E3- "Nuevos rostros, Nueva compañía" [FINALIZADO]

Por un momento le llegó a la cabeza la imagen de Martina intentando siquiera levantarlo dos milímetros del suelo. Era algo chistoso, y la verdad era que incluso se hubiera reído como no había hecho en mucho tiempo.

—El día que me levantes me voy a asustar mucho —comentó con cierta gracia

Miró al cielo, y sin poder evitarlo suspiró con cierta nostalgia. ¿Haría cuanto no se sentía tan tranquilo entre semejante gentío? No era capaz de recordarlo con exactitud, su mente viajaba muy lejos de esos recuerdos en ese preciso instante. Se encorvó en el momento que notó como la gente empezaba a amontonarse en cada rincón que veía, incluso a la distancia vio a algunos niños subirse por las paredes a los tejados o a los hombros de sus padres.

—Con su permiso —fue lo que dijo al enderezarse. Se las había arreglado para subírsela sentada en el hombro derecho sin mucho esfuerzo, de hecho por el modo que lo había hecho parecía que incluso un niño pudiera hacerlo— Disculpe si está incómoda.

—¡Soy un gigante! ¡JA! —bromeó con ánimos— Estoy perfectamente bien acá, no me estorbas en lo más mínimo.

Y así la plaza se fue llenando poco a poco, agradecía ser bastante alto en ese momento pues podía ver sin problemas sobre el resto de las personas. Respiró profundo, llenó sus pulmones de tanto aire como podía y al soltar el aliento puso su atención en el cielo. Las luces de las calles se apagaron poco a poco y pronto, el cielo se vio iluminado con varios colores, azul, rojo... inclusive verde. Los fuegos artificiales eran el espectáculo preferido de muchos en Mirovia, algunos niños gritaron de emoción, los adultos alzaron las manos al cielom algo que a él le recordó mucho a los soldados regresando victoriosos de un campo de batalla.

Y no podía evitar ver de esa manera a la mayoría de los ciudadanos de Mirovia: Aquellos que no había nacido allí, habían en su mayoría pasado por experiencias tan grotescas como poco dignas de ser contadas. los más viejos sabían lo que era la desesperación, y ni hablar de aquellos que juraban haberse encontrado con Black Stag en persona. Él sonrió con bastante amplitud, el cielo teñido de colores marcaba el final de las actividades del festival por un día; al siguiente habrían muchas más cosas que hacer. Él estaría en su campamento de Shangriu Lax disponiéndose a trasladarse al bosque de las Hadas... Ahora que lo pensaba...

—¿tienes donde quedarte? —preguntó a Martina alzando un poco la voz.

—Curiosidad —admitió— Eso y si no tenías donde quedarte podría al menos ofrecerte compañía y un saco de dormir bastante cómodo —añadió, quizá algo apresurado.— Mi campamento no suele ser la gran cosa, pero estoy dispuesto a compartirlo si alguien lo necesita.

Su campamento ahora que lo pensaba era demasiado modesto hasta para un aventurero promedio, se podría decir que era minimalista al respecto pues contaba con lo que era cuanto menos necesario para poder vivir tranquilo: Una pequeña hoguera, un saco de dormir y con suerte un refugio para evitar la lluvia cuando se acercaba la temporada, aunque en esos casos simplemente corría a la siguiente zona estacional de la isla y asunto resuelto.

Desvió la vista del cielo para observarla a ella unos instantes; para él, era algo sumamente obvio que le estaba costando más retener la compostura de lo que le costaría estallar de emoción. Le gustaría ver algo así a decir verdad, él mismo llevaba bastante escondiéndose de esas ansias sin darse cuenta, se podría decir que con el tiempo se había vuelto alguien impermeable a su propia emoción en los momentos más desbordantes.

Cuando ella lo miró, tardó unos segundos en reaccionar para regresar la mirada al cielo, de seguro podría ganar premios a la persona más indiscreta del planeta hasta con los ojos cerrados, o algo como eso fueron sus pensamientos al momento.

—Sí, no tengo ningún problema... —le contestó tan pronto como pudo.

Al escucharle pedirle que la bajara, asintió y en lugar de inclinarse como había hecho para subírsela al hombro, apoyó una rodilla en el suelo, así ella podría bajar cómodamente. En ese momento prefirió desviar la mirada hacia el extremo contrario de la plaza, por evitar malos entendidos o algo semejante de parte del resto.

Los últimos fuegos aritificiales fueron arrojados al cielo y las lámparas decorativas fueron nuevamente encendidas. Él se enderezó poco a poco y se rascó la cabeza de nuevo, en serio le estaba haciendo falta cambiar a su forma real... los cuernos le estaban picando demasiado

Aagron, sobra decir, se quedó totalmente pasmado, ojos abiertos como platos y la mandíbula suelta por la sorpresa. Apenas le conocía, no llevaba más que unas cuantas horas sabiendo de su existencia y que le hubiera dado un detalle tan bonito le llegó directo a la fibra sensible. De no ser por su sentido común, hubiera hecho como cualquier joven en pleno arranque emocional y le hubiera preguntado si acaso era un ángel o semejante. Se dejaría en ridículo...

Por otro lado, se conformó con darle un muy buen abrazo. Un abrazo de esos que a cualquiera lo levantan del suelo y dan sumo gusto, aquellos que a él tan bien se le daba regalar cuando se sentía en confianza plena. Su sonrisa amplia como pocas le daba un aspecto totalmente radiante, estaba contento, si, contento y conmovido por algo tan pequeño como lo había sido aquel pequeño regalo ¿Qué podía decir? Era un hombre simple, no era de cosas extravagantes pues era de los que más sabía que de granos de arena están hechas las playas y los desiertos.

—¡Muchas gracias! —Exclamó sonriente— ¡Gracias de verdad! —repitió, le dejó nuevamente en el suelo cuando por fin se dio cuenta de que quizá estaba siendo demasiado efusivo, tenía hasta las orejas rojas— eh.. esto... Aún si quieres puedo darte un recorrido por Mirovia... —comentó queriendo cambiar un poco el tema, de pronto se sentía sumamente avergonzado de lo que había hecho...

—De hecho... —comentó cuando se sintió considerablemente más tranquilo—. Yo debería ir marchando a mi campamento, necesito dormir y aún tengo un par de encargos pendientes que me gustaría acabar...

Y ahora, adelantó un par de pasos a mirarle directo al rostro, tan calmado como su recién desechado nerviosismo le permitía. De ser por él se quedaría la noche entera, pero tenía clientes esperando sus encargos y entre Shangri Lax y el bosque de las hadas siempre había bastante de donde escoger para una buena cacería... 

—¿Qué me dices de vernos otro día? No lo sé... ¿Te parece en dos días a la entrada de la ciudadela? Para entonces ya debería estar instalado en el bosque de las hadas... ¿no te molesta?