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Post by Giselle on May 28, 2018 6:32:59 GMT
No podía decir que estaba del todo ajena a lo ocurrido la noche anterior, las escenas la abordaban a momentos por el espacio en blanco que había en su consciencia. Entre la nieve y el silencio del bosque y las montañas había demasiada oportunidad para dejar entrar los recuerdos e imágenes en contra de su voluntad. ¿Qué pensaría Remus? Tal vez nada… no había exclusividad entre ellos, nada que fuera más haya de coquetería e intercambios de verdades ocultas entre bromas y comentarios sugerentes… nada más. Suspiró profundamente tomando consciencia de la realidad al quebrar del silencio por la voz del varón. En sincronía con sus palabras miró al frente, a la distancia donde el horizonte se quebraba con el alzamiento de las montañas. No se podía ver con claridad más allá, parecía haber una tormenta de nieve. -Si encontramos alguna cueva puedo disponer para ambos fuego – sugirió de pronto. No estaba acostumbrada a los climas fríos por lo que tiritaba a ratos. Podía sentir su piel quemarse por el reflejo de la nieve contra el Sol; sus mejillas estaban ya quemadas por ello.
Esperaba que encontraran a la sacerdotisa pronto o de lo contrario el viaje para ella y la inversión de Azarel habría sido todo en vano. Pasaron las horas en las cuales hubo más silencio que otra cosa. Sólo a ratos habían intercambios de palabras pero nada significativo. Los efectos de los remedios otorgados por el mayor empezaban a perderse por lo que comenzó a sentir los dolores de los moretones y golpes de la noche anterior. -Azarel… aún me cuesta trabajo aceptar que es la curiosidad la que lo motiva a acompañarme – comentó de pronto. Debía haber algo en lo profundo de su ser que fuera catalizador para tal travesía… Recordó el collar que llevaba al cuello, el medallón que reposaba sobre su pecho desnudo y que vio con atención a lo largo de la noche. -No me quejo – agregó sin embargo el dolor la interrumpió de pronto mas trató de mantener la compostura muy a pesar de lo que su rostro estuviera expresando en aquél momento. -Alguna motivación del pasado… una adherencia… un recuerdo quizá – murmuró. -El medallón que lleva al cuello… Sus símbolos me parecieron distintos a cualquier cosa que pudiera haber visto antes… ¿Viene del mundo de afuera? -. Sus preguntas provenían de la curiosidad incluso de la necesidad de llenar los silencios conforme se acercaban a las montañas.
A lo lejos podía verse una cueva entre las rocas; tal vez podrían tomar refugio ahí mientras la noche comenzaba a caer sobre el cielo.
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Post by Azarel Mstislav on May 30, 2018 5:30:33 GMT
Le causaba cierta curiosidad aquella pregunta tan insistente por parte de Giselle, pensó un poco para sus adentros si había una razón por la cual acompañarla. Creía en el destino, aunque no demasiado, solo le era gustoso probar hacia dónde podía llevarlo, Mstislav jamás fue un hombre que tomara decisiones al azar, pero a veces los caminos que se abrían de la manera más inesperada resultaban ser los más interesantes, nunca desaprovechaba las oportunidades, nunca se quedaba con la duda, aquel pequeño remordimiento de consciencia que a veces podíamos ser esclavos “¿Qué hubiera pasado sí…” No. No era de ese tipo. ¿Acaso el mismo buscaba respuestas? Quien sabe. El que alguien lo guiara jamás había sido su estilo, ni su manera de vivir… O quizás había sido la oscuridad en el cuerpo de la arcana, aquellos fantasmas que la aquejaban lo que lo había llamado. Notó también que los ojos rojizos salvajes tampoco pasaban nada por alto. Siguió caminando, observando hacia el bosque, dándose cuenta de la noche más negra de lo normal, con una tormenta a la lejanía.
―Si ―Respondió al final, para no dejar palabras al aire ni silencios que podrían resultar incómodos y un viaje mucho más largo. ―Es un símbolo eslavo ―Se atrevió a comentarle ―De las tierras frías del norte y el oriente, allá por el mundo que los arcanos dejamos atrás. ―Odiaba autonombrarse de esa manera, pero no se quejaba. Poco a poco la cueva se veía cada vez más cerca. Mstislav se adelantó, adentrándose un momento para estar seguro de que no pertenecía a alguien más, estaba vacía, aunque las huellas dentro de ésta parecía que no había estado totalmente deshabitada, tanteó las huellas con los dedos y luego regresó con Giselle.
―Estaremos bien aquí, la tormenta no tardará en llegar, no durará demasiado ―Comentó, mientras guiaba a Nergüi a la entrada, quitándole el peso de encima. ―Tengo algunos palos secos, será suficiente, si tiene más frío, tengo algunas pieles extras.
Mstislav dejaba las cosas entre las rocas de la cueva, quitando algunas ramitas húmedas por la tierra y hojas secas, acomodó los palos en medio, donde dejara un espacio para reposar a ambos. Y dejó otra pila a un lado en el caso de necesitar avivar el fuego.
―Haga su magia, señorita Giselle.
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Post by Giselle on May 30, 2018 6:10:08 GMT
Había escuchado historias del mundo de afuera pero nadie parecía tener la disposición de hablar sobre ello por razones justificables, comprendía, pero su curiosidad nunca parecía saciarse con algo de información. Calló después de su respuesta, parecia determinante y prefirió no indagar más al respecto. El camino hacia la cueva fue en silencio mas no se sintió largo, Giselle se apoyaba sobre el cuello de Nergüi intentando amortiguar los dolores de su cuerpo hasta que al fin llegaron. Al bajar del animal, caminó junto con Azarel al interior de la cueva en donde dispuso de un espacio para crear una fogata. La vulpina estiró la mano, la cual dolió por el movimiento pero de sus dedos un fuego azul emanó, encendiendo las ramas secas. El fuego comenzó a tronar al tiempo creaba un ambiente de iluminacion frío, acorde a las paredes oscuras que los rodeaban.
La nieve comenzaba a caer con mayor fuerza mientras la luz de afuera empezaba a hacerse cada vez más y más tenue, envolviéndolos en los secretos de las sombras. Tomó asiento frente a la fogata, abrazándose de las pieles para darse más calor. Alzó la mirada para encontrarse con el perfil severo del hombre que ahora que lo veía con atención, en el aislamiento de la soledad en las montañas era que caía en cuenta de que era un completo extraño. Era un desconocido a quien le había abierto las puertas de su mente y su cuerpo con tanta facilidad y por un instante se desconoció a sí misma, ¿por qué? Esta no era la primera vez. -Esperemos entonces – murmuró abrazando sus rodillas para elevar la temperatura de su cuerpo.
Por alguna razón se sintió sola, pensaba en la gente que la esperaba en casa pero no podía pensar en nadie. Remus tal vez… pero ni siquiera lo veía tanto como para estar segura de ser alguien relevante en su vida. ¿Qué hacía buscando socorro en las montañas? ¿Siguiendo los rastros de un mito el cual no tenía certeza que fuera cierto? Deseaba buscar algo de aliento en el mayor pero no lo consideraba prudente, sin embargo, sus ojos lo miraban con cierta súplica e insistencia. -Sabe Azarel, a veces pienso que el destino se cobra el privilegio que me tocó de haber nacido en esta tierra… - dijo quebrando de pronto el silencio. -Sin darme cuenta dejé entrar una oscuridad que es impropia de mí; nunca he anhelado la soledad, siempre he buscado compañía, aventuras… la pasión e incluso el amor pero es en esta montaña, estando con usted que me doy cuenta lo sola que estoy… ¿Usted? Digame… ¿tiene algo o a alguien a dónde volver? -.
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Post by Azarel Mstislav on May 31, 2018 5:35:33 GMT
Miró sorprendido como la arcana encendía los palos secos, y por un momento la miró con cierto aire de expectación, removió los palos secos con otro, avivando las llamas, hasta que el fuego se hizo constante y en ciertos aspectos, acogedor. Nergüi lo sintió, pues se acostó sobre algunas hojas secas, descansando del tramo que habían recorrido, Mstislav pasó su mano enguantada sobre el hocico del animal. ―Buena chica ―Susurró en un tono que solo iba dedicado hacia ella.
Después de un rato, el sonido de la voz ajena entre tanta oscuridad hizo que toda su atención se volviera contra la vulpina.
―Para poder estar con alguien, hay que aprender a estar consigo mismo ―Dijo mientras sacaba un pedazo de pan envuelto en una mantita, pasándole uno a Giselle, acompañado de un pedazo de carne seca y una rebanada de queso. Sirvió algo de agua fresca en un tazón, poniéndolo en medio de los dos. ―Muchos temen a la soledad porque no se conocen lo suficiente como para vivir con los propios pensamientos, por lo que al final la mente termina controlándonos a nosotros mismos.
Mstislav pensó un poco en la pregunta antes de responder, ¿Lo tenía? La mansión en Reapergate, el clan de los cazadores, la gente que le servía o trabajaba en conjunto con él, sus aposentos en los límites de la isla gélida. Tenía un lugar donde trabajar, donde llevar a cabo lo que tenía que hacer, pero jamás lo sentía como un hogar. “Desde hace años nada se siente como un hogar.” Era extraño pensar en ello, pues nunca se había interesado en saberlo. Muy a pesar de que en cierta medida llegaba a apreciar el trabajo y la dedicación de sus trabajadores, intentaba no hacer demasiado contacto con ellos, pues es mejor así, las cosas funcionan de manera más eficaz, y no deseaba entablar algo más intimo con ellos. “Solo sería una perdida de nuestro tiempo”
No, su hogar quedaba muy, muy lejos.
Más de 200 años lejos.
―No ―Respondió mientras observaba la tormenta cernirse sobre la nieve, haciendo que algunos árboles se movieran ligeramente hacia un lado ―A veces es mejor así, uno no se aferra a lo innecesario, si algo se destruye, simplemente sigues adelante y es todo.
A veces creía que la nieve eran mejores aposentos que los muros de la mansión.
Se volteó hacia sus pertenencias, sacando una pequeña mochila con algunos esmaltes, pociones y ungüentos, entre algunos paños y algodón.
―Por cierto, noté que su cuerpo se quejaba ―Mstislav se acercó a ella ―No podrá continuar por mucho tiempo, y la medicina ya ha hecho su trabajo por ahora, dese la vuelta. ―Ordenó en un tono suave, mientras se quitaba los guantes.
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Post by Giselle on May 31, 2018 5:47:10 GMT
Tomó lo necesario para calmar el hambre escuchando las palabras del hombre que respondían a sus cuestionamientos. Aquello era punzante, le hacía sentir una sensación desagradable en el vientre… Era una verdad. Siempre había estado sola pero… ¿se había acostumbrado a ello? No abrazaba su soledad, no le daba entrada a ella ni se permitía momentos de aislamiento para conversar consigo misma. ¿A eso se referiría? Salió de sus cavilaciones ante el comando de Azarel; obedeció. Se dio la vuelta aún degustando un poco de la comida que se le había ofrecido, permitiendo que el hombre hiciera lo que tuviera en mente. -Supongo que tiene razón. Nunca aprendí – comentó dejando escapar una risa suave. -Desde muy joven abandoné mi hogar, mis padres, bueno, murieron cuando yo era muy joven entonces he tenido que ver por mí misma desde entonces… Cualquiera pensaría que a estas alturas habría hecho de la soledad algo propio pero supongo que es mi terquedad de querer lo que no puedo tener, ¿sabe? Fortuna, fama, pasión, amor, aventuras… Cosas que veo en otros que no he podido conseguir -. Miró por encima de su hombro para capturar una visión fugaz de Azarel detrás de ella. -¿Hace cuánto que usted aprendió todo esto? - su pregunta era genuina; era casi una curiosidad infantil. Se aferraba a los años del otro tal vez para darse algo de esperanza ante su recién descubierta verdad.
Desabrochó su abrigo permitiendo que la piel se asomara en las partes más heridas esta vez con un propósito distinto. No sintió pudor de mostrar nuevamente su cuerpo. El frío le causó un ardor que la estremeció de momento pero esperó pacientemente a que el hombre le aplicara los remedios necesarios para su mejoría.
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Post by Azarel Mstislav on May 31, 2018 18:36:09 GMT
―Con el tiempo se dará cuenta de que no necesita la mayoría de esas cosas ―Habló mientras comenzaba a lavar las heridas con un trapo húmedo, quitando todas las manchitas de sangre que se pudieron haber escapado. ―La fama y la fortuna son tan solo un camino a ciegas por la vida ―Pasó sus dedos por el ungüento, cubriendo las marcas rojizas con cierta brusquedad, para después poner encima las plantas medicinales, apretando un poco para que todo se quedara dentro de las hojas. Le parecía extraño como es que Giselle soltaba cosas tan fácilmente sobre su pasado, quien era, y por qué, supuso que era porque no lo conocía, era mejor así, sueltas cosas que no podrías decir a alguien que conoces por miedo a que intente hacer algo al respecto, y que mejor manera de dejar que las cosas se vayan con el viento que en medio de una tormenta en las montañas.
Pero, él era otra historia.
Hubo otro momento de silencio después de su pregunta, mientras Mstislav acomodaba las prendas de Giselle de nuevo en su lugar.
―Cuando tuve la edad para hacerlo ―Contestó mientras la cubría con las pieles. ―Seguiremos nuestro camino cuando la tormenta se haya disipado, le aconsejo que descanse y deje las preguntas para cuando lleguemos con la sacerdotisa.
No le gustaba pensar en el pasado, se había ido, y no importaba cuanto desearas volver allí, nunca iba a suceder. Las preguntas de Giselle le obligaban a recordar, a desenterrar recuerdos que había dejado muy atrás, y que no pensaba volver a ellos… nunca más. Había hecho un voto de olvido desde que se había unido a los mongoles, él había renacido, había cambiado desde que había aceptado la bestia en la que se convirtió, el rey quedaba atrás, ahora solo era un hombre de negocios, un cazador, un aprendiz.
Se acomodó él también, recargado sobre Nergüi, dándole la espalda a Giselle mientras observaba la pared rocosa que los rodeaba, tanteó dentro de sus ropas el amuleto que siempre llevaba colgado al cuello, sacándolo a la sombra mientras lo movía de un lado a otro, contemplando la belleza de su moldura. Lo guardó en su lugar, escondiéndolo de si mismo, dispuesto a tan solo guardar silencio, esperando a que la tormenta se calmara.
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Post by Giselle on Jun 11, 2018 18:19:37 GMT
La tormenta continuaba, golpeteando contra las rocas, haciendo que el frío se filtrara dentro de la cueva llegándole hasta los huesos. Giselle se recostó sobre su costado, cuidando de no rozar su espalda aún adolorida; los efectos de los remedios aún estaban por hacer efecto en ella. Pensó por un instante en las palabras de Azarel; la edad… la experiencia. ¿Cuánto tiempo tendría que pasar para estar en paz? Tal vez estaba queriendo vivir más de lo que su vida tan sencilla podía dar. No había nada especial en ella como para que quisiera alzarse a otros caminos más complejos; quedarse tal vez en lo insípido de su rutina sería lo mejor.
Poco a poco sus ojos fueron cerrándose, dejándola caer en el sopor de una leve hipotermia. No fue hasta que el silencio se hizo tan pesado que sus oídos reaccionar ante el descanso del incesante sonido de la tormenta; se había detenido. Se levantó con dificultad sintiendo sus extremidades entumidas y un ligero dolor de cabeza provocado por la baja temperatura. El fuego aún seguía despierto mas había perdido su intensidad. Avivo la llama al extender su mano, nuevamente dejando que la llama azul se alzara con fuerza. Se hincó del lado del hombre hasta tocar su hombro pretendiendo despertarlo con delicadeza. -La tormenta se detuvo – dijo en voz baja. Pudo ver la cabeza de Nergüi elevarse; movió sus orejas reaccionando a su murmullo.
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Post by Azarel Mstislav on Jun 19, 2018 20:14:04 GMT
El pequeño atisbo de sueño se sintió como una eternidad, donde tan solo la oscuridad absoluta le llenó de una extraña calma, a pesar de estar en una cueva con una extraña. No sintió que se había quedado dormido hasta que los susurros de Giselle hicieron que se diera cuenta, levantó la cabeza, atento a pesar de haber dormido unos pocos minutos, miró a Giselle, quien parecía estar un poco más pálida de lo normal. Se puso de pie, cuidando de no golpearse contra el techo de la cueva.
—Cúbrete con las pieles que te he dado para dormir, empezaremos el camino por la montaña.
Cuando estuvieron preparados para dejar la cueva atrás, se encaminaron hacia la falda de la montaña, la cual estaba imponente, y peligrosa ante los ojos de ambos viajeros. No fue demasiado difícil para Nergüi subir las rocas, pero Mstislav decidió ir a pie, dejándole al animal el puro peso de Giselle, para evitarse problemas. Pasaron varias horas andando, observando que el bosque cada vez se hacía más pequeño si volteabas hacia abajo y como el aire comenzaba a golpear más fuerte, Mstislav volteaba de vez en cuando a Giselle, estando seguro de que la mujer no muriera en el camino y le cubría la cabeza con las pieles.
—La cabeza y los pies son los más importantes —Habló, para aminorar el peso de la marcha —Si se mantienen calientes estaremos bien.
El día se fue yendo otra vez, más rápido de lo que Mstislav hubiera deseado, pero al menos ya habían avanzado bastante para volver a descansar y así salir a la mañana siguiente. ¿Encontrarían aquello que la dama de ojos rojos estaba buscando? Las respuestas brotaron, pero no se atrevió a pensarlas, por lo menos el viaje sería una ganancia, como de aquellos que suben hasta la cima de una montaña solo para probarse a ellos mismos, ¿Sería eso suficiente? Quien sabe.
El camino de la montaña pronto se dividió en dos, uno que iba al filo del acantilado y otro en un oscuro túnel. Mstislav se quedó un momento en silencio, observando cada una de las dos opciones.
—El mapa está en uno de los bolsillos izquierdos, ese bajo tu pie. —Dijo mientras se volteaba hacia ella, mientras la observaba, algo le llamó la atención. Un sonido muy leve, casi imperceptible, lejos, el movimiento de rocas, o quizá nieve. Llevó lentamente su mano a su cinturón, apretando las correas de Nergüi, manteniendo la vista fija en Giselle, dio un giro hacia atrás, listo para sacar su sable y tomar el camino de la cueva, pero un objeto afilado fue más rápido que él, el artilugio dio directamente en su hombro, haciendo que Mstislav perdiera el equilibrio por unos segundos.
El sonido de las rocas fue más estremecedor.
Mstislav arrojó las riendas hacia Giselle. —¡Guíala dentro de la cueva! —Gritó mientras se hacía a un lado, empujando al animal para que avanzara.
Pronto la nieve acompañó a las rocas, formando una pequeña avalancha, cayendo en picada directo hacia ellos.
—¡Ahora! ¡Corre! —Gritó una segunda vez, esperando a que Giselle actuara lo más rápido posible.
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Post by Giselle on Jun 21, 2018 0:08:47 GMT
El recorrido fue pesado como había imaginado. Conforme ganaban altura el viento se hacía cada vez más hostil, amenazando con arrancarle la piel con su frialdad y fuerza. Había hecho como le indicó Azarel; se cubrió con las pieles como pudo para evitar que el aire helado se colara y le hiciera daño pero aún así, sentía su cuerpo entumecido. Fue fuerte, aún no sentía que debía de usar su fuego para calentarse, podía aguantarlo. Al llegar a la bifurcación, se agachó para tomar el mapa; apenas iba a abrirlo cuando escuchó algo, lo mismo que el licántropo notó y lo hizo tomar guardia. Se mantuvo atenta pero no vio nada mas que el brillo de algo filoso que terminó por tumbar al hombre. -¡Azarel!- dijo en voz alta mas no tanto como para gritar, estando consciente de que las vibraciones podría alterar las rocas y la nieve en la montaña pero no había tiempo para ello.
Recibió las riedas de Nergüi, dudando si debía dejarlo o no. No... no podía dejarlo. Bajó del animal, dándole un golpe en la retaguardia para que buscara refugio, mientras tanto, ella corrió hacia él, colocándose a su lado para tomarlo del hombro. -No se va a quedar aquí Azarel-. Podía ver lo blanco de la nieve cayendo hacia ellos; era terrible, monstruoso... quedarían derrumbados sino se movían pronto. No tenía ninguna habilidad que les viniera de utilidad a excepción de su fuego por lo que, sacó la mano, se deshizo del guante y esperó... Esperó hasta que la nieve los cubrió. Quedaron sepultados, se sentía el frío. De su mano comenzó a emanar el fuego, azul pero aún así cálido y poco a poco el vapor comenzó a mojar sus rostros. El hielo fue sucumbiendo ante la llama, cayendo poco a poco hasta que se pudo ver una salida.
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Post by Azarel Mstislav on Jun 29, 2018 4:58:49 GMT
Azarel miró hacia atrás donde el precipicio no parecía tener fin debido al bosque que lo cubría y la nieve que caía. No. Era demasiado como para saltar, además de que tenía que alcanzar a Giselle y Nergüi. Su rostro se hizo como piedra al observar que la dama se había quedado con él, estuvo a punto de gritarle que se fuera, pero el ciervo ya había corrido dentro de la cueva justo a tiempo de que la avalancha se cerniera contra ellos. Mstislav tomó a Giselle, apretándola contra sí, y corrió con todas sus fuerzas hacia adelante, agarrándose de una piedra lo bastante grande y pesada.
La nieve se abalanzó contra ellos, empujando todo en su camino hacia el precipicio, para no volverse a ver. Mstislav se mantuvo en su posición apretando los dientes, mientras se sujetaba de la piedra para que no fueran arrastrados hacia el vacío, su brazo se hizo como una garra de lobo la cual se encajó contra la piedra, mientras con todo su cuerpo cubría a Giselle.
Después de unos interminables minutos, la avalancha de detuvo, y Mstislav sintió algo cálido rozar su rostro, cuando abrió los ojos, observó que la mujer encendía su mano, dejando un rastro derretido en la nieve, mientras entraba el glorioso aire para respirar. El hombre la tomó de la camisa con su mano sana, sacándola primero de toda la nieve hasta la superficie, y después salió él, dejándose caer en el suelo, mientras el color blanco bajo sus pies se iba transformando en rojo. Mstislav soltó un gruñido, quitándose la pequeña daga de su piel, arrojándola hacia un lado, mientras recargaba su cabeza en la nieve, debido al esfuerzo de mantenerse entre la roca había perdido demasiada sangre, pero al menos seguían vivos.
—Te dije que te fueras con Nergüi —Habló en voz baja, con un tono ronco debido al dolor y el enojo, pero se mantuvo tranquilo.
Los pasos sobre la nieve no se detuvieron después de todo el desastre, una sombra se acercó a Giselle, portaba un saco hasta los pies, cubierto de pieles de animal, y una máscara estilo tribal impedían ver a su atacante, el arcano sacó otra daga de su bolsillo, apuntándoles con gesto amenazante.
—No se muevan —Inquirió el extraño, Mstislav lo obedeció, tan solo estando acostado boca arriba.
Otros dos llegaron a su encuentro, igualmente vestidos, solo que, con máscaras diferentes, se volteaban a ver entre sí, hablándose en un extraño lenguaje de señas que solo ellos entendían, al final, uno de ellos se acercó a la mujer de cabellos blancos.
—Ven con nosotros —Habló el arcano con la daga en la mano. —Si te resistes él muere, y luego tú.
Antes de que Giselle pudiera decir algo al respecto, los dos que habían llegado obligaron a levantar a Mstislav, el hombre gruñó debido al dolor, pero no peleó al respecto.
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Post by Giselle on Jul 17, 2018 23:22:13 GMT
Al salir brúscamente de entre la nieve lo primero que hizo Giselle fue dar largas y profundas bocanadas en busca de aire. Se llevó una mano al pecho sintiendo la presión del sofoco abandonarla poco a poco, era tanto que ni siquiera miró a Azarel cuando este le llamaba la atención por no haber hecho como se le había ordenado. Abrió los ojos, fijando la mirada sobre el blanco de la nieve, de pronto entre el silencio que se quebró por el sonido de unos pasos extraños. Una sombra se plantó frente a ella, a la mujer no le quedó de otra mas que alzar el rostro para ver a quién pertenecía tal figura. Hizo como le indicó el hombre, no podía verle el rostro pero percibía un olor extraño... peligroso. A la llegada de los otros dos sintió que su cuerpo se tensó mas se quedó inmóvil, ni siquiera atreviéndose a despegar los ojos de la máscara del hombre.
Querían que los acompañara... ¿a dónde y por qué ella? Seguramente se debía a algún enemigo antiguo de Azarel, era lo más probable. Se puso de pie, apoyando una de sus manos sobre su muslo, sintiendo cierto pesar por las heridas de la noche anterior. Caminó hasta ellos, fijando por breves instantes su mirada sobre la daga sostenida por el atacante. Sentía el crujir de la nieve bajo sus pies, el nerviosismo acunarse en su vientre y el brillo de una idea encenderse en su cabeza. -Señor... por favor...- dos lágrimas comenzaron a recorrerle las mejillas. El sollozo... los temblores, pronto sus manos cubrieron su cara y el llanto se adueño de la escena. -Por favor... no lastime más a mi padre...- chilló. No dejaba de caminar, escuchaba bien el andar de los hombres. -Es viejo... y me temo que no he podido curar sus heridas... por favor, no le hagan nada... Haré lo que me pidan pero por favor, déjenlo ir...-. Su voz hizo eco entre las rocas, un eco que manchaba con su falsa vulnerabilidad.
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Post by Azarel Mstislav on Aug 23, 2018 4:46:14 GMT
Si Mstislav tuviera las fuerzas y la imprudencia del momento habría sonreído, quizá hasta soltado un gruñido parecido a la risa, sin embargo, no era ni el momento, ni tenía las ganas para hacer tal estupidez, se quedó en silencio, llevando su mano a la herida sangrante, la cual poco a poco comenzaba a estremecer su cuerpo con un efecto de sueño, luchó con todas sus fuerzas a la extraña droga que había estado manchada anteriormente en el arma que le atravesó la piel, manteniendo un ritmo constante.
“Deberíamos matarlos” Hablo en lenguaje un arcano a otro, mientras caminaban “Cruzaron la línea roja, el hombre es demasiado grande, el secreto debe ser guardado”
“No confío en la dama” Le contestó el otro.
Solo uno de los arcanos con las máscaras miró fijamente a Giselle, y luego a Mstislav. Se acercó con suma lentitud hacia la joven de cabellos blancos. Llevando una mano hacia el rostro de la muchacha, le acarició la piel con la gentileza de alguien que acostumbraba a tocar cosas delicadas.
—Tu padre, dices. —Una voz femenina salió de entre la ruda máscara, con algo de timidez en un principio al final, el arcano tomó la máscara, haciéndola a un lado con sumo cuidado, dejando ver el joven rostro de una mujer: tenía los ojos tan azules como el mar, mientras su cabello cenizo cuidadosamente trenzado y decorado caía hacia su pecho, su piel era pálida dejando entre ver algunos lunares en su rostro como si fueran pedacitos de hielo. —Deberíamos llevarlos con nosotras —. Anunció la joven en voz alta, sin dejar de mirar a Giselle, los otros dos individuos que discutían sobre cómo asesinarlos, se acercaron cautelosos, preguntándose el por qué. —No se ven como los demás criminales que han cruzado la frontera —. Continuó la joven de ojos azules —Además, el sedante hará de el hombre menos peligroso.
Los otros dos arcanos asintieron en el lenguaje por mera cautela a pesar de que sabían hablar, y ordenaron que siguieran el paso.
—Vamos —La joven se colocó de nuevo la máscara, caminando por la densa nieve delante de ellos.
Pasaron algunos minutos hasta que llegaron a un tipo de laberinto de rocas y túneles, donde al horizonte se podían observar dos picos de montañas exactamente iguales. El laberinto parecía no tener salida alguna mas que la muerte misma, pero los arcanos enmascarados doblaron esquinas, entraron a túneles y caminaron como si fuese su ruta ordinaria. Pronto, llegaron a un túnel oscuro, tan solo iluminado por algunas farolas, y al final, parecía la verdadera boca de un lobo, llena de penumbra, como un agujero negro sin salida, sin embargo, cuando cruzaron la oscuridad total se encontraron con algo deslumbrante.
Un templo escondido entre las montañas.
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