|
Post by Giselle on Mar 18, 2018 19:53:19 GMT
El tartamudeo y sudoración que notó en el monje eran las satisfactorias señales de que estaba a merced de sus movimientos, o figura, en su defecto. Llevó el tarro nuevamente hasta las manos del monje, rodeándolo con las suyas, como si cuidara de que en un descuido, fuera a caérsele de las manos. -No tarde mucho en llevárselo a la garganta; el sabor se asienta de manera distinta en el cristal- comentó, recargándose sobre la pared justo al lado del hombre. Capturó la mirada de Mstislav, quien observaba desde una distancia prudente pero cercana como para estar al tanto de la conversación, apenas le sonrió cuando sus ojos regresaron al nervioso muchacho a su lado.
-Además, la noche es fría...- susurró danzando con la mirada del tarro hacia los labios del muchacho. Se cruzó de brazos para fijar los ojos en los demás hombres quienes cada vez más prestaban atención. -¿Qué los trae a un lugar como este?- preguntó de pronto, fijando los ojos en cada uno de los que la observaban. -Hombres de fe, descarriando la voluntad y la disciplina en un tarro de hidromiel...- pronunció suavemente y antes de que los hombres pudieran dar replica -... Dirían algunos, pero incluso los siervos de los Dioses se merecen los placeres mundanos; el licor, esparcimiento... la carne-. Aquello inevitablemente provocó mayor compromiso en la atención que le dedicaban a la mujer. Tentados por la pronunciación de sus palabras cual canto de una sirena para un hombre en altamar. El círculo fue cerrándose un poco al momento en que en colectivo se acercaron más hacia ella para una conversación más íntima.
-Pues parece que fue la suerte quien nos trajo aquí- comentó uno de ellos, el que parecía más extrovertido del grupo. Giselle rió, a manera que ella sabía era fingida. Halagos como ese eran los que constantemente recibía, nada nuevo, nada que hiciera su piel se estremeciera por ser musa de palabras dulces. -¿Lo dice por mí?- preguntó pretendiendo ingenuidad. -Se equivoca... en mí no hallará más que lo ordinario... En cambio, ustedes... seguramente que tienen demasiados secretos e historias qué contar. Los envidio. Entretengan los caprichos de esta sencilla mujer-. Alzó uno de sus hombros, añadiéndole a su fachada inocencia y curiosidad. Sus largas y casi transparentes pestañas bajaron con suavidad, privándolos de su mirada a ratos.
|
|
|
Post by Azarel Mstislav on Mar 26, 2018 20:48:40 GMT
―No hay demasiado qué contar en las montañas, solo las mismas historias de siempre ―Uno de los monjes que se encontraban a una distancia segura de la mujer para evitar los pecados carnales que los simples mortales sufrían con tanta debilidad. ―”Las historias se llevan con el viento…
―…lo que alguna vez fue contado ―Mstislav completó la oración del monje, uniéndose a su círculo, cansado de tan solo observar a aquellos patéticos pupilos de un dios que según ello seguían, pero no podían ocultar sus oscuros deseos ―quedando a la montaña con el susurro entre la nieve, escribiendo sobre las piedras” ―Terminó de recitar mientras se sentaba entre dos hombres que parecían viajeros de las más altas montañas nevadas de el norte de Mirovia.
―Pensé que solo los monjes de la montaña habían leído ese libro ―El arcano lo miró extrañado.
―Me considero una persona curiosa ―Azarel miró a Giselle fijamente mientras bebía de su cuerno de cerveza ―Parece que no son lo único interesante de esta posada ―Comentó mirando a la mujer de cabellos blancos, actuando como si no la conociera ―¿Me he perdido de alguna buena historia? Dicen que en lugares no tan concurridos sobresalen las mejores…
―Acabamos de empezar ―Un viajero se recargó en la pared mientras mordía un pedazo de pan.
―Bien, supongo que puedo comenzar primero... ―Azarel bebió de su cuerno una vez más. Sabía que los monjes eran de carne dura, y no soltarían nada importante hasta que la conversación se hiciera amena o el alcohol afectara sus palabras.
El hombre aclaró su garganta antes de empezar.
―Las montañas nevadas siempre pueden ser las más misteriosas y poco confiables del mundo, pero tienen tantas cosas que uno no podría contarlas todas ni, aunque nos pongamos la vida en ello. Lo supe una vez cuando era joven. Estaba cazando en la nieve, persiguiendo a un conejo antes del anochecer, pero cuando menos lo supe, ya no reconocía el camino. ―Las miradas se prendieron contra el hombre de cabellos blancos ―Pasé mucho tiempo caminando sin rumbo, cuando en medio del bosque se me apareció contra mí una cabaña de donde parecía salir un fuego acogedor, dentro de aquel hogar sobre la mesa había carne, vino y pan, cocidos a la perfección, añejados por un tiempo muy largo. No mentiré al decir que no comí y bebí de aquellas porciones tan tentadoras, pues a veces el hambre puede ser más poderosa que el cuerpo ―Aquello lo dijo, mirando al monje al lado de Giselle ―El vino estaba delicioso y la carne en su punto, lo que me dio las suficientes fuerzas para salir adelante, pero antes de que pudiera continuar mi camino, la cabaña se levantó de pronto.
―¿Cómo es eso posible? ―El viajero se recargó en sus rodillas.
―Era porque no era cualquier hogar, la cabaña pertenecía a una Baba Yaga, una mujer con una pierna de carne y otra completamente de hueso, la vida y la muerte, la fina línea que nos separa a todos y cada uno de los seres del mundo. La anciana entró a su cabaña tranquilamente, como si supiera desde el principio que tendría visitas, no dijo nada, tan solo se sentó en el sillón en frente de su chimenea y me preguntó si el vino era tan bueno como el de un rey, le respondí que ningún vino era tan delicioso como el de su propio hogar, sin importar si era de la realeza o no. ―Mstislav miraba el fuego, concentrado ―Me hizo algunas otras preguntas que no logro recordar, y me dio la promesa de traerle rosas blancas, y un poco de vino de mi hogar, así me perdonaría la vida, y de paso me dejaría en libertad. Después de un tiempo cumplí mi promesa, aunque no de la manera que ella había esperado… pero gracias a ella fui más libre que antes… ―Se quedó en completo silencio, omitiendo los detalles que no estaba dispuesto a contar ―Dicen que su cabaña aún deambula por las montañas después de su muerte, buscando el alma de su ama, con el vino y la carne puestas en la mesa para cualquier otro que desee que su alma sea liberada para siempre.
Cuando terminó, el silencio se hizo por unos momentos. Algunos hablaron entre ellos asombrados, pues nunca habían escuchado de esas historias más que de países lejanos, fuera de Mirovia incluso, otros estupefactos siguieron bebiendo y algunos pocos listos para continuar con su propia historia de las montañas.
|
|
|
Post by Giselle on Mar 30, 2018 4:10:02 GMT
Giselle se recargó en la pared, escuchando el relato de Azarel. Jamás había escuchado de la criatura de la que hablaba pero no pudo evitar sentir un tinte de nostalgia como si conociera de primera mano. Bajó el rostro, privándose de mirar a los demás por un momento, recordando los fantasmas que la atormentaba por las noches. -¿Las montañas? ¿Estas montañas?- preguntó uno de los monjes que parecía haber recibido un gran impacto ante el relato hecho por Mstislav. Giselle lo miró y después a su acompañante con quien en ese momento fingía ser sólo una extraña. -¿De la manera en que ella esperaba?- preguntó de pronto. Se quedó con tal incógnita; no creía que la historia fuera falsa por lo que se había permitido sumergirse en el misterio e incertidumbre del momento que compartía con el resto de los monjes.
-Parece que la nieve y esta región resguarda secretos y leyendas que no muchos se atreven a dar como ciertas- dijo otro monje, el que se había mantenido más callado hasta ese momento. Recargado sobre uno de los barriles de hidromiel, observaba al grupo sin mucho interés en conversar; se hastiaba por la facilidad con la que todos parecían estar impresionados. -No me sorprendería que muchas sean sólo cuentos- pronunció con algo de desdén. Miró hacia otro lado, como si así se privara del resto. Giselle notó resistencia en él; de alguna forma no parecía creer en sus propias palabras pero no podía explicar bien por qué.
-Yo... no había visitado las montañas hasta ahora- dijo la vulpina tomando de pronto la palabra. Se cruzó de brazos, permitiéndose sentir algo de calor bajo sus palmas. -Pero a veces parece ser que los misterios y las criaturas de las sombras buscan refugio en los lugares más inesperados- comenzó a hablar como si estuviera sola, sin filtrar información que se había reservado para sí misma. Finalmente, en aquél rincón de la isla, dudaba que alguien pudiera tomar por serias las palabras de una simple tabernera. -Han de pensar que esos seres son malditos; ajenos a la luz divina y protección de los dioses- repuso alzando la cabeza, apenas sonriendo con reserva a los presentes. Dio unos pasos aproximándose a Mstislav, mirándolo de reojo conforme tomaba asiento a su lado. -Dígame, ¿cuál era la particularidad de aquellas flores y ese vino?- se acercó a él, apoyando su mano sobre el hombro de su acompañante conforme pegaba el cuerpo hacia él. Esperaba que con ello en los demás se sembrara una competencia por buscar impresionar a la mujer. No estaba del todo segura si aquellos monjes eran tan tontos como los hombres que acostumbraba frecuentar; simples y movidos por el deseo de una mirada exuberante en su dirección.
|
|
|
Post by Azarel Mstislav on Mar 30, 2018 5:16:46 GMT
Mstislav calló por algunos segundos. ―Si ―Respondió al final a ambas preguntas de los arcanos, sin dar más detalles de los que había dicho anteriormente, mintiendo con respecto a que había sido en aquellas montañas arcanas. No. Aquella historia era de mucho más lejos que las leyendas de la nieve que estos arcanos conocían, allá, allá por las montañas eslavas es donde realmente provenía aquella historia, perdida entre la nieve y los árboles escarchados.
Notó que los arcanos comenzaban a charlar más debido al inicio de una historia llena de incógnitas y secretos que no podían ser rebelados. ¿Cuánto tardarían ellos en dar los suyos? Mstislav puso total atención ante las palabras escondidas de la arcana de cabellos blancos, en silencio saboreó las palabras que guardaban cierto grado de verdad en ellas a pesar de que nadie parecía notarlo. No lo notaban porque no había la suficiente oscuridad dentro de ellos para darse cuenta.
El hombre notó que las miradas se posaron en él mucho más fijas cuando la mujercita se acercó a su cuerpo, especialmente aquel monje que había tenido el “accidente” con Giselle. Mstislav notó el cierto grado de resentimiento dentro de su ser, pudo saborear el deseo cortado en su interior, la mirada de desagrado, pero interés al mismo tiempo, y todo aquello le manchó el alma de un pequeño júbilo. No había mejor dolor que el de una esperanza rota. El ave piaba cuando se le aplastaba lo suficiente.
Se acercó a Giselle, perforando su espacio personal hasta que el olor al perfume de agradables hierbas que Mstislav acostumbraba a ponerse, y a cuero llegaron hasta la nariz de la arcana. Su mirada azulada con negro se encajó en las facciones de la mujer. Con el rostro cercano a pesar de la frialdad de su rostro.
―A las Baba Yagas les gustan las flores, siempre lo han tomado como un gesto de agradecimiento o amabilidad ―Mstislav miró de reojo a los hombres alrededor de él, sintiendo el dulce sabor de la tensión en sus dedos ―En cuanto al vino, las malas lenguas dicen que no es un vino común, si no el líquido propio y puro de la vida y de la muerte, de la inmortalidad y la mortalidad… ―Se separó de ella, volviendo hacia los espectadores.
―Pues… ―El monje que había tenido el altercado con Giselle lo interrumpió ―Yo también he visto algo parecido…
Todas las atenciones se dirigieron ahora hacia él, incluyendo la de Mstislav, quien tan solo esperaba lo que el monje tenía para decirles con paciencia.
―Una mujer… en las montañas….
|
|
|
Post by Giselle on Mar 30, 2018 7:48:58 GMT
El acercamiento fue breve pero suficiente para despertar un interés en Giselle. Las palabras se hundían en ella, clamando una sed distinta. Aún clavada sobre su rostro, lo miró al apartarse, y dedicar su atención al resto. De momento, absorta en aquél pensamiento y los detalles brindados sobre la criatura y los obsequios de tan particular significado, la voz del monje plantándose en la escena con determinación fue una grata sorpresa. Suspiró, dejando escapar una sonrisa de sus labios, satisfecha puesto que saber que había acertado en sus modos.
-Estuve perdido en una ventisca... La nieve me cubría...-. El monje parecía afectarse por su relato y recuerdos de un momento en el que su vida pendía de un hilo. El resto de los monjes escuchaba atentos, al igual que Giselle quien se aferró al extremo de su asiento, ansiosa por escuchar más. -Era imposible ver el camino al frente; cuando ves el blanco en esas condiciones es lo opuesto al ver su color entre la oscuridad. Termina siendo igual que las penumbras; pareciera que tus ojos fallan y no ven más-. El silencio los rodeo de pronto, sólo el sonido de los demás clientes se escuchaba con el choque de los tarros, la cerveza cayendo a los pozos sin fondo de sus gargantas y las risas diluídas entre secretos y delirios.
Giselle se mordió el labio inferior, experimentando la anticipación y sometiendo las ganas de sacarle la información. Debía dejarlo que soltara sus palabras. -Tal vez fue sólo una visión; un espejismo que me ancló a la vida... porque la busqué. La vi en la lejanía, un punto grisáceo entre la blancura de las montañas. En ocasiones pienso que era tal vez sólo una aparición; un alma perdida vagando en este mundo-. Aquello no era suficiente para la vulpina; seguía siendo un rumor, algo que carecía de exactitud. -¿Exactamente dónde fue que la viste?- preguntó, ya sin preocuparse de ocultar su interés. El monje dio un trago profundo a su tarro, saciándose la angustia con hidromiel. Se limpió la boca con el dorso de la mano, mirando a la mujer. Se acercó a ella, ya un tanto tambaleante. -¿Dónde? Cerca de los Picos Gemelos, donde se encuentran al centro... de sólo pensarlo me da un poco de frío-. Tomó el mentón de Giselle quien al tacto se hizo ligeramente hacia atrás puesto que no esperaba un avance tan repentino. -... tal vez pueda dibujarte un mapa en un lugar más privado-.
Rió, fingiendo que el asunto era algo simple y no darle mucha importancia. -¿Tú crees? Pienso que sería descortés dejar a los caballeros con una historia inconclusa-. Tanteó las aguas con aquello puesto que no estaba dispuesta a tal cosa. El hombre ante este acto tomó a la mujer de la muñeca, con una presión distinta y hostil. Con el ceño fruncido, se puso de pie, imponiéndose ante el hombre quien parecía sentirse con cierto poder sobre ella. Sin decir nada, le dio un puntapié, alejándolo por un breve instante. Los demás hombres se sobresaltaron, moviéndose de sus lugares como si estuvieran tratando con un objeto frágil.
|
|
|
Post by Azarel Mstislav on Mar 30, 2018 21:24:29 GMT
Las palabras salieron de los labios del monje como pequeños brotes de agua de algún fresco manantial, evitó una sonrisa al ver que el juego entre Giselle y él había traído sus frutos. Uno nunca debía de subestimar el poder que tenían los sentimientos de alguien sobre otro. Al parecer la sacerdotisa no era ninguna historia que se había inventado de boca en boca… aquello le dio un extraño picor en el pecho. Después de todo había algo que buscar.
Pero bien, la información importante jamás era gratis. Por la forma en la que el monje miraba a Giselle no dudó ni por un instante que lo único que el arcano a disposición de sus dioses era acostarse con aquella mujercita plagada de preguntas que necesitaban respuestas antes de que se alma decayera, al fin y al cabo, no importaba que tanta devoción o sacrificios hicieras hacia las deidades que aclamabas, eres un ser de carne y hueso después de todo.
El monje soltó un gruñido al recibir el golpe de la mujer, sobándose el área herida mientras de sus ojos chispeaba el resentimiento. Se irguió, listo para abofetear a la mujer tan desagradecida que se había atrevido a negarle el servicio que por derecho le correspondía a un seguidor de los dioses y que sus propios ojos habían visto cosas inigualables. No pudo acercarse más. Los dedos de Mstislav alcanzaban a rodear casi todo el brazo del pequeño monje a comparación con el licántropo.
―Un ciervo de sus dioses, cayendo en la tentación de la lujuria ―Mstislav comenzó a apretar el brazo poco a poco, haciendo que el hombre comenzara a gritar, mientras rasguñaba la mano del arcano en un acto desesperado. Los otros arcanos no se atrevían a entrometerse en asuntos que no les correspondía.
―Se me ha estado insinuando desde que llegó, le he dado lo que quiere, me merezco algo a cambio ―Gruñó el monje mientras miraba a Mstislav a los ojos.
―No existe el dar sin el recibir, tienes toda la razón ―El hombre volteó hacia Giselle, observando con detenimiento sus facciones, y la manera a la que se le había puesto frente a frente con el monje. ―Permíteme pagarte entonces.
Su mano se apretó sin trabajos, rompiendo a la mitad el brazo del hombre, destrozando el hueso hasta que éste quedó hecho pedazos dentro de su piel. El hombre comenzó a gritar, y en un acto desesperado, de su toga sacó rápidamente un cuchillo afilado, hiriendo el rostro de Mstislav con una fina línea rojiza, el hombre respiró profundo, mientras la herida comenzaba a cerrarse lentamente, hasta dejar la piel intacta.
Mstislav levantó al hombre hasta que estuvo a su estatura, llevando la otra mano directamente a su pecho, enterrando los dedos en la piel donde debajo latía el corazón.
―Nunca me atrevería a acabar con la vida de un hombre que ha dedicado su vida a los dioses ―Lo soltó, dejándolo caer de bruces contra la silla en la que estaba sentado, Mstislav se agachó, observando como aquel ser se retorcía de dolor entre las lágrimas y el miedo. ―Pero no todos piensan como yo, deberías tener cuidado… ―Al decir aquello, se irguió de nuevo, caminando lejos de la multitud.
|
|
|
Post by Giselle on Mar 30, 2018 22:30:24 GMT
Giselle miraba con desdén al monje mientras este se sobaba y se quejaba cual chiquillo en pleno berrinche. Sin embargo vio la palma abierta del hombre que estaba dispuesto a vengarse por la humillación de aquél puntapié. En reflejo, Giselle resguardó el rostro entre sus brazos, girándose hacia atrás esperando el impacto en alguna parte de su espalda u hombros, pero nada... Poco a poco fue incorporándose para ver a Mstislav sometiendo al insolente con sólo la presión de su puño. Poco a poco la cautela fue perdiéndose y se dispuso a admirar de la prueba de fuerza de su protector. No podía esconder la satisfacción de ver al hombrecillo ser castigado por su insolencia; ese sentir de autoridad y de pertenencia que tanto había en los hombres.
Los gritos de dolor del monje en conjunto con los ahogados del resto, no causaron ningún tipo de empatía en la mujer. Observaba la escena con curiosidad puesto que no confiaba en esos "hombres de fé". Los veía tan lejanos de las gracias de los dioses, abusivos e hipócritas. El dolor físico no era nada con los males que bien sabía muchos habían causado. Vio cómo los dedos del licántropo se hundían en el pecho del otro, haciendo brotar gotas de sangre que caían densas por encima de la ropa de su dueño. Humillado, sobre la silla, terminó derrotado, rodeado inmediatamente por sus camaradas quienes lo tomaron a pesar del shock para llevárselo a otro lugar. Eso ya no era problema de ellos.
Caminó detrás de Mstislav, con cierto sentido de intriga e interés pero al mismo tiempo con algo de duda ya que sentía que ahora le debía más de lo establecido. Le preocupaba más que lo monetario; le había evitado un momento de desagradable intimidad y además de un golpe que pudo haberla lastimado mucho. Se acercó a él, deteniéndolo del brazo mientras caminaban en la taberna para tomar su rostro y verle con detenimiento. -La cicatriz- dijo en voz baja. Había desaparecido. Quitó las manos lentamente. Bajó la mirada, topándose con los ensangrentados dedos del hombre. Le ofreció un trapo que llevaba entre su corset para limpiarse al menos. -Le agradezco Azarel; sé que tal vez lo provoqué pero me ahorro un rato desagradable. Ya le debo bastante-. Lo dijo con firmeza, sin quebrarse ante la vergüenza o el miedo. El hombre era imponente pero estaba dispuesta a reponer todos los favores que hasta ahora le había concedido. Bien lo dijo antes "no existe el dar sin recibir" por lo que no asumiría que él no viviera en base a dichas palabras.
-Comprenderé si no es suficiente con asistirme en encontrar a la sacerdotisa... finalmente ha puesto no sólo su dinero en juego pero también su reputación y seguridad-. No le gustaba estar en deuda ni tampoco pagarlas pero en el caso de este hombre era distinto... No se trataban de favores tan simples entre borrachos y una tabernera.
|
|
|
Post by Azarel Mstislav on Mar 30, 2018 23:53:55 GMT
Mstislav siguió caminando hasta que sintió las pequeñas manos pálidas rodear su brazo, para luego asistir a su rostro, el cual la herida del cuchillo contrario solo quedaba como una pequeña línea pálida en su mejilla. Se desprendió de su toque mientras seguía andando hacia su habitación, -limpiando sus dedos ensangrentados con el pañuelo que la volpina le ofreció,- pues no soportaba el calor de demasiados arcanos por mucho tiempo.
―Nos ha dicho lo que queríamos saber, tómelo como un adelanto ―Masculló el hombre, abriendo una puerta de madera lejos de la multitud, donde dentro, un cuarto de dos camas separadas lo suficientemente grande para su comodidad se postraba ante ellos. Era simple, tan solo algunos muebles a su alrededor, un escritorio, y una ventana que daba hacia el pueblo nevado, acompañada de una pequeña bandeja en medio de la habitación con algunos troncos encendidos, más por la señorita que para él mismo. No sabría si Giselle podría sobrevivir una noche gélida después de que sus huesos se hubiesen calentado lo suficiente, o al menos sería cómodo.
―Nunca pongo las cosas en juego sin saberlo, señorita Giselle ―Acotó el hombre mientras invitaba a pasar a la mujer. ―Un monje sin reputación más que el de un hombre desesperado no me afecta en lo absoluto ―Cuando entró al cuarto, cerró la puerta con cuidado, desprendiéndose de su saco de piel blanca para colgarla en un perchero cercano. Caminó algunos pasos hasta llegar a sus cosas, las cuales reposaban con cuidado al lado de su cama. Sacó un mapa, acomodándolo sobre el escritorio, no sin antes haber prendido un quinqué para ver lo suficiente.
―Las deudas son saldadas tarde o temprano ―Mstislav sacó una pluma y un tintero, observando el mapa del lugar, donde algunas montañas eran dibujadas con exactitud, en conjunto con algunos otros escritos en ruso, tranquilamente, como si el tiempo, las promesas o las deudas no le pesaran en lo absoluto, como si tuviese el control completo de decidir cuando podía eso llegar a suceder. ―Los Picos Gemelos ―Apuntó Mstislav a un punto en específico en el mapa, marcando una pequeña “x” en el lugar. ―Partiremos mañana en la mañana.
|
|
|
Post by Giselle on Mar 31, 2018 1:37:04 GMT
Entró en la habitación que era modesta más acogedora, más de lo la suya pudiera llegar a ser. Se acomodó en una de las camas, sentándose encima de ellas, palpando las pieles que la cubrían; la noche no sería fría, por fortuna. No sentía culpa por no poner ni un mirvo para costearse semejante lujo por lo que aprovecharía cuanto fuera que dudara. -Comprendo. Hombres como él no valen la pena en realidad señor. Hay demasiados así en este mundo... fue realmente bondadoso en perdonarle la vida pienso yo- comentó deshaciendo su trenza mientras Azarel se acercaba al escritorio. Lo observaba desde su sitio, mientras desplegaba un mapa sobre la madera. Se puso de pie, caminando lentamente hacia él aún con los dedos enroscados en su largo cabello que se había ondulado por la tensión de su peinado. Se asomó por un costado del hombre para ver el mapa que pintaba las montañas y la tundra que era enorme. Jamás había visto uno de ese sitio. -¿Cuánto tiempo cree que nos tome llegar hasta ahí?- preguntó mirando la grande distancia que les esperaba por recorrer. Sintió las piernas cansadas sólo de imaginarlo.
Al lado del escritorio había un perchero con varios abrigos, Giselle tomó uno para darse algo de calor puesto que la habitación era un poco más fría de lo que era en la taberna. Habiendo sólo dos ahí dentro el clima lograba colarse entre la madera para punzar sobre la piel y los huesos. -Señor Azarel, ¿qué es lo que usted gana si encontramos a la sacerdotisa?- había curiosidad en sus palabras pero también es que no comprendía. Tomó el abrigo por enfrente para cubrirse el pecho mientras apoyaba una de sus manos para mirar mejor al hombre. Sus cabellos apenas capturaban la luz del quinqué mientras descendían frente a ella como cascadas de hilos más blancos que la nieve. Esperó por su respuesta sin quitarle la vista de encima; la rigidez de su rostro y la frialdad de su mirada decían poco apenas con mirarlo. No esperaba que fuera a revelarle todos sus secretos pero se preguntaba por qué ir a tales extremos... Ella tenía sus razones, deseaba saber las del otro además que se hallaba curiosa; había hasta ahora demostrado ser un hombre distinto e interesante, no como los que pisaban la taberna... la mayor parte del tiempo. Tal fascinación la había experimentado y experimentaba por otro hombre; fuerte, valiente y misterioso. Parpadeó un par de veces, cayendo en cuenta que su mente comenzó a divagar. Sonrió pretendiendo ocultar la repentina distracción de su consciencia.
|
|
|
Post by Azarel Mstislav on Mar 31, 2018 3:26:52 GMT
Escribió algunas cosas dentro del mapa alrededor de el lugar seleccionado, como cual sería la mejor ruta, o qué les llevaría menor tiempo, preferentemente para seleccionar las provisiones y los lugares para descansar o resguardarse en el caso de que algo llegase a ocurrir. Miró de reojo a Giselle en cuanto nombró en voz alta lo que concedía al monje, su silencio se removió en el aire como el humo de la mini hoguera de la habitación, y después volvió a trabajar en lo que importaba.
La traición jamás era perdonada. Fuera a quien fuera dirigida. Pero, nunca le gustó hacer las cosas demasiado públicas. ¿Qué mejor para un traidor que disfrutar tus últimos momentos de vida pensando en que la muerte te seguirá muy de cerca?
No le tomó demasiada importancia.
―Sin ningún contratiempo, entre dos o tres lunas ―Mstislav pasó sus dedos enguantados por el papel ―Sin embargo, esta parte montañosa es muy escarchada y arriba, se corren riesgos de avalanchas o ventiscas ―Se agachó un poco para ver de lejos la ventana que daba al exterior ―Pero parecen tiempos tranquilos.
Se puso de pie, quitándose los guantes uno por uno, dejándolos en la mesa de noche al lado de la cama. ―Nada ―Respondió ante la pregunta de Giselle, mientras se desataba las muñequeras, quedando a tan solo una camisa de manga larga color azul opaco, sin las pieles el hombre parecía verse menos grande, pero, a pesar de aquello seguía siendo imponente, algunas cicatrices levemente borradas por el tiempo se asomaban desde el cuello de la camisa, dando a entender de que aquellas tan solo eran la bienvenida de muchas más, en conjunto con un lazo de color negro, que al final sostenía una joya de hierro puro, formando un símbolo dentro de un círculo con algunos grabados en el mismo material, Mstislav tomó la joya para meterla dentro de su camisa, dejando las muñequeras al lado de sus guantes.
―Una sacerdotisa de las montañas es más interesante que un ciervo ―Mstislav se sentó al borde de la cama, quitándose las botas. ―Quizá encuentre algo más de lo que dicen las historias.
El hombre se puso de pie, acercándose a la insaciable mujer de preguntas y respuestas.
―¿A qué le teme, señorita Giselle? ―Se atrevió a preguntar el hombre aún con la mirada clavada en los ojos rojizos de él, mantenido una distancia cercana, casi pudiendo sentir el abrigo que ella portaba contra su pecho, señalando la diferencia de estatura ―¿Qué es lo que realmente quiere saber, detrás de preguntas que solo cubren sus verdaderos pensamientos?
|
|
|
Post by Giselle on Mar 31, 2018 4:10:33 GMT
Lo vio alejarse y despojarse de varias prendas mientras respondía a su pregunta. Nada... no comprendía del todo. ¿Era pura curiosidad? Aún recargada en la mesa le observaba con una sonrisa a medias, incrédula porque hubiera pensado que habían motivos más profundos y oscuros detrás de su impulso por acompañarla. Una palomilla voló frente al fuego del quinqué plasmando una gran sombra sobre ellos por un instante. Para ese entonces, Azarel ya estaba nuevamente de pie, sólo que esta vez ocupando un espacio más íntimo que no le había permitido con anterioridad al monje. La mujer suspiró, bajando la cabeza mientras su mirada se perdía en la palidez de sus manos que se aferraba al abrigo que tanto calor estaba dándole. -Es un temor desobediente, señor Azarel- respondió, sonriendo con derrota. Levantó la cabeza para volver a posar sus ojos sobre los de él, topándose con ese rostro serio y atento que demandaba algo más que una respuesta insípida como la suya. -Las voces que le mencioné... se sienten reales tal como si provinieran de sus labios ahora mismo. Tan reales como usted y yo- desprendió una de sus manos del abrigo para pasar su pulgar por el mentón del hombre. -El miedo viene por sí solo, al despertar, al sentir la compañía de algo invisible-. Devolvió su mano a su abrigo más su mirada se mantenía fija en él.
Respiró profundo, cerrando los ojos que malditamente recordaban esas sombras; las tenía tatuadas en la memoria. -Diría que soy una mujer simple porque toda mi vida he vivido presa de una rutina, esclava del trabajo y del dinero... Y aún así, el tormento llega en el momento en que cierro los ojos y mi mente se dispersa a otros mundos. Supongo que mi impulso no es el miedo sino el hastío de no entender lo que esas voces demandan cuando toman posesión de mi mente, espíritu... y mi cuerpo-. Volvió a sonreír sin embargo, no había felicidad en ese gesto. Frente a él había una mujer miserable, condenada y atormentada por fantasmas que no hablaban claro. -Eso es lo que tanto me desgasto por comprender y lo que ansío por saber en realidad... No cuestionarme el por qué he sido yo a quien le ha tocado correr con esta suerte pero... ¿qué debo hacer con esto?-. Miró el cuello del hombre, que mostraba una serie de heridas ya cerradas y el cordón negro de la joya que ya se había metido por debajo de la ropa. Alguna reliquia tal vez... podía verla marcarse por debajo de la tela.
Alzó los hombros por un momento, dejando salir su aliento que al chocar con la atmósfera a su alrededor liberó un vaho que en pocos segundos desapareció. -No sé si esa mujer podrá darme las respuestas que busco... Ni siquiera estoy segura que la encontremos... Pero por compensarle todo lo que ha hecho por mí el día de hoy, espero que demos con ella-. Muy en su interior deseaba prolongar la conversación; tenía miedo de dormir, de cerrar los ojos y verlos de nuevo, con sus voces distorsionándose en los ecos y gritos de sus súplicas, además de que... con el paso del tiempo, esas visitas nocturnas se tornaban más violentas y físicas. De pequeños moretones, en ocasiones despertaba con rasguños y heridas abiertas. -Entonces... si no gana nada... ¿hay algo que desee averiguar si se la encontrara? ¿Alguna pregunta que lo visite por las noches?- mantenía el rostro alzado para mirarle, con esfuerzo debido a la diferencia de altura. No quebraba esa distancia puesto que no le incomodaba, al contrario, la hacía sentir segura, acompañada. Saber que durante esa noche habría alguien más cerca de ella si llegaran esos visitantes que acortaban el valor que le quedaba. Dio un paso hacia él, permitiendo que sus manos toparan contra el pecho del hombre más se mantuvieron quietas, prendidas de la peil del abrigo.
|
|
|
Post by Azarel Mstislav on Mar 31, 2018 6:08:19 GMT
No le causó conmoción que lo tocara, dejando que las manos de la mujer pudieran ir a donde desearan. Se preguntó ¿Qué tan sumida en la desesperación debía de estar el alma de aquella arcana para que las voces de la consciencia y los demonios propios le hirieran por las noches? ¿Qué tan oscura debe estar su mente para que le atormenten de aquella manera? Mstislav llevó una mano a su mejilla, acariciando los cabellos blancos entre sus dedos, ¿Qué pecados no han podido ser removidos de su corazón? Pudo sentir la desesperación desparramarse por sus venas como hidromiel fresca, el miedo, el profundo miedo que sentía mas dentro de ella misma que lo que la rodeaba. Era una sensación hermosa.
Quería más…
―Si no puede escapar de la oscuridad, quizá debería dejarle ver a dónde puede llevarla ―Mstislav la miró con profundidad, sintiendo en cada roce el dolor en el que la arcana se sumía cada noche que intentaba conciliar el sueño. ―Qué puede ofrecerle… unirse a ella para ver qué tiene para decirle… ―Comenzó a acercarse más a ella, agachándose un poco hasta que pudo sentir la respiración intranquila de la arcana sobre sus labios pálidos, tomando la barbilla de la mujer para obligarla a mirarlo directamente a los ojos. ―Qué respuestas puede brindarle.
Sus labios se detuvieron cuando aquellos se atrevieron a traspasar las respiraciones frías, tomó con cierta fuerza la cabeza de la arcana, impidiéndole que pudiera separarse de él mientras Mstislav se alimentaba de la oscuridad de su mente por medio de su lengua, y de sus paredes rosadas, cerró los ojos, siendo cruel e impío con los labios de la mujer. No fue un beso lento, ni cálido, éste se sumergió ante los deseos del roce, succionó, lamió y al final mordió, mostrando los colmillos cortos pero afilados que el hombre tenía adornando su dentadura, tal como una bestia necesitada de sangre fresca. Se separó de ella, dejando el jadeo entre ellos sobre la fina línea del deseo.
―Lo sabré cuando sea el momento ―Respondió ante la última pregunta que Giselle le había dicho. ―Por ahora, la única oscuridad que veo con claridad, es la suya ―Susurró el hombre, en un tono mordaz y ronco. ―Más real que las montañas lejanas, o el susurro de un alma perdida, y en esta noche, es lo único que puede importarme...
|
|
|
Post by Giselle on Mar 31, 2018 7:06:18 GMT
Permitió esa cercanía primeramente porque sus palabras impactaban una realidad que le atormentaba y de la cual deseaba poder deshacerse. Saboreó el aliento ajeno, tan cercano y tentador. Una cercanía que en meses no había podido tener y que con el paso de las noches y los tormentos necesitaba tanto y no se había dado cuenta. Al ser tomada de aquella manera, con tanta seguridad y autoridad sintió un hueco en el pecho. No se sintió disgustada... se sintió necesitada; estaba fuera de su control lo que ocurría y por alguna razón aquello le encendió las entrañas. Cerró los ojos mientras sus manos se soltaban del amarre de aquél abrigo, el cual cayó al suelo descubriéndola nuevamente con aquél vestido que mostraba sus pálidos y redondos hombros. Apoyó sus manos sobre la mesa, recargando su espalda baja sobre la madera para recibir tal beso; uno distinto... casi animal. Su respiración se hallaba acelerada, clamando por aire mas no deseaba apartarse; el calor de aquél beso por un instante la hizo olvidarse de sus angustias y llenó su mente con una pasión que se concentró en la punta de sus dedos.
Al apartarse Azarel se mantuvo con los ojos cerrados anhelando la cercanía que ya no poseía. Abrió los ojos ante el sonido de su voz y aquella declaración que para muchos podría ser sentencia. -Bien dicen que el destino nos pone en el camino indicado- respondió aún apoyada sobre la mesa, sonriéndole a pesar del ligero dolor que aquellos colmillos le habían causado. Aprovechando la cercanía, tomó una de las manos del licántropo para colocarla sobre sus caderas y acercarlo más a ella, la otra la dejó descansar sobre su pecho. -Espero no decepcionarlo Azarel... Esta oscuridad es nueva para mí... Por momentos ajena puesto que me negué a ella pero ahora la acepto, me resigno a que me acompaña- susurró. La mano que se hallaba puesta sobre el pecho del licántropo ascendió hasta su clavícula, cerca del cuello de su camisa por donde se asomaban las cicatrices que se ocultaban bajo la tela.
Aunque su corazón estuviera orillado ante el de alguien más, su cuerpo respondía y necesitaba de una cercanía que en ese momento se le podía dar, además, no rechazaba la idea de aventurarse a algo que parecía interesante y diferente. Acercó sus labios hacia la piel descubierta y besó una de esas cicatrices ya cerradas por el tiempo. -Permítame entonces compensarle permitiendo que se asome a esa oscuridad que le importa tanto; sobra la angustia, el miedo y el dolor. Hay suficiente para los dos-. Tomó el rostro de Azarel entre sus manos para acercarlo nuevamente al suyo. Sus labios rozaron apenas, en un beso que contrastaba con el de él; tan distinto y suave, muy a pesar del golpeteo de su pecho que se anunciaba dentro de ella tan acelerado y apasionado. Acariciaba la superficie de sus labios con su lengua, despacio, como si la noche fuera a ser infinita. En momentos permitiendo que se le escapara el aliento entre su boca. -Tal vez así ahuyente a los fantasmas y no me harán tanto daño esta noche-.
|
|
|
Post by Azarel Mstislav on Mar 31, 2018 7:53:46 GMT
La aceptación ante el banquete de la lujuria se le abría ante sus ojos, pero Mstislav anhelaba más que aquello el sabor de todo lo que le angustiaba, pues no había mayor placer para él, que el sufrir del alma temblorosa, y de los pensamientos que no sabían a dónde dirigirse. El arcano le observó por varios segundos, soltando un gruñido como respuesta, apretó sus dedos alrededor de la cintura, ciñendo el vestido contra la piel, tanteando los dedos pálidos y cicatrizados alrededor de los muslos.
―Ayudaré entonces a que la oscuridad sea mi placer y el tuyo… ―Pronto el agarre se tensó, levantando a Giselle con facilidad por los muslos hasta que quedaron frente a frente. ―Un camino sin retorno, señorita Giselle… ―Dejó que la mujer le besara, a pesar de que el toque era dulce, y lento a comparación con él, mientras se alejaba lentamente del escritorio, rodeando la cálida hoguera que movía las sombras de ambos contra la pared de madera y piedra. Acomodó una rodilla en la superficie suave de la cama, dejando a Giselle sobre ella con cierta rudeza.
Se despojó de su camisa, dejando ver por completo las otras cicatrices que adornaban su piel, dejando pocos lugares sanos de aquel cuerpo pálido; algunas más grandes y profundas que otras, marcando en el hombre miles de historias y un pasado que no podía borrarse si quiera con el tiempo. Acomodó ambas manos a cada lado del rostro ajeno, teniendo una vista desde arriba, imponiéndose, dominando el cuerpo de la arcana por completo. ―No ― Llevó sus dedos bajo el mentón femenino, tomándolo con fuerza. ―El único que va a lastimarla esta noche, seré yo. ―Anunció con un gesto de amenaza en el rostro a pesar del jadeo que lograba escapársele por sus labios.
Se acercó, volviendo a tomar sus labios como antes, mientras que, con la otra mano apretujaba las prendas de la arcana, se separó algunos momentos, solo para acercar su nariz al hombro rosado y esparcido de pequeñas pecas que le invitaban a invadir, olía a nieve, a pino y a su propio aroma, y sin pensarlo dos veces, mordió con fuerza la curvatura que llevaba el cuello hasta el hombro, le regalaría la paciencia que puede merecerse un arma perturbada, así que el primer mordisco no causó daño alguno mas que el simple hecho de mostrar el sonrojo de la piel, esperando las reacciones, los sonidos y las miradas ajenas para poder avanzar, y que los pensamientos y el cuerpo fueran todos suyos.
|
|
|
Post by Giselle on Mar 31, 2018 8:34:19 GMT
Estuvo envuelta alrededor de su cuello hasta que cayó sobre la cama. Se sentía suave, más de lo que hubiera imaginado. Las palabras de Azarel le dieron un escalofrío que llenó su piel de una sensación fría pero a la vez placentera. Observó al hombre mientras dejaba mostrar su cuerpo lleno de aquellas cicatrices, con la espalda apoyada contra el colchón y los codos apoyados para matener el cuello levantado, a disposición de sus ojos curiosos. Cara a cara lo tuvo, sometida por su tacto, siendo obligada a mirarle directamente a los ojos. Su respiración se agitó, su instintó despertó. Pudo verlo en su rostro: peligro. No pudo evitar sonreír... era un contraste curioso el de su sentir en ese momento.
La adrenalina burbujeaba en su vientre; ardía. Echó la cabeza hacia atrás para permitirle asomarse por su cuerpo. Podía sentir su aliento chocar contra su piel; levantaba y tentaba su voluntad mas se mantuvo quieta. Comenzó a temblar... sí sentía miedo pero a la vez, un inmenso deseo despertaba en ella. Se aferró a los brazos del hombre al sentir aquél mordisco creando marcas por la presión tan fuerte ante el dolor; gritó. No hubo reserva en su voz puesto que el dolor fue inesperado y punzante. Se le escaparon algunas lágrimas pero después vino la risa. -El dolor de esta noche es grato a diferencia del tormento de las voces- contestó con una voz suave y temblorosa. Echó la cabeza hacia atrás, dejando descansar la espalda sobre la cama.
El hombre frente a ella era un completo extraño... alguien cuya personalidad desconocía. Era ignorante si se trataba de alguien bondadoso o no, no sabía nada que no fuera su nombre y esa historia que había contado anteriormente la cual, ni siquiera tenía la certeza de que fuera verdadera. Eran demasiadas alertas rojas pero, ¿por qué no podía salir corriendo? ¿Por qué sus manos se acercaban a los bordes de su blusa para descubrir su pecho? Descubrirlo ante un extraño, ante alguien que ya había sentenciado planeaba hacerle daño... -Lastímeme entonces-. ¿Por qué su piel deseaba ser recorrida centímetro a centímetro? ¿Tan necesitada estaba pro sentirse segura, acompañada o al menos, notada? No... no era eso. Su cuerpo había sido lastimado tanto en contra de su voluntad, al menos ahora, era ella quien decidía que así sería. Se permitió ceder el control pero fue su decisión. Las lágrimas corrían de sus ojos a lo largo de sus mejillas. Volvió a apoyarse contra sus codos permitiendo que su cabello cayera por encima de sus pechos. Alzó el brazo para resguardar su mano detrás de la nuca de Azarel; el hombre bien podría sentir el trémulo de sus dedos pero ver en sus ojos el deseo que su dominancia había despertado.
|
|