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Post by Viktoria Íriell on Oct 27, 2017 22:59:33 GMT
De la misma forma en que la flor de luna parte sus pétalos ante la luz nocturna, hambrienta por recibir el rocío en sus raíces y saciar la sed que la carcome, era cómo respondía la piel de Viktoria ante el tacto del dracónico. El astro que resplandecía sobre el cielo, inundando cada esquina de aquel escenario y todo recoveco de los amantes bajo su vista, atestiguaba el suave florecer de un retoño en la cúspide de su juventud. Las sensaciones que despertaban una necesidad en cada fibra de la carne de la nephele, sólo podían ser percibidas por una arcana en el umbral de su madurez, a través de la experiencia mundana por parte de manos ajenas adecuadamente versadas en el tema.
El silencio entre suspiros y palabras servían como descansos de una partitura que ambas almas entonaba en unísono, con cada roce y beso en los que sus pieles y labios se unían. Fue entonces cuando aquel pequeño juego que mantenían sus mentes distraídas en caer prisioneros de la pasión, fue repetido por el Lung, fundiendo en un abrazo la tez expuesta de cada uno en tan cálido gesto. El movimiento para colocarla sobre él le otorgó cierto dominio, instintivamente provocando una respuesta deshinibida por parte de Íriell. En aquella pose, donde se erguía tal cual escultura de mármol, y los acentos en sus curvas eran apreciados tal cual una obra de arte, brindó una nota de sensualidad a la que era difícil resistirse. Como si fuese un artesano orgulloso de mostrar su obra, la arcana danzó sus dedos en la rectitud de su garganta, descansándolos brevemente en las hendiduras de su clavícula, reanudándo el paso de sus palmas por los montes vírgenes que brotaban de sus pechos, finalmente descendiendo por las empinadas curvas de su cintura y estacionándose en la cercanía de su vientre. Aquello era acompañado por un movimiento hipnotizante de su cadera, que buscaba tentar con tacto indirecto, interrumpido únicamente por la crueldad de la ropa ajena, los límites de la paciencia por parte de aquel que descansaba bajo suyo.
Fue entonces que la voz pesada, cuyo tono pendía al borde de consumirse en sus deseos, añadía sus notas al intercambio de suspiros de los presentes. Sus miradas se conectaron, intercambiando una comunicación silenciosa que ni las palabras se atrevían a soñar a imitar, permitiendo un suave gesto asentir con permiso, una de sus manos ayudando a la otra a encontrar el camino hacia su intimidad. Al momento en que se hizo presente el templado tacto ajeno en sus zonas más sensibles, buscando la manera de acrecentar el fuego que enactaba un nuevo camino a placeres nunca antes apreciados, su rostro se ruborizó, y aquella la mano que en anterioridad se dedicaba a exhibir su propio cuerpo ahora se encontraba en su rostro, apagando los murmullos inintelegibles que se acumulaban en su garganta a raíz de aquel deleitable tacto.
La sensibilidad en sus zonas erógenas eran sumamente supscetibles, además de que el agrado por aquel que despertaba el erotismo en su ser confabulaban para mantenerla en un estado receptivo y placentero. Sus órbes anillados y ámbares parecían transmitir aquello que la mano sobre sus labios interrumpía por manifestarse. El lenguage corporal de la nephele desvestía éxtasis rotundo con cada roce y caricia precisa y certera de Haoyang, poco a poco llevándola al borde de entregarse al fuego que la aplacaba en su interior. No obstante, no desatendía el baile con sus caderas, ni su otra mano tensandose y presionando la del contrario en los puntos en que él, sin necesitar ayuda, sabían que eran los más vulnerables. -Lian...- dejó escapar en un suspiro suplicante, invitándolo a que le instruyera en los placeres de la carne y el mundo.
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Post by Haoyang Lian on Oct 28, 2017 4:13:47 GMT
Consentía aquella parte tan sensible que hacía estremecer el cuerpo que tanto placer le brindaba no sólo físicamente pero también de manera visual. Apretó la mano que estaba tan firmemente colocada sobre sus caderas, atreviéndose a sentir la suavidad de aquella parte tan tersa y tierna que dibujaba perfectamente las curvas que tan hipnotizado lo habían tenido involuntariamente en el pasado.
Escucharla susurrar su nombre con aquella súplica y aire lleno de necesidad provocó un deleite que no creía capaz de experimentar. Sus dedos se movieron con mayor intensidad, buscando tentar la voz de la nephele a seguir llamándolo de la misma manera; tan hermosa y sometida al placer de sus caricias. Echó la cabeza ligeramente hacia atrás, dejando escapar un profundo suspiro sin desatender esa calidez tan provocativa que envolvía sus dedos. Aquella apertura que esperaba a ser atendida y explorada se sentía agradable al tacto, tanto que el deseo ardiente de remover todo aquello que impedía al fin el encuentro entre sus cuerpos comenzaba a quemarle la piel.
No caería en el capricho de su necesidad, su deseo era sacar cuanto pudiera de ella. Sus más profundos suspiros, los temblores del cuerpo, las ganas de mantenerse en un movimiento constante que hiciera cuanto pudiera por sentir las respuestas que su inmensa sensualidad estaba provocando en su cuerpo. Buscó con cuidado hacerse camino con sus dedos que no hacían más que deslizarse lentamente sobre el área tan sensible y agradable al tacto. Había encontrado el punto específico que hacía que los muslos de la mujer temblaran suavemente, lo cual provocó que Haoyang riera un poco por lo bajo. Era como si la frialdad que antes había mostrado ante ella jamás hubiese existido, ahora envuelto en una dicha que jamás se le había visto en el rostro.
Sus ojos estaban totalmente atraídos al rostro de Viktoria, cuyas expresiones daban respuestas a lo que él con tanta devoción se disponía a darle. Mientras tanto, usaba sus caderas para crear mayor fricción, añadiendo a la gama de sensaciones que darían a la mujer un recorrido extenso por cada parte sensible que su cuerpo tenía para ofrecerle. Volvió a suspirar antes de separar sus labios y pasar su lengua lentamente por ellos sintiéndose algo sediento. -No gaste su voz Viktoria...- dijo en voz baja, mientras seguía un camino hacia el interior de su intimidad que apenas ocupó por encima, no queriendo otorgar el gusto de conocer primero a sus manos.
Permaneció un poco más consintiéndola, llenándola del cariño que tan dispuesto estaba por darle hasta que ella se lo permitiera. Fue un poco más, antes de lo llenara la desesperación. -Viktoria...- volvió a pronunciar con suplica... Necesitado, ansioso por fundirse de la única forma que veía posible para calmar la tensión que sentía. La observó por un instante, grabándose en su memoria las facciones de su rostro, sometiéndose a sentir, a disfrutar lo que juntos sus cuerpos provocaban. Su mano abandonó su tarea para colocarse junto con la otra sobre su cintura; tan delicada y femenina que daba forma al cuerpo que tanto deseaba hacer suyo, al que tanto deseaba colmar de una pasión que se escurría entre sus dedos cual arroyo inquieto, para desembocar en un mutuo desenlace.
Se enderezó de pronto, quedando frente a ella, sellando sus labios con los de ella en un beso más desesperado que mostraba una faceta de su naturaleza nueva para la nephele. Mordió su labio inferior mientras una de sus manos se fundía en la base de la nuca de la mujer y la otra acariciaba con cuidado las cimas de sus curvas, donde la suavidad se encontraba con la sensualidad. Lentamente se recargó sobre el tronco del árbol, permitiéndose reposar para dejarse sentir por el peso de ella. -Viktoria por favor; cumpla con su palabra... marque los excesos- pronunció apenas con algo de aliento en un momento que se vio en la necesidad de separarse para tomar algo de aire. Sus manos volvieron a concentrarse en sus cadera marcando los movimientos que su cuerpo tanto exigía. -Por favor- suplicó acercando su boca hasta su cuello el cual besó lentamente concentrándose en saborear la esencia que se respiraba de su piel. Suspiró sobre sus hombros, dejando un rastro cálido que incluso a él le estremeció. Con una de sus manos desabrochó sin contratiempos su pantalón mas no hizo más por mostrarse ante ella; en efecto, deseaba que todo fuera a su paso, que sus manos y cuerpo tomaran control de lo que necesitaban. Pero esperaba que no se diera a paso lento.
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Post by Viktoria Íriell on Oct 30, 2017 5:27:18 GMT
Con cada beso, roce y caricia recibidos, el cuerpo de Viktoria aprendía aquel lenguaje que únicamente se manifestaba en los deseos de la carne. Desde los besos más profundos e íntimos y hasta las caricias justas y excitantes que despertaban las más ocultas pasiones, se encargaban en dejar escritos en su piel, versando a sus instintos en los placeres del mundo sin prejuicios ni culpa. La calidez de aquella pícara sonrisa, y esos ojos ahora afectuosos, provocaron una serie de sensaciones en la nephele, rayando en orgullo, alegría y un afecto aún más estrecho del que ya había atrapado su corazón. Conforme fue consentida, Viktoria fue llevada a un clímax momentáneo, en que sus muslos, palmas y cuerpo se estremecieron, permitiendo que el dulce sonido de un apagado gemido se escapara en esos débiles dedos que intentaban bloquear aquel ruido escapara del recinto de su boca. Los rastros de tremores en sus músculos aún tiritaban, y acrecentaban la necesidad, el fuego que crecía en su vientre e inundaba su pecho, por unirse con aquel.
Más caras se revelaban ante ella por parte de la personalidad del otro. Tal cual la primera vez que se habían encontrado, y que se había tomado la osadía de analizarlo, había imaginado que aquellas murallas ocultarían más de lo que el ojo de permitía. Después de todo, donde habían cenizas, simbolizaban la tenaz llamarada que hubo alguna vez. Aunque aún no podía atreverse a afirmar que lo conocía por completo, había presenciado distintos aspectos suyos; desde la seriedad, la terquedad, la rudeza y aspereza de su hastío, y ahora la pasión, dedicación, cariño y entusiasmo que podía ofrecer al desinhibirse el invierno que lo azotaba en su interior. Era una bendición presenciar aquello. Su sonrisa sería una imagen que quemaría en sus más gratas memorias en tiempos futuros y venideros.
El reacomodo de posición, el frenesí que lo invadió, los besos profundos y desesperados que depositó en su persona, le otorgaban el valor y deseo para consumar aquello que su cuerpo le exigía que aconteciera. Había un minúsculo temor latente que la frenaba de entregarse por completo. Siendo su primera vez y tener una educación tradicionalista tan arraigada, su razón desafiaba el deseo de su carne, y los impulsos de su encantado corazón. No obstante, las palabras de Haoyang se hicieron presentes, recordándole aquello que había prometido, lo cual indudablemente le otorgaba la posibilidad de elegir la opción más viable. Aquella respiración ajena rogando por más, la suplica en su lenguaje corporal y lo terso de los besos sobre su piel la cautivaban, queriendo responder a dicho llamado que también su alma clamaba por que se diera.
Al ver el desabroche de aquellos botones, la quemante tentación que los apartaba por una minúscula prenda, los labios de Íriell partieron para hablar, aún con una quijada temblorosa por las sensaciones remanentes en su cuerpo -Hay una música que nuestros cuerpos, en unísono, entonan dulcemente…- mencionó con una voz suave, lírica y algo gastada, dejando que la brisa acompañara sus sílabas -¿Es acaso un exceso este deseo que aprisiona mi ser tan arduamente?- preguntó en retórica, apartando las caderas apenas para dar cabida a sus manos a que encontraran aquello que yacía bajo su cuerpo, aún oculto de su vista. -Confío en usted, en la sonrisa que me ha mostrado, y su capacidad de atesorar aquello que resguardé por tanto tiempo- añadió, como si estuviese recitando un poesía. Sus manos pacientes desvistieron la intimidad ajena, finalmente atrapándole entre sus dedos de seda en movimientos rítmicos. Hubo un sentimiento difícil de explicar que le cruzó por un segundo, uno donde la pena por observar aquello que era nuevo ante sus ojos y el asombro por tocar lo desconocido se cruzaban. Su voz flaqueó por un momento, antes de retomar su ritmo -Si usted así lo desea, tomarme en la flor de mi juventud, lo recibiré con gratitud y amor en mi corazón- susurró a su oído, conforme separaba una mano para llevarla a la nuca del dragón y enterrar sus dedos en su negra cabellera, y con la restante que atendía a su hombría, el guiarlo a la cercanía de lo que tanto añoraba.
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Post by Haoyang Lian on Nov 5, 2017 5:39:05 GMT
En conjunto con sus palabras, las caricias de Viktoria arrastraban profundos suspiros que mostraban el deleite de Haoyang ante su tacto. Había sido tocado de maneras más atrevidas tal vez, sin embargo, era esa inocencia, esa dedicación y entrega que podía sentir através de sus manos. El dulce regalo de depositar su confianza y permitirle saciarse de las gracias de su cuerpo de la manera más carnal posible.
Sus manos reposaban sobre las caderas de la mujer, sintiendo sus curvas, capturando la suavidad de su piel entre sus yemas mas la necesidad de explorar cuanto fuese posible se apoderó de él, causando que descendieran hasta acariciar su trasero por un instante. Podía sentir cómo su propia piel respondía a la voz femenina, causándole un estremecimiento agradable en la base de su nuca, donde la mano tan delicada de Viktoria lo tocaba. -Puede que no lo sea... pero si de un exceso se trata, conviértame en su vicio- replicó a la par que su tacto en ella se hizo más posesivo. -La deseo Viktoria- agregó sintiendo en la punta de su miembro el calor y ternura que tanto necesitaba conocer. Permitió ser consentido por un momento, marcando en cada parte de su cuerpo las sensaciones que tales caricias provocaban.
La ligereza de su espíritu era tal que pareciera que en aquél instante las cargas de su pasado se habían elevado hasta evaporarse en los alrededores, dejando de ser un peso, un impedimento para abrir su pecho ante la ola de sentimientos que tanto se había esforzado por someter dentro de su ser. Había sido imposible; había sido demasiado tonto e ingenuo. Con semejante calor, semejante cariño y belleza... no había manera de que su corazón no se hubiera rendido ante tales encantos. En efecto, era peligrosa, podía verlo con sus propios ojos, sentirlo sobre su propia piel; la manera en que sus gracias femeninas danzaban con tal naturalidad no podía ser algo aprendido.
Empujó con sus manos de nuevo, guiándola para hacerse una con él. Poco a poco sintió el calor envolverlo, sacándole un suave gemido que mostraba cuán extasiado se encontraba de al fin poder sentirla. Fue cuidadoso a pesar de que se hallaba desesperado e impaciente de hacerla suya una y otra vez. Suspiró al sentir cómo iba viajando poco a poco dentro de ella, experimentando una presión agradable en la base de su vientre. Llevó sus manos hacia los hombros de Viktoria, desvistiéndola suavemente, quitando el último rastro de tela que la cubría para dejar su espalda totalmente desnuda, ante el brillo de la luna.
Volvió a acercarse a su cuello besándolo suavemente, apoyando una de sus manos sobre la espalda tersa que se encontraba expuesta por primera vez a su tacto y con la otra, palpando la ternura y humedad de su intimidad. Por más que sus caderas insistieran en moverse, era más fuerte el deseo de cuidar sus movimientos, ser delicado con ella. Esa necesidad de protegerla, de buscar no sólo su seguridad, pero ahora, su placer, era lo que lo movía, lo que lo hacía querer buscar dentro de ella, los puntos correctos para escucharle suspirar. -No se someta- pidió al acercarse a su oído mientras se movía suavemente, buscando maneras de hacerla sentir adecuada a su tamaño y así, acostumbrarla a su cuerpo. -No reserve los impulsos de su voz ni de su cuerpo-.
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Post by Viktoria Íriell on Nov 8, 2017 5:50:24 GMT
La voz, las palabras, el deseo en cada sílaba y aquel rostro tan expuesto y sensible provocaba que fibras dentro de su ser, de su mismísima alma, se conmovieran como nunca antes. Haoyang se había abierto ante ella, permitiéndole compartir sin miedo el cariño que tan gustosa estaba por ofrecerle. En aquel momento, el calor en su cuerpo sumado al clamor de su pecho, se combinaban de forma tan estrecha que no podía contenerse más, suprimir la necesidad de la carne- los toques y caricias en zonas sensibles por parte del otro le hacían estremecerse en tremores y jadeos opacados, pero aquello no se compararía al acontecimiento que iría a experimentar por primera vez, que abriría la puerta a un mundo desconocido, aunque gratificante y novedoso.
Conforme las manos del dragón le guiaban cuidadosamente para finalmente conectarse en tan íntimo acto, la sensación de como su cuerpo recibía un invitado externo provocó que se tensara, extendiendo esa presión inevitablemente a la virilidad del contrario. La anticipación provocó que el aire se atorara en su garganta y su pecho se agitara en consecuencia. No era temor, ni mucho menos duda o el cambio de parecer respecto a la situación, si no algo más ingenuo- un sentimiento de incertidumbre. En aquel momento estaba rompiendo las tradiciones, las reglas que como doncella se le habían inculcado. Se entregaba sin desposarse, y vertía su corazón en aquel con el cual aún tenía mucho que compartir. Lo más curioso de aquel debate moral y ético a consigo misma, es que no estaba puesto sobre la tabla para ser cambiado. Ya había decidido, por mucho, el proseguir la melodía que aquellos cuerpos anunciaban tan armoniosamente al cruzar sus notas.
-Mi vicio...- suspiró en un dulce susurro, conforme permitía que el peso de su propio cuerpo cayera víctima de la gravedad, a paso lento, hasta que el umbral que la separaba de lo mundano fue finalmente penetrado. Un gemido se anunció en sus labios, seguido del aire abandonando sus pulmones. Sus manos se aferraron firmes alrededor del cuello del dracónico, tensas, al igual que el resto de sus cuerpo. No esperaba que hubiese una pizca de dolor en dicho acto- después de todo, no estaba acostumbrada al mismo. Levantó su mirada un tanto vidriosa, preocupada, buscando la de Lian. Al captar sus orbes magentas, la calidez que emanaba dicho rostro le otorgó fortaleza para desplegar una sonrisa y olvidar aquello que le lastimó por una fracción de segundo -No... soy muy experimentada- murmuró con inocencia -No estoy segura de lo que sea correcto...- exhaló en un suspiro más desinhibido, conforme sus muslos se vencían y seguían permitiendo el camino del Lung a sus profundidades.
Tuvo la intención de comentar algo más, pero los sonidos que ahora se atrevían a escapar de su lengua eran aquellos provocados por las sensaciones que nacían en su vientre. Algo tan simple como en tensar su abdomen, el mover ligeramente las caderas, o sentir estímulo externo paralelo al naciente en su interior, formaban una amalgama de éxtasis que tomaban absoluto control de cada nervio de su cuerpo. Sintió una liberación inexplicable al momento que la prenda fue removida de su espalda, dejando la totalidad de su cuerpo ultimadamente a merced de su amante y la luna que vestía aquella noche. Se sintió protegida, al momento que la voz del contrario le dio confianza de negar las ataduras de reserva o prudencia.
Una de sus manos inevitablemente se enlazó entre los cabellos del posterior de la cabeza del dragón, y la otra danzó por el costado de su torso, instalándose en la espalda del mismo. -Hao...yang- pronunció entre suspiros, mientras tímidamente sus caderas reaccionaban a un ritmo más adecuado, aunque aún cauteloso, adecuándose al tamaño que la invadía. En las paredes de su interior se podía percibir el delirio y frenesí que azotaba su carne, tal cual danza rítmica e hipnotizante buscando el goce ajeno. -Yo también... lo deseo...- los suspiros se intensificaban, y los dedos esbeltos de la dama se clavaban en la cabeza y espalda del contrario, evidenciando el creciente placer que comenzaba por experimentar a mayores rasgos con cada ascenso y descenso de sus caderas, sumado al experto toque en su intimidad por aquella robusta mano.
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Post by Haoyang Lian on Nov 21, 2017 0:27:26 GMT
Con mirada cautelosa pero relajada le observaba; cada parte de su rostro que cambiaba y se transformaba frente a él ante los estímulos del cuerpo, cada temblor y cada suspiro que se escapaba entre sus labios marcando el ritmo de su inexperto corazón. Haoyang acalló por un momento, escuchando a la mujer juzgarse con la incertidumbre e ignorancia que su falta de contacto físico le había dejado. Fue por un instante, apenas lo suficientemente esclarecedor como para brindarle una verdad al dragón; también él lo era. Se hundía en el tacto desesperado de la nephele, quien daba prueba con sus manos cómo iba sumergiéndose en las aguas profundas de un sentimiento tan complejo que no daba suficiente explicación de cómo es que había nacido con tanta fuerza y prontitud.
El roce de su piel contra su pecho descubierto y los sonidos que delataban un compromiso total ante el placer de la consumación de sus deseos; aquellos que a ratos le hicieron arder la piel al hombre, más que la más potente descarga.
Conforme sentía el cuerpo ajeno adecuarse más al suyo, dejaba que sus caderas fueran tomando mayor ritmo y libertad. Preocupado por brindarle sensaciones agradables, colocó ambas manos sobre las redondas y delicadas caderas de Viktoria, asumiendo una postura más dominante y aún así, considerada y cuidadosa. Echó ligeramente la cabeza hacia atrás, sintiendo algo de dolor con el suave tirón de los dedos de ella entrelazados en su cabello. Suspiró profundo, dejándose ante la calidez de su vientre bajo, de la presión en su miembro y del impulso de su cuerpo por querer tomarla de mil formas. Pero tenía entre sus manos al ser más bello y frágil que jamás hubiera imaginado; un ser que disipaba todo el egoísmo que tanto lo marcó y lo aisló de aquellos que alguna vez desearon acercarse. Un vil sentimiento que ahora parecía no existir y que ahora permitía a algo más poderoso dominarle.
Gruñó por lo bajó sintiendo una chispa de desesperación; qué mujer tan peligrosa pero a la vez tan pura y cautivadora. Había logrado transformar su entorno a un mundo de probabilidades, todas y cada una dispuestas para proporcionarle a él oportunidades para hacerla a ella feliz. -Soy suyo Viktoria- murmuró, casi de forma inaudible mientras sus labios se refugiaban en el corazón de sus senos, acariciando la superficie con suaves y ligeros besos que se hundían entre los sonidos de su acalorada pasión. Adecuó sus manos para sostenerla mientras poco a poco la recostaba sobre el césped.
Salió de aquél refugio cálido y tierno por un momento. Miró a la mujer que tenía a su merced, llevando ambas menos hacia las mejillas tan tersas en donde planeaba depositar los besos que sus energías le permitieran dar, pero había una angustia que de pronto le invadió, una tal que comenzaba a mezclarse entre la anticipación y el sentir tan ardiente que aumentaba con cada estímulo que sus cuerpos causaban. -¿Está segura que esto es lo que quiere?- preguntó acercando sus labios a los de ella, apenas sintiendo su calor y humedad en los suyos; separados apenas por una bocanada de aire.
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Post by Viktoria Íriell on Nov 27, 2017 3:00:30 GMT
-Más que nada en esta efímera tierra- Respondió suavemente, con convicción, permitiendo que las palabras se tradujeran en roces que estimulaban los labios ajenos que avivaban esa ardua llama, la cual había tomado refugio en sus cuerpos. Acercó su rostro, posando sus labios en los ajenos, y permitió que la íntima respiración y vaivén de sus cuerpos se tiñeran en su piel. Sus manos danzaban a lo largo del cuello del dragón, eventualmente posándose en sus hombros y atrayéndolo contra su torso, donde el peso del opuesto aplanaba los montes suaves y cómodos de su propia carne.
Sin plantar besos, pero decidida a incitar al Lung, sus labios rozaron en masculino rostro de su amante en aquel claro de luna. Sus manos se daban la tarea de explorar el cuerpo ajeno, notándose la falta de experiencia y el hambre por aprender cada curva, cada borde y recoveco que conformaban la contextura novedosa de Lian. Los dedos de la nephele dibujaban el placer y desesperación que emanaba de su perlada piel- sus piernas partidas invitándole a tomarla, a investigarla, a saciarse en un mutuo desenlace. Las reglas de la sociedad, la religión y la tradición se habían esfumado en un suspiro, removiendo prejuicios y dudas del corazón de la dama, doblegándola a probar de aquello que parecía tan prohibido, tan lejano e inhóspito para ella.
-Los versos que canta mi piel, al tacto de sus cálidas manos- susurró al oído del pelinegro, depositando besos y caricias en su rostro -despiertan un mundo que jamás creí llegar a acontecer- clamó en dulce lírica, sus piernas suavemente deslizándose a lo largo de las del dragón, inquietas, expectantes. Su cuerpo se presionó con el del contrario, suave pero firme, buscando repetir y divagar en aquellas nuevas y extasiantes sensaciones. -y de todas los arcanos, de todos los seres sobre esta tierra... usted es quien me toma de la mano- afirmó con agradecimiento -no existe la casualidad, el destino es preciso- se explayó con sinceridad, completando la sentencia con un tierno beso.
-Tómeme sin remordimientos, pues esto es lo que deseo- mencionó entre besos -Te deseo- se atrevió a confesar, conforme sus bocas se unían en un profundo beso y los cuerpos en una melodía única que dos almas hambrientas entonaban al encontrarse una con otra.
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Post by Haoyang Lian on Nov 27, 2017 3:25:50 GMT
Aunque la respuesta de la mujer no le llegó como sorpresa, había una pizca de alivio que sentía; una ligereza en su pecho que antes había sido una presión... un miedo. Se dejó explorar por las manos inquietas de la mujer que trazaban un camino incierto por su rostro mientras la calidez de sus muslos se envolvía sobre los suyos, pidiéndole entre roces más. Las palabras que acariciaban sus oídos causaban tirones en su vientre, haciéndolo responder a su voz como un comando que inevitablemente levantaba en él el deseo por cumplir a tal deseo. La observaba, con los ojos apenas abiertos, sumido en un éxtasis tan profundo y todo con el poder de la dulzura del canto de su voluntad. -Viktoria- susurró, acariciando la suavidad de uno de sus senos mientras se dejaba ser besado en un profundo beso que no hizo más que despertar un gran impulso en él.
La respiración de la mujer era ruidosa; se traía consigo rastros de su voz, que respondía a los estímulos y la ardiente concepción de una explosión. Se tomó sin perder más tiempo, devolviéndose a las delicias de su amada, a su calor y tierno refugio que envolvía su propia intimidad en un abrazo de sensaciones. Suspiró profundamente, tensando ligeramente el ceño. Se envolvió en ella, sobre el césped, llevando sus manos para abrazarle, prenderse más a las curvas de su cuerpo mientras sus caderas correspondían al capricho de llenarse de placer.
No era violento pero esta vez actuaba con mayor determinación, haciéndose en ella con pertenencia, susurrándole al oído lo que su corazón dictaba. -Pareciera que mi escepticismo se disipa- dijo en voz baja, rozando sus labios sobre el oído de la nephele, tanteándolo caprichoso, incierto del siguiente movimiento. -Pareciera que siempre he estado atado a usted- besó con cuidado, desesperado pero sometido a infundir nada más que ternura sobre ella. Levantó su cabeza lentamente sin interrumpir el vaivén de sus caderas que lo impulsaban a un punto ideal, donde pareciera topar en una pared cálida.
Suspiros, era lo que salía de su boca. Haoyang comenzaba a sentirse hipnotizado por el lenguaje del cuerpo que tomaba, esclavo de los sonidos que salían de aquellos labios, preso de las caricias que con torpeza le recorrían el cuerpo a ratos. Sentía estar ya en la cúspide de sus capacidades, tenso por dejarse caer al placer. Desesperado, una de sus manos viajaron de nueva cuenta al área tan sensible de la mujer, estimulándola mientras él mismo se rendía a los caprichos de su cuerpo. Sin avisar, llegó al tope del placer, haciéndolo sentir una cálida sensación que se transformó en un profundo suspiro. Se hallaba satisfecho, y sin saberlo, feliz.
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Post by Viktoria Íriell on Nov 27, 2017 4:06:21 GMT
Y nuevamente, su cuerpo se completaba con el del contrario. La intimidad y lo estrecho de sus corazones en aquel momento era difícil de explicar en versos o letras- era la cúspide de los sentimientos que tan entrañado poeta quisiese llegar a reflejar en pergaminos jamás. La dulzura y cariño, armonizados tan paralelo al deseo y el clamor de la carne, sentaban un espectáculo extasiante para sus protagonistas, los cuales eran completamente secuestrados en el yelmo del placer. Viktoria sentía como su corazón se quería desbordar de su pecho, como el ardor de su vientre se acrecentaba, dejando un trayecto tiritante a lo largo de sus extremidades, invadiendo cada rincón de su ser sin reparo alguno.
De su voz nacían sonidos únicamente pronunciables al ser manipulada de aquella manera, entre suspiros, mencionando el nombre de quien la plagaba de tan profunda dicha. El vaivén de los cuerpos se intensificaba, y la entrega era más profunda, más exclusiva. Las palabras del dracónico se posaban en su oído como la más dulce música jamás entonada, y se unían en la amalgama de sensaciones que arremetían con la fuerza de una tempestad dentro de su ser. Sonrió entre suspiros, con una voz acercándose al límite de aquello que desconocía -como luz y oscuridad- se dio la osadía de remarcar aquella comparación. La relación de dichos elementos dictaba que uno no existía sin el otro, y aunque pareciesen contrarios, su dependencia era estrecha e íntima, única, perpetua. Y había verdad que develar sobre la Nephele y el Lung, quienes inconscientes de los hechos de la mano del destino, se complementaban de una manera precisa y singular, repeliendo toda concepción y prejuicio.
Viktoria, al ser tocada una vez más en sus zonas más sensibles, fue expuesta al clímax de su femineidad, concluyendo en conjunto con el contrario en una sensación explosiva y embriagante, robándola de aliento y ahogándola en deleite y satisfacción. Sus extremidades temblaban muy levemente, pero hallaron la fuerza para abrazar a Haoyang, estrechándolo contra su cuerpo en un gesto tierno y agradecido. No había palabras que pudiese mencionar, ya que las sensaciones aún retumbaban en las fibras de su cuerpo, pero deseaba sentir la calma, el calor del contrario sobre su tez, atesorar ese momento íntimo y exclusivo por unos cuantos minutos más.
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Post by Haoyang Lian on Nov 27, 2017 5:12:21 GMT
Se dejó descansar sobre su pecho, una vez que su contacto concluyó llenándolos a ambos de sensaciones que no daban cabida a nada negativo. Las palabras que previamente habían capturado el silencio hicieron eco en su memoria, remontándose al primer encuentro entre ambos, cuando creyó que su cordura estaba al borde del barranco.
Sintió el calor de sus manos envolverle culminando con el acto que entre suspiros y suaves murmullos que se agregaban a la escena haciéndola aún más ajena a la realidad. Por un instante, en medio del éxtasis, cuestionó su consciencia; ¿estaría dormido? La sensación de la piel de Viktoria, pegada a la suya era prueba de que no había forma de que un sueño fuese tan caprichoso y engañoso. Estiró uno de sus brazos para alcanzar la ropa de la mujer, usándola para cubrir el cuerpo femenino del frío, sin desprenderse de su abrazo.
Estaba sin palabras, no había alguna que pudiera describir lo que con el cuerpo ya le había confesado. Aún así, sus manos encontraron el camino para descubrir el rostro de Viktoria de los cabellos que insistían en adherirse a su piel, guardándola de la mirada del lung quien ahora se encontraba entintada de la pasión que ya no podría ocultarle más a la nephele. -Cada rincón de esta casa le pertenece- sugirió clavando sus ojos en ella, buscando maneras de sugerirle que deseaba tenerla con él a cada segundo que de su boca salieran respiros.
Aún bajo la tela, buscaba formas de acariciar las curvas que ahora pretendía conocer tan bien, sin embargo, consciente de la hora y también de hallarse en una casa en donde no eran los únicos, se encontró de pronto presionado por volver al interior. No conocía a los chiquillos pero no deseaba de ninguna manera comprometer la privacidad de Viktoria. -Seguramente que su ausencia ya ha sido notada- sugirió sintiendo un pinchazo en el pecho al no desear separarse de la cercanía tan íntima que compartían, pero era necesario. Se desprendió del abrazo con suavidad, sin mostrarse brusco, para cubrir las áreas expuestas al abrochar su pantalón. Con la mujer aún tendida sobre el suelo, se acercó hacia a ella para volver a besar sus labios brevemente, antes de volver a la lejanía, pensaba él, ya que era ignorante de cómo deseaba ella manejar la situación dada entre ambos.
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Post by Viktoria Íriell on Nov 28, 2017 15:58:07 GMT
Conforme sus ropas fueron devueltas y el dracónico selló su encuentro con alquen tierno y cálido beso, Viktoria halló apto el reintegrarse de nuevo a la realidad, una dulce y perfecta que no se habría imaginado sucedería al primer instante que puso pie en el umbral de aquella casa. Su antención de momento estaba retumbando en los niños, los cuales habían pasado ya quién sabe cuantas horas por su cuenta, muy probablemente cuestionándose el paradero de Viktoria y Haoyang. Usualmente, ellos eran autosuficientes, y sabían por lo general lidiar consigo mismos y otros, pero aquella situación era un tanto delicada, más que todo por el factor de estar en una casa ajena. La nephele sintió un peso en sus hombros, el haber cedido ante la curiosidad y la sinergia que experimentaba en cercanía a Lian, la habían llevado a olvidarse de su responsabilidad principal- los jóvenes.
La dama suspiró de forma un tanto pesada, pero no permitió que un semblante sombrió se plagara en su rostro. En contraparte, pensó el aquel último comentario que el Lung había hecho, y una tenue sonrisa se marcó en sus labios. No estaba muy segura que palabras serían apropiadas para responder, ya que en su piel aún se posaban remanentes de aquellas extasiantes sensaciones, por lo que permitió que su corazón guíase sus acciones. Tras scomodarse el vestido, se acercó al contrario y tomó su rostro entre sus palmas, plantando caricias en sus mejillas con sus pulgares -Me aseguraré de merecer todos y cada uno de sus regalos- afirmó, delatando que no tenía mucho que ofrecer en temas de posesiones, aparte de su infinita gratitud y vasto amor. La altura dificultaba un poco el acercarse al otro, por lo que decidió recostar su rostro en el pecho del contrario unos cuantos segundos, conforme se explayaba -Necesitaré tiempo para que los pequeños digieran esta situación- relató, tomando breves pausas -Algunos pueden ser tercos, pero al final siempre aceptan mis decisiones- explicó refiriéndose mayormente a la lobezna. Sus comentarios rayaban mayoritariamente en que tendrían que tendrían que llevar las cosas con calma ante los ojos de los más jóvenes, para hacer la transición para los mismos lo menos abrupta posible.
De no tener delicadeza o responsabilidad alguna que afrontar, Íriell dejaría que los sentimientos que ardían vivaces en su corazón respondieran antes sus acciones, siendo las mismas la apertura de su cariño íntimo a con el otro de manera pública. Pero tenía que tener cuidado-hacía mucho tiempo había dejado de ser una chiquilla que actuaba en impulso. Aunque no dudaba la veracidad de los sentimientos del dragón, lo que temía era la inconformidad de los que cuidaba. Después de todo, el bienestar de los mismos era un juramento solemne que había antepuesto sobre su propio bienestar. No obstante siempre existía esa chispa ingenua y egoísta, en que su alma también exigía atención -Siempre tendremos este santuario apartado para nosotros, si nuestros corazones claman por privacidad- infirió, con un tanto de sonrojo en sus pómulos, finalmente apartándose del torso del contrario y dedicándole una expresión inocente de alegría.
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Post by Haoyang Lian on Nov 29, 2017 2:58:36 GMT
Cada intento de distanciamiento era frustrado por las dulces palabras de Viktoria. Se anclaba a la sensación de su abrazo como si fuese vital para él, lamentando por dentro cuando su calor lo abandonó. Apreciando su sonrisa frente a él, le observó callado, antes de tomar disposición para adentrarse a la casa, no sin antes, asistirla en un detalle que justo había notado. Uno de los botones del vestido permanecía desabrochado, se hincó frente a ella, para posar sus manos sobre el delicado bulto redondo que terminaría por privarlo de aquella ventana que dejaba asomar la piel de sus muslos. Rodeo sus piernas con sus manos, cuidando de no ser brusco, más podía sentirse en su tacto una desesperación que de ahí en adelante sería permanente. Acercó sus labios para besar aquella parte, aún dejando ver el ligero escalofrío que se había hecho a lo largo de su cuerpo.
Se despegó del ósculo, ahora sí, cerrando lo que le quedaba de la desnudez que ya tenía tatuada a su memoria. Alcanzó la prenda que antes había cubierto su pecho para cubrirse antes de volver a la casa. Se puso de pie, quedando frente a ella, posicionando su mano en la espalda baja de la mujer para darle un pequeño impulso para indicarle que volvieran al interior.
Por fortuna, las luces de la planta baja se encontraban ténues, casi apagadas. Uno de los sirvientes dormitaba al umbral de la entrada trasera, mientras que el ruido proveniente del interior era casi exclusivamente de la cocina. El par camino entre los arbustos, saliendo de su escondite sin ser cautivos de ninguna mirada indiscreta, por fortuna. Atravesaron los pasillos hasta la cocina en donde varios sirvientes, junto con Zoe, distraían a los jóvenes quienes parecían estar entretenidos en preparar la cena. La imagen le proporcionó al lung una sensación desconocida; una presión en el pecho que no era dolorosa pero difícil de describir.
Cada uno a su manera muy particular mostraba interés pero ninguno parecía molesto o angustiado. Sin controlar aquello y sin estar consciente del concepto, Haoyang se sintió aliviado. Por su parte, los chiquillos al notar la presencia de ambos, manifestaron su curiosidad intentando indagar sobre el paradero de ambos por las horas que no se les vio por ningún lado y por fortuna, la joven nayade, se había asegurado de mantenerlos distraídos para aminorar sus inquietudes. En ese instante, el lung y su protegida intercambiaron miradas; el hombre no hizo más que bajar suavemente la cabeza, agradeciéndole en silencio por el gesto. Los niños sin notar esto, se acercaron a Viktoria, tomándola de las manos para compartir con ella lo que habían aprendido, eso y mostrarle la amplia cocina.
Fue en ese momento que Lian cayó en un curioso descubrimiento; era tal vez la segunda vez que en décadas entraba a esa parte de su casa. De pie, casi inmóvil como una gran estatua, se mantuvo callado simplemente observando. Tan simple como lo era aquello pero a la vez tan significativo; el poder que esa mujer tenía sobre él era más fuerte que su propia voluntad. Lo hacía visitar espacios a los que él no pensaría llegar. Se echó las manos hacia atrás, apreciando lo que tenía frente a él, lo que sin querer ni pensar, había logrado extender en cuestión de un sólo día: una familia.
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