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Post by Azarel Mstislav on Feb 2, 2018 19:30:12 GMT
La luna roja era una sombra lluviosa para aquellos arcanos que todavía no lograban controlarse a ellos mismos. No comprendían el poder que podía otorgarles a los seres que vivían en la oscuridad, incluso a los que habían sido maldecidos por la luna llena, Mstislav miró hacia arriba mientras cargaba algunas cajas con la mano izquierda y sostenía una cadena con la derecha, miró el astro rojizo en el cielo que brillaba en el cielo con advertencia, coloreando todo Mirovia de tonos carmesíes, desde las nubes hasta el suelo de la sangre que se derramaba.
A Mstislav le gustaba la luna roja.
La misma que le había dado la fuerza suficiente para liberarse de la prisión de hielo a la que había sido encadenado por tantos años… y ahora, estaba allí, regresándole una tranquila mirada a pesar del caos a su alrededor, mientras Azarel le agradecía con su silencio el poder respirar aire puro, el poder vivir para cumplir con sus propósitos. La bestia que estaba encadenada soltó un chillido mientras intentaba liberarse de sus ataduras, intentó darle un zarpazo a Mstislav, pero éste le sostuvo el brazo antes de que siquiera se atreviera a tocarlo y le apretó con suma fuerza.
―Si tu debilidad te transformó en esto, has que valga la pena ―Susurró el arcano mientras volvía a caminar, con el ser en su forma verdadera corrompida olisqueando por todas partes, deseando carne que mordisquear, huesos que romper, sangre que beber…
Pronto, llegó ante las puertas del castillo Velfast, donde algunos de los sirvientes recibían a los arcanos que ponían su seguridad en sus manos, dentro de las barras de la prisión.
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Abraham Shelley
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Post by Abraham Shelley on Feb 3, 2018 4:09:14 GMT
No recordaba cómo había llegado allí, no era capaz de juntar en su frenética mente las imágenes del como, por que ni cuando había llegado a tal situación, solo recordaba un porque y aquel eran las flores de sangre que tanto había escuchado al llegar luego de la Luna Roja a Mirovia, flores capaces de curar cualquier herida, cualquier aflicción, una flor que caprichosa como ninguna solo florecía en aquellos días donde los de su especie y semejantes entraban en una locura descontrolada, donde sus instintos como la misma flor florecían de forma tan evidente que era imposible ocultar esa peligrosa belleza que tanto el vampiro deseaba ocultar a ojos de todos y de sí mismo y aun así con la recompensa de aquella flor y sus cualidades había abandonado la prisión que por tanto tiempo se estuvo preparando para aquellos días, en medio de su locura encontrar aquella flor que sin saber en aquella ocasión no llegaría a florecer.
—“¿Dónde estoy?”— Palabras mudas que en su mente se quedaban ahogadas en un mar de sed, una que era incapaz de controlar por mas que luchara contra ellas alimentadas de forma sobrenatural a cada segundo por la intensa luz de la luna que parecía a cada segundo mas bella ante sus ojos.
—“¿Quién es el?”— Se decía a la par que sediento se lanzaba ante cada oportunidad a su cuello rechazado con maestría como al perro que intentan amaestrar.
Su boca babeaba, su cuerpo se encontraba encorvado y sus ropas antes formales ahora rasgadas por si mismo, su rostro se había deformado a rasgos más bestiales, rasgos de un murciélago. Nariz chata, ojos hundidos, orejas largas y anchas que oían cada latido de la imponente figura que sostenía la cadena que le mantenía controlado cual mascota.
De su espalda deberían haber nacido un par de alas negras cual carbón, pero en su lugar solo dos muñones pues parecía que sus alas habían sido cortadas, quizás aquella criatura tuvo que haber crecido en tamaño y ser algo mas bestial y horrible, pero ante los ojos de capturador incluso bajo la influencia de la luna parecía ser reacio a aquel terrible cambio.
La mirada del vampiro se levanto sin saber que ante el lo que se alzaba imponente ante toda la creación era el hogar de quizás, uno de los vampiros con más poder que existía en aquel momento en Mirovia.
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Post by Azarel Mstislav on Feb 3, 2018 17:40:13 GMT
El momento en el que había encontrado a Abraham no había sido nada agradable, tan solo un ser de la oscuridad que se había metido dentro de los muros del resguardo principal de Los Cazadores, intentando comerse a uno de los mercaderes. Habían intentado matarlo, pero Mstislav los detuvo antes de que clavaran los cientos de armas que traían encima, o algo peor. Sabía que aquel altercado podría servir de algo. Y ahora el muchacho le debía la vida.
Mucha suerte, o quizá, muy poca.
Llegando a los muros del castillo, un sirviente de menor rango los esperaba en la entrada, observando al hombre en frente de él. Mstislav tomó con suma fuerza las cadenas.
―Ya no hay espacio en nuestro hogar, tengo entendido que Velfast abre sus puertas para los que buscan protección esta Luna Roja ―Masculló en tono tranquilo.
―Si, usted no se preocupe, yo lo llevaré.
―También quería asignarlo junto con estas pertenencias ―Mstislav enseñó la caja que portaba en su mano izquierda, el sirviente tomó el objeto, adentrándose en la mansión mientras el arcano lo seguía con paso sereno, sin dedicarle demasiado de su atención a su alrededor o a los arcanos que llegaban a registrarse con los demás sirvientes. La serpiente abrió la caja donde había algo de ropa nueva, zapatos y ropa interior para cuando Abraham volviera a su forma controlada. Mientras el sirviente revisaba las cosas, Mstislav volteó hacia atrás, asegurándose de que nadie lo estaba observando, sacando un pequeño botón de plata de entre sus bolsillos, se acercó al sirviente, acomodando dos de sus dedos en sus labios abriéndolos de pronto, la serpiente estuvo a punto de soltar un grito, pero antes de que sucediera metió el botón de plata, haciendo que el arcano se lo tragara. El sirviente apretó la mandíbula, recargándose en la mesa mientras tosía tomándose la boca con ambas manos como si tuviera ganas de vomitar, pero después de un momento, retomó su compostura. Cuando volteó hacia atrás, el cuerpo de Mstislav ya no se encontraba allí.
El sirviente tomó la cadena de Abraham y la caja, sin mirar a ningún lado, completamente seguro. Adentrándose cada vez más a la mansión. Cuando llegaron a un punto en el que los pasillos estaban prácticamente vacíos, el sirviente acomodó a Abraham frente a él.
―Despierta ―Pronunció el sirviente mientras dirigía su mano a la cabeza del vampiro, apretó con todos sus dedos su frente, frunciendo el ceño, haciendo que el muchacho regresara a su forma controlable. ―Y vístete ―Ordenó mientras le dejaba la caja llena de pertenencias en el suelo.
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Post by Abraham Shelley on Feb 7, 2018 3:56:02 GMT
Era doloroso pensar, una sensación familiar para el vampiro el cual había ya pasado decenas de veces por la maldición de la Luna Roja, pero aquella vez era algo distinta, su mente se sentía abrumada, nublada y entorpecida al punto en que era incapaz de controlar sus propios impulsos, sentía como si aun tras las murallas de piedra de aquel castillo los rayos de la luna roja aun fueran capaz de penetrar en cada fibra de su cuerpo.
Su raciocinio se había vuelto casi nulo incapaz ya entender su entorno y las palabras de otros arcanos, se había vuelto una bestia como jamás lo había hecho quizás porque en aquella ocasión la luna roja brillaba como nunca en el firmamento o por la debilidad de décadas de sufrimiento, fuera cual fuera la razón el vampiro gruñía cual animal a cualquiera a quien se le acercara e intentaba lanzarse encima tanto sobre quien le traía encadenado como sobre el sirviente los cuales mas que atentos a sus movimientos le repelían y obligaban a seguirles como un perro sacado de una pelea callejera.
Entre gruñidos y quejidos Abraham intentaba reiteradas veces morder a quien sostuviera su cadena sin notar que ya no era el arcano quien le capturo en un principio quien le capturo si no ahora uno de los sirvientes de aquel castillo, para él no había diferencia solo otra criatura de la cual ansiaba beber su vitalidad una que siempre se había prohibido a si mismo, la sangre de uno de sus pares, la de un ser que sintiera y pudiera expresar como él. Como si aquello ahora tuviera alguna relevancia.
Pero todo aquello cambio cuando sintió la frialdad de una mano en su frente, sus primeros instintos fueron intentar morderla, desgarrar la carne y devorarla como un manjar, cosa que cambio inmediatamente al sentir aquella sensación de culpa que sabía jamás lograría ocultar en sus memorias, luego la razón fue llamada a su mente y al final el control de su propio cuerpo junto a un dolor terrible de cabeza.
El vértigo y las náuseas invadieron su cuerpo aquella que siempre sentía luego de haber pasado en absoluta abstinencia luego de una luna roja, solo que esta era un tanto mas ligera junto a que aun permanecía en lo alto el astro maldito.
—Vístete— Ante aquella orden el vampiro vacilo. A quien tenia en frente era un total desconocido el cual dejaba junto a sus pies una caja llena de prendas en un lugar el cual no recodaba como había llegado o quien le hubiera traído, pero lo vio como un buen gesto uno que, por su estado actual, confundido y con sus prendas rotas, no iba a rechazar.
—¿Dónde me encuentro?— Fue lo primero que pregunto.
—¿Quién eres?... ¿Hice algo malo?— La ultima pregunta la dijo con temor, aun cuando sus manos se mantuvieran limpias la sensación de culpa le invadía terriblemente. Había sido imprudente, por la necesidad de encontrar una simple flor para si mismo seguro puso vidas en riesgo, por su egoísmo de curarse las heridas que tanto deseaba dejar de sentir sobre su cuerpo había sido un completo egoísta y aun cuando no recordase nada ni cuánto tiempo había pasado desde el nacimiento de la luna roja era aquella una sensación que simplemente era incapaz de sofocar.
Era como un niño que sin saber si había hecho algo malo o no ya buscaba pedir perdón sin si quiera saber si quiera a quien dárselas.
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Post by Azarel Mstislav on Feb 10, 2018 1:34:57 GMT
Vio como la bestia se transformaba poco en poco en un joven asustadizo, y confundido debido a los fuertes efectos de las noches rojas. Mstislav, habiendo tomado prestado el cuerpo por un momento de uno de los sirvientes de la mansión, lo miraba a los ojos mientras sus labios se encontraban en una fina línea.
“Demasiado débil, tan solo carnada para servir a los cazadores” Pensó asqueado mientras tan solo lo observaba hasta que comenzó a hacerle dichas preguntas en un tono nervioso. ―Mi nombre no es importante en este momento ―Anunció mientras arreglaba las mangas de la camisa blanca debajo del saco negro ―Intentaste asesinar a algunos arcanos mientras estabas bajo la ceguera de la bestia, yo he detenido tu ejecución ―El hombre se arregló un corbatín de color morado oscuro en su cuello ―Ahora estás en el castillo Velfast, donde aceptan a los arcanos que buscan protección de sus propios errores, pero, antes de eso, tengo pensado algo para ti.
Cuando se aseguró de que Abraham se hubiese vestido por completo, tomó la caja entre sus manos, comenzando a caminar por el pasillo.
―Tú me vas a ayudar a echarle un vistazo a este lugar ―Mstislav miró cada puerta, cada decoración, cada minúsculo detalle, sin revelarle todas sus intenciones al muchacho. Mientras menos supiera, y más hiciera, mejor.
Se detuvo en seco, dándole la espalda al arcano.
―Pero, si alguien llega a preguntar, tan solo somos un simple sirviente y un arcano preocupado por su propio bienestar y el de los demás, que buscamos las mazmorras ―Mstislav se volteó poco a poco hasta encararlo por completo, amenazándolo con tan solo la mirada de que, si se atrevía a decir algo inapropiado, lo lamentaría. ―¿Te ha quedado claro?
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Post by Abraham Shelley on Feb 14, 2018 3:18:11 GMT
Lo observo detenidamente en silencio sin saber bien que decir, cada palabra que escuchaba de la boca del extraño le provocaba una ligera punzada en su frente, como si alguien diera con un cincel pequeños golpes contra su cráneo, golpes que iban enterrando gradualmente más aquel doloroso artefacto.
—Gracias— “Supongo” pensó para si mismo al termino de su agradecimiento mientras mantenía su pálida mano sobre su frente, las venas azules del vampiro por la falta de sangre eran notorias en su blanca piel, su boca reseca ansiaba algún liquido y sabia que deseaba en su interior más que ningún otro liquido que el cálido carmesí que corría por las venas de quien ahora le guiaba por los pasillos del castillo de quien hace tiempo escuchaba tanto mencionarse en las bocas de otros arcanos.
—…— Sostuvo un silencio ante lo que parecían ordenes a las cuales solo asintió ligeramente. Levemente encorvado siguió el paso del “sirviente”. Le incomodaba la situación, le incomodaba el lugar, pero por sobre todo. Le incomodaba aquel individuo.
—Quiero saber tu nombre por que si es algo que me importa— Su mano sobre su boca escondía los signos de que aun con la ayuda del extraño aun se encontraba bajo la influencia de la Luna Roja, aunque ya con mas capacidades mentales para contrarrestar aquel maleficio era capaz de lanzarse sobre aquel arcano en un intento de devorar cada pequeño atisbo de vida en su cuerpo.
—Aunque sea uno falso— Él podía mentirle y en aquel momento al vampiro no le importaba, estaba husmeando junto a un extraño el castillo de uno de los arcanos con más pode de Mirovia y se encontraban bajo el yugo de la Luna Roja, la situación era mas desfavorable para el vampiro que para el sirviente.
—Al menos si me dices un nombre te seguiré sin chistar— Tenia dudas, dudas sobre Lord Velfast, dudas creadas por los rumores que circulaban en torno a su figura, sobre su crueldad o sus riquezas, secretos que sonaban absurdos ante sus oídos, pero a su vez creaban curiosidad en alguien que habiendo llegado solo hace dos años a Mirovia era algo sencillamente irresistible de evitar, una necesidad de entender que tan verdades o falsas podrían ser aquellos rumores dichos por corazones temerosos y asustados ante una lejana, pero imponente figura del Lord de Reapergate.
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Post by Azarel Mstislav on Feb 19, 2018 1:25:42 GMT
Las repetidas preguntas del vástago comenzaban a serles insoportables, sin embargo, el hombre siguió caminando, observando de reojo la falta de sangre ajena en su organismo.
Mstislav lo miró a los ojos, deteniendo su andar por completo. A pesar de que el cuerpo que portaba en ese momento el alma negra del arcano era joven, sencilla y aparentemente inofensivo, los ojos azules se clavaron con frialdad sobre el rostro de Abraham.
―En este mismo instante no estás en posición para negociar ―Habló de manera ácida, mientras no le quitaba la mirada de encima. Su atención se dirigió de nuevo al pasillo, reanudando su caminar. ―Aquel que permanece en la paciencia, pronto obtiene recompensas, todo a su tiempo. ―Habló Mstislav por última vez al respecto del tema.
Cruzaron una parte larga del pasillo, dejando atrás puertas, cuadros y estantería elegante, los sirvientes se podían ver a lo lejos llevando a las criaturas de la oscuridad perdidas en su propia sed de sangre directamente a las mazmorras.
Mstislav pensaba para sí mismo mientras recorría el castillo, se sabía de la existencia de varios libros de magia negra, hechizos, leyendas e historias sobre Mirovia que podían resultar sumamente útiles, pero, ¿Dónde? ¿Dónde podría estar? ¿La biblioteca? El castillo Velfast resultaba ser tan amplio como los arcanos contaban sobre él, uno podría llegar a perderse fácilmente, y quien sabe, encontrar tantas cosas…
Pronto, se metió a una habitación al azar llevando consigo a Abraham, empujándolo levemente por la espalda, para evadir a un sirviente que pasaba por allí con algunas mantas limpias.
La habitación a la que habían entrado estaba llena de libros apilados en un escritorio donde además descansaban pergaminos con algunas cosas escritas, y alrededor de todo el cuarto, cientos de artilugios extraños, desde alfombras envueltas con delicadeza, escamas de sirena, peines de extraña procedencia, mapas y collares con insignias de colores, descansaban con una tranquilidad amenazadora, llamando con sutileza a los más curiosos a echarles un vistazo.
Mstislav se mantuvo en la entrada, en espera a que los sirvientes dejaran de pasar para poder seguir observando el castillo.
Los artilugios mágicos susurraban distintos cánticos mínimamente perceptibles, como si ambos estuvieran en una tienda de antigüedades.
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Abraham Shelley
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Post by Abraham Shelley on Feb 28, 2018 6:40:58 GMT
Cada vez que aquel sirviente le observaba un escalofrió le recorría la columna, no quería buscarle una explicación a esa sensación, aun así, con intenciones de seguir preguntando fueron las palabras de este lo suficientemente convincentes para hacerle agachar su cabeza y aceptar su situación, no sabia como, pero de una forma entendía que su situación estado actual, aquella donde su raciocinio predominaba sobre sus instintos era algo causado por ese individuo.
—Entonces te ayudare, solo si esto no implica causarle daño a alguien— En ese momento Abraham acepto los términos del sirviente o sea el ser que fuera, siguió sus pasos a la par mientras su mirada se posaba sobre los cuadros, todos diferentes, ninguno similar que abarcaban retratos del lord de aquel castillo a paisajes sombríos y muertos, aunque en algunas esquinas y para Abraham los mas llamativos eran aquellos en donde se podía ver en vivos colores los paisajes floreados o el propio retratos de alguna flor, quizás solo pinturas colocadas para darle mas vida a los fríos pasadizos de aquella fortaleza o sencillamente un decorativo más al azar.
De improviso, mientras admiraba lo ostentoso de aquel lugar sintió como el arcano le empujaba con su mano a una habitación sin aviso alguno, pero a cuya acción no le dio resistencia y entro en el salón incluso por su propia cuenta encontrándose en medio de todos aquellos artilugios y decoraciones, todas atrayentes y seductoras a la vista del vampiro, pero no fue ningún articulo de maligna procedencia o pergamino lleno de saber oscuro el que atrajo su atención si no un mapa que colgaba, un tanto oculto, quizás olvidado, en que se dibujaba no solo toda Mirovia si no el mundo, aquellas tierras que ahora le eran vedadas a los de su raza.
Observo el mapa detenidamente, sus nombres, las líneas que surcaban su viejo y degradado papel, pensando en como algo tan enorme podía verse tan pequeño solo con darte una perspectiva tan diferente.
—No va al caso, pero… lo extraño, al viejo mundo, aun con lo que paso… aun sueño con el— Una pequeña, pero dulce carcajada resbalo de sus labios, la Luna Roja seguía afectándole, era como estar pasado un poco de copas en aquel momento y el sabia que en aquel momento decía sandeces en una situación que no cuadraban con aquella situación.
—Aaaahh…— Exclamo débilmente liberando un cansado suspiro al final de este —Sea lo que estés buscando aquí date prisa, sea lo que me hiciste se y sabes que no durara todo el tiempo que este la Luna Roja y ahora prefiero estar encadenado que libre… ya se que no la voy a encontrar.
Observo, no solo con ojos cansados al arcano que más que acompañarle parecía darle un paseo en los pasillos de aquel castillo, si no que lo vio también con cansancio, fatiga, una desesperanza que parecía agobiar la trizada alma del insignificante arcano.
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Post by Ivka Lawson on Mar 3, 2018 22:22:28 GMT
En el regocijo de su propia existencia caminaba el dracónido por los pasillos, incauto e incrédulo por lo que acababa de ocurrir; aliviado de poder sentirse bien consigomismo por primera vez, a costa de cierto precio. En su andar, admiraba los cuadros de cada pasillo, todos ellos ordenados en regla e impecables como ningún otro; los sirvientes y sirvientas de rango menor trabjando adecuadamente en lo que les acontecía, no fue hasta que una fémina que llevaba unos mantos limpios llamó su atención, discreta por lo que acababa de ver.
El siervo se acercó a ella para escuchar lo que tenía que decir, por su parte, la mujer le susurró al oído; delatando a cierto sirviente faltando a una de las muchas reglas bastante obvias. El ampithere agradeció que se le fuese informado, y solamente palpó la espalda de la misma para que continuase sus labores. Un suspiro escapó de sus labios y sin hacerse esperar caminó a la dichosa habitación, misma que albergaba recuerdos ya bastante desagradable para ellos.
En brevedad, la perilla de la puerta giró con lentitud, y se abrió discretamente la puerta para no hacer demasiado ruido. Pensó seriamente el porque habría un sirviente y una bestia de oscuridad dentro de esa habitación; más aún tratándose de la señorita a la que le pertenecía. Hasta cierto punto le parecía posible, a sabiendas de la curiosidad que emanaba de esa mujer de cabellos rojizos, pero era poco razonable considerando que bien sabia el camino a las mazmorras por ciertos eventos del pasado.
Entonces, ¿Quienes eran?...
El dracónido tenía moción de cada uno de los demás sirvientes; rostros, voces, nombres e inclusive el modo en que actuaban, era tan obsesivo en ello que le parecía normal. Y ese sirviente no era la excepción; Lawson era consciente de quien era y como actuaba, y el que entrase a una habitación con un ser descontrolado ya lo hacía dudar.
Al entrar a la dichosa habitación el recuerdo rápidamente volvió a su mente, e inconscientemente un gesto de desagrado se dibujó momentáneamente. Finalmente los vio a ambos ahí, su semblante estaba serio y apático pero no mostraba emoción alguna realmente.
- ¿Что ты здесь делаешь? - Preguntó de forma seca y seria, mirando con atención al sirviente y luego al ser que traía consigo; parecía estar demasiado tranquilo inclusive. La duda aumentaba, y solamente guardó silencio en espera de respuesta, hasta que reaccionó lo que había dicho. Chasqueó muy levemente su lengua y cerró la puerta de la habitación; el dracónido aún no se acostumbraba a tener que dejar de hablar la lengua que compartía con Vsévolod.
- ¿Por qué no ha llevado a nuestro invitado a la mazmorra? ¿A caso tiene algo que hacer aquí? - Cuestionó con molestia aparente, pero no de trataba de ello, únicamente buscaba respuestas claras para encontrar la verdad detrás de estas. Mientras hacía las preguntas, el dracónido se atrevió a palpar su propio cuello, mostrando cierto desagrado por la sensación que permanecería por siempre consigo. Ligeramente irritado los miraba, atento a cualquier movimiento que alguno pudiese llevar a cabo.
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Post by Azarel Mstislav on Mar 7, 2018 2:14:23 GMT
El falso sirviente se paseó por la habitación, mirando hacia todos lados, su curiosidad salió a flote bajo una máscara de frialdad e indiferencia, sus pasos eran mucho más ligeros debido al cuerpo que ahora tomaba prestado, mientras paseaba su mirada por los cientos de objetos esparcidos por la habitación, sin tocar absolutamente nada.
No contestó ante el comentario de Abraham, mas si el pensamiento del pasado lo embargó por unos segundos al observar el mapa de lejos, pudiendo reconocer el área donde su reino creció alguna vez, hacía muchos años. Se acercó a un escritorio de madera, donde algunos pergaminos estaban desacomodados, escritos y arrugados, mientras que, otros estaban hechos una bola de papel en el piso, como señal de basura. Mstislav se puso sobre una rodilla, desdoblando el papel hasta dejar a la vista la tinta sobre éste. Era una carta, meramente profesional dirigida hacia un mercader para conseguir algún artefacto mágico a cambio de una buena paga, no le prestó mucha atención hasta observar las iniciales del remitente: ZN, donde, al lado, una enorme mancha de tinta negra debido a algún accidente había arruinado la carta por completo. Mstislav frunció el ceño, irguiéndose con una media sonrisa de triunfo mientras se metía el papel desechado a uno de los bolsillos dentro del saco negro. ¿Suerte? ¿Destino? En el cuerpo de aquel arcano no podía percibir los olores tan bien como en el suyo, pero pronto los recuerdos se hicieron presentes. Quiso indagar, descubrir, abrir cada cajón, tomar cada objeto y estudiarlo, saber cómo lo había conseguido y para qué lo usaba, se acercó a la cama, intentando encontrar algún rastro de ella que pudiera usarlo para su propio beneficio. Sus ojos azules se encendieron como llamas ardientes del inframundo mientras acercaba su mano a la almohada donde anteriormente había reposado la arconte; Algunos conjuros se pasearon por su cabeza: Pesadillas tan oscuras que el recuerdo de ellas haría que el alma temblara por la mañana, o quizá un insomnio tan devastador que tendría que irse de aquella habitación lo más pronto posible si es que quisiera dormir durante meses, hacer que recordara un tormentosos pasado, alguna sensación de asfixia, quemadura, dolor, desesperación, oscuridad…. Cuando su mano venenosa estuvo a punto de tocar la almohada, escuchó el crujir de la puerta, haciendo que la retirara inmediatamente antes de poder producirle daño alguno a los aposentos de la arconte.
Escuchó la voz de Ivka, y mientras estaba de espalda, maldijo hacia sus adentros, mientras Mstislav se tragaba el veneno letal de la magia negra entre sus propias palabras. Volteó hacia atrás con tranquilidad, para intentar detonar que él estaba allí por mero servicio, miró a Ivka atentamente, llevado por el interés de aquellas palabras en un idioma con el que Mstislav había vivido durante largos años, pero se limitó a contestarle de la misma manera, pues ignoraba los conocimientos del sirviente en el que estaba ahora.
―Mis disculpas ―Mstislav acomodó una mano en su pecho, bajando la cabeza cordialmente ―He venido a recoger la basura de la señorita Neshmet ―Aquel nombre se sintió como una llama ardiente sobre su lengua. ―Y para mi sorpresa, me he encontrado con este hombre ―Contestó, refiriéndose a Abraham ―Ha venido para resguardarse de la Luna Roja, supongo que creyó que podría hallar las mazmorras por su cuenta, y se ha topado con la habitación de la señorita, deslumbrado por sus miles de artefactos. ―El sirviente se acercó a Ivka. A pesar de que el aroma seguía siendo el mismo del arcano con el cuerpo prestado, la sensación de advertencia no se hizo esperar, aún con la mano llena de la magia negra lista para ser transferida en cualquier momento y clavarse en su alma como una serpiente ―Me siento responsable por haber descuidado la entrada por solo unos segundos, pero quería mantener esto bajo control para evitar alguna preocupación innecesaria.
Mstislav se volteó hacia Abraham, acomodándose al lado de Ivka, mirando al ser de la oscuridad con el rostro sombrío, esperando a que el vástago siguiera el juego, por su propio bien, y el de la serpiente.
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Post by Abraham Shelley on Mar 17, 2018 2:55:16 GMT
Toda su atención se concentraba en el mapa que observaba con detenimiento, el desgaste que había tenido con el tiempo, la decoloración por los dedos que habían tocado su suave superficie en busca de los nombres de lugares ahora inalcanzables.
Ignorando las acciones del sirviente Abraham poso su índice derecho sobre el mapa, buscando la ubicación de sus primeros recuerdos, vago su mirada por los nombres de lugares que jamás había escuchado y por otros que se encontraban grabados en piedra en sus memorias, poco faltaba para encontrar el punto de su origen cuando una voz ajena a la del sirviente que le acompañaba le interrumpió, no llegando a entender del todo su primera frase Abraham se había distanciado del mapa observo por unos instantes a quien le había traído hasta ese lugar, manteniéndose en silencio ante el desconocimiento del otro a su persona.
—Estoy buscando las mazmorras, me perdí y necesito ayuda… me es difícil ya mantenerme bajo control yo…— Dudo por unos momentos, un sudor frio había empezado a cubrir su cuerpo ante la idea de que iba a ocurrirle al decir sus próximas palabras, pero aquel sirviente, el que ahora sencillamente iba a seguirle su jugada le causaba un mayor temor.
—Yo necesito que me lleven a las mazmorras.
Aun así, ante la idea de nuevamente permanecer encerrado hacia que la mano derecha del vástago temblase pues sabía que detrás de los barrotes de acero recordaría cosas que no quería nuevamente soportar.
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Post by Ivka Lawson on Mar 27, 2018 21:28:22 GMT
Escuchó con cierta atención lo que le era comentado, la voz tan tranquila del sirviente y el notorio sudor frío escurrir de la piel del ser de oscuridad, nervioso por alguna cosa que el dragón aún no notaba. Algo estaba mal; aquel siervo que conocía no actuaba como antes, sus palabras e inclusive el modo en que miraba a los demás era distinto. Estaban jugando... ¿Pero por cuanto?
La serpiente pese a ello se mantuvo firme y con la espalda erguida, sintiendo algo familiar al ver como el sirviente se colocaba por un lado suyo; podía sentir algo similiar a lo que era su mera existencia con sólo tener a ese hombre cerca, oscuridad misma, podía sentirla pero... ¿Provenía del siervo? No lo sabía, pero era bastante fuerte y apetecible. - Ya veo, no se preocupen. Por favor...- Musitó con calma, atreviendose a tomar la mano del siervo, misma que poseia la magia negra acumulada. El dracónido lo sintió al instante,y una muy leve sonrisa se dibujó en su rostro mientras miraba al ajeno, sintiendo como la magia se transmitía por su palma color negro cual corriente eléctrica, absorbiendola gustoso cuál alimento. -...guíe a nuestro invitado a las mazmorras, no queremos que se pierda nuevamente...- Dio la orden con calma, llevando al siervo delante del ser de oscuridad, soltando su mano momentos después de ello para verlos a ambos con una mirada totalmente calmada. - ¿No es así? - Agregó, sacudiendo sus propias manos con pequeños choques; dejando ver el color real de ambas, negro como la noche misma, negro como el vacío, negro como su existencia misma en aquel plano existencial. Él no era un contenedor cualquiera, y aquella advertencia que había sido lanzada para el ser de oscuridad o para el dragón no le incomodaba, había visto en persona peores amenazas y había vivido en primer plano lo que era en verdad la magia negra.
- Claramente es responsable de garrafal error, pero no es momento ni situación para aclararlo. - Habló nuevamente el hombre, dándose la vuelta para regresar a la puerta, dejando de lado cualquier sospecha. - Por favor, continuemos para que pueda ir a la mazmorra, usted ya sabe el camino, me mantendré cerca para ofrecerle ayuda a nuestro invitado en caso de necesitarlo...- Musitó sereno, abriendo la puerta nuevamente para luego estirar amablemente su mano al frente, invitandoles a retirarse de la habitación de la arconte cuanto antes; les seguiría el juego.
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Post by Azarel Mstislav on Mar 28, 2018 18:43:23 GMT
Su mirada se situó en el rostro tan nervioso del vástago en frente del mapa en lo que seguía la excusa, mientras que, con cierta resignación, de vez en cuando le dirigía una frívola mirada a la cama de la arconte. Percibiendo todos los olores, escuchando con cuidado todo lo que le pudiera presentar, recordando, odiando, resintiendo y deseando.
Tan cerca…
No se inmutó cuando el sirviente tomó su mano donde la maldición aún era presente, aunque algo más débil debido a la cancelación de la mente y cuerpo de Mstislav hacia su víctima original. Volteó a verlo con un rostro tranquilo, dándose cuenta de que la magia negra no le causaba conmoción alguna, si no, al contrario, parecía disfrutarla, alimentarse, pender de ella. Aquello le causó cierta curiosidad, ¿Qué tipo de arcanos eran los que vivían tras las ostentosas murallas de Lysander Velfast? Mstislav pensaba averiguarlo tarde o temprano.
―Por supuesto que no ―El hombre acomodó una mano en su pecho, obedeciendo las palabras de Ivka mientras guiaban a Abraham lejos de la habitación de la aprendiz. Mstislav dio una última mirada hacia atrás, con el siseo de una serpiente venenosa en la lengua, y cerró la puerta con suma lentitud, dejando todos y cada unos de los sentidos que podrían embargarlo allí dentro.
El sirviente no dijo nada, esperó a que Abraham se situara en frente suyo, y comenzó a caminar con cautela por los pasillos. No sabía el camino, pero sabía que el subconsciente guardaba memorias y déja vu’s, lo que hacía de la mente un lugar espectacular para escarbar, llevó una mano a su cabeza, como si se acomodara el cabello negro que portaba en el cuerpo del arcano, y con un acto simpático, hurgó en las memorias, los miedos, las virtudes y los pedazos del castillo que aún quedaban dentro de la mente del muchacho con el alma robada. Pudo observar a tientas el camino que llevaba a las mazmorras, aunque sabía que no sería suficiente, uno no podía hurgar en la mente ajena sin que no hubiese consecuencias, y el cuerpo del sirviente no era lo suficientemente fuerte para soportarlo.
Por ahora serviría, precisamente para no levantar sospechas con el arcano. Pero sabía que tendría que pensar en algo.
Observó al vástago en frente de él, sintiendo como la Luna roja acariciaba con su luz su rostro tras las ventanas, ¿Por qué habría que irse tan rápido? El hombre clavó los ojos en el cuerpo del vampiro mientras recitaba algunas palabras en sus pensamientos. Rompiendo el hechizo que le había puesto encima para que Abraham no se transformara en el monstruo que estaba destinado a perderse en la Luna Roja.
Ahora solo había que esperar…
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Abraham Shelley
Los Invictos
El pasado por más que se deje atrás, te alcanzara.
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Post by Abraham Shelley on Apr 8, 2018 3:58:01 GMT
No hizo queja alguna ante las ordenes que se le daban, agachando su cabeza salió de la habitación mientras le daba una ultima vez una ojeada al mapa que dejaba atrás en aquella habitación.
Sus pasos resonaban en la baldosa de los corredores por los cuales era llevado, su andar era pesado y decaído que reflejaba perfectamente como sentía su cuerpo pues lentamente en su cabeza los recuerdos se iban desenterrando y rompiendo al silencio sepulcral al cual el vástago había sometido pues la idea de volver a una jaula y no saber que le esperaría en tal lugar hacia que bajo la luz de la Luna Roja abominables sombras devorasen al insignificante arcano.
En la Ciudadela los rumores eran variados sobre las instancias que existían en el interior del castillo Velfast, pero muchos de ellos eran lo suficientemente desfavorables como para crear en el arcano un palpable temor que se dejaba ver entre mas sentía se acercaban a posible destino, un temblor que invadía las manos y pies de Abraham que sentía casi desfallecer su cuerpo en el suelo hasta que simplemente el hechizo por el cual había sido capaz de soportar la maldición de la Luna Roja se desvanecía sin más.
Las correas en sus muñecas y tobillos, los azotes con ganchos de hierro que desgarraban entre risas su espalda, las cadenas de hierro al rojo vivo sobre su cuerpo, las palizas, los huesos rotos, el acero sobre los ojos y las simples humillaciones, todo tan vivo en su piel, el dolor, el desgarro de sus músculos y el tronar de sus huesos, la agonía en su espalda al sentir como le era privado de por vida el don del vuelo. La sed, la terrible sed, agobiante y sofocante que se hacia imposible respirar sin sentir como se inundaban sus sentidos con la necesidad de sofocar su sed.
Y el temor.
Las murallas, los barrotes, el sonar de las cadenas junto a los alaridos y gruñidos, sonidos fantasmas que infundía la maligna luna que espectadora iluminaba el cuerpo del vástago derrumbado, retorciéndose como una larva en el suelo entre gritos y chillidos.
Las ropas cedían, los hilos luchaban con mantenerse juntos pero tal cosa era una batalla perdida, las prendas que le había dado hace tan poco el sirviente que le había traído al castillo Velfast pronto se volvieron harapos desperdigados junto al creciente cuerpo del oscuro arcano. Sus uñas rascaban desesperadas la baldosa para volverse gradualmente en oscuras garras, su quijada tronaba por los huesos que se rompían en su cambio, la boca se alargaba y los dientes se transformaban en una hilera de afilados y blancos colmillos que relucían por la baba de la larga lengua que les repasaba sedienta de rojo brebaje.
La columna se alargaba, sus ojos se ensanchaban y afilaban tomando un tono amarillento enfermizo, su piel era cubierta de un manto negro como sus hombros se ensanchaban y las caderas se dislocaban, las piernas se doblaban y sus brazos se extendían más de lo habitual, sobre su espalda dos muñones aparecían, allí donde dos inmensas y hermosas alas de cuero negro debían existir solo una herida del pasado se llegaba a hacer presente.
Aquel cuerpo, delgado, decrepito y lleno de heridas ahora había crecido exponencialmente a una horrible bestia vampírica cuadrúpeda de ojos amarillentos brillantes, hocico chato armado de hileras de enormes colmillos y garras que castañeaban unas contra otras, orejas cortas, pero anchas y sumamente sensibles al sonido, un cuerpo voluptuoso por la musculatura ganada por una naturaleza horrible y blasfema, una criatura cercana que superaba los tres metros de altura y que si no fuera por los amplios pasillos del castillo Velfast seguramente ya se hubiera encontrado atascada entre sus paredes.
Segundos, solo segundos había llevado aquel cambio de un hombre a una bestia que expelía voracidad como rechazo a ser encerrado. Saciedad y libertad, verdadera libertad y plenitud, dos cosas que en los ojos del vampiro se veían reflejadas mientras observaba a los dos seres mas cercanos en aquel momento.
Enloquecido, sin espacio para el raciocinio no tan solo por el temor y la brutalidad si no por la Luna Roja la criatura se lanzo sin aviso contra ambos sirvientes siendo quien le había traído a aquella cámara de torturas el objetivo de sus mordidas y zarpazos.
Forma Bestial: El vampiro adopta una forma de murciélago completamente monstruosa parecida a un wyvern, sin embargo, su tamaño no es mayor a uno y no supera los 4 metros.
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Post by Ivka Lawson on Apr 18, 2018 13:37:35 GMT
La pesadez sobre sus ojos era notoria, cansancio y abatimiento mismo que se apoderaba de ellos, siendo interrumpido con ruidos que llamaron su atención a la brevedad; pero sucedió tan rápido que en cuestión de segundos solamente sintió el gran peso de la bestia encima suyo. Incauto lo miró con molestia pero con el semblante serio, intentando ver más lejos del salvajismo del animal que ahora los acorralaba, como si aquellos ventanales amarillentos pudiesen darle alguna respuesta o alguna pista de los efectos de lo que era llamado "Luna Roja", pero nada. No tuvo una reacción adecuada a decir verdad, una risa escapó de sus labios al ver en que situación tan penosa se encontraba. ¿Por qué estaba distraído? No lo sabía, pero enmendar sus errores no sería suficiente. Aquel "invitado" comenzaba a resultar bastante problemático.
- Los efectos volvieron. - Murmuró el dragón, forcejeando un poco con aquellas garras pero logrando casi nada. Chasqueó su lengua y se mantuvo quieto por un momento, viendo alrededor para buscar algo de ayuda, aún no quería recurrir a su forma fated o verdadera, no tenía oportunidad de manejarlo y el espacio era sumamente pequeño como para un dragón de tal calibre. Miró por un momento al otro siervo, calmado pero dudoso ¿Por qué no hacia nada? Ahí estaba el momento perfecto para saber que sucedía realmente.
Un quejido de dolor se mostró en su rostro al sentir unas garras clavarse en su brazo, provocando que el dracónido aferrase sus manos al suelo para intentar reincorporarse, aún sin lograr demasiado; perdía tiempo en vano, debido a ello que su piel comenzase a tornarse diferente. Escamas aparecían para protegerlo mientras se libraba de ello, clavando sus ojos sobre los orbes amarillentos del animal. La sangre escapaba pero poco importaba, tenía que controlarlo antes de que buscase alimentarse.
- No tengo tiempo para esto. - Murmuró entre dientes, remordiendose los labios por un momento. En un movimiento preciso el hombre logró sacar su brazo derecho de las garras del animal, llevándola cerca de su propio rostro, para acto seguido, lanzar una bocanada de hielo sobre su propio puño.
Afiló la vista y sus pupilas se contrajeron, aquel puño congelado que formaba un guantelete helado se movió con fuerza a la brevedad, soltando un fuerte golpe en el rostro de la bestia, haciendo que retrocediese unos pasos para poder liberar al otro siervo y a sí mismo. El amphitere no esperó, se reincorporó en cuanto pudo y azotó su puño contra la pared, rompiendo aquel hielo para liberar su mano que ahora tenía unas quemaduras por lo helado. Sin más, sacudió sus prendas y regresó la vista al otro. - ¿Se quedará sin hacer nada? - Cuestionó con frialdad y cierta molestia en ese momento, pues el animal aún necesitaba recuperarse del golpe recibido y todo ese alboroto era culpa del ajeno, e inclusive suya por permitirlo. No duró mucho el silencio, pues un estrepitoso gruñido captó su atención; el vampiro claramente tenía más que dar. Lawson por su parte, peinó nuevamente sus cabellos hacia atrás y abotonó sus mangas correctamente mientras miraba al vástago, esperando el golpe y, hasta cierto punto, esperando a ver el actuar del otro sirviente a su lado.
Esperó tranquilo, hasta que nuevamente corrió a donde él.
El amphitere recibió un golpe de frente, siendo empujado por la bestia con relativa fuerza. Sus pies hicieron fricción contra el suelo, pero las garras del animal se aferraban con esmero y violencia a sus escamas, sin lograr perforarlas pero si lastimandole. Necesitaba transformarse, pero se negaba a hacerlo. Un quejido escapó de sus labios nuevamente, era demasiado imprudente incluso para él, no tenía tiempo, debía tomar una decisión correcta antes que permitirse decaer al salvajismo de su naturaleza volátil. Forcejeó con la bestia salvaje, siendo lentamente vencido por fuerza, pues se sabía que la Luna Roja brindaba ciertas ventajas a aquellos seres "incontrolables". Miró con calma el hocico del ajeno en busca de restos de sangre, pero no había nada. En un descuido el dragón falqueó y el animal logró tirarlo al suelo, provocando que el dragón soltase un gemido ahogado por dicho golpe que le había sacado el aire. Tosió unas cuántas veces y ladeó el rostro buscando algún punto débil. Pero de momento nada. En su desespero, el amphitere lanzó nuevamente una fuerte bocanada de hielo, congelando el pecho del vástago y parte de sus brazos para lograr salir de ahí mientras lo rompía. No duró demasiado, pues el hielo fue quebrado por la bestia después de que el siervo se librase de él.
Lawson miró el pasillo, no había nadie por suerte pero igualmente la mazmorra estaba cerca, debía conducirlo ahí o vencerle para encerrarlo. Limpió su labio inferior con su propia muñeca y buscó nuevamente un punto débil, hasta que lo vio a través del reflejo de un espejo colgado en el lugar.
La espalda.
Su respiración estaba agitada pero aún podía moverse bien, agradecía el tener buenas defensas a comparación de sus padres y otros dragones de su raza. Esperó paciente el movimiento de la bestia, concentrado en este y un tanto ignorante al actuar del siervo que los acompañaba.
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