Learning to walk... Where Im supossed to be? (Abierto)

Se puso de pie, preparándose para salir a la orilla, con un nuevo sentido; estando dispuesto a brindarle un poco de distracción a Lorelei. Sentía culpa por haberle dado un rato lleno de nostalgia y tal vez sufrimiento. No era su intención; no deseaba brindarle momentos de tensión o tristeza. Bajo su cuidado quería que estuviera bien, en un ambiente positivo; haría lo mejor que pudiera. Sonrió al verla determinada al momento en que tomó aquél bastón decidida a acompañarle. -Por favor no te culpes por ello, fui yo quien se olvidó por completo- insistió acercándose a la puerta para abrirla y así salir.

La noche ya había caído y las estrellas confabulaban con la luna para alumbrar el lugar con una luz plateada. El silencio era placentero, sólo las olas del mar al chocar aferraban los oídos de los testigos a la realidad. Paz y quietud, soledad y serenidad; nunca se cansaba de ello. Caminó al lado de la mujer, preservando su espacio personal pero pendiente de cualquier tropezón. Observaba entre la tenue luz el bastón al hundirse en la arena y levantarla al salir. Se sintió curioso. -Dime, Lorelei, ese bastón... ¿es por tus lesiones en las piernas que lo necesitas o...?- se mantuvo en silencio por un momento. Era imprudente sugerir lo que diría. Muchos arcanos eran sensibles a ese tema; el no saber caminar era una incidencia común entre los seres acuáticos pero muchos poseían un orgullo muy grande y les pesaba al momento en que se les hacía notar aquello.

Avergonzado, bajó la cabeza, sintiendo un calor invasivo en sus mejillas. Tal vez había metido la pata; maldijo su curiosidad y falta de prudencia. -Olvídalo, no me tienes que decir nada- susurró. Ocultó las manos entre los bolsillos de la capa que llevaba puesta, permitiendo que el silencio sanara la incomodidad del momento. Deseaba darse de topes en la frente; era tan tonto, tan suelto para abrir la boca y soltar cuanta estupidez le viniera en mente. Si la chica tenía intenciones de quedarse más días pronto se le quitarían las ganas al convivir más con él y darse cuenta de los descuidos que su lengua tenía.

Se disculpaba demasiado... ¿por qué? Había sido él quien había cometido la imprudencia de preguntar pero por fortuna todo indicaba que no había habido molestia por parte de Lorelei. -No digas eso- respondió. Aunque había cierta fragilidad en la chica consideraba que eso era algo temporal, nada que no pudiera cambiarse. -Te subestimas muy pronto... tu cuerpo se encuentra herido y tus memorias están rotas... No es algo que no pudieras cambiar-. Bajó nuevamente la cabeza, dando sólo silencio. No acostumbraba mucho hablar de sí mismo, al menos no a tanto detalle. Pescar... -Lo hago desde que abandoné el lugar donde crecí-. Fueron años difíciles, años llenos de cuestionamientos... recordarlos era algo que evitaba pero no podía cerrarse por completo al ser cuestionado sobre ello. La brisa comenzó a acariciar las palmeras, y las olas chocaban con mayor fuerza. -Leer... Yo apenas y puedo hacerlo. Hey, ese es un gran talento-. Aquello lo decía con toda la honestidad del mundo, intentando hacerle notar algo especial que podía hacer en respuesta a lo que ya le había preguntado minutos antes, cuando aún se encontraban en la choza.

Llegaron al fin al punto donde se encontraban las cañas, sólo dos de tres se encontraban aún bien clavadas a la arena mientras que la otra, seguramente ya era propiedad de los peces. Las tomó, a pesar de que la marea ya se hallaba alta y le cubría hasta las pantorrillas. -Lo dices por las aguamalas de seguro- bromeó dándole la espalda. -Por cierto, ten cuidado... es doloroso pisar una- agregó, volteando a verla precipitadamente. Una herida así empeoraría sus cicatrices ya existentes.

Caminó nuevamente hacia ella, sosteniendo las cañas, una en cada mano. -Lamento no tener libros en casa... no acostumbro leer; nunca me hice el hábito. Seguro pensarás que soy inculto... pero en la Ciudadela hay una gran biblioteca-. Se agachó para ajustar algunas correas de las cañas, también aprovechando para ocultar la vergüenza de su rostro.

No le molestaban los cumplidos de la chica pero realmente le avergonzaba. Se quedó callado, sólo sobándose la nuca mientras con una mano sostenía ambas cañas. Al preguntarle si necesitaba ayuda sólo alzó la mano, agitándola suavemente de un lado a otro para indicarle que no era necesario que se ofreciera a tal cosa.

Miró hacia el agua, guiándose por la pregunta de la chica. -Sí, en muchas ocasiones... pero es peligroso- . Se sentó a su lado, suspirando pesadamente. No deseaba romper las ilusiones de Lorelei. No estaba seguro si sus intenciones eran las de nadar en ese momento, pero de inmediato se arrepintió de lo brusca de su respuesta. Dejó las cañas sobre la arena mientras cruzaba sus piernas y apoyaba sus manos sobre sus rodillas. Se sentía ligeramente tenso por alguna razón. -Sí, lo es- contestó bajando la mirada por un momento. -Este paisaje era con el que soñé durante toda mi infancia; estar en un momento así, terminando mi día frente a las olas y bajo la luna-. Las olas se quebraban no muy lejos de ellos, apenas mojando la punta de los dedos de sus pies. Suspiró nuevamente, esta vez cerrando los ojos para sumergirse en sus recuerdos y en presentes situaciones. A veces se perdía tanto en el trabajo que olvidaba apreciar hasta dónde había llegado y cómo. -He caído en cuenta que el mar es la mejor medicina-. Miró a la chica quien parecía perder la mirada en el brillo del océano. -¿Te gusta nadar?- preguntó, sin saber aún la raza arcana de la mujer. -Puedo ayudarte o enseñarte sino sabes- sugirió con inocencia.

Nadar sonaba como algo interesante... una buena idea tal vez... Pero las aguas no siempre eran gentiles por la noche. A pesar de ello, no quería quitarle la voluntad a Lorelei ni el entusiasmo de hacer algo que le viniera bien. Parecía una chica que había sufrido y no quería deshacerse de la oportunidad de que pudiera tener una sana distracción. Se levantó, extendiéndole la mano a la chica. -No pasa nada, te acompaño-. Se despojó de su túnica, dejándola sobre la arena al lado de sus cañas. Caminó hasta la orilla, permitiendo que el agua le llegara a los tobillos. -Sólo... ten cuidado, saldremos si sucede algo extraño-.

La brisa le acarició el rostro. Cerró los ojos para permitirse sentir las manos del viento en su cara y el murmullo del mar susurrándole al oído. -En realidad no soy un ser del mar pero siempre me he sentido atraído al agua- comentó de pronto. -El océano es como si fuera el hogar en donde debí estar; será tal vez que puedo ver desde arriba su profundidad, sus secretos y la vastedad de sus aguas. ¿Que es aquí donde hay más vida; donde siempre se está envuelto y protegido por un cuerpo tan vasto que es casi infinito?-. Divagaba, como si se encontrara solo.

Apretó la boca, desviando la mirada hacia otro lado una vez que la joven arrojara sus ropas sobre la arena para aventarse al agua. Contuvo sus manos en dos puños mientras se enfocaba en el paisaje nocturno, en la luna tan brillante que alumbraba las olas frente a ellos y en las nubes que amenazaban con privar la redonda pureza del satélite. De pronto el tacto en su hombro llamó su atención; se sobresaltó un poco pero no pasó a mayores al ver el rostro de la mujer salir por encima del agua. -Eh- se sintió de pronto paralizado, un tanto hipnotizado por los colores que emitían esas pequeñas como tenues astros adornando su rostro. -Sí... c-c-claro, está bien-. Tartamudeó un poco, caminando más cerca de la mujer hasta que el agua le llegó hasta el pecho y eventualmente sus pies no podían tocar más el suelo. -Para responder a tu pregunta de hace rato... Sí, soy una arpía, de gaviota para ser más exactos-. Movía sus pies por debajo del agua para mantenerse a flote. Aún no estaba seguro de lo que era ella, no la había visto transformarse al entrar en el agua. -¿Cómo es que...?- aún no podía quitar la vista de las pecas brillantes que se reflejaban sobre el agua, dándole un reflejo del mismo color pero más suave a su propio rostro. Sacó la mano del agua y pasó uno de sus dedos por una de las mejillas de Lorelei, incrédulo de fuera su piel brillando de esa manera tan particular.

Al ver cómo a su tacto las pecas brillaron más, retiró inmediatamente su mano. Pudo verse en su cara una expresión de susto y vergüenza; no podía creer que había sido tan atrevido y desconsiderado con una mujer extraña. Se quedó callado esperando el momento indicado para disculparse mientras que atento asimilaba lo que estaba diciéndole. -Ah, una sirena... tiene sentido- contestó con una risa nerviosa que apenas y salía porque aún se había quedado anclado a su descuido de hace rato. -Ambos tenemos grandes ventajas Lorelei; nadar a las profundidades del mar me imagino que ha de ser único y totalmente hermoso... Los cielos no poseen los secretos que el mar te ofrece- respondió.

Al ser tomado de las manos sintió la sangre írsele a los pies, no sabía si de pena o de miedo. ¿Más profundo? Jamás había nadado tan adentro. -Eh... no lo sé, nado todo el tiempo pero por placer creo que ya hace varios meses- le temblaba la voz y podía vérsele una sonrisa de tonto que sólo delataba lo que su cabeza estaba haciéndole en aquél momento. No puso resistencia porque quería ser complaciente con ella pero de pronto la idea de estar en el agua en la oscuridad le pareció algo aterradora. -Vamos, vamos, pero no me sueltes por favor- cerró los ojos. Su sonrisa seguía sin borrarse pero realmente estaba un poco asustado. Enzo podía llegar a ser bastante