Qelel arcano -privado- CERRADO

—Chiquilla traviesa—Agregó como respuesta deslizando una sonrisa maliciosa en sus labios delgados, relamiéndose, agitó suavemente la cajetilla entre sus dedos hasta encontrar uno que le satisfago, el cigarrillo era de un color rosa pálido, tan delgado como sus hermanos, tomándolo entre los dedos, le dio un golpecito por ambos extremos sobre la madera antes de llevarlo a los labios, para una vez más susurrar a la punta de este con los dientes tan apretados que no se distinguieron palabras. La punta del cigarrillo empezó a soltar un delgado humo.—No será doloroso, te lo prometó—Agregó concentrándose, sintiendo el frío abrazarse a las yemas de los dedos que sostenían el pitillo, tomando calor de su cuerpo, se mentalizo en el brillo pálido que le recorría, el flujo vital que era fácilmente visible en su cuerno y lo empujo hacia las hierbas.
Tras un momento separando los labios empujo el humo hacia la chica en un ovalo que se descompuso al hacer contacto con ella difuminándose a su alrededor.
—Veamos ahora.

Inquirió tomando con el cuchillo un poco de aji, el condimento no estaba tan picante pero ninguno de los dos lo toco ya que no iba con sus cenas. Llevando el cuchillo tomo el brazo de ella, deslizando el guante de sus dedos con un movimiento experto de los dedos, dándole la vuelta, froto su palma con el pulgar para que la abriera, depositando ahí el contenido del cuchillo.—Puedes sentirlo en la lengua, este altera los sentidos, gusto, tacto, olfato, si lo pongo en tu odio lo sentirás en los ojos...

Aquello le arranco una sonrisa brillante y sincera al unicornio que tomando el delgado cilindro de papel entre los dedos se quedo en silencio un momento, pensando en algo conveniente y que no necesitará de mucho, el encuentro en el mercado negro le había dejado un tanto desgastado y necesitaba del sueño para reponerse por completo. Había admirado las marcas ajenas, sin decir mucho, salvo que su color le recordaba al sol y a magia antigua y poderosa...

—Una ultima vez querida.—Dijo frotando la punta iridiscente del cigarrillo estrechando los ojos, sus labios se movieron, como la forma de un beso en un arrullo de palabras mudas, y de nuevo algo pareció pasar, el fuego de la punta resplandeció arqueando en sentido de las manecillas del reloj, convirtiéndose de a poco en un pequeño torbellino que fue cambiando de rojo a azul profundo. Este se desprecio de las cenizas del pitillo y fue a caer sobre la mesa en donde dio un par de giros antes de desaparecer, dejando un manchón negruzco como única huella.

—Y ahí esta no más trucos, esta clase de cosas no se usan a placer, se debe tener un fin...un poderoso fin.

Antes de que logrará abrir la boca la pequeña mujer decidió todo con voluntad y vertiginosa energía, mirándolo hacer y dirigirse a la barra, entorno una ceja hacia la delgada figura, hundiéndose de hombros para acomodar el cigarrillo sobre sus labios reclinándose cómodamente sobre la mesa a la espera de que ella terminara de hacer las negociaciones, llevaba suficiente encima, pero pensó que si las cosas se volvían complicadas siempre podía aceptar solo el pago de la habitación sin que quedará ninguna deuda que saldar entre ellos.

Acercarse a otros era peligroso, la comodidad de la incógnita y lo desconocido, siempre era mucho más segura, hacer lazos...domesticarse se debía hacer con cuidado y calma, si se puede pensando siempre en las consecuencias.
—Conocerás personas, personas que pueden gustarte o no, a las que no podrás cambiar y ellas te cambiaran...—Repitió con tranquilidad inmerso en sus cavilaciones levantando la cabeza para mirar a la chica con una sonrisa y un guiño.

—Recompensa...una habitación...pasar la noche...todo eso muy prometedor Roja.

Una ceja negro cuervo se arqueo al sentir su mirada, levantándose poco después de que le hiciera señas, avanzo con paso resuelto hacia ella, mirando alrededor, cómodo con el sopor de la comida y la calidez, se sentía liviano y relajado. Asintiendo al hombre, la siguió escaleras arriba sin preguntar nada. Ya que ella guiaba marchaba un par de escalones arriba, lo que no evito que sus ojos siguieran la forma de sus curvas enfundadas en las prendas. Viendo esta bailar alrededor de sus delgados tobillos, disfruto de la vista gratuita en silencio y con una mirada furtiva hasta llegar al pasillo.

—Esto se puede llamar una aventura completa.—Murmuró adentrándose en el corredor un tanto oscuro buscando con la mirada para extenderle la mano.—¿Cual será mi aposento?—inquirió, casi completamente seguro de que ella había alquilado una habitación para cada uno.—Muéstreme donde se quedará y así estaremos seguros para cualquier emergencia, pequeña dama.

Con toda la tensión chispeando alrededor, tal vez sería lo mejor, ella era demasiado niña y demasiado buena para crearle problemas...

Una sonrisa larga, lenta y deliciosa cruzo su boca mientras que sus ojos fijos la observaban en silencio, como si la examinará, midiéndola de alguna manera, desde la punta de sus cabellos hasta los pies. Levantando una ceja entro, siguiéndola a la alcoba encontrándola acogedora y limpia, lo último era lo que más le importaba. alzando las palmas la enfrento con la misma sonrisa de lobo.—Tranquila roja, que yo no he pedido explicaciones, no pensé ni por un segundo que planeabas una travesura oscura y un momento secreto de lo más...provocativo.—Jugando con las cejas le lanzó un guiño bajando los brazos para encontrar su cama, mirando el colchón, satisfecho al ver que ella se lanzaba sobre el suyo, suspiro sentándose al fin, desprendiéndose de la cama con elegancia para colocarla doblada sobre el buro, relamiéndose los labios resecos ante la ausencia del cigarrillo ya consumido.

Levantando la cabeza la miro estar, disfrutando de la manera ligeramente aniñada en la que se comportaba. Debajo de la capa llevaba una camisa holgada cerrada con cintas de cuero delgadas y en un cuello de tortuga que se plegaba hasta cubrirle el rostro. Toda su vestimenta era oscura. Imitándola, se deshizo de las botas también, levantándose en la separación de la cama, sus manos sujetaron la base de la camisa para sacársela por la cabeza, dejando los magros músculos y las cuerdas tensas de su abdomen blanco visibles.

—Pero debo decir que este es un giro divertido—Canturreó mirándola erguido. —No sea tímida, si necesita desprenderse de algo más que las botas no se contenga, a mi no me importa...yo no puedo dormir con capaz de ropa encima.

No dijo más, él no era de los que discutía con una fémina, encogiéndose de hombros se limito a sentarse cómodamente en la cama probandola, y al contrario de su delicada compañera, él se entretuvo en la vista de ella desprendiéndose de sus objetos de viaje, tanto del yelmo y el saco, recorriendo la longitud de los miembros ajenos con una mirada apreciativa. Recostándose al fin cruzo los brazos tras la nuca apartando el cabello hacia atrás que le caía sobre el cuerno y los ojos. —¿Algo interesante que ver afuera?—Preguntó con la voz pesada y oscura, ahogando después un bostezo tras un puño.

—Me sentiría ofendido, de no ser por el rojo de tus mejillas...y tu cuello y tus hombros.
Dijo mirando al techo, notando lo que ella veía con algo de desdén, no le gustaba tanta protección solo significaba que de verdad cosas malas pasaban en aquel insignificante lugar dentro de la isla, entre el bosque y la perpetua oscuridad que los rodeaba, seguramente producto de sus habitantes.
Negando con la cabeza se decidió a pensar en cosas mejores, como ese viaje del que nunca pensó que se desarrollara de esa manera, al concentrarse en la pócima de la vida eterna, había recibido una muestra de eso mismo:
—"Vida"...
Y súbitamente girando el rostro hacia donde ella se encontraba elevo las cejas, cómodo, dejaría que las cosas se desarrollaran de cualquier manera. No era propio de los suyos aferrarse.
— "Hay otros mundos, pero están en este"...estamos en este...¿que piensas en noches como estas?, ¿con la oscuridad como boca de lobo tras los cristales, y la cadencia y el calor en la voz de alguien a unos metros?

Sus ojos se estrecharon donde la piel se volvía más clara, disfrutando de la huella del guante y de las pecas, el camino salpicado de motitas doradas que adornaban la piel expuesta le arranco un secreto escalofrío. Los lugares donde la lengua podía ir o las formas que se podían formar, el contarlas o las que se encontraban en lugares secretos. Aquella mujer estaba diseñada por las altas esferas para ser una tentación entre los hombres, ¡Gracias a los dioses no había ninguno en Mirovia!, la fisionomía de algunas criaturas destilaban su fin como las flores.
—Estamos en este al fin y al cabo sería casi imposible que se enamorará de otro si no existe alguno más para comparar.—Le sonrió mirando su juventud entre todas las cosas, y luego siguiendo la caída de su cabello y como se movía este cada que respiraba.
Cuando le miro le devolvió la sonrisa, pensativo, arrancando su mirada de ella para concentrarse en el techo oscuro.

—Soy bueno domando bestias, preciosa, aunque algunas veces es agradable la idea de ser comido por una...—Le guiño el ojo estirándose con una pereza felina, con los músculos de los brazos relajados tras la nuca al moverse.

— Pienso en usted, en la forma en la que luce ahora, en sus pecas y de cuales serían mis favoritas de tantearlas largo y tendido...pienso en su aroma y cuando siento que mi mente se cansa pienso en el absoluto: el absoluto es la esencia más absoluta concentrada de una flor, con la que se elaboran los perfumes, es el "alma"...pienso en la clase de alma que usted posee, como el jazmín, en la mía y en las que rodean el camino, en las negro cuervo de Reapergate...Y luego pienso que nuestra civilización no es más que un complot, uno muy bonito, si le permitió conservarse en esa atractiva apariencia...