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Post by Beltaine Waters on May 25, 2018 23:30:26 GMT
Pidras, gritos, fuego. La situación empeoraba a cada momento y la multitud no parecía querer dar tregua ni a Aesther ni a quienes se pusieron en medio para evitar la lluvia de piedras que provenía de distintas alturas. El bullicio y la barbarie aumentaron a tal grado que ya no pudo ser capaz de diferenciar a nadie entre el mar de cabezas y cuerpos. Hacía todo lo posible para bloquear el trayecto de las piedras voladoras con su macizo cuerpo, pero fue inútil. En cuanto el Kelpie logró ver a un conocido abrirse paso entre la multitud, con una rabia fría emergiendo de su expresión firme, varios otros arcanos aprovecharon su lapsus de confusión para encadenarlo del cuello y los brazos al suelo. Varios arcanos de la ciudadela conocían la fuerza del Kelpie y su potente dominio sobre el agua, razón por la cual entre varios arcanos pesados habían logrado someterlo al ras del suelo. Más en un esfuerzo por ponerse de pie, Beltaine intentó que sus gritos no se perdieran en el eco de la multitud.
-LASTAN NO LO HAGAS! -Pero su intento por detener al arconte fueron solo gritos al aire cuando el escudo por pura suerte pasó solo al lado de la soberana. Beltaine apretó los dientes con impotencia al no poder mover ni un solo dedo para sosegar las llamas de furia del pueblo. La madera crujía en medio de la danza macabra que el fuego figuraba a la silueta de una pobre soberana que estaba por encontrar un indigno final. No tenía porque ser así, se negaba dejar que el miedo y el temor que habían vivido en carne propia impusiera su castigo sobre quien nunca antes había hecho daño ni a una indefensa flor.
-Detenganse!! -Grito una última vez antes de que su voz al igual que los gritos y los llamados fueran tragados por las tinieblas que bajaron del cielo en forma de humo.
Una figura se alzó de la nada y apareció frente a ellos la encarnación de todos sus miedos adoptando una forma que no fue necesario contemplar para reconocerlo de entre tantas leyendas que se murmuraban a su alrededor. BlackStag había aparecido frente a sus ojos. Sin demora alguien intentó hacer acto de valentía arremetiendo con espada hacia el cuerpo neblinoso del errante quien de manera inefable salió ileso, castigando a los descarados y levantando un castigo para la tierra de Mirovia que le había dado la espalda a su amorosa soberana siendo víctimas del desorden y la ira.
"...Es real..." -No podía dejar de observar los actos grotescos cometidos frente a él así como tampoco podía decir una palabra, cuando BlackStag habló fue como si cada sonido se hubiera muerto del miedo por un instante. El habla tardó en llegar cuando del cielo se dispararon varios relámpagos negros que golpearon a varios arcanos en la plaza. La confusión se manifestó entre ellos al momento en que todos comenzaron a dispersarse en completo caos. Sin nadie oprimiéndolo, Beltaine se puso de pie rompiendo sus cadenas y volteando la vista al podio, donde BlackStag y Aesther habían desaparecido.
"Cambiar sus corazones?" Había más de un significado en lo dicho por el emisario de la muerte. Pero no había tiempo para sentarse a analizarlo. Debía regresar a Aqualia de inmediato e informar a la reina Ast, pero sobre todo, asegurarse de que su hijo se encontrase bien.
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Biss
La Resistencia
Silbermondstamm
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Post by Biss on May 26, 2018 7:29:40 GMT
El horrorizado guardaespaldas sujetaba con todas sus fuerzas a su alfa que se jaloneaba tratando de acercarse a la Soberana. Le había costado bastante llegar a su lado y no lo soltaría, el viejo lobo no tendría por que andar exponiéndose a situaciones como aquella y menos cuando la luna roja acechaba tras la oscuridad que imperaba en el cielo.
Habían logrado mantenerlo a una distancia prudente de la hoguera y los demás miembros de la tribu que estaban dispersos en el mercado por fin se reunieron para tambien ser testigos de los horrores, el miedo, la violencia y la furia... Todos se miraban entre si sin entender y miraban a su líder esperando encontrar en su rostro algo de confort, pero no había confort alguno, solo confusión, impotencia y algo de coraje; Al fin un soberano hablaba sobre el veneno que estaba matando a su tierra y a pesar de que de su boca salieron un montón de cosas que el resto de mirovianos considerarían sacrilegio, entre lineas se podía ver el verdadero mensaje... Pero todos eran tan estúpidamente ciegos.
El lobo escupió y maldijo a la turba al ver como estaban por ejecutar con fuego a la soberana, aquella que pese a su demacrada imagen aun olía al bosque mismo.
Entonces se hizo la oscuridad.
El silencio.
Todos fueron victimas de esa extraña sensación recorriéndoles desde las entrañas hasta la punta de los vellos y entonces apareció aquel ente. Habló claro. Actuó. Repitió aquello que la soberana había dicho con tanta pena y dolor pero sus palabras no expresaban piedad o consideración, era mas decepción, casi vergüenza. Al momento de caer aquel hechizo sobre quienes estaban en la turba, los Luna plata se hicieron pequeñitos para protegerse entre si, cubriendo el Alfa a su gente para después darse cuenta de que varios ciudadanos habían sido heridos.
El centauro de la carreta rogó a su señor el volver a casa, esta vez el lobo no se resistió; La soberana había desaparecido junto con el ente.
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Aagron
La Resistencia
"Con o sin Sol en los cielos, con o sin tormentas por delante. Este mi hogar, esta es mi gente"
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Post by Aagron on May 27, 2018 18:25:38 GMT
Todo el caos, todo el desastre que se desarrollaba en la plaza fue interrumpido en cuestión de instantes. En el instante en el que el cielo se ennegreció, fue el momento en el que Aagron cesó su frenesí. El sol había desaparecido varias semanas atrás, las nubes solo mantenían la luz de los alrededores totalmente neutra, pero que todo se oscureciera de ese modo era mucho peor que lo que llevaba ocurriendo varios días. El dragón alzó el rostro, su nariz ensangrentada por alguno de los golpes que recibió, dos arcanos sujetaban sus brazos en un intento de someterlo que jamás completaron; mirada se fijó en la hoguera súbitamente apagada, la hoguera a la que había intentado acercarse para apagarla. Tragó grueso, el humo tomaba forma lentamente...
Black Stag, el ser que para él durante mucho había sido una simple leyenda o un cuento para asustar a los niños, se estaba manifestando ante ellos en ese mismo instante. La estatura del errante era descomunal, el dragón se sintió intimidado pero sacudió sus brazos para soltarse finalmente. Aagron iba a alzar la voz, preguntar cual era el objeto de su presencia o a qué se refería Aesther con la verdad de la que decía haber sido testigo. El dragón estuvo muy cerca de hacerlo, pero ese hombre, ese idiota alzó las armas. "¡NO!" Exclamó él, su exclamación se transformó en un rugido lentamente, uno que cayó en el silencio cuando la cabeza de aquel sujeto, estalló, la sangre salpicó, el cuerpo inserte se desparramó en el suelo y Aargon sintió sus pulmones encogerse, su voz quedar atrapada, en su garganta. ¿Qué había pasado con todo el coraje que había sentido hasta entonces? Desvió la mirada.
Al hacerlo, fue que vio a Amalthea...
Ella... ¿Qué estaba haciendo ella ahí?
Aagron palideció más ante la idea de que algo le ocurriera a la mujer que al hecho de que a un hombre le estallara la cabeza justo a unos pasos de él. El dragón empezó a moverse entre el gentío, intentando acercarse a ella pero la gente en su camino era demasiada. Aagron volvía su mirada hacia el errante una que otra vez, solo para estar seguro de que en realidad no era una alucinación, le vio desatar a Aesther, alzarle en sus brazos. Escuchó sus palabras con la mínima atención que era capaz de prestarle... Y sus pasos se detuvieron en seco cuando a solo metros, uno de aquellos rayos le alcanzó. Aagron sintió como toda la fuerza le abandonó de pronto, se desplomó en el suelo y el aire le hizo falta; jadeó apoyó las manos en el suelo e intentó recuperar el aliento, levantarse. Sus brazos apenas lograron impulsado un poco para que no estuviera besando el suelo... Pero sus manos palidecían, su tono de piel bronceado y brillante poco a poco perdía su saturación hasta un gris sucio, las llemas de sus dedos se agrietaron a duras penas.
¿Qué narices era eso?
El cambio se detuvo al llegar a sus antebrazos. De nuevo tragó grueso. Alzó la cabeza un momento, Amalthea estaba corriendo. Aagron estuvo a punto de llamarle, pero su voz quedó atrapada en su pecho, algo le pesaba, apenas podía respirar. Con los labios temblando se colocó de rodillas y miró sus manos a detalle. Eso era magia sin dudas, era algo que no podía significar nada bueno de ninguna manera. Sus ojos buscaron al errante entonces... pero ya era tarde, ya se había ido. No tendría respuestas, ni tampoco una solución a lo que le estaba ocurriendo.
Debía encontrar una manera de evitar el avance de lo que fuera que le hubiera afectado, y tendría que hacerlo solo al parecer.
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Post by Izrlo Miéville on Jun 19, 2018 18:54:54 GMT
Repentino, sin aviso alguno, sin si quiera estar en las cercanías ¿Por qué? El que intento hablar a favor de Aesther, que se retiró sin decir palabra alguna ¿Acaso veían sus verdaderas intenciones? ¿Un traspié con el Destino? ¿O simplemente Karma?
Los impactos de los rayos le tomaron por completa sorpresa, su mirada apenas y pudo dirigirse al cielo antes de llegar a sentir como un tremendo dolor le recorría el cuerpo a su vez que era cegado por la oscuridad. Un grito de dolor escapo por sus labios a su vez que su cuerpo caía casi agonizante al suelo.
—¿Que... que fue eso?— Sus ojos lloraban por el dolor que empezaba a recorrerla el cuerpo, sea lo que fuera lo que ahora corría por sus venas se esparcía de forma dolorosa en su interior. Sentía el pecho pesado, apretado por lo que en una abrupta tos termino expulso un denso y negro humo por su boca que hizo llevar sus manos de forma instintiva a sus labios.
—¿Qué es esto? ¿¡Que es esto!?— Apenas siendo capaz de levantarse con sus extremidades temblando por el terror de no entender que le sucedía, sea lo que fuera empezaba a ennegrecer su piel, líneas negras empezaban a marcarle, eran sus venas que tomaban la tonalidad de la muerte. La maldición que ahora afectaba al cecaelia reclamaba su cuerpo mas rápido de lo que quizás tenía que hacerlo, los brebajes, los químicos en su cuerpo ya antes dañado internamente hacían de catalizador a esta terrible afección.
—¿Por qué? ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!— Llevaba con suma fatiga sus manos a su cabello restregando sus manos grisáceas sobre su rostro, sobre su boca que no dejaba de exhalar humo, la maldita sensación de impurezas recorriendo su cuerpo.
—¡AESTHER! ¡AESTHER SE QUE ME ESCUCHAS!— Su grito fue ahogado por una severa tos, una terrible que hizo que cayera nuevamente de rodillas expulsando por su boca una cantidad considerable de humo.
—Maldita seas ¡MALDITA SEAS! ¡MALDITA SEAN TODOS LOS SOBERANOS!— Iba a morir, sentía que moriría por lo que fuera que esa estúpida le había hecho.
—Debo... buscar ayuda... si... lo solucionare, todo, todo tiene solución— Se dijo a si mismo con su voz llena de rencor. Si, se curaría, pero no encontraría lo necesario en la Ciudadela, debía volver a Reapergate o donde fuese, pero en aquella ciudad maldecida no creía que lo fuera a encontrar.
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