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Post by Azarel Mstislav on Feb 24, 2018 19:03:47 GMT
A Mstislav le gustaba regresar a los viejos hábitos cuando las negociaciones, el trabajo y los documentos pendientes se habían consumido por un momento para darle algunos días de soledad. Siempre le gustó cazar, su padre le había enseñado desde que había sido un pequeño niño, recordó aquellas veces en los montes cerca de las montañas escarchadas donde podían perseguir a un ciervo hasta que la flecha final lo hubiese atravesado.
El clima del bosque era agradable a esa hora de la mañana, el cielo estaba despejado, dejando mostrar el color azul en conjunto con las aves que volaban a la distancia, y algunos rayos del sol que alumbraban el camino, haciendo parecer que la nieve tuviera miles de pequeños fragmentos de diamantes o cristales preciosos, aunque todo aquello no significaba que el frío era igual de tranquilo que el cielo, pues la temperatura bajaba hasta que algunas gotas de agua debido a la nevada de la noche, colgaran congeladas de los troncos de los árboles, convirtiéndolo en un ambiente hostil, pero hermoso.
Levantó los pies para poder caminar mejor entre la densa nieve que se acumulaba alrededor de sus piernas, con el arco en mano y la mirada atenta. Sus ropas claras se perdían entre la espesura del bosque y el ambiente blanquecino, haciendo a Mstislav prácticamente invisible ante una mirada poco observadora, notó que un ciervo saltaba de aquí para allá, de colores plateados casi azules, el cual desaparecía y aparecía de vez en cuando tras los troncos de los poderosos árboles. Contó las flechas dentro de su aljaba, perdiéndose entre los arbustos, continuó su camino, intentando que las huellas fueran lo más suaves e imperceptibles posibles, siguiendo a su presa con lentitud y ferocidad.
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Post by Giselle on Feb 27, 2018 2:15:23 GMT
Las pesadillas eran constantes... casi diarias. No podía ni siquiera hacer bien su trabajo, algo tan sencillo como servir bebidas y cocinar en la taberna se había tornado un reto el cual no se consideraba capaz de poder llevar a cabo. Había escuchado sobre la sacerdotisa de las montañas heladas... que habitaba en un Santuario que no muchos parecían haber tenido la suerte de encontrar. Estaba desesperada, ansiosa por encontrar respuestas. Antes de extender tal conocimiento a otro, deseaba poder encontrar una respuesta en su interior, tal vez... algo dentro de ella era lo que la estaba atormentando... tal vez no eran mensajes dispuestos para otros sino para ella misma.
Pidió unos días libres, los cuales utilizó para dirigirse en una búsqueda personal. No tenía siquiera referencias para dar con el santuario pero esperaba que su corazón la guiara a un destino que hiciera de sus preguntas algo del pasado. Conforme los días pasaban y el recorrido avanzaba, el clima iba tornándose frío, casi insoportable. Debía cubrirse bien la cara, ya que el reflejo del sol sobre la nieve le quemaba las mejillas más de lo usual.
Sus pies se sumían en la nieve... era tan frío. Apenas y su cuerpo se movía con el poco alimento que había recibido en días pero estaba determinada a encontrar a la sacerdotisa; no podía más con sus tormentos nocturnos. A lo lejos, distinguió una figura... no podía ver con claridad, sus sentidos le fallaban por las pobres condiciones en las que se encontraba. Sintió una pizca de esperanza de pensar que se trataba de la mujer que buscaba. Caminó a paso lento, apenas haciendo crujir la nieve al pisarla. -Disculpe- tiritaba. El frío era cruel, no le permitía hablar a voluntad. -¿Es usted real?- preguntó, abrazándose de sus ropajes para cubrirse la boca. No podía dejar de temblar. Usó el tronco de un árbol para recargarse, dejar descansar el cuerpo y así no caer sobre la nieve.
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Post by Azarel Mstislav on Feb 27, 2018 18:27:44 GMT
El ciervo no se había ido demasiado lejos, Mstislav acarició el tronco de un árbol mientras levantaba una de sus grandes piernas para acomodarla en una roca cercana. Se quedó escondido entre la nieve por un largo rato, hasta que aquel animal platinado apareció lejano entre el follaje blanquecino. Mstislav sacó una flecha, acomodándola en el arco de madera con algunas runas y escritos antiguos en ella, tensó la cuerda hasta que la pluma de águila que decoraba la flecha rozó su mejilla, mientras el hierro puro de la punta brillaba con la luz del sol. Estuvo a punto de disparar cuando una segunda figura se encontró en el camino, el hombre frunció el ceño, escuchando las palabras de la extraña mujer de ojos rojizos a su cercanía.
El ciervo a lo lejos levantó la mirada, y al notar demasiado movimiento, salió corriendo de allí, desapareciendo entre la naturaleza. Azarel soltó un chasquido con su lengua, guardando la flecha sin usar dentro de la aljaba, acercándose a la mujercita que tiritaba de frío.
―Soy tan real como aquel destino del ciervo, el cual no era morir bajo mis manos el día de hoy ―Habló el hombre en voz ronca mientras las pieles de zorro y lobo que colgaban sobre sus hombros se iban decorando de copos de nieve. ―Ni el tuyo tampoco al parecer ―Comentó, al ver el estado en el que Giselle se encontraba ―Ningún arcano sensato que no soporte el frío viene por estos lares ¿Qué estás haciendo aquí por tu cuenta? ¿Qué es lo que quieres? ―Preguntó el hombre en señal de advertencia. Para Azarel Mstislav no existían las casualidades, todo ocurría por alguna razón, ya sea del presente o que funcionaría en un futuro lejano, sin embargo, también sabía de ciertos arcanos que podían aprovecharse de su rostro angelical o personalidad temblorosa, para cometer la peor de las estrategias. Se quedó de pie, en frente de ella, dejando detonar la diferencia de tamaño, estudiando a Giselle con la mirada, en completo silencio, esperando respuesta alguna de sus labios.
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Post by Giselle on Feb 28, 2018 0:01:54 GMT
Su incredulidad ante la existencia del otro le había impedido prestar atención de sus alrededores. Fue cuando escuchó el sonido del ciervo alejarse, hundiendo a nieve con sus ágiles patas. De momento dirigió la mirada al animal que fue perdiéndose entre la blancura de la nieve para después volverse hacia Mstislav. Real... era real. Las pieles que llevaba sobre el cuerpo aún despedían el aroma de aquellos que una vez fueron sus dueños... Eso debía ser prueba suficiente... tal vez.
Distinguió el tono en su voz... no del todo amigable pero sin ser grosero. Se despegó del tronco, tratando de darse algo de dignidad para estarse parada en sus dos pies. -Busco algo- respondió vagamente. De momento no sabía si podía confiar en él... aunque por dentro sentía que la necesidad de desahogarse le carcomía el espíritu. -Discúlpeme por haber ahuyentado a su presa- prosiguió, dando un par de pasos hacia adelante para no estar a tan larga distancia del otro. -No conozco estos territorios... aún me falta camino por recorrer hacia la tundra-. Tenía que alzar la cabeza para mirar el rostro ajeno; el contraste de alturas era tal que sentía como si su alma fuera incluso más pequeña que antes.
-Una sacerdotisa...- susurró. -Necesito acomodar mis pensamientos... pero.. primero, me gustaría ayudarle a recuperar esa presa; creo que se lo debo- prosiguió en un hilo de voz. El frío era... infernal, pero no deseaba traer la carga de una culpa... y menos en un lugar tan desolado como en el que estaban. Sintió desconfianza al caer en cuenta de que compartían la soledad, en un lugar lejano donde poco podía verse de otros arcanos. Comenzó a sentirse consciente del cuchillo que llevaba oculto bajo la ropa.
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Post by Azarel Mstislav on Feb 28, 2018 1:40:18 GMT
Escuchó las palabras de la mujer con suma atención, como si pudiese ver con sus propios ojos todas sus preocupaciones o las razones por las que la mujer decidiera adentrarse a la crueldad de la nieve solo para buscar a una arcana que la ayudara con un alma posiblemente perturbada. Su perseverancia parecía fuerte muy a pesar de que pareciera que moriría en cualquier momento congelada.
Mstislav levantó la mano con un atisbo de que no siguiera hablando para disculparse.
―Pudo haberlo asustado un animal salvaje, o inclusive mis propias pisadas, no se preocupe por ello. ―El hombre dejó de lado la presa, pues delante de él, tenía algo que parecía ser mucho más interesante que un simple día de caza, sus ojos azules se clavaron en el rostro de la muchachita, como si quisiera sacarle todas las respuestas de sus orbes rojizos. ―Nunca había oído de una sacerdotisa en este lugar, pero conozco una posada no muy lejos de aquí, donde quizá sepan algo al respecto.
El hombre se acomodó a un lado de la mujer, aún con el arco en la mano y apuntó con el dedo índice a un monte elevado, rodeado por poderosas montañas. ―Está antes de llegar al fiordo del oeste, casi llegando al mar, por lo que el clima resultará ser menos fuerte para que se recupere. ―Mstislav caminó algunos centímetros, acomodando sus dedos entre los labios, soltando un chiflido que pareció resonar por todo el bosque, y tan rápido como le fue posible, un reno de casi tres metros de alto contando la cornamenta, de color blanco puro y una silla de montar de piel se acercó a ambos, aceptando las caricias de Mstislav a su hocico.
―La llevaré ―Dijo, pareciendo más una orden que una sugerencia a pesar de lo tranquila de su voz. Sin embargo, se mantuvo a una distancia prudente de la mujer para no incomodarla, dejando que decidiera por su cuenta. ―Está demasiado débil para ir allá por su cuenta.
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Post by Giselle on Feb 28, 2018 5:01:37 GMT
Mentiría si dijera que no se sentía aliviada de no tener que cazar al ciervo. No es que fuera incapaz o mala para ello pero su cuerpo muy probablemente no cooperaría para cumplir esa promesa. Por un momento se sintió inútil de pensar que tal vez sólo eran cuentos que había escuchado de los clientes de la taberna. Borrachos... irresponsables, huecos de mente... seguramente que eran cuentos de los de mente simple.
Siguió el camino trazado por el dedo del mayor, hasta que el silbido quebró con los ecos en el bosque para traer a su comando, un animal de enorme tamaño. Ante ello, Giselle dio unos pasos hacia atrás, por poco perdiendo el balance ante semejante imagen tan imponente. La invitación parecía llegar en buen momento, pero la vulpina no pudo evitar sentir desconfianza. Era... riesgoso... pero finalmente, de no tomar una decisión arriesgada, su vida seguiría siendo tal cual como siempre. Aburrida... esclava a la rutina. Se llevó los dedos a la sien, sintiendo los efectos del hambre y la falta de energía. -De acuerdo... gracias- contestó, acercándose al animal con cierta cautela.
No se atrevía del todo a tocarlo, ni siquiera a intentar trepársele; no conocía las mañas del animal como para tomar semejante confianza. Se mantuvo a distancia prudente, aferrándose al agarre de la tela que la cubría para esperar el permiso del otro. -No tiene que tomar estos gestos... Puede dejarme en la posada e irse- insistió. Detestaba tener deudas con la gente y más en las condiciones en las que se hallaba. -Espero que alguien sepa de esa sacerdotisa... que sea real... estoy harta- murmuró.
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Post by Azarel Mstislav on Feb 28, 2018 22:15:16 GMT
El animal olisqueó el aire cuando notó la presencia de la extraña, sus ojos negro puro observaron con curiosidad a la arcana, mientras algo de humo blanco debido a la humedad del ambiente salían por los orificios de su nariz. Mstislav esperó pacientemente a que la mujer se acercara a su reno.
―Su nombre es Nergüi, del mongol “sin nombre”, sirve para alejar los malos espíritus ―Explicó el hombre mientras tomaba a la mujer de la cintura, y la subía a la montura con facilidad, cuando se acomodó, metió su pie en el estribo y se sentó tras la mujer, tomando las riendas de Nergüi con firmeza. El animal tan solo levantó su peluda cabeza para quitarse algo de nieve de sus astas, pero no se inmutó ante la acompañante de ojos rojizos. ―He pasado mucho tiempo por el bosque nevado, y sin embargo nunca dejan de sorprenderme las cosas nuevas que se puedan encontrar, si me permite acompañarla con esta sacerdotisa, entonces ya no me deberá absolutamente nada. ―Movió las riendas, haciendo que el enorme animal comenzara a caminar entre la nieve con facilidad. Mantenía los ojos fijos en el camino a pesar de que la curiosidad le picara el pecho y los pensamientos, acerca de aquella arcana misteriosa en algún lado de la isla nevada y la mujer con el alma removida por sueños molestos.
―¿Puedo preguntar por qué esa necesidad de encontrar un arcano que parece solo haber escuchado en historias? ―A pesar de el semblante tan frío como la piedra de aquel arcano, su cuerpo era cálido, como si el hombre fuera capaz de emanar un calor corporal necesario, sin la ayuda de los ropajes que llevaba encima, lo que hacía que, en conjunto con las pieles de animales, envolvieran a Giselle en un abrazo de tibiedad agradable para el crudo invierno a su alrededor.
Por su parte, Nergüi siguió andando con seguridad sobre la nieve, llegando a olfatear el suelo, y soltar uno que otro bufido, pero sin detenerse. El cielo estaba despejado, lo que alumbraba de que iba a ser una noche tranquila, al menos hasta que llegaran a la posada.
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Post by Giselle on Mar 1, 2018 4:29:46 GMT
No mostró resistencia al ser tomada de la cintura; su cuerpo ligero se dejaba llevar por la voluntad del otro. Tenía muy pocas fuerzas para imponer rechazo. Estando sobre el animal sintió descanso y calidez una vez que el hombre se ubicara detrás de ella. -Nergüi- susurró. Pensar que una palabra tuviera el poder de algo así... disipar el peso de los malos espíritus. Quería creer que era cierto... pero ahora conocía de primera mano la terquedad de los del más allá y dudaba.
Por instantes se mantuvo tensa, resistiéndose de hacer contacto con el hombre, pero el cansancio la venció por lo que se tomó el atrevimiento de recargar su espalda sobre el pecho de su benefactor. Ni siquiera sabía su nombre pero la calidez de su cuerpo era tal que se sintió protegida, al menos por un instante. La vibración de su voz era placentera, tanto que los párpados comenzaban a pesarle, como si estuvieran cayendo hipnotizados a la calma de esa voz profunda. -Desesperación- suspiró. Cerró los ojos, sabiéndose en movimiento por los sonidos y el vaivén del andar del animal que los transportaba a la seguridad de un techo. Era ingenuo, como perseguir fantasías de cuentos infantiles; de sueños y anhelos... así de ingenuo. Pero deseaba comprender... ¿por qué a ella?
-Son sueños que parecen ser más que sueños- prosiguió. Sus ojos se abrieron resaltando entre la blancura de la tundra. -Ecos y voces que me llaman. Parecen querer advertirme de algo... pero en esos sueños sus palabras se dispersan y carecen de coherencia-. Tan sólo recordarlas hacía que un escalofrío más intenso que el del frío ahí afuera, le estremeciera la piel. -Podrían ser sólo eso... reflejos de mi subconsciente, pero parecen tomar posesión de mi cuerpo, como si fueran mis dueños... Me roban el sueño, el pensamiento... toda la energía que me quedaba para existir, cada vez más se desvanece en la incertidumbre y el miedo-. Bajó la cabeza, dejándose cubrir un poco más por el abrigo que estaba haciendo a su cuerpo poco a poco volver a la vida. -Mi nombre es Giselle- acotó suavemente.
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Post by Azarel Mstislav on Mar 3, 2018 1:18:39 GMT
―A veces los sueños dicen más de lo que muestran, pueden ser mensajes, o advertencias ―Mstislav se erguía sobre el animal de manera alerta, volteando hacia abajo de vez en cuando, notando que la mujer poco a poco comenzaba a sumirse en el sueño debido al cansancio y el calor del cuerpo ajeno. ―¿Qué puede atormentar el alma de un rostro que parece fundirse con la nieve y las nubes del cielo? ―El hombre le miró con un poco de más intensidad desde arriba, clavando sus profundos ojos azules en la cabellera blanquecina, Mstislav llevó una mano a un mechón blanco que se escapaba debido a la brisa del día, y lo tomó entre sus dedos. ―Ambas obras de la naturaleza, tan hermosas e hipnotizantes, no dejan de ser peligrosas, sobre todo cuando se oscurecen.
Soltó el mechón de cabello, dejándolo caer lentamente como una pluma de ave hasta que volvió a perderse en la cabeza femenina.
―Azarel ―Contestó ante la presentación de Giselle, mientras comenzaba a llevar su mano lentamente hacia la mejilla de la mujer, los dedos enguantados parecieron ser mucho más cálidos de lo normal, aumentando el sueño de la arcana, mientras Mstislav seguía hablándole acerca del significado de los sueños, el bosque a su alrededor y de las almas que perecían debido a sus propios pasos hacia la locura o la muerte.
El día pasó de manera más rápida de lo que Mstislav creyó que duraría el cielo azul, mientras los colores anaranjados daban paso a los azules y morados de la noche, cada vez más cerca se veía algo de humo desvanecerse con el viento. Señal de que ya estaban lo suficientemente cerca del pequeño pueblo pesquero del norte. Algunas casas de madera se dejaron ver cerca de la costa, donde las aguas heladas se movían contra la arena en conjunto con algunos fragmentos de hielo desprendidos de las montañas del fiordo, los arcanos que vivían allí se paseaban de un lado a otro con enormes abrigos de piel o curtiendo nuevas para sobrepasar el poco invierno que quedaba por delante, antes de que se suavizara aunque sea un poco con la llegada de la primavera, otros cargaban enormes canastas llenas de pescado, ostras o materiales del bosque o de las minas para fabricar herramientas, listos para comercializarlos por Mirovia.
La posada que Mstislav le había dicho a la arcana, era un edificio que constaba de un solo piso, pero se extendía gradualmente para que cupieran los suficientes necesitados del pueblo o los viajeros que pasaran por allí. Afuera, algunas antorchas daban la bienvenida al lugar, mientras algo de música lograba escucharse dentro.
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Post by Giselle on Mar 3, 2018 5:33:56 GMT
Podía ser... y de ser así entonces lo que estaba en espera al futuro era algo que no deseaba presencia. Las voces sofocantes... la sensación de frío y abandono... Había algo que poseía una urgencia en esos sueños que temía se convirtiera en una realidad. La pregunta del otro carecía de respuesta; no la tenía. ¿Por qué ella? Le era totalmente un misterio. -Azarel- pronunció con sus labios ya secos por la deshidratación y el frío. Cerró los ojos ante el tacto del otro, como un arrullo físico que la invitaba a descansar y permitirse dejar de sentir temor... pero no. Sabía que de caer en el sueño entrarían nuevamente las sombras a buscarla; aquello era claro por la oscuridad debajo de sus ojos, que fatigados se rebelaban contra el cansancio para mantenerse abiertos.
Por suerte el hombre continuaba hablando; aunque su voz incitara a dejarse caer a los brazos de Morfeo, lo que decía era de su interés. Fue así que el trayecto se hizo corto, a pesar del transcurso de las horas que marcaban el fin del día al matizarse el cielo de tonos anaranjados. Los olores variados del pueblo llegaron hasta sus narinas, sensible ante estos, sintió un tirón en el vientre. Hambre quizá. De haber tomado un mapa habría recargado energías en aquél pueblo.
El lugar aunque no era lujoso parecía acogedor. Deseaba encontrar a la sacerdotisa cuanto antes pero también la idea de tomar un descanso no le desagradaba del todo. Al fin Nergüi se detuvo afuera de la posada. Habían establos dispuestos para los animales de los visitantes, apenas y el reno cabría, por suerte. Poco a poco se incorporó, despegándose del pecho del hombre para ver mejor. Sentía la cabeza ligera pero aún tenía algo de fuerzas para sostenerse. -¿Cree que primero pueda... comer algo y descansar un poco, antes de encontrar a la sacerdotisa? No crea que quiero colgarme de su favor- recalcó. No es que no le importara ser grosera pero decía esto por mera cortesía. Necesitaba echarse algo al estómago y al menos descansar las piernas y la espalda sobre algo plano. Poco a poco la luz del día iba ocultándose, dejando el pueblo entre las sombras. La gente comenzaba a encender las antorchas de sus locales y hogares, ahuyentando a la oscuridad.
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Post by Azarel Mstislav on Mar 7, 2018 1:35:00 GMT
Azarel bajó primero de la montura, para tomar de las riendas a Nergüi hacia los establos para que pudiera descansar y comer o beber algo. Miró hacia las estrellas que iban apareciendo en el cielo como señal de que la noche iba a ser muy oscura pero hermosa.
―Pasaremos aquí la noche ―Masculló el hombre mientras ayudaba a bajar a la arcana del reno, y le quitaba toda la montura en conjunto con las bolsas, las pieles y una que otra arma, acomodándosela bajo el brazo con facilidad. ―En la mañana podremos continuar nuestra travesía si es que alguien del pueblo sabe algo al respecto, generalmente más adentrada la noche, los arcanos se unen en la taberna de la posada para darse calor mutuamente, beber y tocar música. ―Caminando hacia la posada de madera, los olores de la madera quemada, la comida y la bebida pronto se hicieron presentes. ―Pida lo que guste, mientras tanto ―Dijo secamente dejando entrar primero a la dama. Una fogata se encendía en medio de la enorme habitación, dentro de un cazo de cobre y piedras, donde algunos arcanos tomaban algo de calor alrededor de éste, mientras una mujer les entregaba algunos platos de madera llenos de estofado de carne y verduras acompañados con un vaso de hidromiel.
Mstislav hizo una seña a la mujer de que pasara con confianza, mientras se dedicaba a dejar sus cosas en otro lado, y rentar alguna habitación por esa noche. La mujer se acercó a Giselle con un rostro de preocupación.
―¡Querida, parece que hubieras estado en el bosque por casi una semana! ―Tomó a Giselle del brazo con dulzura, llevándola cerca del fuego. ―Deja te traigo algo de comer.
Los arcanos alrededor la miraron de reojo, preguntándose quien podría ser, de donde venía y qué es lo que quería, aunque la saludaron amablemente, levantando su vaso de hidromiel en forma de cortesía. Después de un momento, la mujer regresó con un plato de estofado, entregándoselo a las manos a la mujercita.
―¿Cómo has llegado aquí, jovencita? ¿Vienes sola?
Un arcano al lado con pinta de el loco del pueblo, con algunos grabados en la frente y en la barbilla, habló bajando la voz. ―Creo que no solo vino a comer estofado… ―Su risilla fue aplacada por el golpe en la cabeza de la cocinera, mirándolo con enojo por algunos momentos para luego volver a poner su atención en la invitada.
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Post by Giselle on Mar 7, 2018 4:15:50 GMT
Aceptó las palabras de Azarel, adentrándose a la posada con lentitud. Podía sentir el cambio en la temperatura de inmediato; su cuerpo parecía que pronto se fundiría al suelo. La calidez del fuego pero también del lugar le hicieron sentir a salvo por alguna razón. Siguió de reojo la figura de su benefactor, alejándose mientras una mujer se acercaba a ella. Habría reído en el pasado al comentario de la mujer; acertaba puesto que realmente había pasado días enteros en el bosque. Tomó asiento cerca del fuego, esperando el plato de estofado que pronto estaría en sus manos. El resto de los aldeanos parecían mirarla con insistencia, curiosos incluso. A duras penas pudo responder con una sonrisa.
Teniendo ya el plato en las palmas de sus manos y su calor llenándola, acercó el borde hacia sus labios para dejar pasar el líquido hacia su garganta. Se desprendió de aquél trago que tanto necesitaba, dispuesta a responder la pregunta de la mujer no sin antes mirar al hombre que de pronto había hablando. La particularidad de sus marcas le llamó la atención, ¿qué decían?... Al caer en cuenta de que estaba mirando más de lo debido volvió a los ojos de la dueña de la pregunta que esperaba respuesta. -Vine acompañada- contestó nuevamente llenándose la boca del estofado que parecía estar haciéndole volver las fuerzas que había perdido. Suspiró al finalizar, ya con las mejillas sonrojadas del calor que ahora sentía en el cuerpo; gracias a los Dioses.
Bajó las manos hasta su regazo donde el calor del platillo le calentó los muslos. Giró ligeramente el rostro para mirar al hombre que la había llevado hasta él. -Vengo con él- continuó, moviendo suavemente la barbilla para señalar en dirección a Azarel. -Yo no habría dado con este sitio por mi propia cuenta; mi olfato suele dañarse con las bajas temperaturas- confesó. Podría preguntar sobre la sacerdotisa en ese momento pero tal vez... debía esperar. -¿Cuál es el nombre de este lugar?- preguntó. Jamás había escuchado de un pueblo como el que estaban... La curiosidad le hacía un hormigueo en el estómago.
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Post by Azarel Mstislav on Mar 7, 2018 23:17:27 GMT
El hombre de las marcas en el rostro levantó la mirada mientras bebía de su hidromiel, al ver a Azarel, decidió guardar completo silencio, mientras miraba de vez en cuando el fuego, intentando ignorar a la muchachita de ahora en adelante.
―El reno sediento ―Contestó la mujer mientras servía un plato de estofado al ver como se acercaba el arcano de cabellos casi blancos ―Mientras la construíamos, un reno se metió a uno de los cuartos a beber algo del agua de mi esposo ―La mujer le sonrió con amabilidad mientras entregaba la comida a Mstislav, el hombre la aceptó agradeciendo y se sentó al lado de Giselle.
Conforme la noche se hacía más presente, los arcanos comenzaban a llegar hasta que la posada se hizo un centro de ceremonias de música, cánticos e historias alrededor del fuego, sobre qué habían cazado esa mañana, qué habían encontrado en las montañas, o si algún ser misterioso había intentado ahogarlos en un lago cercano.
Mstislav se acercó a la arcana, acomodando una mano en su hombro mientras se agachaba hasta quedar cerca de su rostro.
―Aquí hay varios que han escalado las montañas de los alrededores o se han adentrado a las minas, inclusive debe haber algun monje o viajero que pueda ayudarte a saber lo que quieres ―Mstislav señaló con el dedo a un grupo de arcanos que hablaban cerca de los barriles de hidromiel ―Te recomiendo que hables con ellos antes de que se pongan más ebrios ―El hombre se sentó en un pedazo de tronco, dándole un sorbo a la bebida alcohólica dentro de su vaso de madera.
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Post by Giselle on Mar 9, 2018 23:16:19 GMT
Giselle apenas sonrió ante la anécdota; estaba acostumbrada a escuchar historias como esa. Historias con las cuales no podía relacionarse y menos en aquél punto de su vida donde se sentía totalmente sola y aislada a sus propios pensamientos. Volvió a dar un sorbo a la sopa mientras Azarel tomaba su lugar a un lado. Se dedicó a terminar su alimento; cada trago era un agradable calor que le brindaba alivio y las energías que había perdido por días. Era como si aquél estofado tuviera un poder superior a ella.
Al poco tiempo en que había terminado ya y la mano del otro tocó su hombro. Se sintió con suficientes fuerzas para levantarse e investigar, ahora motivada por su acompañante. Sabía que él se hallaba curioso y tal vez impaciente; finalmente el compromiso era ese, el de hacerle compañía para llenarse de información. Y ella debía ser complaciente puesto que no tenía planeado pagar ni un solo mirvo por el hospedaje y comida. -Creáme Azarel, la ebriedad suele ser más efectiva para obtener la verdad- respondió con una sonrisa, esta vez distinta. Gracias a la comida pudo llenarse de determinación. Colocó el plato ya vacío sobre el suelo para así ponerse de pie y caminar en dirección a los arcanos que le había señalado. Sentía las piernas un tanto débiles pero ahora podía avanzar con mayor facilidad.
Estando más cerca, Giselle fingió un tropiezo, para aferrarse del brazo de uno de los monjes y así, captar la atención de todo el grupo. Sabía bien que los hombres detestaban a las mujeres firmes e inquisitivas (o al menos la mayoría de los hombres que conocía) por lo que mediría terreno poniéndose en aquella posición. A vista de ellos parecía vulnerable y con una inocencia que despedía una sensualidad. -Discúlpeme por favor- se acomodó el cabello y aún tomada del brazo del desconocido se incorporó.
Tan calculados eran sus movimientos que sus mejillas se sonrojaron. -Soy tan torpe... sólo venía por algo de hidromiel; seguramente que los interrumpí, qué descuido- fingió vergüenza, llevándose las manos a sus mejillas bajó la mirada por un momento como si no fuera capaz de verlos a los ojos. Caminó hasta uno de los barriles, tomando uno de los tarros de uno de los monjes que se hallaba ya vacío. -Por favor- insistió, rozando sus dedos contra la piel del hombre en un movimiento fugaz. Comenzó a servir la hidromiel, asegurándose de no darles totalmente la espalda. No es que se tratara de un secreto... pero sabía que no muchos deseaban compartir información sobre dicha sacerdotisa, siendo que eran pocos los que lograban dar con ella. Erróneamente, muchos caían en el celo de la lucha por encontrarla y no compartían esa información con cualquiera.
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Post by Azarel Mstislav on Mar 18, 2018 17:43:04 GMT
No respondió ante el comentario de la mujer, tan solo la observó con detenimiento con aquellos orbes azul claro casi blanco quienes despedían una frialdad infalible, pero también, aunque su cuerpo lo negara, curiosidad, aquella que los que se dedicaban al viaje y al estudio jamás podían evitar. Mstislav se acomodó en la silla, recargando uno de sus codos sobre su rodilla, quitándose un cuerno que estaba atado a su cinturón para llenarlo de hidromiel.
Los movimientos de la mujer albina eran delicados, controlados e inteligentes. ¿Prostituta? Pensó Mstislav mientras bebía de su cuerno de cerveza. No. Era demasiado elegante, generalmente las mujeres de ese tipo eran mucho más toscas cuando se trataba de entablar una conversación, demasiada tensión sexual, pues no pensaban en otra cosa que en sacar información con un hombre en la cama.
―Tabernera ―Pensó al final mientras no le quitaba la mirada de encima. Movimientos delicados, buscando generar contacto con la “víctima” sin embargo, no era de una forma vulgar, tan solo necesitaban despertar la mecha del deseo en los arcanos, y con un poco de hidromiel en su estómago, las cosas serían mucho más sencillas. Sus teorías se hicieron realidad al ver la reacción del monje, el cual desvió su total atención a la mujer, con una sonrisa en el rostro, mascullando una pobre aceptación a su disculpa mientras aceptaba así sin mas a que Giselle le sirviera.
Mstislav sabía que debía de tener cuidado con esa mujer. Pues no era ninguna tonta.
Bebió del cuerno, atento mortalmente a la conversación que se ensimismaba cerca de él, se puso de pie, acercándose lentamente hasta recargarse en un pilar cercano, saludando a algunos arcanos que llegaron a reconocerlo, levantando su bebida en señal de bienvenida.
Los hombres alrededor del monje siguieron hablando entre ellos, quizá entre broma y broma, salía el pequeño atisbo de envidia por la suerte que se cargaba aquel arcano siendo servido por la mujercita.
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