Tamamo no mae (PRIVADO R-18 Rallis- Kouhei)

Al ver al muchacho tratando de colocarse los vendajes, creyó que necesitaba un poco de ayuda. Ya es difícil colocarse una pulsera uno mismo teniendo ambas manos, así que vendar 2 alas teniendo solo la boca para aguantar algunas cosas sería extremadamente complicado.

-P-permíteme ayudarte- dijo tomando los nuevos vendajes con una mano y retirando los viejos con la otra. -de verdad te los pones tú solo? No hay nadie que te haya ayudado a vendarte?- dijo mientras comenzaba a tratar a Rallis, no le dio oportunidad de negarse.

-Ah, y descuida, sé lo que estoy haciendo. Mi mejor amigo es uno de los mejores médicos de mi país, por lo que me enseñó una que otra cosa...- dijo el zorro sin pena alguna, ya que si tartamudeaba un poco podría hacer dudar al chico sobre su capacidad

Es inevitable, las dulces palabras de Rallis sonrojan a Kouhei sin excepción. Mientras le coloca los vendajes decidió contarle un poco sobre su tierra:

-p-pues sí... Mi país es algo loco en realidad. La gran parte de la población son guerreros, pero en una pequeña cadena montañosa parece ser otro país. Los que vivimos ahí nos criamos para estar en paz en todo momento, así que nos dedicamos a cualquier cosa que pueda ayudar a los demás- dijo sacando una pequeña y dulce sonrisa. -mi amigo, Ginseng, es el mejor ejemplo de cómo es la gente de mi clan: es dulce, solidario y siempre te alegra el día sin importar qué. Desde que me saludaste, me hiciste recordar un poco a él, y recordar parte de mi hogar me hace sentir cómodo y feliz- dijo justo cuando terminaba de ponerle los vendajes y subió la mirada para ver a los ojos de Rallis.

De pronto se da cuenta de lo mucho que habló, desvía la mirada y evita seguir con la conversación mientras su rostro se pone rojo.

Kouhei escuchó con mucha atención su historia, no dejaba de pensar en que Rallis era demasiado lindo para lo mucho que pasó. "La gran caza", "pude llamarlos familia por muchos años", cuando el rostro del contrario se entristecía, sabía que se trataban de malos sucesos.

De inmediato se sonroja y baja sus orejas por los paps que recibe. Se sorprende de tener a otra persona a la que puede llamar amigo. Él, en su interior, sentía algo más allá de su amistad, pero por inexperiencia pensó que sólo se trataba de la aparición de un buen compañero.

-T-trataré de n-no ser tan tímido!- dijo con muchos nervios a pesar que le dijeron que se calmara. -y-y-y me a-alegra que ya seamos amigos- //////

El zorro se sonrojó mientras se quitaba unas cuantas partes pesadas del kimono para poder dormir cómodamente. Se quedó mirando el lindo rostro de Rallis a la vez que se acostaba junto a él. Se veía tan tierno!

-buenas noches, Rallis- le dijo ya estando apoyando su cabeza en la almohada. Miró al muchacho con una pequeña sonrisa hasta que finalmente se durmió.

Kouhei se despierta en poco después de que Rallis saliera, ya que sus sensibles oídos pudieron captar el sonido del chico abandonando la habitación.

El zorro se levanta rascándose su ojo dorado, bosteza y se estira. Se pone a buscar con la mirada en dónde podría estar su amigo, a pesar de que había oído la puerta cerrarse, no sabía que se trataba de que había salido de compras.

Sus ojos se toparon con la nota de la mesita. La tomó para leerla y los nervios comenzaron a aparecer. Tendría que hablar con una persona desconocida para que le diera el desayuno? No se atrevería, la pena no lo dejaría actuar con normalidad.

Insistió en seguir buscando a Rallis por todos lados, estaba esperando que fuera una pequeña broma, pero el joven no estaba en ningún lugar. Bajó al otro piso con las esperanzas de conseguirlo, pero tampoco se encontraba ahí.

Cuando decidió subir a la habitación con la intención de esperar el regreso de Rallis, la casera lo tomó por sorpresa.

-buenos días!- dijo la casera. -tengo un desayuno esperando por ti, ven conmigo-. Sonrió y tomó al zorro por las mangas del kimono, llevándolo hasta el comedor. El pobre Kou no sabía qué hacer con sus nervios.

Apenas habían logrado sentar a Kouher en la mesa cuando Rallis llegó de hacer las compras. La casera no dejaba de insistir que comiera, estaba al punto de comenzar a darle de comer con el avioncito, pero con la llegada de su amigo se sintió un poco más relajado y comenzó a desayunar después de que el arconte se sentó junto a él.

Se puso a mirar las bolsas que había traído Rallis. Había mencionado que tenía un regalo para él, por lo que trató de buscar con la mirada algún objeto curioso dentro de las compras. Era obvia su curiosidad, pero aún así no quería preguntar cuál era su regalo. Prefería que se lo dieran y evitar tanta pena