante que decir? Entonces no estorbes"
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Post by Raymond Clive on Oct 13, 2017 19:48:50 GMT
Doscientos cuarenta años de edad en los que ya serían ciento cincuenta los que había vivido consciente de sus propias acciones tan catastróficas. Su alivio fue notorio en el momento que la mujer finalmente dejó de preguntar sobre él. Raymond incluso suspiró, y dejó su cabeza caer hacia atrás, sentía que respiraba de nuevo, como si se hubiera quitado algo del pecho a punta de simplemente apartarlo o encerrarlo en un cajón. Sabía que tarde o temprano volvería a sentirlo, pero hasta entonces quería disfrutar de no tenerlo justo ahí: donde no le permitía a su corazón moverse o a su pecho aceptar aire.
Sus emociones eran algo que procuraba mantener bajo llave, sobre todo las negativas como tristeza o miedo; la ira siempre se le escapaba como agua entre las manos por algún motivo; debía agradecer que su tiempo en la manada hubiera entrenado su paciencia de un modo tan sorprendente, de no ser así quizá ya haría mucho de que hubiera matado a varios de los jóvenes.
—lo... tendré en cuenta... —de nuevo ahí. Aún no había sido capaz de subir sus muros, seguía indefenso ante cualquier pregunta. Quizá, solo quizá si le preguntaba directamente podría contestarle. Temía que así fuera, podría defenderse de formas tan bruscas como lo eran sus facciones, ya lo había hecho antes con otras personas ¿Por qué con ella no?
Quizá porque sería un ingrato.
Ya estaba siendo un ingrato dejando que el silencio se tragara todo lo que había dicho.
De nuevo tragó grueso. No sabría decir con cuanta exactitud sentía el tiempo pasar, tampoco le sorprendería que permaneciera en silencio de manera definitiva hasta que su cuerpo estúpido le permitiera dormir. Ya se sentía caliente, en cierto punto incluso se puso de pie, atando la manta a un costado de su cintura. No quería molestar ¿o necesitaba la soledad para quitarse esa sensación de debilidad? Nunca se había sentido incapaz de responder con uñas y dientes, y en ese instante así se sentía. Incluso queriendo quedarse junto al fuego, cerca del calor, obligó a sus pies a marcar el camino hacia las entrañas del santuario. No sabía si se perdería ahí dentro, pero si mal no recordaba debían haber abrigos que pudiera usar temporalmente; fue estúpido de él pensar que no volvería a usar su forma sellada mientras estuviera en la isla gélida, fue el doble de estúpido pensar que retirarse sería buena idea. Luego de decidir finalmente en donde estar, solo se tumbó. No tenía energías para volver a alterar su cuerpo, de momento, bastaría cerrar los ojos tanto rato como pudiera.
Claro, siempre deseaba que ese "tanto como pudiera" fueran más de dos horas.
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Luna
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Post by Luna on Oct 27, 2017 0:39:00 GMT
Bajó la cabeza, aceptando las palabras del licántropo. No había más que pudiera hacer si éste cerraba su corazón pero esperaba que al menos, los golpes que su conversación le dieron, fueran lo suficientemente fuertes para que al menos decidiera asomarse un poco. Lo siguió con la mirada cuando éste se puso de pie. Se mantuvo callada, permitiéndole sentirse como en su casa, sin estar bajo vigilancia.
Se levantó para seguirlo a una distancia prudente, sólo para asegurarse de que estuviera lo más cómodo posible. Llegó al fin hasta una de las habitaciones dispuestas para los viajeros. Era pequeña, muy modesta, apenas con las comodidades necesarias para cualquiera. Una cama al fondo de la pequeña habitación hecha de pieles y paja, un pequeño escritorio con varias velas dispuestas para ser encendidas, pergamino, tinta y otro montón de pieles y abrigos listo para ser dispuestos por quien los necesitara. Luna caminó hacia una de las esquinas, tomando lentamente una cobija de piel que colocó encima del cuerpo de Raymond. Tal vez el calor de la fogata lo había hecho sentir mejor pero no tardaría en sentir de nuevo los efectos de la tundra sobre su piel.
Aunque la compañía no era del todo cálida no estaba nada mal tener visitas. Seguía siendo torpe para conversar, sí, pero la soledad no era tan pesada con alguien en la cercanía. Sonrió ligeramente mientras se aseguraba de cubrir cada parte descubierta del hombre. Caminó hasta el escritorio, revisando que estuviera todo dispuesto para su uso en caso de ser esa la voluntad del lobo. Ya en el umbral de la puerta, se dio ligeramente la vuelta para echar un último vistazo. Esperaba que pudiera descansar, que pronto su corazón pudiera sanar, mientras tanto, dejaría que reposara hasta que su cuerpo decidiera despertar. Cerró la puerta de madera con cuidado de no hacer ruido, permitiendo que el sueño lo envolviera.
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Raymond Clive
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Post by Raymond Clive on Oct 29, 2017 19:28:22 GMT
Esa noche, Raymond obtuvo el descanso que había estado necesitando por varios años.
Su cuerpo, generalmente negado a aceptar el descanso había caído rendido sobre aquel montón de paja. Cómodo como pocas veces lo había estado, el licántropo logró descansar unas seis horas sin interrupción alguna. Sin pesadillas, sin que su cuerpo se sintiera obligado a mantenerse en reposo; un alivio tan grande como el que lo acompañó al momento de despertar era algo que sin dudas echaría de menos, lo sabía bien. El hombre una vez se sintió lo suficientemente despierto, escudriñó sus alrededores. Su cuerpo aún se sentía algo abatido por el frío, pero era soportable gracias al cielo; como licántropo, por naturaleza tenía una resistencia a los climas extremos, pero ser resistente no significaba ser totalmente invulnerable, por ello la tormenta lo había dejado tan mal luego de días y días caminando bajo ella.
Plumas, tinta, un par de pergaminos en el escritorio. Poco uso podría darles, ya luego pensaría que hacer. Los abrigos y pieles, sin embargo, le parecieron más llamativos, más útiles para lo que a él le concernía al no tener precisamente algo con lo que cubrirse del frío. Rebuscó entre las pieles sin prisa, después de todo si no se equivocaba afuera el viento todavía asediaba con insistencia las puertas del santuario, pero cuanto menos era de las pocas veces que de verdad preferiría estar vestido a pasearse desnudo por ahí. Una vez satisfecho, sus pasos volvieron al exterior. Salió de la pequeña habitación en la que había descansado, y se dispuso a explorar el recinto.
Raro.
Era sumamente raro. Estaba convencido de que la tranquilidad del día anterior había sido algún efecto del cansancio ¿Por qué no se había ido? No importaba. Debía mantenerse firme esta vez. Mantener cerrada la coraza que defendía al exterior de sus emociones. Ese era el trabajo de su cerebro al menos.
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Post by Luna on Nov 25, 2017 22:03:42 GMT
La noche había sido tranquila a pesar del golpeteo que se escuchaba en el Santuario debido a las ventiscas que atormentaban la estructura pero aún así, no comprometían su entereza. Luna se encontraba en sus aposentos, envolviéndose en la soledad como usualmente sucedía, sentada sobre una silla de madera mientras sus manos se disponían a crear entre sus dedos y sobre su regazo una gran manta llena de colores que contrastaba entre el entorno tan frugal que la rodeaba. Escuchó varios sonidos que bien podrían ser el mismo crujido de la madera y el hielo que por el frío tendían a retorcerse, sin embargo, estos sonidos comenzaron a tomar un patrón que reconoció como pasos. Por un instante se había olvidado que había estado acompañada, lo cual le asustó y la hizo sentir insegura, pero justo en el instante que la figura del licántropo se manifestó a la distancia através del umbral de su habitación, el peso en su pecho se hizo más ligero.
-Ah, b-b-b-buenos días- dijo en voz baja. Detuvo el movimiento de sus dedos mas no se levantó de la silla. La manta descendía sobre su cuerpo, se enroscaba a sus pies y se extendía unos metros frente a ella. -¿D-d-dormiste bien? ¿No pasaste frío?- consciente de los caprichos del frío eterno de la tundra, le preocupaba que el hombre no haya pasado una noche desafortunada. Si bien, la selkie nunca había sido víctima de la hipotermia, había leído sobre sus síntomas y no se lo deseaba a nadie.
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Raymond Clive
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Post by Raymond Clive on Nov 25, 2017 22:39:50 GMT
Pasillos simples, angostos, puertas varias de distintas maneras. Raymond en su trayecto escudriñaba todo aquello que sus ojos distinguían. Su rostro tan pétreo como debía mantenerse todo el día no se había suavizado en lo absoluto, desgraciadamente tampoco lo hizo cuando por mera casualidad, dio a parar con la habitación de la mujer que el día anterior le había procurado todo cuanto necesitara para mantenerlo con vida, para mantenerlo respirando y con calor en el cuerpo. La tensión se hizo presente en sus hombros a un ritmo lento y sus pulmones se llenaron por breves instantes solo para mostrarlo totalmente erguido en toda su estatura. Raymond le escudriñó de arriba hacia abajo con sus ojos siempre afilados, preparados para descubrir algún tipo de signo agresivo de cualquier tipo. Algún arma, algún gesto que le delatara.
Nada. Solo dos agujas de tejer y el colorido tapiz que se extendía desde el regazo hasta un par de pasos frente a él ¿Tejía? ¿para quien si nadie llegaría hasta allí tan a menudo?
De nuevo su espalda se relajó, seguía erguido, pero podía permitirse acercarse con soltura, o mejor dicho: acercarse sin temer un puñal en la espalda. Raymond realmente se sorprendió a sí mismo viendo que tan rápido había cedido y mostrado confianza, ya estaba ahí, ella le había hablado ¿Qué había dicho? Sus labios se fruncieron, su rostro entero se apretujó en una extraña mueca ¿Había estado tan encerrado en su cabeza como para no escucharle? ¿Qué tan sordo se estaba volviendo de no ser el caso?
Apenas había abierto un poco la boca cuando ella volvió a hablar, le preguntó por su noche, por si había dormido bien. La manada también hacía eso, también le preguntaban si estaba bien con dormir apenas dos o tres horas de treinta y seis cuando los periodos eran prolongados. Juntó sus labios, respiró hondo, luego contestó, casi por obligación.
—dormí mejor que en muchas ocasiones —fue su respuesta. el frío había sido tolerable y le pareció absurdo decir nada al respecto. Raymond avanzó con pasos lentos, y por último se hizo un sitio sentado en el suelo ni muy lejos ni muy cerca; una distancia prudencial para respetar su espacio, para respetar el espacio de ambos en realidad— Gracias por la atención de ayer.
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Post by Luna on Nov 25, 2017 23:21:37 GMT
Reanudó el movimiento de sus dedos con aquellas agujas de tejer mientras el hombre tomaba un lugar en el suelo, agarrando confianza dentro de su habitación. Los visitantes no solían entrar a su espacio privado pero aunque esta fuera una de pocas veces, Luna no se sentía invadida en lo absoluto. Sonrió a medias, sintiendo alivio de que el hombre no tuviera queja alguna sobre su descanso. Podía vérsele más relajado aunque aún su rostro manifestaba una dureza cuyo punto débil era difícil de ubicar, casi imposible. -No hay nada que agra-d-d-d-d-decer- contestó sintiendo el impulso de decir "es parte de mi trabajo" pero tampoco podía definirlo tal cual. No sentía responsabilidad de escucharle, era más bien algo que veía como una necesidad; velar por los demás d ecierta forma la hacía sentir bien.
-En unos m-minutos prepararé el desayuno. Parece que la ventisca está por terminar, aún así, l-l-l-los vientos son muy bruscos como para salir y menos con el estómago vacío- declaró fijando la vista a sus manos que tejían y tejían el manto lleno de colores cuyo patrón era difícil de distinguir al estar tan enroscado sobre su cuerpo.
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Raymond Clive
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Post by Raymond Clive on Nov 26, 2017 1:51:37 GMT
El licántropo recurrió a los gestos en lugar de a las palabras al asentir en lugar de decir "de acuerdo". De nuevo dirigía los ojos a lo que fuera que ella tejiera. Una manta, si, una muy muy larga como para ser para un ser normal. De no ser para un ser normal, entonces ¿para quien podría ser? No era asunto suyo, no era asunto suyo en lo más mínimo y lo sabía bien. Mejor permanecer callado, forzar conversaciones no sería para nada algo bueno, al menos no con alguien tan estoico y quizá demasiado duro como interlocutor.
Y si quería permanecer callado ¿por qué había dicho tanto en solo unos minutos ante el fuego el día anterior?
Resignado, sus labios se estiraron hacia atrás, luego los mordió y por último pasó ambas manos por sus rubios cabellos, como si se preparara mentalmente para algo mas que una simple conversación casual, casi daba la sensación de que en realidad se preparaba mentalmente para ser interrogado y no meter la pata.
—¿Qué haces? —cuestionó, no era demandante, tampoco agresivo, solo lo había dicho sin más— no creo que eso sea algo que hayas hecho de ayer para hoy, a decir verdad.
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Post by Luna on Nov 26, 2017 17:52:52 GMT
Sólo un puñado de gente la había visto bordar aquél manto y ninguno había expresado curiosidad alguna por este, viéndolo sólo como un simple pasatiempo, además de que, la última vez que fue visto por ojos ajenos su tamaño era ordinario. -B-b-bueno...- separó sus labios para intentar explicarle, sin embargo, hubo cierta resistencia. Desacostumbrada a hablar de sí misma era complejo y aún algo extraño pero hizo su mejor esfuerzo para formular algo coherente, algo que explicara aquél tejido tan extenso.
-Mi m-m-madre me enseñó a tejer antes de que tuviéramos que huír de la tierra de los humanos- prosiguió sin interrumpir su actividad mas sus dedos empezaban a moverse con más lentitud. -Es lo poco que recuerdo d-d-de mi familia y en este manto intento plasmar mis recuerdos-. Sus dedos pararon, haciendo que sus manos aún enredadas entre el estambre reposaran sobre su regazo. -¿Q-q-quieres verla?- no era su propósito mantenerla en secreto ni mucho menos pero jamás se le había ocurrido compartir su trabajo con otra persona. No temía de un ojo crítico, en realidad, la motivación detrás de la pieza era meramente para conservar imágenes que poco a poco iban borrándose de su mente con el paso de los años.
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Post by Raymond Clive on Nov 27, 2017 22:38:08 GMT
Conservar los recuerdos a flote, eso era algo que Raymond comprendía a la perfección. El licántropo había vivido en carne propia lagunas mentales de tiempo desconocido, tantas eran ya, que desesperado había recurrido a la ilustración para poder mantener tanto como fuera capaz. Era una segunda necesidad para él el retratar los eventos en las páginas viejas del cuaderno que él consideraba ya "su diario". No le culparía a ella por hacer algo semejante... La mente, después de todo podía engañar a uno mismo, podía traicionar; el cuerpo recordaba hasta el tacto de las flores o del viento al pasar... ¿Ella tendría esos recuerdos? No lo sabía, no le interesaba saberlo tampoco.
Su rostro se suavizó, por breves instantes antes de regresar a su dureza habitual como si de un reflejo se tratara; había sido un simple parpadear, un momento que no podía medirse con exactitud cuanto duró o cuanto no lo hizo. Lo siguiente fue responderle:
—Solo si quieres mostrarlo. Entiendo la privacidad —si, le causaba curiosidad ver en qué ponía tanto empeño, pero no iba a decirlo abiertamente.
No tenía derecho de exigir nada cuando el no tenía tampoco nada que ofrecer para no quedar en deuda, o por lo menos para no hundirse más en la que ya tenía
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Post by Luna on Dec 3, 2017 21:17:09 GMT
La mujer no dijo nada en absoluto; no era su deseo mantener oculto aquél proyecto. Ni siquiera había pensado en si era algo privado o no sino algo que comenzó a hacer para matar el tiempo, la soledad y mantener intactos sus recuerdos. Se puso de pie, dejando atrás el movimiento de la mecedora que extrañó su peso. Con cuidado, comenzó a extender la tela a lo largo de la habitación dejando ver figuras y patrones que no se podían apreciar con detalle debido a los dobleces.
En uno de los extremos del tejido podían apreciarse las figuras de pequeñas focas entre un mar lleno de colores azules bajo un manto estrellado; de ahí, se podía ver la narración visual de una persecución hasta un escape en barco hasta llegar a la isla de Mirovia. Todo el relato era autobiográfico, mostrando con imágenes lo que Luna había tenido que pasar hasta llegar a donde se encontraba ahora. -Co-co-conozco el término por mera definición pero jamás me he visto e-e-e-n la necesidad de exigir tal cosa- respondió, refiriéndose a ser alguien privado.
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Raymond Clive
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Post by Raymond Clive on Dec 4, 2017 23:01:29 GMT
A sus ojos, ese manto no tenía ni más ni menos que una vida pura y real. Raymond examinó cada nudo con detalle, cada figura que podría distinguir. Habían mucho que ver, y poco que descifrar cuando cada bordado era preciso y el viaje que había ahí plasmado se podía notar con mera claridad. Raymond nuevamente encontraba tranquilidad en semejanzas, era propio de los seres vivos sentirse bien en compañía de aquellos a los que consideraban similares ¿no?. En este caso, la necesidad de mantener los recuerdos era lo que identificaba como un punto en común. Odiaba reconocerlo, pero era algo que le daba cierto entendimiento de las grandes diferencias entre ambos.
—Admirable —fue lo que dijo sin pensar dos segundos. Era para él simplemente admirable no solo el hecho de dedicar tanto tiempo a algo así, si no también el no temer al ojo crítico que cualquiera podría ofrecerle. A él, eso le pareció una buena cualidad, valentía quizá. No sabía como llamarlo aunque quisiera.
Y, siendo ese el caso, había hablado sin pensar. Quizá, solo quizá hubiera sido mejor para él guardar silencio. El silencio por lo menos no lo presionaba como lo hacían ahora sus propios pensamientos al preguntarse si estuvo bien o no lo que dijo. Pensar tanto en algo de lo que ya no podía retractarse, quizá le acarrearía problemas de salud en el futuro. quizá le acarrearía más problemas consigo mismo y un par de piedras en el riñón por estrés imaginario al que se sometía él solo con sus pensamientos
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Post by Luna on Dec 6, 2017 3:05:33 GMT
La mujer sonrió sin notar el debate interno que se daba en el lobo. Pocas veces recibía halagos por algo hecho con sus propias manos y la sensación era de lo más agradable. Se puso de cuclillas sobre el suelo y comenzó a doblar el bordado poco a poco mientras de sus labios salieron palabras llenas de agradecimiento. -Gracias aunque re-re-realmente no es un proyecto hecho p-p-p-por vanidad-. La cobija se encontraba ya acomodada en un bulto ordenado que terminó haciendo a un lado, colocándolo encima de la mecedora. Se puso de pie para acercarse a una modesta mesita que se encontraba apoyada sobre la pared contraria. La madera era oscura y algo desgastada; contaba con un par de cajones. Abrió uno de ellos para tomar varios frascos pequeños que contenían distintos tipos de hojas y pétalos secos. Los puso sobre la mesa disponiéndose a mezclar varios de ellos.
Percibía que la ventisca terminaría pronto; el viento sonaba diferente. Y aunque no supiera si el hombre permanecería más tiempo ahí o no, no deseaba olvidar darle algo que pudiera servirle en el futuro. Sus manos sobaban una con otra las hojas, dejando escapar un dulce olor que no tardó en perfumar la habitación. Sabiendo que su visitante era de olfato sensible se disculpó de inmediato. -Lo siento; e-e-e-es una mezcla de tés que estoy preparándote- ofreció como excusa. No despegó la mirada de su tarea pero sintió nerviosismo al pensar que podía estar molestando al lobo. -Cura mucho males, sobre todo el insomnio- agregó. Luna pecaba a veces de asumir que las personas compartían sus males; en este caso en particular la falta de sueño.
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Post by Raymond Clive on Dec 14, 2017 15:59:09 GMT
Él sin embargo, poco se podía quejar del aroma. Su olfato nunca sería tan sensible como lo había sido en su juventud, nunca sería ni la mitad de bueno que el del licántropo promedio. Nuevamente las disculpas le parecieron innecesarias. Negó con la cabeza y sus manos se movieron en pequeños aspavientos de forma totalmente desinteresada. Él seguía de cierto modo aún asombrado por el trabajo que apenas había visto plasmado en la enorme manta que ahora no era más que un bulto acomodado sobre la mecedora. El licántropo volvió a ponerse de pie, su peso se apoyó de la pared, sus ojos de estar enganchados en las expresiones de la mujer rebotaron hacia las manos sin prisas.
A escuchar del insomnio, su cabeza se volvió a alzar.
—¿Segura? —cuestionó.
Raymond tenía un horario de sueño desastroso, peor que eso. Difícilmente era capaz de conciliar el sueño por las noches o por el día, los pocos momentos que era capaz de hacerlos eran cuando colapsaba por agotamiento excesivo, por explotar las capacidades de su cuerpo por casi setenta y dos horas sin parar. Nada nuevo para él, pero tampoco lo más saludable del mundo. Había despertado su interés, pues bien en la manada ya había intentado beber otra clase de infusiones que ayudaran, quizá esta vez podría obtener algo mejor.
Ya tenía en ella la confianza suficiente para estar convencido de que no le envenenaría, algo que sin dudas le era difícil de creer hasta a él. Se acercó; su cuerpo nuevamente se movió sin prisas hacia ella, de nuevo se detuvo a la distancia que consideró prudencial. Raro, su actuar era raro para un hombre, pero solo quizá, era el habitual de un lobo.
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Post by Luna on Dec 28, 2017 7:49:56 GMT
Se dio la vuelta sosteniendo la bolsita con las hierbas sólo para notar que el lobo había tomado mayor cercanía a con ella. -Me ha f-f-f-funcionado muy bien- contestó, extendiendo su mano para entregarle el obsequio. Esbozó una pequeña sonrisa esperando de verdad que de algo le ayudara. -Pero lo que mejor funciona es mantener la mente se-se-serena-. Los primeros años fueron de lo más difíciles para ella; pesadillas, escenarios que aún no existían y la siempre presente incertidumbre de qué hubiera sido de haberse hecho todo diferente. Todos esos pensamientos tóxicos para su espíritu le robaban descanso y energías... seguramente que para él era lo mismo. Colocó la bolsa en su palma, cerrándola con sus dos manos. Suspiró. -Es dejar el pasado atrás, cerrarle las puertas y abrir otras para el futuro-. Sabía que no era cosa sencilla y que muchos jamás lo lograban pero era probable que el lobo tuviera esa pasión en su interior, de encontrar en lo más oscuro de su alma una luz la cual tomar como guía para salir del abismo.
Volvió a mirarle; sabía que el contacto no era lo más seguro pero en ese momento lo vio necesario. Era parte de su compromiso como sacerdotisa; buscar sanar las heridas y guiar hacia el camino de la serenidad. Soltó su mano, dando espacio al hombre por si aquello había sido demasiado. -Tal vez no funcione d-d-de inmediato... debes dejar pasar unos días- volvió a decir respecto al té. Se dio la vuelta otra vez para limpiar el excedente de hojas y pétalos secos que se habían quedado sobre la madera y devolverlos para ser usados después.
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